Facundo Manés
7 de octubre de 2021
El prestigioso neurólogo y neurocientífico argentino Facundo Manés acaba de publicar su último libro, Ser humanos. Todo lo que necesitas saber sobre el cerebro (Paidós) para explicar de forma amena y sencilla cómo funciona el cerebro humano y cuáles son las claves para entenderlo porque, como afirma, “cuanto más conozcamos nuestro cerebro y cómo funciona, mejor podremos vivir, y además ese conocimiento nos ayudaría a ser más felices”. Facundo Manés, que es profesor en la Universidad Fravaloro (Argentina), la University of California, San Francisco, la Medical University of South Carolina (Estados Unidos) y la Macquaire University (Australia), nos habla sobre el maravilloso universo de la racionalidad y las emociones, que han hecho de los seres humanos lo que son, y de la importancia de relacionarnos –porque somos seres sociales– y de cuidar nuestra salud mental, que se ha visto muy afectada por la pandemia por COVID-19 que, en palabras del autor, “ha provocado una epidemia de miedo y ansiedad única en la historia de la humanidad”.
Nuestro cerebro “es un órgano plástico que se modifica con cada nuevo aprendizaje” –dices–. Si el cerebro cambia con las experiencias vitales, ¿qué impacto puede tener sobre este órgano la pandemia por coronavirus? ¿Cambiará nuestra forma de ver la vida, nuestra forma de relacionarnos o de enfrentarnos a los problemas?
Sabemos que las pandemias siempre cambian la mentalidad de la época. Mucha gente siente que ya está viendo el final, y en términos del virus, quizá, pero no respecto al impacto cultural, económico, psicológico…, porque esto va para largo, y podría estar empezando la década del COVID. Podemos salir mejores, como pasó con la peste negra, o podemos salir peores, como ocurrió con la peste bubónica, donde hubo una matanza indiscriminada de catalanes, de clérigos, de mendigos…, de comunidades enteras que fueron erradicadas. Una pandemia nos puede hacer mezquinos, autoritarios, individualistas, y cómo vamos a salir de esta depende de nosotros. En la película Lawrence de Arabia –para mí una de las mejores– Lawrence de Arabia le dice a un militar árabe interpretado por Omar Shariff: “nada está escrito, depende de la acción humana”.
El impacto de la pandemia en la salud mental va a durar mucho más que la propia pandemia
A nivel del cerebro no creo que cambie su anatomía, pero sí va a cambiar nuestra mentalidad, y creo que vamos a ver más desigualdad, y no solo entre los países ricos y pobres, también en que los ricos van a ser más ricos, y los pobres van a ser más pobres. Vamos hacia un mundo bipolar entre China y Estados Unidos, y vamos a entender que somos seres sociales y a valorar mucho las reuniones presenciales en el futuro. Empezaremos a dejar de usar permanentemente los smartphones y a valorar lo que somos: seres sociales. Se van a producir cambios de conducta, cambios de mentalidad…, pero no a nivel anatómico o cerebral. Obviamente, sí va a haber un impacto en la salud mental, de hecho ya lo hay, y el impacto de la pandemia en la salud mental va a durar mucho más que la propia pandemia.
¿Y cómo salimos de esta crisis y de sus efectos colaterales?
De esta crisis multidimensional de la que todavía durante mucho tiempo vamos a seguir experimentando sus efectos se sale buscando en el interior y volviendo a lo humano. Y, ¿qué es lo humano? Para mí lo que nos hace humanos es lo que las máquinas, la tecnología, las computadoras más sofisticadas o la inteligencia artificial no van a poder nunca reemplazar: la empatía, la colaboración, el altruismo, la compasión, la introspección, la capacidad de detectar personas con capacidad de liderazgo, el manejo de personas difíciles, la creatividad humana (una IA nunca va a crear como nosotros). Y ahí está la apuesta, tenemos que invertir en lo que nos diferencia de las máquinas y la tecnología.
Una de las consecuencias de la pandemia ha sido provocar una epidemia de miedo y ansiedad única en la historia de la humanidad
Entre los problemas mentales o emocionales los psicólogos destacan que se ha producido un aumento de los trastornos de ansiedad. ¿Crees que los ha provocado la pandemia, o que estaban latentes y la crisis sanitaria los ha hecho aflorar?
La ansiedad es una de las problemáticas más frecuentes en las consultas de salud mental, y para algunas personas que tenían potencial para desarrollar síntomas la pandemia ha supuesto un desencadenante. Nuestra conducta básica como seres humanos es sobrevivir, y para sobrevivir es bueno tener un poco de ansiedad porque es un mecanismo que nos permite anticipar el futuro; el problema es que cuando la ansiedad afecta a tu vida personal, laboral o social, se convierte en patológica y te inmoviliza.
Una de las consecuencias de la pandemia ha sido provocar una epidemia de miedo y ansiedad generalizados única en la historia de la humanidad, sobre todo el año pasado, porque todos estábamos sincronizados al tener acceso a la información global, que es algo que no había sucedido nunca. En el caso de fenómenos globales, como la Segunda Guerra Mundial, si destruían una ciudad en Francia, en la Patagonia se enteraban meses después, mientras que ahora las redes sociales nos acercan a lo que está sucediendo en tiempo real.
Conocer cómo funciona el cerebro es clave para mejorar nuestra calidad de vida, para afrontar el estrés, la ansiedad y los pensamientos tóxicos, y para relacionarnos y alimentar la empatía
Lamentablemente, no hubo una respuesta de los gobiernos apropiada en salud mental, ni siquiera en los países desarrollados. Porque la salud es el bienestar completo físico, mental y social, pero se centró en la salud física: en la detección de la infección, el tratamiento, la vacuna…, que era necesario y está muy bien, pero la respuesta en salud mental debió haber sido, y debe ser, algo tan importante en la pandemia como la vacunación. Y sin embargo no hubo una campaña de educación o de psicoeducación, que creo que debió haberse hecho de forma masiva, aunque todavía estamos a tiempo de hacerlo.
Yo creo que los políticos no entienden la importancia de la salud mental en estos momentos, y aunque no lo entiendan por el aspecto humano o por el aspecto médico, lo deberían entender por el aspecto económico, porque los países no van a poder salir de la crisis si los ciudadanos sufren elevados niveles de estrés, ansiedad y angustia. La economía del siglo XXI y la riqueza de los países tiene que ver con el cerebro de los ciudadanos, con su capacidad de crear, y si hay una población angustiada, con miedo, con ansiedad…, esa sociedad no va a poder producir lo que debería.
El cerebro racional y el cerebro emocional
¿Qué aplicaciones tiene la neurociencia y el conocimiento del funcionamiento del cerebro en otros ámbitos de la vida?
La neurociencia es el estudio científico del cerebro y de la mente y del sistema nervioso central y periférico. Y no solo intenta comprender cómo funciona nuestro cerebro, sino que también intenta comprender temas sobre los que la civilización occidental se ha preguntado desde siempre. La conciencia, el libre albedrío (si lo tenemos, o no), la memoria, la inteligencia… Aspectos que antes estaban siendo abordados muy bien por filósofos, por líderes religiosos, o incluso por científicos como Freud, aislados en su despacho. La ventaja que tenemos actualmente es que hay miles de científicos conectados, y mucha inversión económica. Se dispone de tecnología y se ha avanzado muchísimo, pero la neurociencia no viene, en mi opinión, a reemplazar nada, sino a aportar más datos sobre cómo decidimos, sobre la conciencia, sobre el libre albedrío…, y como todo eso lo hacemos con el cerebro, es lógico que los avances en comprender el cerebro impacten en diferentes áreas.
La economía del siglo XXI y la riqueza de los países tiene que ver con el cerebro de los ciudadanos, con su capacidad de crear, y una población angustiada no va a poder producir lo que debería
Por ejemplo, en el caso de la educación, no significa que los neurocientíficos tengamos que hacer los planes educativos, pero hoy sabemos que solo aprendemos cuando algo nos motiva, nos inspira, o nos parece un ejemplo, y que aprender muchas cosas a la vez no es tan efectivo como establecer intervalos entre los aprendizajes.
También sabemos que la memoria no es una foto. García Márquez decía “la vida no es la que vivimos, sino como la recordamos cuando la contamos”. Y es que cada vez que recordamos o que evocamos un recuerdo la memoria puede ser reconstruida o modificada. Por ello la neurociencia puede aportar conocimiento en el ámbito de la justicia y decir: “Ojo con la memoria de los testigos, porque no es una foto, e incluso cómo se aborda una pregunta a un testigo puede moldear o influir su respuesta”.
En el caso de la economía hay una teoría según la cual la decisión económica era racional, y que cuando uno decidía económicamente sopesaba todas las posibilidades. Pero hoy sabemos que en la decisión económica también influye lo emocional, que no decidimos individualmente, y que además no tenemos toda la información. Claramente, la neurociencia está impactando en todo lo que hacemos, porque todo lo hacemos con el cerebro y ofrece una nueva visión sobre muchos problemas que los seres humanos intentamos resolver desde siempre.
Entonces, ¿la emoción prevalece sobre la razón, o eso depende de la persona, del entorno, de su educación, de los factores que le hayan influido?
Todos somos seres emocionales. Las emociones le dan color a nuestro estado mental e influyen en todo lo que hacemos. Un ejemplo es la memoria. Uno olvida todo en la vida, y si yo te pregunto por tu adolescencia, en una hora más o menos vas a resumir cinco o seis años, pero solo hablarás de las cosas que te emocionaron. Si te pregunto dónde estabas o qué hacías en el momento en que cayeron las torres gemelas probablemente lo recuerdes, pero no lo que hiciste el día anterior. La emoción consolida la memoria. Básicamente uno olvida todo en la vida y lo que recuerda es lo que le emociona.
Hoy sabemos que solo aprendemos cuando algo nos motiva, nos inspira, o nos parece un ejemplo
La emoción influye en la memoria y en las decisiones. Tenemos dos sistemas de decisiones: uno que es automático, no consciente, manejado por la emoción, del momento y previa, por los hábitos, por los aprendizajes…, y que no consume energía; ese sistema es automático y no gasta recursos mentales. Y tenemos por supuesto un sistema racional, deliberado, analítico, consciente, que gasta energía. Ninguno es mejor que otro; se combinan.
Todos somos seres emocionales. Las emociones le dan color a nuestro estado mental. Las emociones influyen en todo lo que hacemos
No podemos vivir en modo racional. Por ejemplo, yo ahora puedo hablar de neurociencia porque tengo hábito y hace años que investigo sobre el tema, pero no podría hablar lo mismo de física. A veces, sin embargo, tengo que entrar en modo racional para comprobar que estoy centrado. Lo que quiero decir es que no hay un sistema más importante que otro; los dos interactúan, pero la mayor parte del día usamos el sistema automático, el emocional, porque no requiere recursos mentales, que son limitados. Cuando usamos el sistema racional, deliberado, analítico, tenemos que gastar energía mental, y por eso lo usamos para chequear si el sistema intuitivo, el automático, está funcionando bien. Los dos son necesarios y uno no es mejor que otro, pero claramente gran parte de nuestras decisiones están influidas por la emoción.
Conocer cómo funciona el cerebro para ser feliz
¿Puede ayudarnos el conocimiento de cómo funciona nuestro cerebro a ser más felices o mejores personas?
Sí, porque cuando uno conoce algo, lo usa mejor. Si yo conozco todas las funciones de este celular (coge su móvil) lo voy a usar mejor, Lo mismo pasa con el cerebro, y cuanto más conozcamos nuestro cerebro y cómo funciona, mejor podremos vivir. Además, ese conocimiento nos ayudaría a ser más felices. La mayor parte del día hacemos cosas que atentan contra nuestro bienestar. Estamos conectados, trabajando, y pensando que cuando alcancemos determinada meta vamos a ser más felices. Y no es así, no suele serlo. Uno se pone metas para la felicidad, y la felicidad consiste en disfrutar el proceso.
La emoción consolida la memoria. Básicamente uno olvida todo en la vida y lo que recuerda es lo que le emociona
Conocer cómo funciona el cerebro es clave para mejorar nuestra calidad de vida, sobre todo en términos de bienestar, de cómo enfrentamos el estrés, de cómo manejamos la ansiedad y los pensamientos tóxicos, y cómo nos relacionamos y alimentamos la empatía. Yo creo que estamos encaminados hacia eso porque la gente está cada vez más interesada en estos temas. Y hace bien. Yo soy mejor porque sé cómo funciona mi mente, y muchas veces me doy cuenta cuándo estoy ansioso, cuándo tengo pensamientos tóxicos…, y si no fuera experto en el tema, viviría peor.
La neurociencia está estudiando el bienestar y la felicidad pero, ¿qué evidencia científica hay sobre ello? En primer lugar, que el bienestar se construye en base a las decisiones que tomamos. En segundo, que un 30% de si vemos el día con sol o nublado, más allá de cómo esté, es genético: un porcentaje de nuestro bienestar no se puede modificar porque es heredado, pero el otro 70% sí se puede modificar.
Actualmente también hay evidencia científica sobre aquello que nos proporciona bienestar: primero están los vínculos humanos –cuántos más vínculos humanos tengamos, más chance de tener bienestar–; segundo el flow –que es cuando desaparece la noción del tiempo y del espacio– al hacer una tarea que nos gusta (pintar, jardinería, cocinar, cantar, bailar, escribir…). Tercero el altruismo, porque ayudar no solo beneficia al que ayudamos, sino que también nos activa los circuitos de placer del cerebro. Cuarto, tener un propósito que nos trascienda; tener un proyecto que sea mayor que uno proporciona mucho placer y bienestar. Otro es la gratitud, en vez de pensar en lo que no tengo, agradecer lo que tengo. Y también nos da bienestar un cerebro atento, porque un cerebro atento al presente es más feliz y más productivo, y justamente la vida moderna es estar en piloto automático, multitarea, chequeando las redes, el whatsapp, información que no tengo ganas de escuchar ni de ver en los grupos de whatsapp… Todo eso atenta contra nuestra felicidad.
Pensamos que cuando alcancemos determinada meta vamos a ser más felices. Y no es así, no suele serlo. Uno se pone metas para la felicidad, y la felicidad consiste en disfrutar el proceso
La educación y la inteligencia no condicionan tanto el bienestar. Y la plata, después de cierto nivel, tampoco. Alguien pobre comparado con alguien que tiene resuelto lo básico sí, pero una vez que tienes cubierto lo básico, un multimillonario no es más feliz que nosotros por la plata, aunque puede serlo porque hace todo lo demás y tiene amigos.
Son cosas que parecen sencillas, pero sin embargo la mayor parte del día estamos enfocados en cosas que no nos hacen felices: en cumplir la próxima tarea, en no disfrutar el presente, en estar distraídos, en ver lo que hace el otro…, así que claramente este es el mejor ejemplo de que conocer las cosas que nos dan bienestar nos favorece, y es algo que está bastante al alcance de nuestra mano.
Las relaciones digitales y la soledad que mata
Dices que internet y las redes sociales nos distraen muchísimo y por eso estamos tan dispersos. ¿Cómo nos afecta a nivel emocional? ¿Cambiará el cerebro de los nativos digitales y de las nuevas generaciones el uso continuado de pantallas?
Mirar constantemente el whatsapp y las redes sociales te hace mal, porque si yo ahora miro el whatsapp del grupo del colegio de mi hijo y hay una madre a la que no conozco que dice cualquier taradez sobre la política argentina, yo me enojo; y si voy a mis redes sociales, cualquiera puede decir algo que me afecte. Pero no solemos ser conscientes del daño que nos hace.
Un 30% de si vemos el día con sol o nublado, más allá de cómo esté, es genético: un porcentaje de nuestro bienestar no se puede modificar porque es heredado
Los nativos digitales son seres humanos, y el cerebro humano no ha cambiado en 40.000 años, lo que significa que los chicos digitales de hoy tienen el mismo cerebro que hace 40.000 años. En unos años el contacto humano va a ser lo más cool para esos chicos, lo más sofisticado. A mis hijos, por ejemplo, yo les prohíbo bastante la tecnología. Tengo pelea, no es fácil, porque la tecnología y estos sistemas están destinados a pulsar nuestra conducta adictiva. Yo creo que ahora estamos en una etapa similar a la de hace 40 años con el tabaco: ya sabemos que nos hace mal, pero tardamos en absorber esta información. Pero en 10 años lo más placentero va a ser mantener este tipo de charlas, el contacto humano. Los chicos de ahora pueden tener más habilidades, pero en el fondo necesitan abrazar, necesitan amor, afecto, interacción social…, y eso no va a cambiar.
Una de las ventajas de la tecnología es permitir que estemos conectados con cualquiera, esté donde esté, y a cualquier hora del día o la noche, ¿por qué entones hay tanta gente que se siente sola?
La soledad es un tema muy importante en la sociedad actual, casi tanto como el cambio climático, el terrorismo, las migraciones, la desigualdad... Hace unos años Inglaterra creó el Ministerio de la Soledad, y ahora también lo ha hecho Japón. Al igual que la sed es una alarma biológica que nos dice que debemos hidratarnos para sobrevivir, el hambre es una alarma biológica que nos dice que tenemos que alimentarnos, o el dolor es una alarma biológica que nos advierte de que algo va mal en nuestro cuerpo, la soledad es una alarma biológica que nos recuerda que somos seres sociales y que tenemos que conectarnos. Y la soledad crónica nos mata, es un factor de mortalidad tan importante como el tabaquismo o la obesidad, y más importante que la polución ambiental.
La soledad es una alarma biológica que nos recuerda que somos seres sociales y que tenemos que conectarnos
Pero, ¿qué es la soledad? No es vivir solo, porque uno puede vivir solo y pertenecer a una red, y uno puede vivir acompañado y sentirse solo. La soledad es no pertenecer a una red, y eso es lo que está pasando, vivimos en un mundo con una falta de empatía tremenda y muy individualista, a pesar de que lo que nos da más bienestar es el contacto humano. Y esto va a tener un impacto en los jóvenes que están todo el día con los dispositivos electrónicos, por eso creo que ahora estamos viviendo el boom de todo esto, pero que en unos años vamos a volver a valorar el contacto humano, a aburrirnos, todo lo que no hacemos ahora. Creo que este mundo, el de estar siempre conectados y siempre haciendo cosas, nos está haciendo bastante mal, nos está individualizando, y vamos a cambiar de actitud para evitarlo.
Se está utilizando la psicoterapia asistida con drogas psicodélicas, como la psilocibina, para tratar problemas de salud mental, como la depresión o la adicción al alcohol. ¿Es esto efectivo?
Es una buena pregunta, porque es algo que ya está pasando, pero yo creo que estamos en un estado embrionario de investigación. Hay muy pocos datos y me gustaría ver más evidencia científica para poder dar una opinión al respecto.