Tomás Navarro
3 de junio de 2015
Tomás Navarro, psicólogo experto en la gestión de las emociones, acaba de publicar Fortaleza emocional (Editorial Planeta/Zenith, 2015), un libro en el que recoge su experiencia clínica en su consulta de La Cerdaña, en los Pirineos Catalanes, y cuyo objetivo es ayudar a los lectores a desarrollar su fortaleza emocional para adaptarse a los cambios y a las situaciones que no se eligen, y que suelen suponer un obstáculo para conseguir el equilibrio y la felicidad. Y, para ello, el autor establece un plan dividido en tres fases, que comienza por tomar distancia de la realidad para ganar en perspectiva, analizar y pensar de forma constructiva lo que ha ocurrido y por qué y, por fin, actuar y ser los promotores del cambio que queremos imprimir a nuestra vida.
¿Cuáles son los principales factores que afectan a nuestra fortaleza emocional?
El problema es el cúmulo de pequeñas cositas del día a día, como las expectativas que tenemos, que en ocasiones no son ni nuestras, sino que las hemos heredado de nuestros padres, o las hemos fijado por presión social; o nuestros deseos, que muchas veces están descontextualizados, o no son adecuados para nosotros, o no es el momento apropiado para llevarlos a la práctica, y no sabemos analizarlos y ponerlos en perspectiva. Otro factor podrían ser las frustraciones que sufrimos en la vida cotidiana. Algunas son externas y no las podemos evitar, pero hay muchas que las provocamos nosotros mismos porque esperamos que ocurran cosas movidos por el deseo o por el miedo, y no pensamos con claridad, no afinamos bien la probabilidad de ocurrencia, por ejemplo si esperamos que nos toque la lotería, cuando lo normal es que no toque, y cuando no sucede te frustras. Y otro podrían ser las relaciones con las personas que nos rodean; a veces podemos elegir con quién estamos, y a veces no. Y cuando no elegimos podemos estar con personas encantadoras o con personas tóxicas.
La suma y el efecto de todas esas pequeñas cosas minan nuestra fortaleza emocional. Imagínate que estás en un trabajo que no te gusta y que no te planteas un cambio; ese día a día en el trabajo va acumulando emociones negativas, de forma que te falta perspectiva, te cuesta más analizar, y pierdes esa capacidad para disfrutar de tu presente. Sin embargo, no le prestamos atención a esas pequeñas cositas. Mientras que cuando nos diagnostican una enfermedad o fallece un ser querido se activa un mecanismo especial que nos permite adaptarnos mucho mejor, las pequeñas cosas nos pasan inadvertidas sin que nos demos cuenta del daño que nos hacen.
¿No sería mejor entrenar y potenciar la fortaleza emocional y la autoestima desde la infancia?
Por descontado, y de hecho yo creo que hay que hacer un plan de estudios e ir un poco más allá en la educación que están teniendo nuestros hijos y que no les prepara para la vida que se van a encontrar. La fortaleza emocional nos permite tener seguridad en nosotros y en nuestros recursos para poder afrontar situaciones cambiantes y desconocidas. Por ejemplo, si trabajas bien la autoestima eres capaz de tener seguridad en ti mismo. Una autoestima excesiva hace que te presentes ante un problema sin preparación, con lo cual probablemente va a ir mal, mientras que la autoestima baja hace que te enfrentes a él pensando que va a salir mal, y posiblemente así será. Con una autoestima ajustada te darás cuenta de que tienes que trabajar, prepararte y analizar, y así tendrás más factores controlados y es más difícil que te vaya mal. La buena noticia es que se puede aprender. Las fortalezas puedes aprenderlas y trabajarlas, por lo que animo encarecidamente a potenciar la fortaleza emocional en nuestros hijos.
Mientras que cuando nos diagnostican una enfermedad o fallece un ser querido se activa un mecanismo especial que nos permite adaptarnos mucho mejor, las pequeñas cosas nos pasan inadvertidas sin que nos demos cuenta del daño que nos hacen
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, ¿es cierto que las dificultades o los sucesos traumáticos contribuyen a aumentar la fortaleza emocional?
No, y de hecho yo hice un estudio sobre frases populares y todas tienen su contra frase. Y en este caso no es cierto porque si tú no aprendes nada de lo que te ha pasado puedes repetirlo. El palo por sí solo, o la desgracia por sí sola, lo único que hace es menoscabarte y provocarte dolor. Cuando somos capaces de analizar –libres de culpa, libres de vergüenza, libres de deseo– qué es lo que ha ocurrido, y sacar un aprendizaje, e integrar y asimilar ese aprendizaje y transferirlo a nuevas situaciones con carácter preventivo, entonces sí nos hemos vuelto más fuertes. Pero depende de la conclusión que saquemos, por ejemplo, si mi pareja me deja y pienso ‘es que era idiota’, no he aprendido nada. Si mi conclusión, en el otro sentido, es ‘he hecho algo muy mal, soy un desastre, y me lo merecía’, tampoco he aprendido nada.
En el libro hay tres partes bien claras; la primera es ‘gana en perspectiva’, y la segunda ‘analiza correctamente, aprende a pensar correctamente’, porque hay gente que piensa mucho, pero piensa mal, o piensa en clave de preocupación, o en clave negativa, o sin construir nada. Tenemos que pensar siempre como si estuviéramos en un segundo plano: ‘qué es lo que nos ocurre, por qué nos ocurre, y qué hemos hecho’, y pensar de manera constructiva, pero especialmente con el objetivo de aprender y no repetir el mismo error más adelante.
Aconsejas evitar a las personas tóxicas pero, ¿qué debemos hacer cuando se trata de un compañero de trabajo, un hermano, un padre, o incluso un hijo, y no podemos o no queremos dejar de relacionarnos con ellos?
Lo primero que hay que hacer es reconsiderar si realmente no podemos o no queremos prescindir de su compañía, porque muchas veces menospreciamos el efecto tan perjudicial que puede llegar a tener. Un padre, un hijo, un hermano…, son personas con las que teóricamente tenemos un vínculo afectivo muy elevado, pero es posible que sea una persona encantadora o una persona horrorosa. El otro día explicaba a alguien que me iba a acompañar a un centro de menores que allí vería padres y madres –y padre y madre no hay más que uno– que pegan, violan, drogan y matan a sus hijos. Esto puede ocurrir. Y lo primero que hace una persona tóxica es asegurarse la dependencia del sparring, de la persona que le ayuda a descargar sus necesidades tóxicas. Si realmente una vez reconsiderado no nos apetece, o no queremos, o no es el momento de alejarnos, siempre se puede hablar con la persona tóxica para definir un nuevo marco de relación, aunque con poca esperanza, porque una persona tóxica es egoísta, carece de empatía, y no le importas, no te respeta, por lo que es muy difícil que acepte un nuevo marco de relación más respetuoso. Pero si agotamos este cartucho y no funciona, necesitamos hacer un cambio interno, que consiste en saber que esa persona tiene un objetivo tóxico con sus palabras y sus actos, y por lo tanto no los podemos integrar, no podemos hacer caso a los inputs que nos llegan de esa persona, porque su objetivo es provocarnos dolor o satisfacer alguna necesidad propia. Por lo tanto, no le hago caso, o no permito que llegue a mi corazón, y me preparo para la decepción y para el conflicto, porque el conflicto es la moneda de cambio de una persona tóxica, que piensa ‘si haces lo que yo quiero, bien, pero si no lo haces, vas a tener problemas’. Pero insisto en que siempre se debe reconsiderar que la salud es más preciada y merece que te alejes de una persona tóxica.
Una persona tóxica es egoísta, carece de empatía, y no le importas, no te respeta, por lo que es muy difícil que acepte un nuevo marco de relación más respetuoso
Analizar situaciones y personas
En el libro afirmas que nuestra vida no tiene por qué estar condicionada por lo que nos ha ocurrido hasta ese momento, ¿por qué crees entonces que tantas personas repiten un esquema vital similar, a nivel emocional, laboral, familiar…, y se equivocan en lo mismo una y otra vez?
En el caso de la pareja puedo poner un ejemplo de una clienta, una chica joven que acudió a mí porque su pareja la había maltratado físicamente, y me dijo que se había apuntado a un gimnasio de boxeo para buscar otra pareja. Y es que no había sacado ninguna enseñanza de lo que había sucedido; ella buscaba un hombre activo, impulsivo, vital, enérgico, y lo buscaba en un gimnasio; no se planteaba que había otro perfil diferente. Lo que ocurre es que no sabemos analizar bien y mezclamos en nuestros análisis elementos emocionales, pero si somos capaces de trabajarlos y de gestionarlos bien, podremos aprender nuevas formas de afrontar las situaciones.
El promotor del cambio has de ser tú, porque mientras esperas no buscas, y si no buscas no hay acción, no hay movimiento, y animo a que reúnas el valor, planifiques, y promuevas el cambio que crees que necesitas
Yo dedico un capítulo del libro a explicar cómo analizar a las personas con las que convivimos. Y cada día me hago dos preguntas: una es ‘qué sentido tiene lo que estoy haciendo (que esté con esta pareja, que haga este trabajo…)’ porque esto me permite tener la perspectiva de pensar sobre lo que hago para aprender y que tenga cierto sentido. Y la otra pregunta es ‘cómo me he complicado la vida, qué he hecho hoy que me ha restado en vez de sumar, y qué debo de hacer para no volver a repetir esta situación’. Solo con estas dos preguntas ya tenemos mucho ganado, pero no acostumbramos a pensar sobre nosotros y actuamos en ‘modo rutina’, esperando que lleguen las vacaciones, o que llegue un príncipe azul que nos salve, o que nos toque la lotería, o que nos descubra alguien y nos ofrezca un trabajo espectacular, pero en el libro también explico que muchas veces el promotor del cambio has de ser tú, porque mientras esperas no buscas, y si no buscas no hay acción, no hay movimiento, y animo a que reúnas el valor, planifiques, y promuevas el cambio que crees que necesitas.
¿Y no es un poco frío estar siempre analizando a las personas con las que nos relacionamos?
No. De hecho, un niño sabe perfectamente analizar a otro niño, pero con el tiempo nos desconectamos de esta capacidad y al final lo que ocurre es que cuando conocemos a alguien lo que hacemos es proyectar una imagen deseada. Por ejemplo, una persona con baja autoestima que busca una pareja más dominante, lo que está buscando es que cubra la carencia que tiene, en vez de analizar la actitud de esa persona. Sin embargo el análisis es un mecanismo adaptativo y lo hacemos habitualmente en otras situaciones, por ejemplo, cuando vamos por la calle o viajamos en el metro o en el autobús, miramos a la gente que tenemos alrededor y siempre valoramos, sin darnos cuenta, si alguien es peligroso para nosotros o no. Y es que las personas que nos rodean pueden ser encantadoras, o no tan encantadoras, pueden tener unos intereses nobles, o una agenda oculta que desean cumplir, y suponer un auténtico peligro, y si no dedicamos tiempo a analizarlas no sabremos quién tenemos al lado.
Aunque el libro se titula ‘Fortaleza emocional’ me ha parecido que habla, sobre todo, del sentido de la vida y de la felicidad. ¿No es posible entonces ser felices y encontrar el sentido de nuestra existencia si no somos emocionalmente fuertes?
Yo diría que hay dos casuísticas diferentes; por un lado, que tu vida tenga un sentido, y ese sentido siempre funciona por etapas, no es un absoluto ni se acaba en encontrar un trabajo o una pareja estable, sino que muy posiblemente tu vida cambie y necesites adaptarte a ese nuevo escenario. Algunos cambios no los eliges, como puede ser una enfermedad, un accidente, o un despido, pero hay otros que sí los puedes elegir. Si te guías de manera oportunista, aprovechando siempre la oportunidad que te pasa por delante, a veces esa oportunidad no te genera felicidad, sino todo lo contrario. Por ejemplo, una promoción laboral puede que implique viajar mucho, y que te des cuenta de que a ti viajar no te apetece porque estás lejos de tu familia. Por eso, antes de elegir una oportunidad que te pasa por delante, has de analizar qué sentido tiene para ti.
La felicidad está compuesta de momentos, de la suma de instantes felices, y muchas veces no los aprovechamos porque no los valoramos
Por otro lado, está el hecho de ser más o menos feliz, y hay que saber que la felicidad está compuesta de momentos, de la suma de instantes felices, y muchas veces no los aprovechamos porque no pensamos, no los valoramos. Pongo un ejemplo en el libro, y es que cuando bajo a Madrid en coche siempre paro en Alhama de Aragón en un balneario desconocido y muy pequeño, y duermo allí y me hago un tratamiento, o nado en el lago, y para mí es un instante de felicidad que incorporo en algo rutinario como puede ser hacer 600 kilómetros en coche. Si no tienes ese chip activado, ese centro de bienestar activado, no puedes incorporar oportunidades para disfrutar.