Lecina Fernández
25 de enero de 2018
La ilusión es una emoción que no siempre sabemos aprovechar y valorar, pero es posible recuperarla y convertirla en el principal aliciente para conseguir nuestros sueños. Lecina Fernández, experta en psicología clínica y autora del libro ‘Ilusión positiva’ (Desclée de Brouwer, 2017), realizó hace unos años un estudio a nivel nacional, ‘¿Qué es la ilusión? Qué piensan los españoles que es la ilusión y cuán ilusionados están’, que le ha servido para conocer a fondo este concepto y todas sus implicaciones. Hemos hablado con esta experta, que nos ha explicado que la ilusión no es solo cosa de niños, sino que los adultos también podemos experimentar esta maravillosa sensación. Por eso, si quieres comenzar tu andadura en el entrenamiento de la ilusión, no te pierdas esta entrevista donde te contamos todo lo que debes saber para construir tu vida con la ayuda de esta útil herramienta.
¿Cómo se define la ilusión y por qué la calificas en tu libro como positiva?
En principio, la ilusión es muy difícil de definir como tal, pero podemos decir que es una representación o una imagen sobre alguna historia personal de presente a futuro que nos provoca una serie de emociones, nos despierta una serie de habilidades, y nos hace pasar a la acción para ponerla en marcha y convertirla en realidad. Esa sería la definición tal y como la entenderíamos nosotros en España, porque se diferencia, y por eso es positiva, de otros idiomas que entienden la ilusión como un engaño, algo negativo, que no existe.
Pero también se suele entender como la alteración de los sentidos, ver cosas que en realidad no están, como el ilusionismo, o incluso ser un iluso, que es el que vive de ilusiones, y no con ilusión. Esa percepción nosotros también la tenemos, pero además tenemos la acepción positiva, que en el diccionario se recoge como una esperanza de algo que está por venir, de alegría.
Dices que no es lo mismo vivir de ilusiones que vivir con ilusión. ¿En qué se diferencian estas formas de pensar y actuar?
Vivir de ilusiones es cuando se vive un poco fuera de la realidad. Tú tienes tu vida, pero te montas historietas, creas en tu imaginación posibilidades de alguna historia personal o algún suceso o proyecto que te hace ilusión, y lo vas elaborando en tu mente, pero nunca pasas a la acción, se queda ahí; eso es vivir de ilusiones. Se suele reconocer a estas personas porque sabes que lo que te están contando no lo van a llevarla a cabo. Por ejemplo, una persona quiere ir a Nueva York, pero piensa que eso sería un sueño para ella y lo deja a un lado; esos individuos suelen decirse a sí mismos y a los demás que de ilusiones se vive. Es algo que desean, pero nunca se ponen en marcha para conseguirlo.
En cambio, vivir con ilusión se asocia a vivir con esa misma idea, en este caso la pasión por ir a Nueva York, pero dando los pasos necesarios para conseguirlo y pasando a la acción. Creando el camino para llegar a ello y sorteando los obstáculos que aparezcan, porque no siempre el viaje es fácil. La persona se convierte así en el protagonista activo de su propia historia y es el que trabaja para convertir esa historia en realidad, que puede ser un viaje, un trabajo, cualquier plan o proyecto; todo tiene cabida si tienes ilusión.
Muchas veces también se confunde la ilusión con la motivación, o con tener un sueño. ¿Cómo podemos distinguir estos conceptos?
La ilusión engloba a todos los demás. Por ejemplo, si buscamos en el diccionario la palabra sueño, se explica como algo que es posible que no ocurra. Es algo que pensamos, pero que tiene una posibilidad bastante grande de que no se cumpla. La motivación, por su parte, está muy relacionada con la psicología, pero se refiere más a un nivel de incentivo. Sería motivar en el presente para lograr algo concreto en el futuro; es un refuerzo inmediato. Sin embargo, la ilusión se piensa en el presente, pero la persona sabe que tiene por delante todo un proceso en el tiempo para poder conseguir lo que desea.
Una de las grandes diferencias entre motivación e ilusión es la alegría; con la motivación puedes hacer lo necesario para obtener el premio, pero hacerlo no te proporciona ninguna alegría. También puedes ser feliz por algo y en cambio no estar ilusionado; por ejemplo, tienes hambre y comes, y ese hecho te hace feliz, pero quizás no tenías ninguna ilusión por esa comida. O, en el caso de un examen, te hace feliz haber aprobado, aunque esa asignatura no te haga ninguna ilusión.
Estamos educando casi al revés, antes de pedir incluso, ya le hemos dado a los niños lo que quieren, no les da tiempo ni a desearlo
Con la ilusión, sin embargo, sí que tienes esa sensación porque es tu proyecto, es algo tuyo que exteriorizas. Una persona ilusionada siempre está motivada, la ilusión engloba el resto de elementos, mientras que estos no siempre la tienen que llevar implícita. Además, estamos entrenándonos para saber esperar, para tener conciencia de que podemos conseguir aquello que deseamos en el futuro con lo que hacemos día a día, con perseverancia.
Al mismo tiempo que tenemos alegría y estamos en acción, se añade otra fuerza, la perseverancia. Una cualidad que no todo el mundo tiene, porque estamos educando casi al revés, antes de pedir incluso, ya le hemos dado a los niños lo que quieren, y no les da tiempo ni a desearlo. Por eso los niños de hoy en día no llevan bien la espera.
Si es un proceso tan interno y tan nuestro, ¿crees que es posible contagiar la ilusión a los demás?
Sí, la prueba es que todos alguna vez lo hemos vivido. Seguro que alguna vez has visto a alguien que está ilusionado y ha conseguido contagiártelo. En el momento que tú formas parte de esa historia ajena, tú también te ilusionas con ello. Por ejemplo, un profesor que esté ilusionado con lo que está preparando para la clase, es capaz de transmitir esa ilusión, esa manera de hacer y de aprender, e implica a los alumnos de tal manera que entran a formar parte de su ilusión y todos se ponen en marcha para conseguir el objetivo. Por lo que se puede tener ilusión en sentido individual o a nivel de equipo, como pasa en los equipos de baloncesto, de fútbol…
Cesar Bona, el primer educador español nominado al premio Global Teacher, construyó la ilusión de crear un proyecto que consistía en realizar un corto dentro de la escuela, en el que cada alumno participaba de diferentes formas: haciendo los guiones, representado a los personajes, diseñando los decorados… Al final consiguió la participación del colegio, se involucraron las familias, el ayuntamiento… Este es un gran ejemplo de que la ilusión se puede contagiar a los demás.
Cómo entrenar la ilusión en los niños
¿Cómo podemos fomentar la ilusión de los más pequeños de la casa?
Lo primero que deberíamos hacer para fomentar la ilusión de nuestros hijos es asegurarnos de que sus profesores tengan esa ilusión. Y en el entorno del hogar también los padres podemos ayudarles a construirla, porque la ilusión empieza en la imaginación, y hay que favorecer la imaginación en los niños como si se tratara de un entrenamiento, pues hay que verlo como un músculo que puede ir fortaleciéndose, y que podrá empoderar a los más pequeños.
Si estás entrenado en imaginar, también estarás entrenado en imaginar tus propios proyectos y serás capaz de ilusionarte con ellos. A veces parece que la vida y las aventuras les pasan a los demás y a mí no, pero hay que ser conscientes de que solo basta con imaginar qué quieres y dar el primer paso para conseguirlo.
A veces basta con imaginar qué quieres, y dar el primer paso, para conseguirlo
A la hora de educar la ilusión de un niño es muy importante no cortarle las alas cuando empieza a imaginar. Es mejor reforzar la confianza en ellos mismos de que pueden hacerlo. Hay profesionales que aseguran que en España los niños trabajan muy bien antes de llegar a primaria, y la Educación Infantil está muy bien valorada. Sin embargo, según estos expertos, cuando pasan a primaria pierden creatividad. Empiezan a pintar y no pueden salirse de la raya, o a colorear un árbol y ya no puede ser azul. Es entonces cuando se comienza a impartir una educación que merma la imaginación, mientras que de pequeños tienen la libertad de crear sin restricciones. A medida que crecen les limitamos.
¿Es por eso que asociamos la ilusión con la infancia?
Claro, nos vamos limitando, ya sea porque nos hemos llevado decepciones alguna vez, o simplemente por la edad. Ya hay adolescentes de 18 años que dicen que la ilusión no es para ellos, que es cosa de niños, y se van cerrando posibilidades. Una característica fundamental para alcanzar la felicidad –y que ya dijo el filósofo Julián Marías Aguileras–, es la predisposición. Él decía que hay que estar predispuesto a ser feliz, y yo creo que con la ilusión ocurre algo semejante, hay que estar predispuesto a ilusionarse. Y los niños siempre están predispuestos, mientras que los mayores no siempre lo estamos tanto.
A la hora de educar la ilusión de un niño es muy importante no cortarle las alas cuando empieza a imaginar
También los niños están más predispuestos a ponerse en marcha y a disparar ideas, y los adultos a lo mejor sienten más pereza, por el esfuerzo, por la vergüenza, por si no se les ocurre nada, porque piensan que no va a servir de nada… Es lo que se llama el círculo vicioso de la pérdida de ilusión, donde las adversidades de la vida hacen que aumente la vulnerabilidad, que a su vez provoca la creación de una coraza que dificulta ver más allá. En ese momento no se piensa en el futuro y no se innova, y justo es entonces cuando la ilusión y la imaginación dejan de manar.
Cómo revertir el círculo vicioso de la pérdida de ilusión
¿Cómo podemos recuperar la ilusión si tenemos un tropiezo en el camino?
Con la ilusión comenzamos a poner en marcha los elementos necesarios para conseguir el objetivo, la ilusión despierta todos los elementos dormidos dentro de la persona y hace que esté más predispuesta a avanzar. En cuanto a cómo revertir su pérdida, bastará con dar la vuelta al círculo vicioso, y para ello se necesita predisposición, pensar, ponerse en marcha, pasar a la acción. Yo creo que lo que ocurre es que somos unos mimados en cuanto al tema de la ilusión; nuestra cultura nos ha acostumbrado a tenerla o no tenerla, pero nunca nos hemos planteado o educado en la lucha por ir a por ella.
Hay que estar predispuestos a ilusionarse
Yo a veces lo planteo como una herramienta, y las herramientas si no las usamos es como si no las tuviésemos. Cuántas veces no nos ha pasado que tenemos herramientas muy útiles en casa, como aparatos de cocina o de bricolaje, y acaban guardados en cualquier mueble sin darles uso. Sin embargo, si los sacáramos y empezásemos a jugar con ellos y a probar –un verbo para mí muy importante y que hay que hacer sin miedo– nos daríamos cuenta de que todo es más fácil o más divertido.
Hoy en día si algo no nos sale bien a la primera, o si incluso antes de empezar no tenemos la garantía del 100% de que va a salir bien, nos sirve como excusa para desistir. Mientras que si lo planteamos como un juego –porque los niños lo aprenden como tal– todo es diferente. En el estudio que realicé sobre la ilusión, los adultos españoles daban valores muy altos, casi un 50%, a la incertidumbre, o sea que todos sabemos que a lo mejor se cumple, o a lo mejor no, que puede que lo logremos, o que no. Pero cuando estamos ilusionados esto no nos frena, y por muy difícil que sea la tarea no la consideramos imposible; nos vemos capaces, la ilusión nos empodera para ir a por ello.
Y sabemos por experiencia que, aunque podemos estar desilusionados y frustrados porque no nos hayan salido las cosas bien, eso no es suficiente para perder la esperanza. Con el tiempo volverá a surgir la ilusión, no se extingue. Lo que sí hay que tener en cuenta es que a veces aparece de forma espontánea, y otras no, y por eso mi propósito es decir a todos los lectores que para qué esperar si te puedes lanzar a por ella. Pero para conseguirlo no hay que dejarse superar por los miedos, aunque también haya que tenerlos en cuenta porque no todo es idílico.
Entonces el miedo es el principal obstáculo…
Es verdad que, paralelo a la ilusión, puedes sentir vergüenza por alguna de las actividades que tienes que hacer para conseguirla, o temes hacer esa actividad, o tienes miedo a lo que digan los demás o al fracaso. Pero la ilusión es tan potente que cuando estamos ilusionados pesa más la fuerza interior que nos proporciona, que los obstáculos externos como el miedo, que solos o con ayuda podremos superar, o pondremos en marcha otras estrategias para sortearlos.
El miedo tal vez sea el mayor obstáculo al que nos podemos enfrentar, pero hay que arriesgarse porque hay mucho que ganar. Es un juego de realidad, pero al fin y al cabo un juego, por lo que lleva implícito un riesgo. También hay que educar a los niños desde pequeños a saber que la vida conlleva un riesgo y es bueno arriesgarse. Si vas a jugar a los columpios tienes el riesgo de caerte, y la opción de montarte o no, y luego cada uno, dependiendo de su temperamento, de su aprendizaje de otros niños, del carácter de sus padres…, elegirá la opción que crea conveniente.
Cuando estamos ilusionados, por muy difícil que sea la tarea no la consideramos imposible, nos vemos capaces, nos empodera para ir a por ello
El niño va creciendo y perfilándose como persona, y la ilusión sería un elemento más, no digo que sea la herramienta única o la panacea, pero es algo que poseemos y que no tenemos que aprender, sino que todos sabemos lo que es y lo hemos sentido alguna vez; tenemos experiencia con ella. Es como rescatarla para utilizarla, no solo cuando la tengo o no la tengo, sino como herramienta.
¿Crees que es mejor ponerse metas asequibles y a corto plazo para evitar frustrarse?
Esta pregunta es muy difícil porque ¿dónde están los límites? La ilusión es tan amplia y tiene una dimensión tan grande que es difícil acotarla. Cuando la construimos en nuestra imaginación ya estamos estableciendo los pasos y las metas cortas a medio plazo para conseguir hacer realidad la película que hemos montado en nuestra mente, y limitar esto es muy difícil. Como sabes lo que quieres conseguir, te vas poniendo metas y, si crees que son difíciles de alcanzar, buscas otras opciones, o luchas por conseguirlo sea como sea.
Con la ilusión no hay que ponerse límites
Por ejemplo, en el viaje a Nueva York del que hablábamos tendrás que saber cómo ir, qué visitar, dónde alojarte…, en tu imaginación se va construyendo la historia que tú quieres vivir, y a partir de ahí irás dando los pasos hasta conseguirlo. Si quieres ir al hotel más caro y no puedes permitírmelo, estudiarás cómo puedes conseguir ese dinero y, por ejemplo, una de las opciones sería realizar trabajos extra los fines de semana. Se trata de visualizar el proceso y el objetivo, y con esa emoción te pones en marcha en el presente para hacerlo realidad; psicológicamente es perfecto en ese sentido porque funciona solo. En cuanto a los límites, ¿dónde están? Dependerá de cada persona. Por ejemplo, ¿dónde está el límite en estudiar? No lo hay; por eso, con la ilusión no hay que ponerse límites.