Miriam Al Adib Mendiri
27 de febrero de 2020
Abordar la salud sexual de la mujer con un enfoque global que tenga en cuenta factores tan influyentes como el entorno sociocultural y los falsos mitos que han traspasado generaciones es el objetivo de la ginecóloga y obstetra Miriam Al Adib Mendiri en Hablemos de vaginas (OBERON), un libro en el que de forma amena pero precisa hace un recorrido por todos los procesos de la mujer, incluyendo su sexualidad, y sin olvidarse de los aspectos psicosociales y la perspectiva de género, que resultan fundamentales para comprender tanto los motivos por los que conocemos tan poco –o tan mal– nuestro cuerpo, como la salud sexual femenina. Su experiencia personal (tiene cuatro hijas) y profesional (ejerce como ginecóloga en varias clínicas de Badajoz y es profesora de Máster en Sexología en la Universidad de Extremadura) marcan el ritmo de las más de 200 páginas que componen el libro, en el que ha querido resolver las dudas de muchas mujeres que experimentan “miedo por falta de autoconocimiento de la propia anatomía o fisiología básica”, y habla de temas tan necesarios y dispares como la conexión mente y cuerpo en el sexo y las fantasías sexuales, o la teoría del apego y el vínculo de la madre con el bebé.
El título ya es rompedor, casi subversivo en una sociedad –quizás– cada vez más moralista: ‘Hablemos de vaginas’. ¿Qué vamos a encontrar en este libro?
El título se eligió con toda la intención simbólica de representar todo aquello de lo que no se suele hablar y es importante nombrar, porque todas aquellas experiencias que no se nombran existen en otro plano que favorece la génesis de mitos y tabúes.
Siempre me ha gustado escribir y divulgar, y llevo muchos años haciéndolo a través de diferentes medios (blog, redes sociales, entrevistas, charlas, ponencias…). Publiqué dos libros (Entender la endometriosis y Conocer el síndrome de ovarios poliquísticos) para que las mujeres con estas patologías tuvieran en sus manos toda la información posible, todas las estrategias médicas y los autocuidados que ellas mismas pueden hacer para mejorar la evolución. Hay muchos aspectos de la sexualidad femenina que son desconocidos (a muchas personas les resulta curioso que suceda esto estando en la era de la información), y Hablemos de vaginas está enfocado precisamente a comprender esos aspectos, a conocer nuestro cuerpo y nuestra mente. Siempre desde una perspectiva global.
Una atención médica más humanizada
Cuentas que tus padres te enseñaron a ser crítica y respetuosa. De tu padre admiras en especial que era un profesional, médico también, que sabía escuchar y sabía esperar. ¿Qué principios crees que debe tener un médico para una atención realmente positiva?
Creo que lo más importante es no olvidar lo que nos movió a decidirnos por esta profesión. Es una profesión muy vocacional, pero cuando comienzas a ejercer puede que te encuentres con una realidad que no esperabas: la carga asistencial, el estrés, las guardias de 24 horas, contratos basura, problemas judiciales, falta de apoyo, medicina defensiva... Hay muchos profesionales que desarrollan el síndrome del burnout o síndrome del quemado, que precisamente es más frecuente en las carreras más vocacionales. En todo este entramado se añade, además, que cada vez la medicina se hace más tecnocientífica y menos humana, más protocolos y algoritmos y menos mirar a los ojos y ver a la persona que tenemos en frente en su totalidad. Todo esto no es más que el reflejo de la sociedad en la que vivimos.
Cada vez hay más profesionales que toman conciencia de lo importante que es encontrar el equilibrio entre ciencia y humanismo
En mi caso tuve la suerte de haber conocido la figura de mi padre, que además de ser un gran profesional era muy humano. Es cierto que era una persona muy especial, pero también favorecía el hecho de que la medicina y la vida en general de entonces se concebía de una forma mucho más humanizada que hoy. Aun así, no está todo perdido, cada vez hay más profesionales que toman conciencia de lo importante que es encontrar el equilibrio entre ciencia y humanismo.
“Pensar racionalmente no implica pensar correctamente, también podemos hacerlo mal”. ¿Hasta qué punto consideramos un discurso racional como verdadero?
Esta es una pregunta muy interesante, pero al mismo tiempo muy compleja; de hecho, para responderla utilizo varias páginas del libro para poder argumentarlo bien. Cuando pensamos racionalmente no significa que el razonamiento que hacemos sea correcto, ni siquiera la ciencia es sinónimo de verdad absoluta. Ahora está muy de moda decir que algo es así “porque lo dice la ciencia”, pero hay diferentes niveles de evidencia científica. La medicina basada en la evidencia organiza jerárquicamente los estudios en diferentes niveles, porque no es lo mismo lo que dice un pequeño estudio, que lo que dice un estudio más grande y mejor diseñado. También puede haber un estudio de elevada evidencia científica, y en cambio más adelante puede salir un nuevo estudio mejor diseñado que saque otras conclusiones diferentes.
La maternidad es cosa de madres y no de modas, ni de ideologías, ni de médicos, ni de la vecina del quinto...
Por eso la verdadera ciencia no se apega a ninguna verdad como verdad absoluta, todo es refutable dentro de la ciencia. Lo que está ocurriendo es que estamos cayendo en un cientificismo, que es distinto, es como una nueva religión. El cientificismo es dar a la ciencia la categoría de verdad absoluta. ¿Qué ocurre con esto? Que se cae en un reduccionismo que deja de lado todo el saber que aportan las humanidades (la ética, la filosofía, la sociología, la antropología...). Y ya hemos visto muchas veces a lo largo de la historia lo que ocurre cuando se separa el saber científico de la ética. No debemos separar el saber científico del saber que nos aportan las humanidades.
Te lo preguntaba porque no sé si a veces creemos que lo que nos dice el médico es casi una verdad absoluta, y cómo nos afecta cuando es aplicado a temas como el embarazo, el parto o la crianza.
Siempre me gusta decir que la maternidad es cosa de madres y no de modas, ni de ideologías, ni de médicos, ni de la vecina del quinto... Lo que pasa es que confiamos muy poco en nuestra sabiduría intuitiva e instintiva, y creemos más en los consejos ajenos de los profesionales. Hay una parte del libro que desarrolla la teoría del apego desde dos disciplinas relativamente nuevas: la epigenética y las neurociencias (con un lenguaje sencillo que cualquier persona puede entender).
Toda esta curiosidad sobre cómo se construye el vínculo, y cómo afecta en la salud física y mental de la madre y del bebé, despierta en mí tras tener a mi primera hija. Tuve depresión postparto, pero no entendí hasta pasados unos años que lo que me ocurrió fue por no seguir mi instinto e intuición. Tenía una mentalidad muy científica (cientificista diría yo) y la intuición, por desgracia, brillaba por su ausencia.
A las madres no hay que agobiarlas con consejos, lo que hay que hacer es apoyarlas y animarlas a confiar en ellas y en sus cuerpos
Resulta curioso que lo que pertenecía a mi sabiduría intuitiva haya tenido que entenderlo desde la ciencia, y que estudiarlo haya sido la única manera que he tenido para darle valor a esa sabiduría que ya tenemos escrita en nuestros cuerpos desde tiempos inmemoriales. Hay mujeres tienen la suerte de confiar más en su instinto y que no necesitan de la ciencia para saber que están haciendo lo correcto. Creo que a las madres no hay que agobiarlas con consejos, lo que hay que hacer es apoyarlas y animarlas a confiar en ellas y en sus cuerpos.
Sexualidad femenina: factores que influyen
Dice la antropóloga Eva Margarita García en el prólogo que muchas mujeres han aprendido desde pequeñas a tener miedo de su fisiología, y que perciben sus cuerpos como “bombas de relojería”. ¿Necesitamos hablar más de sexualidad femenina?
Sí, y además hacerlo de una forma clara para evitar tanta confusión. Constantemente escucho en mis consultas expresiones como que todo nos toca a nosotras, que si el parto, que si la regla, que si la menopausia, etcétera. El lenguaje coloquial está cargado de adjetivos peyorativos en todo lo que a hormonas y mujer se refiere. ¿En serio estamos tan mal hechas las mujeres? ¿En serio que las hormonas son un lastre para nosotras? Evidentemente no, pero hay una parte biológica y otra sociocultural en todo esto, que se desgrana extensamente en el libro.
Si entendemos cómo es nuestra sociedad y nuestra mente podremos entender mejor nuestra sexualidad
¿Por qué consideras que se debe abordar la sexualidad femenina desde una perspectiva global?
Porque la sexualidad, como bien dice la OMS (Organización Mundial de la Salud), es un aspecto central en el ser humano desde que nace hasta que muere. Mucha gente piensa que la sexualidad se reduce al coito, a los genitales, o a los estereotipos, pero cuando hablamos de sexualidad no sólo están estos aspectos presentes, sino muchos otros más. Necesitamos comprender qué hace que seamos como somos, cómo influye la cultura en nuestra forma de entender la sexualidad, y cuáles son los nuevos tabúes que rodean al sexo impidiéndonos vivir en nuestros cuerpos el placer.
¿Qué factores influyen en la sexualidad femenina?
La sexualidad humana está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales. Por tanto, si entendemos cómo es nuestra sociedad y nuestra mente podremos entender mejor nuestra sexualidad.
Para acabar con el intervencionismo es necesario un cambio de conciencia social, romper con la fe ciega en los avances tecnocientíficos y rehumanizar la medicina
El error de patologizar procesos vitales normales
“En los partos de bajo riesgo cuanto menos intervencionismo médico mejores resultados”, explicas en uno de los capítulos dedicado a los puntos débiles de la medicina moderna. ¿Por qué aún se mantienen determinados protocolos de atención al nacimiento si existe evidencia suficiente sobre los efectos del intervencionismo?
Primero hay que saber la diferencia entre evidencia científica y protocolo. Como ya dijimos antes la medicina basada en la evidencia se encarga de establecer una escala de niveles de evidencia. Cuando algo tiene elevada evidencia científica significa que viene de un estudio bien diseñado, y las conclusiones que se obtienen tienen más peso que lo que diga un estudio de baja evidencia. Los protocolos médicos son algoritmos que sistematizan nuestra actividad médica, es decir, establecen qué tenemos que hacer según lo que presente cada paciente. Por ejemplo, si viene una paciente con una rotura de bolsa amniótica, tomaremos una actitud médica u otra según el tiempo que lleve la bolsa rota, si presenta fiebre o no, etcétera. Ocurre que probablemente en un hospital se siga un protocolo, y en otro hospital se siga otro muy distinto; es decir, mismas evidencias científicas pueden dar lugar a diferentes protocolos.
El envejecimiento, la menopausia, la ciclicidad de las hormonas, el duelo…, no son patologías que hay que tratar.
A todo esto se añade la medicina defensiva, que no es otra cosa que hacer intervencionismo para evitar tener problemas legales. Recuerdo que cuando empecé la residencia un ginecólogo mayor me dijo: “es mejor que te denuncien por una cesárea de más que por una de menos”. Esto es así, hay miedo a tener problemas, y esto favorece el intervencionismo. Para cambiar esto es necesario un cambio de conciencia social, romper con esa fe ciega en los avances tecnocientíficos y, por supuesto, rehumanizar la medicina.
¿Dirías que hemos patologizado procesos como el embarazo, el parto y el posparto?
Sí, por supuesto, todo lo anterior que he dicho tiene que ver con ello. La deshumanización hace que esa relación entre seres humanos esté secuestrada por el miedo, necesitamos más confianza entre personas y menos tecnociencia e intervencionismo innecesario.
¿Cómo mejorar la atención sanitaria de las mujeres con respecto a sus procesos vitales, desde la primera menstruación hasta la menopausia?
Se requiere un cambio de conciencia, entender primero que las etapas de la vida no son patologías que hay que tratar; entender lo que es cada etapa, que el envejecimiento, la menopausia, la ciclicidad de las hormonas, el duelo (también se habla de duelo gestacional en el libro), no son enfermedades. Hay que desmedicalizar la vida.