Sonia Cervantes

Psicóloga experta en inteligencia emocional y autora de '¿Vives o sobrevives?'
Sonia Cervantes, colaboradora de ‘Hermano mayor’ y ‘El campamento’, propone que no nos limitemos a sobrevivir, y dejemos de amargarnos con la ansiedad anticipatoria, para disfrutar plenamente de la vida.
Sonia Cervantes

La psicóloga Sonia Cervantes ha colaborado en los programas televisivos 'El campamento' y 'Hermano mayor'.

“Sobrevivir cuando podrías estar viviendo es una pérdida de tiempo. Por miedo a sufrir, sufres, por miedo a pasarlo mal, ya lo estás pasando mal. Es una paradoja psicológicamente devastadora, que es la clave de la ansiedad anticipatoria”

16 de junio de 2016

Sonia Cervantes es psicóloga, diplomada en Terapia Infantojuvenil y educadora en inteligencia emocional, y ha colaborado en los programas El campamento y Hermano mayor. Esta experta en psicología clínica acaba de publicar su nuevo libro ¿Vives o sobrevives? (Grijalbo, 2016), en el que nos propone no acomodarnos ni conformarnos con el malestar haciendo del victimismo nuestro compañero de vida. Con un lenguaje ameno y divertido, Sonia nos invita a conocernos, aceptarnos, y comprometernos con los cambios que sí podemos realizar; a salir de nuestra zona de confort, en la que nos limitamos a sobrevivir, a dejar de amargarnos con la ansiedad anticipatoria, y vivir de verdad como protagonistas de nuestra propia historia.

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Portada 'Vives o sobrevives'

Esto de darle tantas vueltas a las cosas y anticipar todo tipo de problemas y desgracias ¿lo traemos de serie, o lo desarrollamos bajo la influencia de personas catastrofistas o por las circunstancias de la vida?

Podemos estar en Ysilandia en plan ‘y si me sale bien, y si me toca la lotería, y si ese chico se fija en mí, y si me dura el trabajo…’, pero no solemos estar en ese modo. Y este adelantar acontecimientos sí que viene un poquito de fábrica, y además es necesario; está regulado por el lóbulo prefrontal, y se trata de la anticipación de los hechos, es decir, si yo veo fuego y soy capaz de anticipar que si voy ahí me quemaré, es un mecanismo de protección. Pero tendría que ser resolutivo, es decir, veo que hay peligro y mi mente dice ‘y si vas ahí y resulta que te caes’, o ‘y si vas ahí y te quemas’; ese mecanismo es necesario para perpetuar nuestra especie. El problema es cuando no existe ningún peligro real y el ‘y si’ es mental. Entramos entonces en el campo en el que creemos que posible es lo mismo que probable, y no es así. La mente nos mete en una trampa. Si yo te digo ‘¿es posible que explote el sol?’. Sí, pero ‘¿es probable que lo haga ahora?’. Si yo estoy convencida de que posible y probable es lo mismo, y en el momento en que me planteo que es posible que se caiga el techo creo, además, que es probable, voy a estar aquí con ansiedad hasta que se acabe la entrevista.

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Es algo similar a lo que les ocurre a las personas que tienen miedo a montar en avión porque están convencidas de que se va a caer y van a morir…

Es un miedo irracional, lo que los psicólogos llamamos fobia, porque racionalmente la probabilidad de que un avión se estrelle es muy remota; es decir, que es mucho más probable que tengas un accidente en tu casa, o cruzando la calle, que subiendo a un avión. Yo durante muchos años evitaba viajar en avión porque yo sufro este miedo y, de hecho, cuando me subo a un avión me sudan las manos, pero lo que me digo a mí misma es ‘a ver Sonia, es una cosa aprendida, porque durante muchos años este estímulo lo tenías asociado a una situación de pánico, te quedan residuos, esto despega, estoy nerviosita, me pongo la chaqueta, y en cuanto me levanto es porque el avión ha tocado suelo’. Y yo he hecho frente a eso subiendo a los aviones.

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¿La forma de superar las fobias es entonces enfrentarse a ellas?

Sí, pero cuidado, porque también en psicología hay muchas técnicas. Y si tienes miedo al avión, y nos vamos a Barajas, y directamente a Nueva York, tampoco es eso. Lo ideal es que haya una exposición, una desensibilización sistemática, se llama, una aproximación al estímulo… En el caso de las fobias se necesita una terapia más específica porque la definición de fobia es miedo irracional. Y es que tener miedo a un tío encapuchado que me apunta con un rifle estaría justificado, pero si pienso que es probable que el avión se caiga, no. Es importante tomárselo con humor, y que alguien te haga ver que es irracional pero, cuidado, porque aun sabiendo que se trata de algo irracional, e independientemente de las explicaciones que le des al paciente, las fobias es necesario tratarlas. En nuestro día a día lo que ocurre es que utilizamos los miedos como mecanismo de defensa, porque creemos erróneamente que ‘si pienso que algo va a salir mal estoy preparado para afrontarlo’, y eso no es cierto.

Utilizamos los miedos como mecanismo de defensa, porque creemos erróneamente que ‘si pienso que algo va a salir mal estoy preparado para afrontarlo’, y eso no es cierto

Hay una psicóloga madrileña muy buena, María Jesús Álava Reyes, que es la autora del libro La inutilidad del sufrimiento (La esfera de los libros, 2004), que lo describe de una manera perfecta. Sufrimos inútilmente, sobre todo con la ansiedad anticipatoria, lo que se llama ansiedad por hechos que no han ocurrido. Y, además, en el momento en que ocurren de verdad siempre encuentras salida, y si no hay salida, pues ya veremos qué harás, porque tendrás que sobrevivir. Pero sobrevivir cuando podrías estar viviendo es una pérdida de tiempo. Por miedo a sufrir, sufres. Es una paradoja psicológicamente devastadora; por miedo a pasarlo mal, ya lo estoy pasando mal, y esa es la clave de la ansiedad anticipatoria. El problema es que utilizamos el cerebro mal, para generar problemas en vez de para solucionarlos.

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Como dices en tu libro, y las estadísticas avalan, se ha producido un alarmante incremento en las relaciones de pareja basadas en la dominación y el control –que muchas veces acaban en violencia–, entre adolescentes y jóvenes. ¿A qué atribuyes esa regresión o involución social?

Se está educando a los chavales en una sobreprotección excesiva, donde el chico o la chica es el ‘rey del mambo’, es el ‘tesoro de la casa’, le pertenece todo, y se produce un apego enfermizo, de manera que cuando va creciendo esto genera una autoestima muy baja y un perfil dependiente de personalidad. Autoestima baja, perfil dependiente de personalidad, y características tiranas, hacen que vaya a tener un comportamiento tóxico seguro. ¿Qué ocurre? En la edad adolescente de los primeros amores consideran ‘mi pareja es mía y de nadie más, porque hasta ahora todo ha sido mío y de nadie más; me han educado así’. Y luego también hay una recuperación de ese amor romántico a lo ‘Romeo y Julieta’, una historia de amor con suicidios, ¿dónde está el amor ahí? Tienen esa necesidad y ese sentido de pertenencia, y no viven el amor libremente porque no son personas autónomas. Y luego está el mal uso de las redes sociales, que favorece el control sobre el otro, porque yo cuando tenía un noviete me iba a mi casa y mis padres cerraban la puerta y se acabó, y ahora en cuanto el adolescente cierra la puerta de su habitación puede que empiece el infierno, porque el acoso por la Red es de 24 horas: ‘no me has contestado’, ‘me has dejado un visto en el wassap’, ‘¿qué haces conectada a estas horas?’, ‘¿por qué le pones un me gusta a este tío o a esta tía?’… Pero no es que las redes sociales sean un problema, es el uso que se hace de ellas. Se juntan entonces varios factores, por un lado el mal uso de las redes sociales, el haber hecho niños chicle que se creen que son los reyes del mundo y que todo les pertenece, con una autoestima baja, dependientes, tóxicos, tiranos en muchas ocasiones…, y luego las creencias erróneas, que a eso contribuye mucho el cine, las canciones… en el libro pongo de ejemplo la canción de Amaral, que la pobre me va a matar, porque es una canción que si la escuchas puedes decir incluso ‘qué bonita’, pero escúchala bien, porque dice ‘sin ti no soy nada, sin ti niña mala…’, y si revisas la literatura, el cine, y otras muchas canciones, por ejemplo Maná también es un ejemplo de amor de ese tipo, amor sin control, que se mata continuamente porque no les quiere nadie, hay que saber que la juventud es muy vulnerable a este tipo de mensajes porque sus valores de referencia son la música, el cine…

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En el caso de las chicas son más maltratadoras psicológicas y los chicos son más brutos, pero en ambos casos son conductas tóxicas. Y el incremento que se observa en las gráficas es alarmante, porque en modelos de pareja que ahora tienen más de 70 años, no se justifica esta situación, pero puede explicarla el hecho de que pertenezcan a una generación en la que ha habido mujeres que cuando se han personado en el cuartel de la Guardia Civil con un ojo morado lo que les ha dicho el guardia civil es ‘señora, váyase a su casa y no moleste a su marido’, pero estos chavales, que han nacido en el año 99 o 2000, hace dos días, ¿cómo es posible que esté pasando esto?

Se está educando a los chavales en una sobreprotección excesiva, donde el chico o la chica es el ‘rey del mambo’, el ‘tesoro de la casa’, le pertenece todo, y se produce un apego enfermizo, de forma que cuando crece se genera una autoestima muy baja y un perfil dependiente de personalidad

Y para prevenirlo hay que educarles desde bien pequeños en la igualdad, y sobre todo en la autonomía, porque si eres autónomo no dependes de nadie, y si no dependes de nadie no necesitas estar con nadie; y la diferencia de género no me importa. Es el sentimiento de pertenencia de las personas lo que a mí me pone los pelos de punta cuando vienen a la consulta niñas de 14 o 15 años, como hace unos meses que vino una con el pómulo roto, y cuando le pregunté qué le había pasado me contestó que estaba en la discoteca con su novio y que él le partió el pómulo. Y me lo contaba riendo, y me decía ‘¿has visto cuánto me quiere?’. Los pelos se te erizan y tienes que hacer una reeducación de esa chavala, porque está claro que el tío es para denunciarlo, pero ella…, que además me decía que no se portó bien porque ‘estaba mirando a otro chico…, y mira que me lo tiene dicho, que o le miro a él o miro al suelo’. Lo tiene super interiorizado, y considera que le ha partido el pómulo porque es suya y porque se lo merecía. Y esto te puede llevar a la tumba. Esta chica no era consciente de estar en una relación tóxica; le ha costado meses verlo, porque ella creía que el amor era así. Y es una cuestión educacional, porque uno puede ser más o menos impulsivo, pero las creencias de base lo fundamentan casi todo. Llevándolo al extremo, siempre hay un ‘José Bretón’ en la vida, desgraciadamente siempre nos encontraremos alguno, pero lo malo es que el problema esté tan generalizado.

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Actitudes y comportamientos tóxicos

Recientemente entrevisté al psicólogo Rafael Santandréu y él dice que “no existen las personas tóxicas. El problema está en tu debilidad, no en las otras personas”. ¿Qué opinas tú de eso?

Difiero un poco en eso; puedo estar de acuerdo en que no me gusta la etiqueta de persona tóxica, en todo caso hay actitudes y comportamientos tóxicos, esto es verdad, y no es lo mismo, porque a lo mejor una persona a la que calificamos de tóxica, en el trabajo es estupenda, pero tiene un comportamiento y una actitud tóxica en determinados ambientes. Yo siempre digo que en una relación tóxica quien tiene la sartén por el mango es la persona que está siendo manipulada, no el manipulador, porque en cierto modo me manipulas porque yo permito que me manipules. El problema es cuando yo no sé que es manipulación; ¿es eso entonces una debilidad? No, es un desconocimiento. La actitud tóxica es tuya y yo soy víctima. Y aunque también hay perfiles sadomasoquistas y perfiles muy dependientes, hay muchas mujeres que han sufrido violencia machista, y a las que durante años su marido les ha pegado una o dos palizas semanales, y a ver cómo le dices a esa persona que la culpa es de ella por ser débil. El miedo te puede llegar a bloquear tanto que no mueves ni un pie, y yo creo que está claro quién es el culpable; para mí el que levanta la mano, no la que está en el suelo recibiendo patadas, que igual no tiene la fuerza suficiente, o cree no tener la fuerza suficiente, pero sí que la tiene y alguien se lo tiene que hacer ver. Y muchas se han quedado por el camino, o están en el cementerio, sin que nadie las haya podido ayudar a verlo.

“Yo siempre digo que en una relación tóxica quien tiene la sartén por el mango es la persona que está siendo manipulada, no el manipulador, porque en cierto modo me manipulas porque yo lo permito. El problema es cuando la víctima no sabe que se trata de una manipulación”

Es frecuente, además, que este tipo de maltratadores tengan la misma conducta con todas sus parejas, de forma que si una se separa de ellos, busquen otra víctima propiciatoria…

No es mi especialidad, porque yo no trato con maltratadores, y me costaría mucho trabajar con ellos, pero las estadísticas y la clínica referida es que la reincidencia, tanto en estos casos, como en el de los abusos a menores, pederastia, violadores…, es bastante alta. No sabemos qué pasa ahí, no sabemos qué hay en su cerebro, aunque puede ser también una cuestión de aprendizaje. Todo el mundo merece una segunda oportunidad, y yo he conocido a personas con un comportamiento muy tóxico que cuando han sido conscientes lo primero que se han preguntado es cómo han podido hacer todo lo que han hecho. Así que puedo estar de acuerdo en que no hay personas tóxicas de por sí, pero hay personas con comportamiento tóxico. Y atribuir el problema a la debilidad de quien es víctima de la toxicidad…, creo que muchas veces no es debilidad, sino desconocimiento, porque no sabe que se encuentra en una relación tóxica, y por eso es tan importante la toma de conciencia.

Tal vez si todos fuéramos tan fuertes como para apartarnos de esas personas se quedarían sin víctimas, pero parece difícil…

La fortaleza a ese nivel no existe. Además, si te fijas, cuando vemos alguna noticia de ese tipo, en la que por ejemplo se habla de alguien que ha matado a varias personas, los vecinos del asesino suelen decir que ‘era encantador’; es un poco el perfil psicopático. No hay empatía alguna, pero socialmente saben cómo comportarse para agradar, y te puede engañar fácilmente aunque seas una persona fuerte; la ventaja que tienes en ese caso es que te puedes dar cuenta antes y puedes tomar medidas, pero si alguien quiere, y se lo propone, creo que hasta a la persona más segura de sí misma y con una autoestima muy fuerte si le entramos por las emociones es fácil que sea vulnerable. Es como la madre que piensa que su hijo se comporta mal por las malas compañías, ‘por la gentuza con la que va su hijo’, y las madres de los otros pensarán lo mismo del suyo… Pero es cierto que en vez de decir ‘persona tóxica’, o ‘adolescente conflictivo’, se debería decir adolescente con conducta conflictiva, o persona con comportamientos y actitudes tóxicas.

Dices que hay que evitar estar anticipando constantemente lo que va a suceder en el futuro. Sin embargo, a veces te ayuda a evadirte de un presente aburrido. Por ejemplo, cuando haces planes sobre las próximas vacaciones y disfrutas con los preparativos, ¿eso no es emocionalmente beneficioso?

Sí, en el capítulo ‘la neurótica máquina del tiempo’ explico que viajar neuróticamente es no aceptar el presente que tengo, e ir hacia atrás y culparme si lo he hecho mal, o entristecerme si entonces era más feliz, y considero que la vida que llevo ahora es un rollazo, y antes sí que era feliz con mi otro marido, y la otra casa, y todo lo que tenía… Eso es un viaje neurótico porque no puedes hacer nada y te provoca tristeza. O al revés, pensar en qué mal lo hice y por eso ahora tengo esto, porque me lo merezco; la autoflagelación. O estar en una situación de inseguridad y empezar a viajar hacia adelante con pensamientos del tipo ‘y si me echan del trabajo’, ‘y si no puedo pagar la hipoteca’, ‘y si tengo que quitar a los niños del colegio’, ‘y si mi marido me deja’, ‘y si mi familia me abandona’… Pero pensar en que el próximo fin de semana voy a organizar una barbacoa, o en ‘y si me voy a Escocia de vacaciones, que me lo puedo permitir, y lo necesito’; eso es maravilloso. Igual que si voy hacia atrás y recuerdo lo bien que lo pasaba en determinadas circunstancias, o en aquel viaje que hice con mis amigas…, también es fantástico. O incluso rememorar aquella vez que me equivoqué, y que eso me sirva para saber que no debería repetir la experiencia porque me salió mal. Esos viajes están bien.

Porque imagínate lo que sería vivir sin memoria a largo plazo, y que cada día empezáramos de nuevo. No seríamos capaces de nada; necesitamos una memoria, un disco duro lleno de acontecimientos vitales, y necesitamos cierta proyección hacia delante. Yo, por ejemplo, que tengo 42 años, hace tres que tengo un plan de jubilación, pero lo que no hago es pensar ‘y si cuando cobro el plan de jubilación me sale un cáncer y no puedo disfrutar del dinero’, ‘y si estoy pagando el plan de jubilación y me muero en un accidente mañana y pierdo todo lo invertido’. Esto te puede llevar a enfermar físicamente. De hecho, tengo muchos pacientes con somatizaciones, porque lo que la mente calla el cuerpo lo grita. Por ejemplo, he tenido pacientes con alteraciones de la menstruación, con contracturas musculares, con cuadros de esterilidad, incluso con pérdida de visión. Tuve una paciente que perdía la visión durante unas horas y con una hemiplejía, y yo pensaba que era algo neurológico, que tenía una tumoración cerebral. Y consultamos a los mejores neurólogos, y al final se trataba del mal manejo de su ansiedad. Ella lo quería controlar todo y el cuerpo le estaba diciendo ‘deja ya de estar’, porque perder la visión es dejar de controlar, y le paralizaba medio cuerpo porque estaba obligada a parar. Esa somatización era muy simbólica de lo que le estaba ocurriendo. Es el caso más grave de somatización que he tenido, y yo estaba convencida de que era una cuestión neurológica. Lo descubrimos prueba tras prueba; ella se lo podía permitir y fue incluso a Estados Unidos a los mejores especialistas en el tema, y los doctores no se lo podían explicar. La hinchaban a ansiolíticos, y con estos medicamentos no se manifestaban tanto los síntomas, pero ella no podía vivir así. Lo que hizo fue reestructurar su pensamiento, su manera de ver la vida, empezar a disfrutar más el aquí y el ahora, aceptarse, y la cosa empezó a cambiar.

El cuerpo es nuestro mejor aliado y nos está avisando constantemente, pero no escuchamos. Nos limitamos a tomar un analgésico sin analizar el día que hemos tenido

El cuerpo es nuestro mejor aliado y nos está avisando constantemente, pero no escuchamos. Nos limitamos a tomar un analgésico sin analizar el día que hemos tenido, las discusiones…; los dolores de cabeza tensionales son súper frecuentes. Piensa que la ansiedad altera básicamente nuestra respiración porque hiperventilamos, nuestro sistema digestivo porque hay gente a la que se le cierra el estómago y otra que no para de comer, otros que sufren diarrea, estreñimiento, vómitos, náuseas… El sistema músculo esquelético maltratado, contracturado de arriba abajo, y está también la piel, que reacciona mucho al estrés. Todo ello son formas en las que el cuerpo te dice ‘para y escúchame’.

Refugiarse en la zona de confort

¿Hay situaciones o etapas de la vida en las que sí convendría refugiarse en la zona de confort?

No estar mal no significa estar bien, aunque tú puedes escoger voluntariamente no estar mal, pero sé consciente de que te pierdes lo que algunos creen que es la ‘zona de pánico’, cuando en realidad es la zona en la que pasan las grandes cosas. Es como el que lo está pasando mal y no quiere ir al médico o no quiere ir al psicólogo; todo es respetable, pero si realmente quieres vivir plenamente, si estás cómodo, plenamente no vivirás, vivirás confortablemente, pero te vas a perder muchas cosas. Porque no nos vamos a engañar, un domingo precioso, con sol, con buena temperatura, lo puedes pasar si quieres tumbado en el sofá de tu casa si es lo que te apetece pero, ¿pierdes cosas? A lo mejor sí. ¿Estás cómodo ahí? Sí. ¿Estás mal? No, mal no estoy, pero a lo mejor podía estar mejor en otro sitio, no lo sé. Aquellas personas que están en la zona de confort y no salen de ella por miedo, son las que sí que se lo tenían que plantear.

La felicidad no existe, dejen ya de engañar a la gente. Ser feliz consiste en que a lo largo del día sueltes una carcajada, aprendas a saborear un buen zumo, charles con una amiga, tu hijo te diga ‘mamá te quiero’…; son momentos

Sin embargo, si tú estás satisfecha con tu vida, estás contenta con tu trabajo, con tu familia, con tus amigos… Cuando las cosas van bien no toques nada, no hace falta salir a buscar la felicidad. Y cuidado con el concepto de felicidad. Muchos colegas se me echan encima, pero señores psicólogos –que algunos se creen dioses– que la felicidad no existe, dejen ya de engañar a la gente. ‘Cómo ser feliz en 20 días’, a ver, que no. Ser feliz consiste en que a lo largo del día sueltes una carcajada, aprendas a saborear un buen zumo, charles con una amiga, tu hijo te diga ‘mamá te quiero’; son momentos. La felicidad como concepto no, ¿por qué? Porque puede llegar a amargar a mucha gente, que cree que no es feliz porque no lo es constantemente. Así que si tú estás satisfecha con tu vida, si no sientes miedo, si no te ves abrumada por la culpa, si no estás todo el día con pena y con tristeza, si no te enfadas muy a menudo…, no toques nada, déjalo. Sigue haciendo lo mismo si estás bien. Pero si a pesar de no estár bien te da miedo cambiar por si estás peor, ahí es cuando tienes que salir de tu zona de confort.

En el libro explicas que el temor a no querer cambiar por miedo a empeorar las cosas y quedarnos como estamos es siempre la peor estrategia, pero cuando una persona ya ha realizado cambios muy importantes en su vida y ha fracasado, es normal que se lo piense antes de abandonar de nuevo su zona de confort, ¿qué le recomendarías en este caso?

Que lo vuelva a intentar. Y hay que tener un especial cuidado con personas que están con un cuadro depresivo y dicen ‘yo quiero estar bien’. No, vamos a trabajar y a hacer todo lo posible para que cada día estés un poquito mejor, pero el ‘quiero ser feliz’ es una meta muy difícil de alcanzar. E insisto en que hay que tener cuidado con el término de felicidad, y este libro va también un poco dirigido a desmitificar la figura del psicólogo. Yo he sido capaz de escribirlo gracias a mis pacientes y a mis propias tormentas. No hay nada mejor que vivir algo para poder compartirlo, y yo he escrito este libro en proceso de duelo por la muerte de un familiar muy cercano. Una familiar muy querida, que con 53 años se nos ha ido en dos meses. Y cuando notas el sufrimiento en todos los poros de tu piel te dices ‘ahora sí que puedo hablar de esto’. Estuve varias días sin escribir, pero al final me pregunté cómo podía estar diciéndole a la gente que luche si yo misma no lo hacía. Estaba fatal, primero por el duelo, y luego por la incongruencia interna que me generó. Entonces pegué un vuelco, e incluso llegue a pensar que si esa persona se había ido era por algo, y que quizá quería que acabara el libro, porque la conozco y sé que eso es lo que me hubiera pedido.

La negación es un mecanismo de defensa propio del ser humano que va bien durante segundos o minutos. Frente a una muy mala noticia, lo primero que hacemos es negarlo. Y cuando estamos pasándolo mal nos hablamos a nosotros mismos y nos decimos ‘no quiero estar así’, ‘esto no me puede estar pasando a mí’, y nos estancamos en esa actitud. Me contaron el caso de una persona que tuvo que reconocer a su hija de 16 años en el depósito de cadáveres, y aunque se la reconocía perfectamente dijo que no era su hija. Le costó cinco horas salir de ese estado, pero si después de un mes hubiera seguido pensando que esa no era su hija, se hubiera tratado de un duelo patológico grave que puede hacer llegar a perder la cordura. No podemos estar ni negando el dolor, ni negando nuestras emociones. Y se nos educa a veces en esto, ya desde bien pequeños, tanto en las buenas como en las malas, porque a veces te dicen ‘no te rías’ o ‘no llores’.

Pero lo que ocurre ahora es que los padres no quieren que a sus hijos les moleste ni les altere nada lo más mínimo, y eso es otra forma de coartar las emociones, que no fluyen porque se impide que aparezca el estímulo que las podría desencadenar…

Ese niño o esa niña a la que nada le altera, a la que no le puede molestar nada, se va a creer que es el rey o la reina del mundo y luego tendrá una pareja, y puede pasar lo que he comentado antes. No sabrá sufrir, y será pasto de psicofármacos, de tirarse a la vía del tren, o de ‘tirar la toalla’. Para mí la sobreprotección es un tipo de maltrato, porque pones en serio peligro a esa persona, incluso pones en peligro su integridad física.

Debemos dejar de negar las emociones, y si hay algo que es el hilo conductor de todo el libro es, primero, el peso de la educación que hemos recibido y cómo influye en nuestra manera de pensar, de procesar la información, e incluso de regular nuestras emociones. Piensa que en psicología el comportamiento puede venir explicado en un 30% por genética y en un 70% por lo aprendido, y en este sentido el mensaje es positivo porque significa que es reeducable en un 70%. Pero este libro sobre todo es para conocerme, para poder aceptarme –-porque no puedo aceptar lo que no conozco–, e ir un poquito más allá porque si solo me conozco y me acepto, eso es resignación, así que viene el tercer paso, que es el compromiso de trabajar por mí misma para intentar cambiar en la medida de lo posible.

Los consejos que das en tu libro para que aprendamos a vivir los diriges a adultos, que ya tenemos muchas conductas erróneas que debemos cambiar. ¿Qué consejos les das a los padres para ayudar a sus hijos a que no cometan esos mismos errores?

Que lean mi primer libro, Vivir con un adolescente (Oniro, 2013) (risas). El consejo que les daría es que la receta de la educación –y siempre digo lo mismo– son solo dos ingredientes: amor y autoridad. Si le quieres, edúcale en el no, porque no hay mayor acto de amor que poner normas y límites. El mayor acto de amor es que tu hijo o tu hija sepa que puede llegar hasta aquí, y que puede hacer esto, pero no puede hacer lo otro. Amor, afecto, educar en el no, poner normas y límites y, sobre todo, paciencia, tiempo y dedicación; sin esto, olvídate. Si tienes un hijo y te vas de casa a las ocho de la mañana y vuelves a las ocho de la tarde, aunque solo estés dos horas al día con él, por favor edúcale en el no y pon normas y límites, porque esas dos horas deben ser de calidad máxima. Y dialogar es fundamental. Yo he trabajado mucho con adolescentes y un adolescente quiere lo mismo que cualquier ser humano: ser aceptado, comprendido, respetado y querido; nada más.

Es cierto que los adolescentes viven una época de reclusión, en la que se tienen que construir a sí mismos, y quieren ser muy autónomos, y saber más que nadie. Eso es un proceso natural. Pero tiene que saber que si le pasa algo estaremos ahí. El mensaje que les tendríamos que dar es ‘hay golpetazos y tortazos en la vida que sintiéndolo mucho te los vas a tener que dar solo, pero lo único que quiero que sepas es que en mí siempre tendrás una red’. ‘Tú súbete arriba’, y lo que no voy a decir es ‘no te subas, que te vas a caer, ya subo yo por ti, ya lo hago yo por ti’…, eso es fatal. Debo decirle ‘sube, hay 20 metros, y yo te pongo la red’. ‘Te puedes dislocar la muñeca, sí, pero no te puedes matar. Yo estoy aquí, pero sube tú’. Generar personas autónomas, porque la mayor fuente de seguridad personal es la autonomía.

Yo cuando voy a dar conferencias sobre adolescentes para padres, la empiezo con la frase ‘los adolescentes de hoy en día son insoportables, no hacen caso a nadie, desobedecen, están todo el día por ahí’, y pregunto cuántas de las personas presentes identifican a los adolescentes actuales con este perfil. Y 98 de cada cien afirman que son así. Cuando acto seguido sale el autor de la frase, resulta que se trata de Sócrates, y se sorprenden de que en el 474 antes de Cristo ya eran así. Y es que siempre han sido así; los seres humanos somos un hombre del Neanderthal con móvil. El lóbulo prefrontal ha evolucionado un poco pero las emociones son las mismas. La tecnología, los acontecimientos, van a una velocidad exponencial, pero nosotros no evolucionamos tan rápido, y las emociones son las mismas que las del hombre que pintó en Atapuerca, porque ese hombre tenía miedo y rabia, y se enamoraba igual que tú y que yo. Y cuando dicen que los jóvenes actuales son muy violentos, les demuestro que la historia de la humanidad está plagada de actos violentos, lo que pasa es que ahora tenemos un acceso a la información que antes no existía. Pero siempre ha habido violencia machista, y siempre ha habido gente que vivía en Ysilandia, lo que ocurre es que ahora se acrecienta más porque somos una sociedad maleducada y multi estimulada, y esa combinación es muy peligrosa. Un tío en la Edad Media vivía un promedio de 30 años, y 17 se los pasaba picando el capitel de una capilla, y toda su atención estaba centrada ahí, mientras que ahora desde que te levantas hasta que te acuestas ¿cuántos estímulos recibes?

Si quieres a tu hijo, edúcale en el no, porque no hay mayor acto de amor que poner normas y límites. Amor, afecto, educar en el no, poner normas y límites y, sobre todo, paciencia, tiempo y dedicación

En el libro también hablo de lo que llamamos las culturas subdesarrolladas, que me parece una ironía porque son las que mejor viven ahora. Yo me muero de hambre si monto una consulta de psicología en un lugar donde están pasando necesidad. ¿Va a venir alguien a hablarme de Ysilandia si lo que le preocupa es si va a beber agua, o va a poder dar un plato de arroz a su hijo? Pero como nosotros tenemos las necesidades básicas cubiertas, empezamos a generar problemas. Si intento montar una consulta en el África subsahariana o en una tribu del Amazonas, primero me costaría mucho explicarles en qué consiste mi trabajo porque no lo entenderían, y preguntarían ¿que la gente viene a hablarte de qué? Alucinarían, porque ellos se levantan y viven aquí y ahora. Yo no soy creyente, pero hay una frase que me encanta que es ‘mañana Dios dirá’. La supervivencia está muy bien en condiciones extremas porque a mí se me caería la cara de vergüenza si tuviera que ir con el librito y decirle a una persona que estuviera en el año 42 en Auswitch ‘¿tú vives o sobrevives?’ Porque con un poco de suerte contestaría ‘estoy haciendo todo lo posible para vivir mañana’, y eso es la supervivencia auténtica, y para mí ese tipo de supervivencia es un acto heroico. En ese caso sobrevivir me parece el acto más heroico del mundo. Pero en nuestro día a día, y con las necesidades cubiertas, no sobrevivas, vive, y disfruta más de las cosas.

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