Luis Rojas Marcos

Psiquiatra, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York y autor de ‘Estar bien aquí y ahora’
El psiquiatra Luis Rojas Marcos, autor de ‘Estar bien aquí y ahora’, nos da las claves para centrarnos en el presente y descubrir nuestro potencial para superarnos ante los momentos difíciles cuando la vida nos pone a prueba.
Luis Rojas Marcos
“¿Hay que sufrir para saber apreciar la vida y disfrutarla? Yo creo que no. El sufrimiento y el dolor en sí no tienen valor”

31 de octubre de 2022

El psiquiatra Luis Rojas Marcos atiende a Webconsultas desde Nueva York, desde un despacho repleto de libros en la ciudad de los rascacielos, donde vive desde finales de los años sesenta. Luce un jersey naranja de cuello alto (“Aquí ya empieza a hacer frío”, afirma) y una sonrisa, una agilidad mental y un aspecto físico que desmienten los 79 años que marca su partida de nacimiento. Su labor en el sistema sanitario norteamericano, sus tareas docentes en la Universidad de Nueva York y su prolífica relación con la escritura lo han convertido en una de las figuras españolas más reconocidas internacionalmente. Su último libro, Estar bien aquí y ahora (Harper Collins) es un alegato que reivindica el presente (“Desde pequeños, más de la mitad de lo que hablamos tiene que ver con lo que vamos a hacer en el futuro”) y también el potencial de los momentos difíciles y traumáticos para hacernos descubrir cualidades personales que desconocemos hasta que la vida nos pone a prueba: “El dolor y el sufrimiento no nos van a hacer mejores personas. Es la lucha por superar una situación difícil (sea una enfermedad, un desastre natural, una hambruna, etcétera) lo que nos puede ayudar a desarrollar capacidades de nosotros que desconocíamos”.

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Me quedé de piedra al leer cómo escapó con vida de forma milagrosa de los atentados de las Torres Gemelas. ¿Es más fácil estar bien aquí y ahora cuando uno ha salido vivo de milagro de un trance como aquel?

Luis Rojas Marcos, psiquiatra autor de ‘Estar bien aquí y ahora’

(Risas) Esa es una buena pregunta. Según los epidemiólogos, salimos a dos grandes adversidades por persona a lo largo de la vida. En mi caso he tenido un par de ellas y yo creo que lo que sucede es que a menudo descubrimos cualidades de nosotros mismos que no sabíamos que teníamos.

¿Nos ayudan estas grandes adversidades a apreciar la vida más? No lo sé. ¿Hay que sufrir para poder apreciar la vida y disfrutarla? Yo creo que no. El sufrimiento y el dolor en sí no tienen valor. El valor es cuando ese sufrimiento y ese dolor nos avisan de que algo no funciona en nuestras vidas.

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La pandemia, cuenta en el libro, fue uno de los motivos que le llevó a escribir este ensayo. Escribe que el virus “nos arrebató la capacidad de anticipar el futuro”. Durante aquellos meses de encierro, ¿nos concentramos más que nunca como sociedad en el aquí y el ahora?

Yo creo que sí. Desde pequeños, más de la mitad de lo que hablamos tiene que ver con lo que vamos a hacer en el futuro. Cuando ese futuro se resquebraja, como pasó con la pandemia, entonces enfocamos el presente. Fue curioso que en aquellos momentos empezásemos los correos electrónicos con un “espero que estés bien”. Antes de la pandemia no los empezábamos así. Y eso es porque enfocamos el aquí y el ahora como consecuencia de la incertidumbre, del no saber, del no poder pensar en el verano siguiente porque no sabíamos cómo íbamos a estar para entonces.

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En el último capítulo del libro habla de un concepto que me ha parecido muy interesante: crecimiento postraumático. Sorprende la aparente antítesis de ambos términos: crecimiento y postraumático. ¿Se puede salir mejor de una experiencia negativa y traumática?

El sufrimiento y el dolor no ayudan a salir mejores. Pueden tener una utilidad a modo de aviso: algo te pasó en el brazo, por ejemplo, si te duele tanto. Pero ese dolor y ese sufrimiento no nos van a hacer mejores personas. Es la lucha por superar una situación difícil (sea una enfermedad, un desastre natural, una hambruna, etcétera) lo que nos puede ayudar a desarrollar capacidades de nosotros que desconocíamos.

Desde pequeños, más de la mitad de lo que hablamos tiene que ver con lo que vamos a hacer en el futuro. Cuando ese futuro se resquebraja, como pasó con la pandemia, entonces enfocamos el presente

Por ejemplo, la pandemia fue terrible, pero puede que hubiese gente que por el hecho de ayudar a un vecino anciano aprendiese que el valor de la solidaridad les hacía sentir bien. Pero hay que separar lo que uno descubre en la lucha por superar situaciones difíciles del sufrimiento en sí.

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La mala prensa del optimismo

Explica en el libro cómo la psicología positiva ha demostrado los muchos beneficios del optimismo. ¿Por qué, sin embargo, el optimismo tiene tan mala fama?

El optimismo tiene mala fama, concretamente en Europa. Yo creo que fundamentalmente por el impacto que tuvieron los filósofos de los siglos XVIII y XIX, que hicieron ver el optimismo como un síntoma de ignorancia o, por lo menos, de ingenuidad. En España hay que tener cuidado con decir que eres optimista. Puede que últimamente esté un poco mejor visto, pero lo normal es que te digan que cómo puedes ser optimista con lo mal que están las cosas. Pero el optimismo es mucho más que pensar que las cosas pueden ir bien.

Es la lucha por superar una situación difícil (sea una enfermedad, un desastre natural, una hambruna…) lo que nos puede ayudar a desarrollar capacidades de nosotros que desconocíamos

Cuando se hacen estudios, observamos que un rasgo fundamental de las personas optimistas es la capacidad de pensar que pueden hacer algo por resolver un problema. Esa capacidad, esa idea, es un síntoma claro de optimismo. Es decir, que el optimismo no es una visión global positiva de la vida, sino una visión basada en las posibilidades que tú ves en ti mismo para superar determinados problemas.

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La psicología positiva, cuenta, también ha demostrado la importancia de la extroversión, del hablar y comunicarnos.

Las personas que hablan, que se comunican, que se hablan a sí mismas con afecto y con comprensión viven mejor, indudablemente. Hablar es muy terapéutico. Y aprender a hablarnos a nosotros mismos también es muy sano. Desafortunadamente, esto es algo que no nos enseñan. Es más, que casi nos prohíben. Cuando un niño con 5 o 6 años habla solo se ve como algo raro y, sin embargo, es algo muy normal.

Ha habido un dato que me ha llamado mucho la atención al respecto. Escribe que las mujeres articulan de media hasta 10.000 palabras más que los hombres. Y curiosamente viven de promedio 4,4 años más. No sé si se puede establecer una causa-efecto.

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Está demostrado que las personas más habladoras y extrovertidas superan mejor las enfermedades de todo tipo y tienen una mayor esperanza de vida.

El otro día hablaba con el escritor guatemalteco Eduardo Halfon, que escribe que el lenguaje (las palabras, la literatura) ha sido tradicionalmente el mundo de las madres. Que los padres vayamos entrando poco a poco en él, algo bueno debe tener para los hombres, ¿no?

Indudablemente. Si alguien me pregunta por un aspecto fundamental para ser felices y estar bien, yo diría que ese aspecto es la esperanza de vida, porque evidentemente si estamos muertos no podemos hacer nada. Partiendo de esa base, hay una cosa clara: la mujer vive más que el hombre.

El optimismo no es una visión global positiva de la vida, sino una visión basada en las posibilidades que tú ves en ti mismo para superar determinados problemas

A pesar de que nacen más niños que niñas en el mundo, en cualquier momento hay más mujeres que hombres. Entonces surge una pregunta: ¿Qué hace la mujer para vivir más? Porque igual se trata de aprender de lo que hacen las mujeres. Y si, entre otras muchas cosas, algo que hacen las mujeres es hablar más, pues quizás los hombres deberíamos aprender a hablar más.

Qué necesitamos para estar bien

En el libro enumera varios ingredientes del ‘estar bien’. ¿Cuáles diría que son los más importantes?

Un día pregunté en Twitter “¿Qué es para vosotros estar bien?”, y recibí mil y pico respuestas con una variedad increíble, lo que demuestra que el estar bien es algo subjetivo. Así que para empezar lo primero que tenemos que hacer es no esperar a que otra persona nos diga lo que tenemos que hacer para estar bien. Mi consejo es: siéntate en un momento en que tengas tiempo y apunta qué es lo que necesitas para estar bien.

¿Qué hace la mujer para vivir más que el hombre? Porque si, entre otras muchas cosas, algo que hacen las mujeres es hablar más, pues quizás los hombres deberíamos aprender a hablar más

Hay personas que para estar bien necesitan estar bien con sus seres queridos, por ejemplo. Y hay otras personas que necesitan satisfacer sus placeres cotidianos (comer bien, las relaciones sexuales, caminar, bailar, etcétera). Una vez apuntado esto, el paso siguiente sería pensar qué vamos a hacer para priorizar estas situaciones que nos hacen sentir bien.

Retomando lo de hablar, usted, entre esas cosas que podemos hacer para estar bien, señala en el libro el hablarse a uno mismo.

Para eso, lo primero es aceptar que podemos hablar con nosotros mismos, porque el hablar con uno mismo, sobre todo si lo hacemos en voz alta, tiene mala prensa. Se tiene una idea equivocada, se ve como un síntoma de enfermedad, incluso de locura, lo cual no es una realidad.

Mantener los recuerdos positivos nos ayudar a la hora de superar momentos difíciles en la vida

La realidad es que desde pequeño hablamos con nosotros mismos. Si observamos a niños de 3, 4 o 5 años veremos que hablan con ellos mismos y que esto les ayuda a sentirse bien, a autocontrolarse. Partiendo de esa aceptación, es importante el cómo nos hablamos. Igual que haríamos cuando nos comunicamos con otra persona, tenemos que cuidar cómo nos dirigimos a nosotros mismos, tenemos que hacerlo con cariño, con cuidado, con comprensión.

Por último, me gustaría centrarme en la “recomendación” de conservar la memoria autobiográfica positiva. “Una visión favorable del pasado nos predispone a abordar con confianza los retos que se cruzan en nuestro camino”, escribe. Y es curioso, porque con la nostalgia pasa como con el optimismo, que está mal vista.

Es cierto, pero la realidad es que, ante situaciones difíciles, recordar situaciones difíciles que pudimos superar en el pasado nos va a ayudar y nos va a dar confianza. Mantener los recuerdos positivos nos ayudar a la hora de superar momentos difíciles en la vida.

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