Jesús Matos Larrinaga
16 de julio de 2020
Jesús Matos Larrinaga ha dedicado mucho tiempo a estudiar la aplicación práctica de la psicología científica, así que su libro Un curso de emociones: cómo entender lo que sientes y convertirte en la persona que quieres ser, publicado por Urano ediciones, está lleno de herramientas científicamente validadas para ayudar a los lectores en la regulación de sus emociones y a alcanzar el equilibrio emocional. “Cuando estamos equilibrados emocionalmente cada una de nuestras emociones está cumpliendo su función. Si esto es así es que estamos bien adaptados a nuestro medio y un organismo adaptado al medio es un organismo feliz”, explica el psicólogo clínico, que rehúye de esa búsqueda de la felicidad a toda costa que se ha convertido en el objetivo último de la sociedad en la era de las pantallas. Porque la felicidad, es cierto, también se ha convertido en un bien de consumo. Para Matos, esto es una “auténtica trampa que nos mete en una espiral de sufrimiento” porque la realidad es que nadie puede ser feliz todo el tiempo. Es más, como no duda en destacar, si hubiésemos sido siempre felices desde el origen de la humanidad nuestra especie no habría podido sobrevivir. El miedo, la ira, la tristeza y el asco son tan importantes para nuestra vida como la felicidad. Descubre cómo gestionar todas esas emociones para tomar las riendas de tu vida.
Cuando tuve el libro entre las manos lo primero que pensé es lo bien que nos hubiese sentado este Un curso de emociones antes del confinamiento por coronavirus. En una situación como la que hemos vivido (y que seguramente nos tocará volver a vivir), ¿es más importante que nunca entender lo que sentimos?
Bueno, creo que siempre es importante entender cómo nos sentimos, porque al final las emociones son reacciones de nuestro cuerpo que nos ayudan a adaptarnos, por lo que entenderlas siempre es beneficioso. Lo que ocurre es que nos solemos acordar de ellas cuándo duelen, por eso, esta época de crisis ha supuesto un verdadero reto para muchos de nosotros.
Como dices en la introducción, “este libro es distinto a los demás”. Y lo es porque une teoría y práctica, cuando la mayoría de los libros de este estilo se quedan en el marco teórico. Entiendo que la gestión de las emociones requiere mucha práctica y mucho tropiezo, ¿verdad?
Efectivamente, sobre todo en referencia a la práctica. Adquirir las habilidades necesarias para gestionar emociones requiere esfuerzo y práctica, como casi todo lo bueno de la vida.
En muchas ocasiones necesitamos que la vida nos ponga a prueba para desarrollar esas habilidades. Pero es lógico, ya que nadie nos ha enseñado nunca que las emociones se pueden gestionar. Cuando algo nos perturba comenzamos a buscar soluciones (es parte de la función adaptativa de estas emociones) y en muchos casos es una oportunidad para comenzar a aprender algo más sobre nosotros mismos.
Tengo que reconocerte que me ha alegrado una afirmación que haces a modo de declaración de intenciones: “Este no es un libro para ser feliz”. ¿Por qué en el mundo actual todo gira alrededor de la idea de ser feliz?
Ésa es la auténtica trampa. Pretender estar todo el tiempo feliz nos mete en una espiral de sufrimiento. No tiene ningún sentido a nivel emocional. La alegría, como todas las demás emociones, tiene una función, pero necesitamos experimentar todo el repertorio emocional. Si durante toda la historia de la humanidad solamente hubiésemos estado contentos, nos hubiesen comido los depredadores. Necesitamos el miedo para escapar del peligro, la ira para restablecer las injusticias, la tristeza para procesar las pérdidas y el asco para no comer comida en mal estado. Pero claro, la felicidad se ha convertido en un bien de consumo. Parece que tenemos que estar contentos todo el tiempo o de lo contrario parece que somos personas tóxicas. Son mensajes que hacen un daño tremendo a nuestra salud mental.
Es que además en justo lo que comentas: esa idea de conseguir la felicidad siempre y a toda costa genera el efecto contrario: hacernos infelices porque nunca alcanzamos esa supuesta felicidad. Tú, sin embargo, abogas por otro objetivo: el equilibrio emocional. ¿Qué nos puede aportar ese equilibrio?
Cuando estamos equilibrados emocionalmente cada una de nuestras emociones está cumpliendo su función. Si esto es así es que estamos bien adaptados a nuestro medio y un organismo adaptado al medio es un organismo feliz.
Es decir, las emociones representan intentos de adaptación para satisfacer necesidades concretas. Si comprendemos lo que nos quieren decir, es mucho más fácil que guiemos nuestra actuación hacia la satisfacción de dichas necesidades. Lo que ocurre es que en ocasiones las emociones son falsas alarmas. Por eso este libro es algo así como una guía para aprender cuando tenemos que dejar llevarnos por nuestras emociones y cuando no.
No hay emociones buenas ni malas
Entre las emociones básicas citas la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, el asco y la sorpresa. Y con esas emociones se produce un efecto instantáneo: las categorizamos en buenas y malas. Las buenas las mostramos sin pudor, las malas intentamos ocultarlas. ¿Por qué actuamos así casi por defecto?
Es algo social. Nos lo han dicho desde pequeños: “No te enfades que te pones feo”, “Los niños no lloran”, “No te rías alto que molestas a los demás”, etc. Vivimos en una sociedad tremendamente represora a nivel emocional. Y eso que en los últimos años hemos dado pasos de gigante. Pero la realidad es que parece que tenemos que pedir perdón por estar tristes o estar nerviosos cuando es algo natural y es necesario experimentar estas emociones. Además, cuando expresamos cómo nos sentimos, damos un paso hacia la gestión de emociones, mientras que cuando lo reprimimos hacemos exactamente lo contrario.
Pretender estar todo el tiempo feliz nos mete en una espiral de sufrimiento que no tiene ningún sentido a nivel emocional
Es que, como dices, hacemos esto con nuestros hijos desde que son pequeños. Aceptamos la alegría, pero las rabietas o la tristeza intentamos obviarlas y suprimirlas rápidamente y a toda costa. ¿Qué consecuencias tiene esto para el desarrollo emocional de niños y niñas?
La invalidación emocional puede tener efectos tremendos en nuestra salud mental. Estamos enseñando a nuestros pequeños que hay emociones deseables e indeseables y, como en la mayoría de los casos no podemos controlar como nos sentimos, pues llegamos a sentirnos inadecuados, que algo está mal en nosotros… Y lo peor de todo es que en mayor o menor medida esos sentimientos los experimentamos todos, pero claro, ni se nos ocurre decirlo en alto, no vaya a ser que nos tachen de “persona tóxica”.
Si validásemos nuestras emociones y las de los demás y nos permitiésemos sentir y expresar, nos daríamos cuenta de que somos todos más parecidos de lo que creemos. Sería un gran paso para construir una sociedad más cohesionada, empática y justa.
Tú abogas por acabar con esa distinción entre emociones buenas y malas para pasar a otra que las distinga entre adaptativas y no adaptativas. Para quien no esté puesto en el tema, ¿qué diferencia a las emociones adaptativas de las que no lo son?
Básicamente, una emoción adaptativa es una emoción que me ayuda a largo plazo. Por ejemplo, es muy sano sentir miedo si hay un depredador delante de nosotros. En este caso la emoción, aunque es incómoda de sentir (y se cataloga como “mala” normalmente), nos ayuda a adaptarnos a largo plazo. Pero si la misma emoción de miedo, sin embargo, aparece ante una situación como puede ser hablar en público, esto, lejos de suponer una ventaja, nos limita mucho las posibilidades vitales. Por ello la clave es aprender a diferenciar las emociones que me ayudan de las que no lo hacen. Ante las primeras reaccionaré, ante las segundas no.
Consejos para lograr un buen equilibrio emocional
En el caso de las emociones no adaptativas, citas en el libro el ejemplo de la ansiedad que sufrimos cuando nos preocupamos por un tema en concreto y entramos en bucle. En el libro dedicas un capítulo al tema: “Cuando la lavadora mental se pone a funcionar”. ¿Se puede escapar a estos bucles? ¿Cómo?
Sí que se puede. De hecho, el proceso de preocupación es un proceso voluntario. Es decir, tenemos control sobre él. Lo que pasa es que intentamos escapar de él de forma errónea. Lo que solemos intentar es no pensar o intentar distraernos. Lo que se ha demostrado desde hace un montón de años desde la psicología cognitiva, sin embargo, es que los intentos de supresión de pensamiento producen el efecto contrario al esperado: cuanto más intentemos no pensar en algo, más vamos a pensar.
Todos tenemos la experiencia de estar en agosto con una canción del verano cutre en la mente e intentar hacer esfuerzos por no tararearla mentalmente y todos sabemos cómo acaba la historia… La clave es otra y pasa por desarrollar la capacidad de atender al momento presente y observar nuestros pensamientos desde el aquí y el ahora, sabiendo que son pensamientos, no realidades.
Hablando del “aquí y el ahora”. En el libro dedicas un capítulo al mindfulness. ¿Por qué y cómo puede ayudarnos la práctica de esta técnica en la gestión emocional?
En los últimos años la psicología está inmersa en una revolución científica gracias a la cual cada vez tenemos tratamientos más eficaces para los problemas de corte emocional. Y en ese sentido el mindfulness ha demostrado ser una técnica muy eficaz a la hora de gestionar emociones. La clave, no obstante, está en utilizarla como hay que utilizarla. Porque no todo es hacer mindfulness y echarse a dormir, no. Hay que practicar mindfulness como medio para aprender a vivir en el aquí y en el ahora, una habilidad que nos ayuda mucho a no reaccionar ante emociones no adaptativas.
Parece que tenemos que pedir perdón por estar tristes o estar nervioso cuando es algo natural y es necesario experimentar estas emociones
Desgraciadamente me encuentro a muchos supuestos “instructores” o “gurús” que recomiendan el mindfulness para “relajarnos”. Y ojo, porque utilizar el mindfulness para escapar de nuestras emociones puede ser peor que no utilizarlo.
Cuando hablas de los pensamientos, señalas a las distorsiones cognitivas, que es una trampa en la que caemos todos a diario. ¿Cómo afectan esas distorsiones cognitivas a nuestras emociones?
Es una relación bidireccional. Nuestros sesgos de pensamiento afectan a nuestras emociones y nuestras emociones sesgan nuestro pensamiento. Es algo natural en el ser humano, necesitamos tomar “atajos” mentales para no tener que procesar las cien mil variables de cada segundo de nuestra vida.
El mindfulness ha demostrado ser una técnica muy eficaz a la hora de gestionar emociones, pero la clave está en utilizarla como hay que utilizarla; no se trata de hacer mindfulness y echarse a dormir
Los sesgos cognitivos son aprendidos y en algún momento de nuestra historia probablemente fueron útiles. Por ejemplo, ser perfeccionista (hasta cierto punto) puede ayudarme mucho en un contexto determinado, como puede ser el ámbito académico. El problema es cuando cambio de contexto pero sigo utilizando los mismos atajos y, por ejemplo, aplico el perfeccionismo a mi relación de pareja. Es muy probable que acabe totalmente frustrado.
¿Cómo podemos controlar o abordar esas distorsiones cognitivas (esa tendencia al pensar catastrofista, a la maximización de lo negativo, al perfeccionismo inalcanzable que comentabas…) para que no nos afecten emocionalmente?
Se pueden abordar de varias formas. De hecho, suele ser un objetivo terapéutico en la mayoría de las intervenciones que hacemos los psicólogos con problemas de tipo emocional.
Como te decía antes, la investigación científica actual nos está proporcionando nuevas formas de gestionar estos pensamientos. Por ejemplo, desde los años 70 se ha estado utilizando la reestructuración cognitiva para modificar estos sesgos, pero actualmente hay más formas de hacerlo, como la propuesta de Adrian Wells, catedrático de Psicología de la Universidad de Manchester, que propone el “Detached Mindfulness” para evitar que estos sesgos cognitivos nos afecten emocionalmente y supongan una dificultad en nuestra vida. El suyo es el enfoque que he seguido en el libro.