Lucía Ruz

Comunicadora y publicista, fundadora del podcast MujeresMadres, y del libro ‘Mujeres madres. Empoderadas, pero no tanto’
Lucía Ruz relata en ‘Mujeres madres (Empoderadas, pero no tanto)’ las diatribas a las que se enfrentan las mujeres con respecto a la experiencia de la maternidad, la conciliación, la culpa y la carga mental que supone, y nos aporta claves para manejarla lo mejor que podamos.
Lucía Ruz, publicista y autora de ‘Mujeres madres’
“Tendemos a ser la madre que podemos, porque es tremendamente difícil ser la que queremos”

30/07/2024

Los retos a los que se enfrentan las mujeres que desean tener hijos hoy, en pleno siglo XXI, son muy distintos a los que se encontraron otras generaciones de madres. Superadas unas barreras, se abren otras que toca hacer visibles. Cuando Lucía Ruz se convirtió en madre por primera vez, experimentó una profunda frustración al darse cuenta de que no podía ser la madre que siempre había deseado, sino que tenía que conformarse con la madre que sus circunstancias le permitían ser. Esta experiencia de lucha interna y desilusión fue lo que la motivó a buscar y crear una comunidad de madres en Instagram, en la que acumula más de 190.000 seguidores, en la que encontró apoyo y sororidad. En su afán por dar voz a las dificultades y desafíos que enfrentan las mujeres en su camino hacia la maternidad, también lanzó el podcast MujeresMadres. En este espacio, aborda de manera abierta y sincera los temas que afectan a las mujeres cuando se convierten en madres, desde las expectativas y realidades de la crianza hasta las presiones sociales y personales. Licenciada en Relaciones Públicas y Publicidad, Ruz acaba de publicar su primer libro, Mujeres madres (Empoderadas, pero no tanto), de la Editorial Vergara, en el que analiza cuestiones como la conciliación laboral y familiar, la corresponsabilidad en el hogar, la carga mental que soportan las madres, y la profunda metamorfosis que experimentan las mujeres desde el embarazo. “La maternidad rompe los esquemas de cómo percibías el mundo”, asegura Lucía Ruz en esta entrevista.

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¿Somos las madres que queremos ser o las madres que podemos ser?

Portada del libro ‘Mujeres madres. Empoderadas, pero no tanto’

Cuando fui madre por primera vez me frustraba mucho no ser la madre que quería, sino la que podía permitirme ser. La madre que llegaba de trabajar sin haberse querido ir en primer lugar, y que llegaba cansada, estresada y sin tiempo. La madre que no tenía energía para jugar, la madre con prisas, la que pasaba menos tiempo con sus hijas de lo que le gustaría, y, por ende, la madre que se acostaba con culpa cada noche. Fue entonces cuando me planteé mis decisiones como mujer y como madre. Y empecé a hacer un trabajo de sanación personal y muchos cambios en mi vida, no todos sencillos, por cierto, para parecerme cada día más a la madre que quería ser.

Me negué a que el sistema determinase la madre que debía ser, porque además es un sistema que está roto y no nos sostiene. Por lo tanto, creo que tendemos a ser la madre que podemos, porque es tremendamente difícil ser la que queremos.

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Te preguntaba lo anterior porque si bien el contexto personal tiene un fuerte impacto en la crianza, también lo tiene el contexto, el entorno. ¿Crees que, cambiando las condiciones objetivas de la maternidad, mejoraría la experiencia?

Estos dos factores, el contexto personal y el social, van a determinar la madre que eres. Tendrán un impacto en la crianza, pero también en ti. En cierto modo moldearán tu nueva identidad como mujer que es madre. Por lo tanto, si cambian las condiciones del contexto, cambiará la experiencia materna. Y tenemos el ejemplo en las generaciones anteriores. El contexto histórico y cultural en que maternaron nuestras abuelas es radicalmente distinto al nuestro, y es por eso que las maternidades de ambos grupos son también diferentes. Y esto, como todo, tiene sus luces y sus sombras. Porque, aunque no podemos tomar los modelos anteriores como referentes y esto dificulta la experiencia materna, también es cierto que estamos definiendo un nuevo modelo que se ajuste a las necesidades de este nuestro contexto social actual.

El contexto histórico y cultural en que maternaron nuestras abuelas es radicalmente distinto al nuestro, y es por eso que las maternidades de ambos grupos son también diferentes

Y a pesar de que las mujeres de la generación bisagra (las que estamos entre dos modelos) estamos sosteniendo mucho peso y definiendo el nuevo paradigma de la maternidad, estoy convencida, o quiero al menos convencerme, que la experiencia materna será mejor para la próxima generación.

Lucía Ruz, divugadora autora de Mujeres madres

¿Tenemos las superwoman que poder con todo?

Durante años el discurso imperante ha sido el de esas superwoman que lo puede todo: criar, tener un trabajo remunerado y hasta tener un aspecto estupendo. ¿En qué punto estamos ahora? ¿Seguimos con esta concepción patriarcal de cómo debe ser una madre?

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Esta imagen de superwoman ha hecho mucho daño a la expectativa que las mujeres hemos puesto sobre nosotras mismas. Aunque también entiendo por qué hemos asumido esta expectativa durante un periodo, hasta darnos cuenta de que es insostenible. Y me explico. Las mujeres, durante años y años hemos tenido un valor en la sociedad, que era el de ser madre. Nuestro valor se medía por nuestra capacidad de gestar, parir y criar. Y llegada la revolución feminista, la apertura de nuevas posibilidades que tanta falta nos hacía, hizo que muchas mujeres empezasen a medirse por nuevas escalas de valores; su inteligencia, su creatividad, su capacidad de liderazgo, etcétera. Para la mujer empieza a abrirse un nuevo mundo de opciones y posibilidades, ya puede tener una carrera profesional, ya puede tener independencia económica, ya puede acceder a estudios superiores...

Se nos empoderó, pero no se nos liberó de la carga del cuidado y el hogar, y tampoco se puso el mismo empeño en educar a los hombres en cómo vivir en una sociedad con mujeres empoderadas

Se nos empoderó, pero no se nos liberó de la carga del cuidado y el hogar, y tampoco se puso el mismo empeño en educar a los hombres en cómo vivir en una sociedad con mujeres empoderadas. Por lo tanto, durante un tiempo estuvimos sosteniendo a toda costa el peso; criar, pero también desarrollarnos como mujeres más allá de la maternidad. Y aunque lo seguimos sosteniendo en gran medida, ya no lo hacemos a toda costa. Ya empieza a cambiar el discurso de las mujeres sobre su rol en el modelo actual, lo cual me hace pensar que estamos en un proceso de cambio y evolución hacia un rol materno más equilibrado y justo para las mujeres.

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¿Podemos con todo o lo hacemos todo a medias?

Una vez comenté en Instagram que las mujeres no deberíamos cargar con todo, aunque podamos hacerlo, porque esto afecta negativamente nuestra salud mental, física y emocional. Esta opinión dividió a mis seguidoras: algunas estuvieron de acuerdo, mientras que otras dijeron que no podemos hacerlo todo y terminamos a medias. Reflexioné y concluí que, aunque podemos con todo, hacerlo tiene un alto costo para nuestra calidad de vida.

La corresponsabilidad no es el reparto equitativo de la ejecución de las tareas, sino el reparto equilibrado de las responsabilidades que acarrea una familia

La presión social y los estereotipos de género influyen en cómo las madres se ven a sí mismas y en su crianza. Crecimos con el modelo tradicional de hombres proveedores y mujeres cuidadoras, pero ese mundo ya no existe. La transición a un contexto donde las mujeres también trabajan fuera del hogar genera disonancia entre el rol de madre cuidadora y las nuevas exigencias. Todavía estamos redefiniendo lo que significa ser mujer y madre en la era moderna, enfrentando expectativas de crianza tradicionales en una situación diferente.

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¿Qué papel tiene el feminismo aquí?

El feminismo y la maternidad tienen todavía una relación incómoda a mi parecer. Porque el ideal de maternidad que existe en la sociedad patriarcal somete a la mujer a la crianza y el hogar, es un modelo de maternidad que invisibiliza a la mujer y la aleja de su libertad. Por lo que puedo entender que este modelo de maternidad pueda entenderse como una limitación más impuesta a las mujeres, y que pueda interpretarse como un freno en la liberación de la mujer. Pero el feminismo no debería ser materno excluyente, más bien debería poder aplicarse a la maternidad para la búsqueda de un nuevo modelo más libre, en el que las mujeres puedan, entre otras cosas, decidir sobre sus cuerpos, ser o no madres, escoger cómo parir, o decidir sobre la lactancia.

Las mujeres, además de sus responsabilidades en el hogar, han asumido el trabajo fuera de casa, lo que les obliga a reducir su dedicación al cuidado del hogar debido a la limitación de tiempo

El feminismo tiene mucho que aportar a la maternidad, las mujeres que son madres necesitan más derechos y más recursos para maternar.

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Corresponsabilidades y reparto de cargas mentales

En el libro hablas de la carga mental, que parece exclusivamente femenina, pero ¿crees que en el caso de familias en los que existe corresponsabilidad se puede repartir esa carga mental?

Si existe corresponsabilidad, sí habrá un reparto de la carga mental. Pero es importante matizar lo que implica la corresponsabilidad. La corresponsabilidad se da cuando hay un reparto equilibrado de las responsabilidades domésticas y familiares, en las que se incluye las tareas del hogar, el cuidado de los menores o mayores que lo necesiten dentro del hogar, la educación de los menores, así como la gestión de la fuente de ingresos, que suele ser el trabajo fuera del hogar. Por lo tanto, la corresponsabilidad no es el reparto equitativo de la ejecución de las tareas, sino el reparto equilibrado de las responsabilidades que acarrea una familia.

La culpa, que parece ser un sentimiento femenino esencial, está muy vinculada a la carga mental y al ritmo acelerado impuesto a las mujeres en la sociedad actual

Si se reparte la ejecución, probablemente haya un miembro en la familia dirigiendo la ejecución de estas tareas, y asumiendo por lo tanto la carga mental. Pero si se reparten las responsabilidades, cada miembro asumirá la responsabilidad de la tarea que le corresponda y la carga que esto suponga. Pero todavía estamos en un modelo en que la corresponsabilidad en los hogares es la excepción y no la norma.

Hemos avanzado hacia un reparto más equitativo de la ejecución de las tareas, pero las mujeres siguen sosteniendo la carga. ¿Dónde sitúas esa carga mental? ¿Solo dentro de la familia o también en lo que rodea a la familia?

La carga mental no solo afecta a las familias, sino que también está arraigada en el entorno social y cultural debido a los roles de género tradicionales. Las mujeres han crecido asumiendo el rol de cuidadoras del hogar y los hijos, mientras que los hombres se veían como los proveedores principales, sin responsabilidades en la casa y la crianza. Aunque algunos hombres han comenzado a involucrarse más en estas tareas, muchos aún permanecen en la ignorancia y el privilegio. Las mujeres, además de sus responsabilidades en el hogar, han asumido el trabajo fuera de casa, lo que les obliga a reducir su dedicación al cuidado del hogar debido a la limitación de tiempo. Si ellas disminuyen su papel de cuidadoras y no hay un soporte adecuado, la situación puede volverse perjudicial para su salud mental y física.

Vivimos sobrecargadas de información, frustradas con unos estándares de maternidad imposibles... y cada vez con menor apoyo y validación social

La reeducación y el cambio de actitud en los hombres son necesarios, ya que ya no es suficiente que “ayuden”; deben asumir una corresponsabilidad activa. La culpa, que parece ser un sentimiento femenino esencial, está muy vinculada a la carga mental y al ritmo acelerado impuesto a las mujeres en la sociedad actual.

¿Cómo definirías lo que es la culpa? ¿Se puede escapar de ella?

La culpa, por definición, es una emoción negativa que surge cuando percibimos que hemos hecho algo mal, o hemos causado daño a alguien. Puede ser una respuesta normal e incluso saludable porque hemos actuado de forma contraria a nuestros valores, y nos ayuda a darnos cuenta. Sin embargo, cuando la culpa se vuelve excesiva puede interferir en nuestra vida cotidiana, y afectar negativamente a nuestra salud emocional. Que suele ser el caso de la culpa materna. La culpa vive constante en la mente de las madres. Y por lo general nos hace sentir bastante mal. Hace que nos cuestionemos quiénes somos, lo que hacemos, cómo lo hacemos… nos plantea formas imposibles de hacerlo mejor. Y esto quema, mucho. En mi opinión esta culpa nos viene de un estándar de buena madre que existe a nivel social, y con el que nos comparamos, y al ver que no llegamos, porque es imposible llegar, surge ahí la culpa de no parecernos a esa madre perfecta.

Lo más saludable para afrontar la maternidad es hacerlo libre de juicios, libre de expectativas, y conectar profundamente con tu instinto

En resumen, la culpa sería fruto de la expectativa. Cargamos una enorme responsabilidad, y con menos apoyo que nunca. Vivimos sobrecargadas de información, frustradas con unos estándares de maternidad imposibles… y cada vez con menor apoyo y validación social. Quejarse no es una opción, ni está socialmente aceptado. ¿Qué solución se me ocurre? Primero diferenciar entre dos tipos de culpa. Por un lado, la culpa social, que es esa que surge cuando nos comparamos con el estándar de buena madre del que hablaba. Y es de la culpa que hay que pasar de una vez porque no nos hace ningún favor. Ponernos el chubasquero y que nos resbalen las opiniones ajenas. Y, por otro lado, está la culpa innata, esa que está dentro de ti, y que puedes moldear para que sea útil. Si defines tu estándar de buena madre, el tuyo, no el social. Lo que para ti significa ser buena madre, basado en tus circunstancias, en tu realidad y tus posibilidades. Y una vez tengas esto definido, tómate la culpa como un indicador de si estás cumpliendo con lo que tú quieres para ti y tu familia.

¿Cómo pueden las redes de apoyo, como la familia extensa, las amistades y los grupos de madres, transformar la experiencia de la maternidad y ayudar a superar las limitaciones impuestas por el entorno?

La red de apoyo, la tribu, o como queramos llamarla, tienen el enorme poder de transformar la experiencia que una mujer tenga con respecto a su maternidad. La maternidad rompe los esquemas de cómo percibías el mundo. Inicia en las mujeres un proceso de metamorfosis que no siempre es fácil de encajar, y que puede convertir la experiencia materna en un proceso solitario. Y es por esto por lo que el sostén de una red de apoyo es tan importante. Compartir lo que te está pasando con otras mujeres que están viviendo lo mismo que tú hace que nos demos cuenta de que, a pesar de que cada maternidad es diferente, los sentimientos suelen ser bastante universales.

Con la maternidad cambian muchas cosas, pero sobre todo cambia quién eres, y en ese proceso de metamorfosis, es importante que te escuches y que confíes en tu capacidad innata para ser madre

Dadas las características de la sociedad actual, la crianza es cada vez más individualista y la experiencia materna suele vivirse de forma aislada. Y es por esto por lo que decidí arrancar este proyecto, MujeresMadres, empezando por un podcast que luego ha ido extendiéndose a una comunidad en redes sociales, a una comunidad en Whatsapp, grupos locales de mujeres madres que viven cerca, y por supuesto también al libro del que estamos hablando aquí hoy. Mi misión es acompañar a las mujeres a vivir una maternidad más comprendida, menos solitaria y con menos incertidumbre. Y, sin lugar a duda, la red de apoyo mejora la experiencia materna para las mujeres.

Por último, ¿qué recomendarías a una mujer que se esté planteando tener hijos? ¿Por dónde empezar a tomar conciencia del cambio que supone a todos los niveles?

En mi libro he intentado (y espero haberlo conseguido) mostrar las dos caras de la maternidad. No es un libro cargado de lo negativo o lo difícil de la maternidad. También hay mucho de ese lado positivo, bonito, o como normalmente se dice en mundo-madre, “eso que hace que todo compense”. La experiencia que cada mujer viva en su maternidad va a ser diferente, por lo tanto, mi consejo sería no utilizar otras maternidades como referentes ni crear expectativas en base a ellas. Lo más saludable para afrontar la maternidad es hacerlo libre de juicios, libre de expectativas, y conectar profundamente con tu instinto. Porque el instinto femenino y materno es el que te va a guiar.

Con la maternidad cambian muchas cosas, pero sobre todo cambia quién eres, y en ese proceso de redescubrimiento o de metamorfosis, es importante que te escuches y que confíes en tu capacidad innata para ser madre.

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