Ignacio Morgado
16 de mayo de 2019
Mantener la motivación, o recuperarla si la hemos perdido –una filosofía vital que los japoneses han bautizado como ikigai– es un aspecto clave para tener calidad de vida, pero también para disfrutar de una buena salud, tanto física como mental, e incluso puede ayudar a retrasar la neurodegeneración asociada al envejecimiento, según Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), y autor de Deseo y placer. La ciencia de las motivaciones (Editorial Ariel, 2019). Morgado, uno de los expertos en neurociencia más prestigiosos de nuestro país, nos explica los mecanismos del cerebro para impulsarnos a satisfacer las necesidades más básicas (comer, beber, dormir…) y a sentir deseo hacia todo aquello que nos hace experimentar placer –desde una exposición de arte a una relación sexual–, al tiempo que nos da las claves para no perder nunca las ganas de vivir y llenar nuestros días de novedades que nos permitan continuar sintiéndonos motivados también en la tercera edad porque, como afirma, “las personas mayores pierden más la motivación por buscar el placer, que la capacidad de experimentarlo”.
Has titulado tu nuevo libro 'Deseo y placer', ¿estamos todos los seres humanos programados genéticamente para buscar y experimentar estas emociones?
Absolutamente, porque el deseo y el placer responden sobre todo a motivaciones homeostáticas, que son aquellas que son necesarias para que hagamos lo que tenemos que hacer para que nuestro cuerpo obtenga lo que necesita y no enferme o muera, y también motivaciones incentivas, que son la búsqueda del placer por el placer, y que es un mecanismo que la evolución biológica ha creado para que nos sintamos más motivados de lo que sería necesario para buscar satisfacer todo aquello que sirve para mantener la salud del organismo.
Si al comer, al beber, o al intentar evitar el frío o el calor, no sintiéramos un determinado placer, tendríamos menos tendencia a desarrollar los comportamientos necesarios para mantenernos con salud, y por tanto la naturaleza ha establecido dos mecanismos: uno de deseo y otro de placer, que en el cerebro son diferentes, pero que funcionan acopladamente, para que no solamente sintamos ganas de buscar lo que nuestro cuerpo necesita, sino para que además disfrutemos con ello cuando lo encontramos y lo satisfacemos.
Supongo que este mecanismo también lo tendrán los animales más inteligentes…
Sí, sí, los animales también experimentan placeres cuando satisfacen sus necesidades biológicas básicas. Lo que no tienen los animales –a diferencia de nosotros que somos animales racionales– son desarrollos en su corteza cerebral que les permitan tener una capacidad inteligente con la que acceder también a otras formas de placer como las culturales, como las incentivas.
Los animales son especies biológicas que no disfrutan viendo una exposición de arte, o yendo a un concierto, lo cual no quiere decir que los estímulos auditivos o los visuales, etcétera que pueden haber en su mundo no les proporcionen también otro nivel de placer, pero nunca llega a ser como el que podemos sentir los humanos con las actividades intelectuales superiores.
Hacemos voluntariamente cosas que nos proporcionan placer como comer, charlar con amigos, ver una película o practicar sexo, pero independientemente de la acción el placer se siente en el cerebro. ¿Sería posible experimentarlo activando las zonas cerebrales que intervienen en las sensaciones placenteras?
Sí, hace muchos años que en nuestro laboratorio tenemos esa experiencia en ratas. Hemos trabajado siempre estimulando eléctricamente –mediante pequeños electrodos–, regiones del cerebro que sabemos que son las que tienen que activarse para que se produzca el placer, y la prueba de que la activación de esas regiones es placentera, es que tenemos unos dispositivos con los cuales el propio animal es el que presiona el botón para enviar una pequeña descarga eléctrica –del orden de los microamperios, unas corrientes eléctricas muy parecidas a las que ya produce el propio cerebro por sí mismo–, que activa las neuronas que producen placer y, como le gusta, no deja de apretar el botón.
La búsqueda del placer por el placer es un mecanismo evolutivo que hace que nos sintamos más motivados de lo necesario para satisfacer todo lo que sirve para mantener la salud del organismo
O sea, que la respuesta a tu pregunta de si podemos activar directamente el placer estimulando el cerebro es sí, lo que ocurre es que normalmente las personas no estimulamos nuestros centros del placer cerebrales con electrodos implantados en el cerebro, sino realizando conductas que de una forma u otra, a través de los órganos de los sentidos, activan también esas mismas regiones cerebrales productoras de placer.
Estos experimentos no los hemos hecho simplemente por curiosidad, sino porque la activación de las áreas del placer facilita procesos mentales, particularmente la memoria, que es lo que hemos estudiado. Durante muchos años hemos comprobado que cuando después de aprender algo una rata recibe estimulación eléctrica de su propio cerebro como acabo de comentar la memoria de lo que ha aprendido inmediatamente antes de esa estimulación queda mucho más reforzada, de tal forma que al día siguiente o a los pocos días observamos que la rata recuerda mucho más que si no hubiera recibido esa estimulación. Por tanto, hemos utilizado una estimulación artificial del placer para mejorar la memoria, cosa que ocurre normalmente en nuestra propia vida, porque cuando aprendemos cosas que tienen consecuencias placenteras quedan mejor grabadas en la memoria y las recordamos mucho mejor al cabo del tiempo.
¿Tenemos entonces más recuerdos positivos, somos más propensos a recordar las buenas experiencias y a olvidar las malas?
No creas, eso no es del todo cierto porque lo que realmente mejora la memoria es la activación de determinadas regiones del cerebro relacionadas con la memoria, y esas regiones las pueden activar tanto los estímulos positivos, como los negativos.
Una de las funciones del sueño es reactivar las memorias que hemos formado durante el día para que se graben con más fuerza, sean más duraderas, y no se pierdan en el tiempo
Afortunadamente, porque la evolución biológica se ha organizado de tal manera que es importante que lo que más recordemos sea todo aquello que tenga consecuencias para nosotros, tanto si son positivas, como si son negativas, porque las consecuencias positivas nos interesan para repetir aquellas conductas que llevan a ellas, pero las consecuencias negativas también nos hacen recordar aquellas conductas que las originaron y que no hay que volver a repetir; es decir, tan peligroso sería en la vida de una persona no recordar lo que debe hacer para que le vayan bien las cosas, como olvidar lo que no debe hacer para que le vayan mal las cosas.
La necesidad del sueño para una buena calidad de vida
Dedicas un capítulo de tu libro a las características y fases del sueño. Sabemos que dormir es indispensable para mantener la salud pero, ¿se sabe por qué el sueño es un requisito imprescindible para la vida?
El sueño tiene muchas funciones, cada vez descubrimos más, y son importantísimas. Una primera es profiláctica, reparadora de la actividad física del cuerpo y de la mente, porque el cerebro también trabaja de manera física con sustancias químicas: neurotransmisores, neuronas, potenciales de acción, de cargas eléctricas, etcétera, y se produce el desgaste de determinadas sustancias que son las que hacen funcionar este órgano. Esas sustancias se tienen que recuperar porque no podemos estar constantemente trabajando sin darle tiempo a recuperarse; por tanto, una de las cosas que ocurren en el cerebro durante la noche es que determinadas sustancias que se han gastado durante la actividad diaria, se vuelven a sintetizar, y como si dijéramos cargamos las pilas.
Pero esa no es la única misión del sueño, sino que tiene muchas otras y cuando dormimos el cerebro está trabajando de una manera muy especial para hacer cosas como reforzar la memoria de lo que hemos aprendido durante el día. Cuando aprendemos durante el día se activan determinadas neuronas del cerebro, que son las que guardan la información y que de forma automática se vuelven a activar durante el sueño, de forma que eso equivale a como si repasáramos un texto escrito con el lápiz para que fuera más difícil que se borrara o quedara mejor grabado. Es decir, que una de funciones del sueño es reactivar las memorias que hemos formado durante el día para que se graben con más fuerza, sean más duraderas, y no se pierdan en el tiempo.
Dormir no es dejar de pisar el 'acelerador' que nos mantiene despiertos, sino pisar un nuevo 'acelerador' que es el que pone en marcha toda una compleja maquinaria de neurotransmisores
Dormir también permite reorganizar mucha de la información que introducimos en nuestra mente durante el día y que de manera consciente no podemos organizar, porque durante el sueño muchas veces se asimila mejor lo que hemos aprendido. Es muy probable –y esto es una hipótesis mía, pero creo que es plausible– que detrás de los fenómenos de la intuición y la creatividad –que no son el resultado de una magia que viene del cielo, o de algo inexplicable– se encuentre el trabajo que realiza el sueño de cada noche, que ha combinado, integrado y reorganizado toda la información que ha recibido el cerebro durante el día. Las personas pueden tener la idea de que dormir es parar el cerebro para que descanse, y no es verdad, porque durante el sueño muchas veces el cerebro está incluso más activo que durante la vigilia.
Las personas mayores suelen dormir menos horas, ¿esto es porque necesitan dormir menos, o porque con la edad se deterioran los mecanismos que nos permiten conciliar y mantener el sueño?
Muy buena pregunta, y que todavía no está plenamente respondida por la ciencia. Yo me inclino más por la segunda hipótesis, creo que necesitamos dormir durante toda nuestra vida, pero que cuando envejecemos todos los mecanismos somáticos y cerebrales pierden fuerza. A la gente no le llama la atención que a los 60 años no corras como corrías a los 30 porque dicen que eso es normal, pero sin embargo se rasga las vestiduras cuando a los 60 años no tiene la memoria que tenía a los 30. Y tan natural es una cosa como la otra, porque también los mecanismos cerebrales de la memoria se deterioran con la edad, y desde luego los del sueño también.
Todos los datos científicos indican que la orientación sexual tiene un componente biológico muy importante
En ese sentido es muy importante decir que el sueño no es una actividad pasiva, sino activa; dormir no es dejar de pisar el acelerador que nos mantiene despiertos, sino que dormir es pisar un nuevo acelerador que también está en el coche del cerebro –digámoslo así–, y que es el que pone en marcha toda una compleja maquinaria de neurotransmisores, de neuronas y de sustancias químicas que son las que hacen que nos durmamos. Y esas maquinarias, esas sustancias químicas, esos neurotransmisores, esas neuronas que funcionan durante toda nuestra vida para que durmamos bien, llega un momento cuando nos hacemos mayores, o si estamos enfermos, o si hemos tomado ciertos medicamentos y hemos dañado nuestro cuerpo, que dejan de funcionar con normalidad, y por tanto perdemos capacidad de dormir, y el sueño no solamente dura menos horas, sino que es más fragmentado, con más interrupciones, de menor calidad…
Sabemos bien que algunas sustancias se pierden en los mayores, y eso es lo que hace que el sueño se deteriore; por ejemplo, la galanina –que es una sustancia que fabrican determinadas neuronas del cerebro para dejar de estar despierto y poner en marcha el sueño– se deja de fabricar con la edad; no al cien por cien, sino que se va fabricando cada vez menos. Y curiosamente esa sustancia la dejan de fabricar –y esto choca con lo que muchas veces se piensa– más los hombres que las mujeres, lo que hace que según han observado algunos especialistas,los hombres a partir de los 70 años tengan más problemas de sueño que las mujeres, que siguen fabricando más galanina que los hombres. Aunque está muy comprobado que las mujeres también pierden capacidad de dormir en la menopausia y esto ha hecho creer que son ellas las que más problemas de sueño tienen con la edad, esto no es verdad.
¿Y no es posible ingerir suplementos que contengan esas sustancias que se dejan de fabricar, o se producen en menor cantidad con el envejecimiento?
El problema con la medicación es que aunque muchos fármacos producen los efectos deseados, porque tienen una diana y van dirigidos precisamente a paralizar aquellos mecanismos que nos mantienen despiertos para poder dormir, suelen tener efectos secundarios, que muchas veces descontrolan el organismo y ponen en marcha reacciones fisiológicas indeseables que hacen que acabemos teniendo más problemas de los que solucionamos.
Casi siempre la medicación es lo último a lo que se debe recurrir. Por supuesto que en situaciones graves en las que se pone mucho en juego sí que hay que acabar tomándola. Yo tampoco estoy en contra de la medicación, pero creo que es lo último a lo que debe llegarse en situaciones como las del insomnio.
El hambre selectiva está relacionada con el hecho de que nuestro metabolismo energético está muy bien organizado para calibrar las sustancias que en cada momento faltan en el organismo
Está demostrado que el mejor tratamiento –no el perfecto– es una regulación conductual constante; es decir, procurar que nuestro comportamiento diario siga unas pautas determinadas, que son las que requiere el organismo y que implique no hacer cosas como pegarse un atracón de comida antes de dormir, o ponerse delante de pantallas muy luminosas, o levantarse a leer cuando estás intentando dormir y no puedes –porque eso descompensa tus ritmos circadianos–. Las conductas de regularidad en un comportamiento normal son las que se ha demostrado que pueden ser más efectivas para combatir el insomnio, sin que eso signifique que en determinados casos sea posible combatirlo al cien por cien.
Orientación sexual y adicciones
En otro de los capítulos hablas sobre la orientación sexual, ¿está escrita en nuestros genes, o nuestros gustos e inclinaciones pueden variar a lo largo de la vida, o en función de las experiencias que tengamos?
Todos los datos científicos que tenemos indican que la orientación sexual tiene un componente biológico muy importante; determinante, diría yo. Esa dependencia puede estar en los propios genes que recibimos de nuestros progenitores, o en mecanismos epigenéticos, que también se pueden heredar de los progenitores y son los que hacen que determinados genes que llevamos en nuestra herencia biológica se expresen, o no se expresen; funcionen, o no funcionen. Es decir, estamos muy convencidos hoy por hoy de que la orientación sexual, el que una persona se incline sexualmente hacia su propio sexo, hacia el sexo contrario, o hacia ambos sexos, tiene un componente biológico muy, muy importante.
Una de las razones para ello es el hecho de que si dos hermanos son gemelos monocigóticos –comparten exactamente los mismos genes– la probabilidad de que si uno de ellos es hetero u homo el otro también lo sea es mucho más alta, que si esos hermanos no son monocigóticos y solo comparten la mitad de los genes, o si son hermanos que no son gemelos; es decir, cuando la genética es idéntica, la probabilidad de que ambos hermanos tengan la misma orientación sexual es mucho mayor que cuando la genética es diferente, y eso es una prueba contundente de que la genética es muy importante.
Cuando a una rata se le inyectan drogas que eliminan la dopamina en el cerebro pierde totalmente la motivación por buscar comida
Dicho eso, una cosa es el instinto básico que tienes, la orientación que sientes hacia tu mismo sexo o hacia el contrario, y otra cosa es el tipo de conducta sexual: si es muy abierta, si es muy cerrada, si te manifiestas, si eres conservador, si eres liberal… El comportamiento que podemos tener todos sexualmente no es genético, sino que es cultural, asociado a la cultura y la educación. No heredado biológicamente, sino aprendido. Por tanto, en nuestra conducta sexual podemos definir siempre esas dos variables: lo que nos viene de serie –biológicamente–, y lo que nos aporta la educación y la cultura que recibimos, según la familia en la que nacemos, los profesores que tenemos, el tipo de ideología de nuestra familia…, que van a influir mucho en cómo nos comportemos sexualmente.
Explicas que un problema para considerar comer como una conducta adictiva es que no se ha podido identificar ninguna sustancia presente en los alimentos que tenga propiedades particularmente adictivas, como ocurre con la nicotina respecto al tabaco, ¿por qué entonces nos apetece tanto comer chocolate u otros dulces aunque no tengamos hambre, pero a nadie le da por comerse un plato de brócoli en las mismas circunstancias?
Porque hay sustancias químicas que tienen más capacidad que otras para activar los mecanismos del placer, y el chocolate tiene muchas, y el brócoli tiene menos, pero también hay hambres selectivas. Muchas veces uno tiene ganas de algo dulce, y otras tiene ganas de algo salado. Eso nos pasa a todos, que no siempre tenemos el mismo tipo de hambre, y está relacionado con el hecho de que nuestro metabolismo energético está muy bien organizado para calibrar las sustancias que en cada momento faltan en nuestro organismo.
Cuando tenemos que ajustar el equilibrio hídrico de nuestro cuerpo, porque por ejemplo hemos bebido mucho líquido y se tiene que redistribuir en el cuerpo (el que corresponde al exterior de las células, el que corresponde a los vasos sanguíneos y a otros fluidos que tenemos en el organismo), para que esa distribución ocurra es necesario que el organismo tenga sal, porque sin sales no se producen procesos de osmosis que redistribuyen los líquidos en cada compartimento de manera conveniente. Cuando el organismo detecta que tenemos poca sal y mucho líquido crea el hambre del salado para que comamos cosas saladas e ingresemos así osmolitos, es decir, sustancias saladas que van a ayudar a que el líquido ingerido se redistribuya de manera normal en los diferentes compartimentos de nuestro cuerpo.
Dices que las redes sociales son una "poderosa fuente de adicción" y pueden afectar a la salud y el bienestar de los usuarios, especialmente en el caso de jóvenes y adolescentes, pero parece difícil que prescindan de ellas, ¿a qué edad crees que es deberían tener los niños su primer móvil?
Esto habría que consultárselo a especialistas, y yo no lo soy, pero por supuesto puedo tener una opinión, y mi opinión desde el punto de vista de un investigador sobre el cerebro es que empezar demasiado pronto no es bueno, porque los niños antes de aprender a manejar un móvil tienen que aprender otras muchas cosas que probablemente van a quedar retardadas o mal aprendidas si están con el móvil.
La verdadera red social importante para un niño es la que tiene en la calle, en la plaza, o en el patio del colegio cuando se relaciona con otros niños
El móvil no deja de ser una fuente de aislamiento, particularmente de aislamiento social porque el niño que está con un móvil no está con otros niños, y los que hemos tenido una educación clásica sabemos la importancia que han tenido en nuestras vidas las relaciones sociales, pero no por una red informática o por internet, sino las reales, las auténticas. Hoy se dice que un niño tiene una red social muy importante, cuando en realidad está delante de un móvil o de un ordenador, y la red social importante es la que tienes en la calle, en la plaza, en el patio del colegio cuando te relacionas con otros niños.
Esas relaciones son muy importantes para conocer a los demás, particularmente cuando se trata de las relaciones intergénero, porque es fundamental que los niños conozcan a las niñas, y las niñas a los niños, y que identifiquen las maneras diferentes de ser, de sentir, de moverse…, para aprender también gracias a ese conocimiento a que haya respeto a esas diferencias. La violencia de género, por ejemplo, tiene que empezar a combatirse en la escuela, en la primaria, haciendo que niños y niñas conozcan sus respectivas diferencias de todo tipo –las biológicas, las conductuales, etcétera– porque eso permite aprender a respetarse, y ese respeto difícilmente va a poder inculcarse a través de un teléfono móvil.
Llegará un momento en que sea necesario tener un teléfono móvil, pero lo malo de los smartphones es que a parte de la adicción que pueden generar estos artilugios –y es una adicción que notamos todos, especialmente el día que nos falla la batería, o que no hay luz y no puedes encender el ordenador y ves lo mal que te sientes–, yo destacaría la cantidad de cosas que dejas de hacer cuando te lías con el ordenador.
Por ejemplo, leer…
Por supuesto, y esto es algo que vengo defendiendo desde hace años: lo importante que es leer en la vida. Pero de todas formas, vuelvo a insistir, las relaciones sociales reales son muy importantes en la adolescencia y en la juventud para que sean normales, para que no haya tergiversaciones ni adicciones malignas como puede ser el estar continuamente saturado de información por un móvil o por un ordenador; hay que procurar que la vida tenga una variedad grande, ya que además la variedad en la forma de estimularnos –como explico en mi libro– es la que genera un neurotransmisor como la dopamina, una sustancia química que produce motivación, incentivo para buscar cosas agradables, que son las que suelen beneficiarnos.
Dopamina, el motor de la motivación
Si la dopamina "es el neurotransmisor que aviva la motivación para obtener placer" y las adicciones se basan en la obtención de placer a través del consumo de ciertas sustancias o la práctica de determinadas actividades, ¿se podrían tratar las adicciones regulando los niveles de dopamina en el cerebro?
Sí, de hecho en experimentos que se hacen con la dopamina en animales, e incluso en casos de patologías con humanos, se ve la tremenda influencia que puede tener la dopamina en el comportamiento. En el caso de los animales, cuando se inyectan en su cerebro drogas que eliminan la dopamina pierden totalmente la motivación por buscar cosas que necesitan. Y si a una rata que normalmente presiona una palanca para que caigan bolas de comida se le elimina la dopamina del cerebro inyectándole alguna droga, pierde la motivación y deja de presionar esa palanca que le proporciona la comida, mientras que si se le inyectan sustancias que promueven la dopamina, la rata aumenta extraordinariamente su incentivo, su capacidad de moverse para buscar lo que le gusta.
Las personas mayores pierden más la motivación por buscar el placer, que la capacidad de experimentarlo)
Eso ocurre también, por ejemplo, en los enfermos de párkinson, que tienen carencia de dopamina en su cerebro y cuando reciben la L-DOPA –que es una droga que promueve la dopamina cerebral– eso no mejora su capacidad de experimentar placer, porque la dopamina no es el neurotransmisor del placer, pero sí se ha notado que mejora bastante su motivación incentiva, sus ganas de buscar cosas positivas.
Tanto en animales, como en humanos, podemos ver que las manipulaciones de la dopamina afectan a los mecanismos de motivación, pero lo que ocurre siempre con la infusión de drogas, de medicamentos, es que hay que vigilar los efectos secundarios porque en algunos casos pueden llegar a ser perjudiciales y a contrarrestar el beneficio que se puede conseguir por otro lado. La dopamina no se puede inyectar directamente en vena y que vaya al cerebro, y por eso a los enfermos de párkinson no se les inyecta dopamina, sino sustancias precursoras, la L-DOPA, que sí entra en el cerebro.
Al envejecer algunas personas pierden la motivación o las ganas de disfrutar de la vida, ¿qué les aconsejarías para que recuperasen la ilusión?
Los medicamentos deben ser la última solución. Los que tenemos o hemos tenido padres mayores hemos podido comprobar que la gente mayor pierde más la motivación por buscar el placer que la capacidad de experimentarlo. Si le decimos a nuestra madre "mamá, vamos a salir a pasear", es posible que conteste "no, hijo, que yo estoy cansada y no tengo ganas. Id vosotros, que sois jóvenes", pero si insistes y al final la convences, cuando está de paseo ves que lo disfruta, que se lo pasa bien, lo cual quiere decir que lo que le faltaba no era capacidad para sentir placer, sino capacidad para desear moverse para buscarlo, y las personas mayores no pierden tanto la capacidad de pasárselo bien cuando tienen estímulos gratificantes.
Para conseguir eso hay que estimular la dopamina cerebral. ¿Y cómo se estimula la dopamina cerebral? Pues hay un procedimiento básico y relativamente fácil que consiste en buscar novedad porque todo lo que genera novedad en tu vida es un promotor de la dopamina y, por tanto, de la motivación para buscar cosas agradables. No estar siempre encerrados en la misma habitación haciendo las mismas cosas, porque se trata de huir de la monotonía, de introducir novedad en cualquier faceta de tu vida: salir a pasear, ver series de televisión, leer libros, ir con nuevos amigos, moverse por el barrio, acudir al club social, dejarte llevar por tus hijos cuando te propongan salir, etcétera. Y esto también sería aplicable a la gente joven cuando tiene apatías por otros motivos que no son la neurodegeneración de la vejez.
Salir de la monotonía da lugar a lo que científicamente llamamos error de predicción, que consiste en que el cerebro experimenta sensaciones que no esperaba, y que genera dopamina
Todo lo que sea salir de la monotonía da lugar a lo que científicamente llamamos error de predicción, que consiste en que el cerebro experimenta sensaciones que no son lo que estaba esperando experimentar. Cualquier cosa novedosa crea error de predicción, el error de predicción genera dopamina, y cuando se sintetiza la dopamina aumentan las ganas de moverse, aumenta la motivación para buscar aquello que te agrada. Y lo que comprueban los mayores cuando se mueven, cuando generan esta dopamina, es que lo pasan bien.
Recuperar las ganas de buscar placer retrasa el deterioro de la salud somática y mental de los mayores, y cuando nos hacemos mayores y la neurodegeneración natural empieza a invadirnos hay que luchar contra ella, porque aunque no podemos impedir la neurodegeneración, sí podemos hacer que sea más lenta, que tarde más en llegar, y que sea menos intensa. Hay que conseguir de forma natural –y no artificial con medicamentos– mantener nuestro cerebro en forma, mantener nuestras ganas de encontrar cosas que nos satisfacen, que nos producen placer y bienestar, porque eso es muy importante para vivir con calidad de vida.