Mercedes García

Doctora en psicobiología, bióloga, directora del Instituto Psicobiológico y experta en inteligencia emocional
Una buena inteligencia emocional permite controlar las emociones derivadas del trabajo, mejorando las relaciones con los compañeros y el ambiente laboral. La experta en psicobiología Mercedes García explica cómo hacerlo.
Mercedes García
“Las empresas valoran los perfiles de alta inteligencia emocional porque se han dado cuenta de que tener un alto cociente intelectual y unas aptitudes brillantes no es suficiente para el desempeño de las diferentes funciones laborales”

5 de septiembre de 2019

La inteligencia emocional es una de las herramientas más importantes para llevar una vida plena y feliz. Saber gestionar correctamente las propias emociones, y entender lo que expresan las de los demás, puede marcar la diferencia tanto en el terreno personal, como en el laboral, pues cada vez son más los departamentos de recursos humanos que se fijan en esta característica a la hora de elegir entre los candidatos. Sobre este tema hemos hablado con Mercedes García, doctora en psicobiología, bióloga, directora del Instituto Psicobiológico y experta en inteligencia emocional, que asegura que todos deberíamos recibir una formación en esta materia con el fin de comprender en profundidad el papel que desempeña el comportamiento del ser humano, sus actitudes y su estilo de vida en su bienestar físico, emocional y social y, por ende, en su calidad de vida. De esta manera se podrán evitar sus problemas derivados, como el estrés, la ansiedad, la depresión o el síndrome de burnout. La doctora nos explica los beneficios que proporciona ser emocionalmente inteligente en el trabajo.

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¿De qué se trata esa inteligencia emocional de la que todo el mundo habla?

En la década de los ochenta, el reconocido autor Howard Gardner afirmó que no existe una inteligencia única, sino diferentes tipos. Fue entonces cuando estableció la teoría de las inteligencias múltiples, lo que a su vez permitió a Salovey y Mayer en 1990 introducir la inteligencia emocional como un constructo que posteriormente fue popularizado por Goleman en 1995. La primera definición de la inteligencia emocional fue proporcionada por Salovey y Mayer señalando que es: “una parte de la inteligencia social que incluye la capacidad de controlar nuestras emociones y las de los demás, discriminar entre ellas, y usar dicha información para guiar nuestro pensamiento y nuestros comportamientos”.

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¿Cuáles son las características de una persona emocionalmente inteligente?

Las características más destacadas de una persona emocionalmente inteligente son competencias personales e interpersonales que pueden ser fácilmente observables. Entre las competencias que identificó Goleman en 1998 están las personales y las sociales. En las competencias personales destaca la conciencia de sí mismo, la autorregulación –autocontrol, integridad, adaptabilidad…– y la motivaciónmotivación de logro, compromiso, iniciativa y demás–.

La gestión de las emociones se logra desarrollando mecanismos moduladores y reguladores de nuestras respuestas emocionales para que estas sean adaptativas, y no disfuncionales

Entre las competencias sociales destacan la empatía y las habilidades sociales como el liderazgo, la capacidad de resolución de conflictos, la colaboración, el compromiso y las habilidades de equipo. Indudablemente, son más las características que tiene que tener un sujeto para ser valorado como una persona emocionalmente inteligente.

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¿Cuál podría ser el primer paso para comenzar este cambio?

El primer paso debe ser una profunda concienciación acerca de la importancia que adquiere en nuestras vidas personales y en nuestras diferentes relaciones el desarrollo de una adecuada inteligencia emocional y social.

La inteligencia emocional en el ámbito laboral

Cada vez hay más empresas que valoran esta inteligencia emocional a la hora de seleccionar a sus empleados. ¿Por qué?

Las empresas valoran los perfiles de alta inteligencia emocional porque se han dado cuenta de que no es suficiente con tener un alto cociente intelectual y unas aptitudes brillantes para el desempeño de las diferentes funciones laborales. Hasta ahora se ha dado prioridad al conocimiento y la aptitud, pero ahora se está teniendo en cuenta el factor actitud, las competencias personales, que serán claves para un saludable desempeño laboral.

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Por otro lado, dado que el conflicto es consustancial al ser humano, y que en función de cómo se modulan y regulan dichos conflictos, puede ser positivo para la dinámica organizativa, o puede afectar negativamente, también se está dando énfasis al ámbito de las relaciones interpersonales, en donde se hace totalmente necesario que primen la cooperación, la reciprocidad, la responsabilidad, el compromiso…

¿Crees que se debería impulsar la formación en inteligencia emocional en las plantillas de empleados? ¿Qué beneficios podría aportar a las empresas?

Por supuesto que sería fundamental impulsar la formación en las plantillas de los empleados; sería algo realmente beneficioso. De hecho, ya están surgiendo con fuerza las empresas saludables, que se ocupan del bienestar emocional de los empleados, ya que también redundará en un mejor clima laboral y, por supuesto, en un aumento de la productividad, entre otras cosas. Y puedo citar algunos beneficios, como:

  • Mayor autoconocimiento y autoestima, que contribuirán a la toma de decisiones y a tener seguridad para resolver diferentes problemáticas.
  • Proporciona una mejora en el rendimiento laboral.
  • Mayor capacidad de adaptación a los cambios y al estrés, menos bajas laborales por problemas de ansiedad, depresión y enfermedad.
  • Relaciones más positivas, climas laborales más agradables y menos riesgo de mobbing, favoreciendo el bienestar psicológico.
  • Líderes con mayor capacidad de influir positivamente, que se preocupan por la ayuda que puedan necesitar los empleados y por saber cómo se sienten, fomentando de esta manera la cercanía y la empatía.
  • Empleados más motivados y manejando la gestión emocional de forma más competente para alcanzar los objetivos y las metas planificados.

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Nos parece fundamental la formación en inteligencia emocional, educación emocional y en valores, ya que existe mucha insatisfacción de los trabajadores en su medio laboral, con problemas como depresiones, desánimo, o de relaciones interpersonales, de estrés, depresión, burnout, de liderazgo…; así como problemas que aquejan a muchos jóvenes y adultos, como pueden ser la ansiedad, la violencia, la intolerancia a la frustración, o el consumo de drogas, y muchos de estos problemas suceden porque nadie les ha ayudado, nadie les ha formado.

¿Cómo podemos preparar esa inteligencia emocional de cara, por ejemplo, a una entrevista de trabajo?

El desarrollo de las competencias de la inteligencia emocional no es un tema de recetas, de consejos, o de intentar adoptar determinadas estrategias. Es un tema a desarrollar porque no estamos educados ni entrenados desde la infancia en dichas competencias. En lugar del ejemplo de cómo preparar una entrevista de trabajo, pondré otro ejemplo que ayudará a comprender cómo se prepara uno en inteligencia emocional, y es cómo lograr participar en unas olimpiadas con una alta competencia.

Hasta ahora se ha dado prioridad al conocimiento y la aptitud, pero ahora se está teniendo en cuenta el factor actitud, las competencias personales, que serán claves para un saludable desempeño laboral

Evidentemente, por muchos consejos y estrategias que nos den, por mucho que leamos al respecto, si no nos entrenamos durante un tiempo, por mucho potencial que tenga un individuo, no logrará ir a unas olimpiadas, y la inteligencia emocional es algo parecido.

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De hecho, el propio Goleman señala que el desarrollo de la inteligencia emocional es un tema de toda la vida, porque vivimos demasiado guiados por un piloto automático que no siempre nos lleva a buen puerto. Esta es la razón por la que en numerosas situaciones debemos ser muy conscientes y relacionarnos con una adecuada inteligencia emocional y social. Y estas inteligencias se deben aprender y entrenar con una rigurosa formación.

Gestión de las emociones en la vida personal y profesional

Y en el caso de personas que se encuentren en una situación de estrés o burnout ¿Qué consejos les darías?

Evidentemente la inteligencia emocional siempre va a ayudar, pero dado que el estrés o el síndrome de burnout son manifestaciones de la exposición a determinados entornos, características de personalidad, experiencias significativas vividas por un sujeto, y más variables que pueden estar implicadas, dar consejos fáciles a una persona muy estresada, o con un síndrome de burnout, no tiene mucho sentido. El mejor consejo sería que haga una buena inversión en sí mismo y en una rigurosa formación que le ayude a entrenarse en inteligencia emocional, aunque lógicamente supondrá un tiempo.

Existe mucha insatisfacción de los trabajadores en su medio laboral, con problemas como depresiones, desánimo, o de relaciones interpersonales, estrés, depresión, 'burnout'

Los problemas en la vida personal también suelen afectar en el terreno laboral, y viceversa. ¿Cómo podemos aprender a gestionar las emociones para que esto no ocurra?

La gestión de las emociones se logra desarrollando adecuados mecanismos moduladores y reguladores de nuestras respuestas emocionales, para que estas sean adaptativas, y no desadaptativas o disfuncionales, como suele ocurrir con frecuencia. Pero aprender a desarrollar estos mecanismos requiere de una buena formación.

Están surgiendo con fuerza las empresas 'saludables' que se ocupan del bienestar emocional de sus empleados, lo que redundará en un mejor clima laboral y en un aumento de la productividad

¿Por qué? Hay personas que pueden nacer con rasgos temperamentales, soporte relacional a nivel familiar, experiencias significativas y entornos más favorables que otras. Estas improntas iniciales marcan determinadas diferencias individuales a la hora de tener más o menos capacidad de gestionar adecuadamente determinados tipos de respuestas emocionales.

Veamos un ejemplo: si observamos a diferentes individuos, podemos apreciar diferencias individuales. Centrándonos en la personalidad y en algunos rasgos como pueden ser la impulsividad –que es la falta de control de los impulsos–, la resiliencia –capacidad para enfrentar grandes adversidades–, la reflexividad, la rigidez mental o la flexibilidad cognitiva, estas diferencias evidentes deberían servir de toma de conciencia para ilustrar las numerosas variables implicadas en la adecuada gestión de las emociones, y que una buena formación puede proporcionar. Es difícil que se puedan producir adecuados cambios, aun cuando se deseen, si no hay una profunda toma de conciencia.

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