José María Martínez Selva

Psicólogo, catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia y autor de 'La nueva ciencia de la mentira'
El psicobiólogo José María Martínez Selva, autor de 'La nueva ciencia de la mentira', explica por qué mentimos, cómo evoluciona esta habilidad desde la infancia, en qué fijarnos para saber si alguien miente y qué avances científicos hay en la detección de mentiras.
José Mª Martínez Selva
“Hay una características del mentiroso que se ve muy clara en internet: cuanto más hablas, más mientes. Las personas con más creatividad y más habilidades sociales tienen mayores posibilidades de mentir”

5 de septiembre de 2024

La mentira forma parte de la vida cotidiana. Todos mentimos en alguna ocasión, aunque algunos mucho más que otros y con diferentes objetivos. José María Martínez Selva, licenciado en Psicología, catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia, escritor y divulgador científico, ha publicado recientemente La nueva ciencia de la mentira. Qué nos enseñan la neurociencia, la psicología y la inteligencia artificial sobre la mentira y su detección (Paidós), en el que explica cómo la inteligencia artificial o la neurociencia, entre otras disciplinas, pueden ser de gran utilidad para detectar las mentiras peligrosas. El autor nos explica cómo y por qué mentimos, cómo evoluciona esta habilidad a lo largo de la infancia y cómo identificar estas mentiras para aprender a comunicarnos mejor con los demás.

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¿Cuál es el objetivo principal de tu libro ‘La nueva ciencia de la mentira’ y a quién va dirigido?

Portada "La nueva ciencia de la mentira"

Es un libro de divulgación de psicología con una base científica sobre los estudios que en los últimos años se han destinado a aclarar más cómo mentimos, por qué mentimos, la evolución de la mentira en los humanos y otras especies… Se trata de la continuación de un libo que publiqué en 2005 que se llamaba La psicología de la mentira, ya que en estos años se han producido suficientes cambios que para mí justificaban que se escribiera esta segunda parte o continuación. Va dirigido al público general, a personas que quieran profundizar en este tema.

Has mencionado la mentira en otras especies. ¿Hay entonces otros animales que ‘mienten’?

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Hay muchos animales que engañan; lo más simple es el camuflaje, la mimetización. Otros son más sofisticados; es el caso del cuco, que sustituye los huevos de una pareja por los suyos para que los cuiden y alimenten a sus polluelos. Pero los casos más curiosos y estudiados en los últimos años ocurren en los parientes más cercanos del ser humano, los monos en general, y los primates (nosotros zoológicamente somos primates, por lo que son los más cercanos).

En monos que normalmente van en grupo y son muy jerárquicos se han descrito casos en que cuando uno encuentra alimento da la señal de peligro y huyen todos, y él se queda comiendo lo que ha encontrado. Pero posiblemente lo más importante que se ha descubierto es que lo que se conoce como teoría de la mente y sirve tanto para mentir, como para detectar mentiras –ponerte en el lugar de la otra persona y anticipar cómo va a reaccionar ante lo que decimos– también se daría en los gorilas, en los que se ha observado que pueden anticipar lo que va a hacer un ser humano en función de la información de la que disponen. Según lo sucedido antes, ellos pueden anticipar hacia dónde va a mirar o hacia dónde va a buscar un objeto.

Las personas que tienen más habilidad para detectar mentiras en otros son también las que engañan más fácilmente

Esto es interesante porque quizá no es que estemos preparados para mentir desde el nacimiento, sino que sea una habilidad fácil de adquirir y que a las especies que viven en grupos sociales jerarquizados les sirva como instrumento de supervivencia en determinados momentos. En relación con esto, las personas que tienen más habilidad para detectar mentiras en otros son también las que engañan más fácilmente. Es posible que haya unas habilidades sociales específicas que faciliten tanto mentir, como detectar mentiras.

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El impacto del ambiente, de la educación y la crianza, es muy importante porque las mentiras del niño varían mucho a lo largo del desarrollo, en función de su edad y sus habilidades, y se puede ver una evolución desde las más simples, que son de autoprotección para que no les castiguen, para encubrir algo, o para conseguir algo. Con el tiempo adquieren otras más sofisticadas y soltura para engañar a su familia o a otros.

¿Cuáles son los motivos más comunes que llevan a una persona a mentir y cómo aprendemos a hacerlo desde niños?

En principio, las razones para mentir del niño se asemejan mucho a las del adulto. Es decir, el miedo a que descubran algo, a un castigo, a una sanción, a quedar mal… Y, por otra parte, querer conseguir algo que por otras vías sería imposible, muy costoso, o muy lento. El medio que rodea al niño –en el hogar, en la escuela…– le va moldeando y haciendo que las mentiras sean cada vez más sofisticadas, pero también que las controle mejor porque sabe que le castigarán, o no le harán caso, si se dan cuenta de que miente.

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Una mentira que suele tardar más en aparecer en el niño es la relativa a cómo queremos que nos vean los demás, a cómo cumplimos las normas sociales o las expectativas que tienen de nosotros. La mentira altruista también tarda en aparecer en el niño, y es la que siempre se ha llamado mentira piadosa, que pretende no hacer daño, o evitar arruinar los proyectos o expectativas de otras personas.

El impacto del ambiente, de la educación y la crianza es muy importante porque las mentiras del niño varían mucho a lo largo del desarrollo, en función de su edad y sus habilidades

Toda esta variedad se va adquiriendo a lo largo del desarrollo y se pueden ver cambios importantes. La mentira en el niño pasa de ser fácilmente detectable (se le pilla enseguida porque incluso se autodelata) hasta que conforme va adquiriendo más habilidades sociales y más interacción con el ambiente se vuelve más sofisticada, más sutil y difícil de detectar.

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Por una parte, sabe cuándo tiene que evitarlas y, por otra, los procesos mentales necesarios para mentir, como la capacidad y la flexibilidad para predecir lo que la otra persona va a pensar y así anticipar qué contestaríamos si reacciona de una forma u otra. Este tipo de cálculo mental que es útil para muchas actividades diarias, en ocasiones se utiliza para mentir y se aprende con los años.

¿Hay características individuales o perfiles psicológicos específicos que son más propensos a mentir?

Se podrían establecer varias categorías. Por ejemplo, hay una que se ve muy clara en internet: cuanto más hablas, más mientes. Las personas con más creatividad y más habilidades sociales tienen mayores posibilidades de mentir. Cuanto más contacto tienes con el público, más hablas y más posibilidades de comunicación tienes, más fácil es.

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Habría que diferenciar también la mentira patológica, lo que se suele llamar mitómano, o la pseudología fantástica; es decir, hay varios síndromes que son muy raros, pero que a veces se dan. Después hay trastornos de personalidad más serios que van asociados a algunos tipos de mentiras bastante graves, como el trastorno límite de personalidad, la personalidad narcisista u otros con otras características, pero que incluyen la de mentir mucho.

El mentiroso puro, el fabulador, es relativamente raro. En casi todas las mentiras hay una parte instrumental y su objetivo es ganar algo o no perder algo

También ocurre en lo que genéricamente se llama psicopatía y que habría que matizar un poco porque los psicólogos lo usamos en un sentido y el habla coloquial en otro. Yo destacaría, por así decirlo, esos perfiles psicológicos. De todas formas, el mentiroso puro, el fabulador, es relativamente raro. Prácticamente en casi todas las mentiras hay una parte instrumental y su objetivo es ganar algo o no perder algo.

Fake news, mentiras y mentirosos en la sociedad digital

Las redes sociales y, en general, el contenido que se cuelga en internet constituye un filón para la creación y difusión de mentiras. ¿Hay alguna forma de evitarlo?

Es un gran problema y ese es uno de los cambios que se ha producido en los últimos años que quería abordar en el libro. Ahora cualquiera puede convertirse en un gran mentiroso y engañar a muchísima gente, aunque sea durante unas horas. La mentira está instalada de tal manera que las personas mienten en sus perfiles digitales, de forma que se admite y se asume que parte de lo que se dice no es cierto, por no entrar ya en los que mienten para conseguir un beneficio o cometer un fraude, una suplantación…

Esto no tiene un arreglo fácil, y no digamos ya las noticias falseadas o fake news, contra las que dicen luchar los operadores de internet y de redes sociales, que anulan millones de cuentas cada día. Es muy difícil y tendremos que ser nosotros los que verifiquemos y comprobemos cada vez más.

La mentira está instalada de tal manera que las personas mienten en sus perfiles digitales, de forma que se admite y se asume que parte de lo que se dice no es cierto

Me ha llamado la atención que en internet se han generado dos tipos de profesiones: los que se dedican a crear noticias falsas –aunque no sea una profesión, sino un delito, hay centenares de miles de personas que se ganan la vida con eso– y los verificadores, las agencias de verificación. Pero, en el fondo, creo que cada vez va a ser más difícil distinguir si lo que ves y oyes es verdadero o falso.

Y como decía el filósofo israelí Yuval Noah Harari, autor de Sapiens, de animales a dioses, “si quieres saber la verdad tienes que pagar, pero no tanto pagar con dinero, sino con tiempo”. Cada vez nos costará más saber si algo es verdad o mentira y tendremos que emplear mucho tiempo para comprobarlo, verificarlo, intercambiar ideas con otras personas…

Puede llegar un momento en que esto sea extremadamente difícil. Y la idea que transmito también en el libro es que cuanta más interposición haya entre nosotros y la realidad, más difícil resultará distinguir la verdad de la mentira. Y por interposición me refiero tanto al lenguaje –que a veces también es una forma de engaño– como a las pantallas.

¿Nos puedes dar algún consejo para detectar a personas que tienen una especial tendencia a mentir?

Los seres humanos somos muy malos detectando mentiras. La capacidad que tenemos es muy baja y nos enteramos de que nos han mentido cuando ha pasado mucho tiempo, nos lo dice una tercera persona, por casualidad… El problema es que la sociedad se basa en la confianza, que es una fuente de credulidad. Nos levantamos cada mañana e interactuamos pensando que los demás nos dicen la verdad y confiamos en que decimos la verdad.

Lo que ocurre es que la mayor parte de las mentiras cotidianas –y esto incluye las de internet, como la mensajería instantánea y el correo electrónico– no son relevantes, sino que buscan quedar bien, salir del paso, no dar explicaciones sobre lo que vamos a hacer… En ese flujo diario en el que también hay mentiras sociales, de cortesía…, es fácil que se nos cuelen. Tú no puedes desconfiar de los demás sistemáticamente, así que la mejor actitud es saber que la mentira está ahí y que tarde o temprano nos van a decir algunas.

Cada vez nos costará más saber si algo es verdad o mentira y tendremos que emplear mucho tiempo para comprobarlo, verificarlo, intercambiar ideas con otras personas…

Creo que hay que ser un poco desconfiados, pero con una desconfianza sana; decir, “bueno, vamos a tomar esto como verdad, pero a lo mejor no es del todo cierto”. Y un consejo que daría es que uno debe evitar indagar a toda costa, y solo hacerlo cuando el tema es lo suficientemente importante o preocupante, o cuando haya indicios suficientes. Si no es así, la otra persona puede perder la confianza contigo.

Lo único que se puede hacer y en lo que hay mucha evidencia en los últimos años es fijarse en los detalles de lo que cuenta la persona y comparar sus reacciones en una situación inocua, natural, con las que tiene en otra situación en la que a lo mejor le preguntas por algo que no te ha quedado claro. Es un poco lo que hace la policía cuando citan a un sospechoso de un crimen grave. En la primera entrevista nunca hay una acusación, sino que sirve para recabar información, y para que esa persona se sienta tranquila se le hacen preguntas neutras sobre lo que hizo, dónde estaba, lo que opina… En realidad, lo que buscan es tener una base de comparación para cuando verdaderamente haya más indicios y procedan a un segundo interrogatorio más severo.

Eso es algo universal en todas las técnicas de indagación. No quiere decir que sea definitivo, ni mucho menos, porque una persona inocente si se ve acusada reacciona fatal. Las técnicas de interrogación han mejorado también un poco y son más sutiles y están dirigidas a buscar información, sobre todo a contrastar.

Construir una mentira conlleva esfuerzo porque tienes que calcular lo que debes decir, no contradecirte, predecir qué va a pensar el otro y te va a preguntar después… Son procesos mentales que generan esfuerzo y fatiga y un interrogador suele estar muy pendiente de todos los signos que puedan indicar que la persona está elaborando una historia.

Inteligencia artificial y neurociencia para detectar la mentira

El subtítulo de tu libro es ‘Qué nos enseñan la neurociencia, la psicología y la inteligencia artificial sobre la mentira y su detección’. ¿Cómo se aprovechan los conocimientos de estos ámbitos para detectar las mentiras? ¿Existen áreas específicas del cerebro que se activan al mentir?

Hay varias cosas interesantes. La inteligencia artificial es como un arma de doble filo: sirve para engañar, pero se utiliza mucho para detectar noticias falsas. Se usa una gran cantidad de datos de las repeticiones, las redifusiones; se elabora el historial del flujo que ha seguido la noticia desde su origen.

La neurociencia ha avanzado mucho, aunque no lo suficiente para encontrar un sistema que permita detectar cien por cien quién miente, ya que en primer lugar la persona debería colaborar para poder utilizar estas técnicas. Uno de los problemas es que hay un solapamiento entre las áreas cerebrales que intervienen cuando uno dice la verdad y cuando uno dice mentiras. Se tiene una idea de cuáles son las regiones que más se activarán al mentir, pero sigue sin ser totalmente definitivo.

¿Estaría yo preparado para que todos los que me rodean me dijeran lo que piensan de mí? Eso es algo que nos tendríamos que plantear

Por lo tanto, no hay todavía un procedimiento basado en las técnicas de neuroimagen. Hay un avance importante en los procedimientos llamados de descodificación cerebral; procedimientos muy sofisticados y precisos en los que se traduce una palabra o una frase a un código binario, y ese código binario electrónico se puede procesar.

También se han producido avances telemétricos: desde medir movimientos oculares, la presión arterial, o los latidos. La dificultad que encontramos es que la persona tiene que colaborar. Y aquí viene la pregunta: ‘¿nos interesaría que se supiera al cien por cien?’ ‘¿Estaría yo preparado para que todos los que me rodean me dijeran lo que piensan de mí?’. Eso es algo que nos tendríamos que plantear.

¿Se podrían utilizar los conocimientos sobre la detección de mentiras que expones en el libro en ámbitos como el caso de un psicólogo con sus pacientes o durante una entrevista de trabajo?

Solo en casos muy determinados. Por ejemplo, si se trata de datos biológicos va a ser casi imposible. Cualquier medición biológica requiere un protocolo y una aceptación que asustan. Para la selección de personal sí que hay cuestionarios en los que se intercalan una serie de preguntas que te dan una idea de la sinceridad de la persona. Sin embargo, hoy en día cualquiera se lo puede preparar.

Ahora hay un exceso de técnicas de supervisión, digamos informática, sobre todo para las personas que trabajan desde casa. El trabajo a distancia ha generado una industria de software para que los empresarios comprueben si el empleado que está conectado realmente está en el ordenador. Aunque son sistemas invasivos que no deben utilizarse si el trabajador no da su consentimiento.

Creo que habría que reforzar la vigilancia sobre las grandes mentiras, que son las que afectan a muchas personas durante mucho tiempo y en ámbitos muy delicados

En el ámbito jurídico sí que hay exámenes que son protocolos para valorar declaraciones orales o por escrito. Lo que opinen los colegios de psicólogos o las asociaciones científicas tiene mucho peso para que el tribunal lo acepte; se dejan guiar por el estado de la ciencia, porque el juez lo que quiere son cosas que estén validadas en ese ámbito.

¿Crees que alguna vez llegaremos a un punto donde la detección de mentiras sea infalible?

Hay dos consideraciones; una, que solo se use para temas relevantes porque la sociedad se tiene que proteger de algunos tipos de mentiras en ciertos ámbitos, pero sin la colaboración de la persona eso va a ser muy difícil. Si la persona colabora sí es posible, pero, si no lo hace, o utiliza contramedidas, como ponerse a pensar en otra cosa, o se provoca daños –por ejemplo, contrayendo los dedos de los pies– cuando hay una pregunta neutra, es muy complicado que resulte útil.

Como he dicho antes, creo que la mentira forma parte de la vida social, en mayor o menor medida. Yo llamaría la atención sobre las grandes mentiras, que son las que afectan a muchas personas durante mucho tiempo y en ámbitos muy delicados, que son en las que habría que reforzar la vigilancia o estar atentos.

Otro factor importante se refiere al desarrollo. Los niños nos ven mentir. Ven que en casa no hablamos igual del vecino que cuando lo tenemos delante. Hay que hacer una cultura de la sinceridad hablándoles de la verdad, pero, sobre todo, que distingan lo que es una mala mentira que hace daño, es egoísta y puede perjudicar, de lo que son las mentiras de tipo social o piadosas más habituales. Distinguir la mala mentira de la mentira tolerable.

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