Víctor Lapuente

Doctor en CC Políticas por la U. de Oxford, catedrático en la U. de Gotemburgo y autor de Decálogo del buen ciudadano
El experto en ciencias polítias Víctor Lapuente nos propone en 'Decálogo de un buen ciudadano' las claves para acercarnos a los valores que dan sentido a la vida con el objetivo final de ser mejores personas en un mundo narcisista.
Entrevista a Víctor Lapuente
“Si se están imponiendo los chamanes de la política, personas que tienen un mensaje facilón, en tantos lugares del mundo al mismo tiempo es porque todos estamos sufriendo un mismo problema que tiene mucho que ver con la soledad extrema en la que vivimos a consecuencia del individualismo y del narcisismo”

30 de abril de 2021

Si alguien ha tenido la oportunidad de escuchar o leer a Víctor Lapuente en sus colaboraciones en medios de comunicación como El País o La Ser, habrá caído en la cuenta de que su mensaje es casi un rara avis en este mundo de extremismos, de bandos enfrentados y de lo que él no duda en calificar como “religionización de la política”. Si no fuese un concepto tan manoseado y maltratado, uno no dudaría en calificar la suya como una voz de centro. Dejémoslo, en todo caso, en que es la voz de un hombre equilibrado y sensato, ajeno a dogmatismos y mensajes con soluciones fáciles pensados para compartir en los 140 caracteres de Twitter. Ya sean estas soluciones para la política o para la vida. Por eso, quizá, define su último libro, Decálogo del buen ciudadano: cómo ser mejores personas en un mundo narcisista (Península) como la antítesis de un manual de autoayuda. “Más bien diría que es un manual de autodestrucción”, afirma entre risas en su domicilio en Gotemburgo, desde donde vía Skype atiende con amabilidad a Webconsultas.

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El suyo es un libro que nace tras dos hechos casi consecutivos: el diagnóstico de un mieloma múltiple y el nacimiento de su hijo Antón. Ellos fueron los impulsores de este texto “iniciático sobre la vida y el sentido de la vida” que, asegura, le hubiese gustado encontrar cuando tenía 18 años. Un libro que recoge la sabiduría acumulada durante miles de años por la Humanidad para, en un momento marcado por los populismos y lo que él define como chamanes de la política (véase Donald Trump, Boris Johnson o Bolsonaro), acercar a la sociedad a los valores que dan sentido a la vida y que se han perdido por el camino en esta sociedad 2.0 caracterizada por el individualismo más radical. Porque, como él mismo asegura, estos momentos históricos de narcisismo social y político, de nacionalismos, cierre de fronteras y mensajes excluyentes, “también son instantes de efervescencia intelectual; momentos históricos en los que la gente que nos dedicamos a estas cosas tenemos la oportunidad de lanzar un mensaje que cale, de volver a vertebrar un discurso y una ética”.

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Decálogo del buen ciudadano: Víctor Lapuente

“El jueves me diagnosticaron un mieloma múltiple. El domingo nacía mi hijo Antón. Y el lunes empezaba a escribir este libro. Sin prisa, pero sin pausa”. Siempre tengo la sensación de que cuando la amenaza de la muerte se hace presente, parece que nos cuesta menos ver la vida, o al menos lo que de verdad importa en esa vida. Me pregunto por qué demonios siempre tenemos que esperar a eso y, mientras tanto, nos pasamos la vida estresados, enfurruñados y luchando en batallas sin importancia.

Yo también me lo pregunto. Y esa es una de las razones por las que he escrito este libro que no deja de ser el libro que a mí me hubiese gustado encontrar a los 18 años, un texto iniciático sobre la vida y el sentido de la vida. Respeto a todos los libros que se publican de autoayuda y de desarrollo personal y profesional, pero yo creo que van en contra de los mensajes que han trasladado los hombres y mujeres sabios a lo largo de la historia y que yo trato de recoger en estas páginas.

“En el contexto actual nos sentimos solitarios, vacíos, huérfanos de identidad. Aprovechando esa coyuntura llegan los chamanes, que ofrecen soluciones fáciles y te dotan de una identidad basada en el odio y en el desprecio al otro”

Me refiero a esos mensajes arquetípicos de los libros de autoayuda de “tú busca tu propia felicidad y como consecuencia de eso serás bueno”, “no puede haber nada malo si te conectas con tus deseos”, etcétera. Lo que intento trasladar en el libro, que sé que es un mensaje incómodo, más de autodestrucción que de autoayuda, es la idea contraria: intenta ser bueno, busca un sentido que te supere como individuo y, como consecuencia de ello, seguro que encuentras la auténtica felicidad que es la paz espiritual, la sensación de deber cumplido.

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“Los pequeños miedos cotidianos atosigan, pero los grandes miedos liberan”, escribes a propósito de ese diagnóstico de mieloma múltiple. Creo que se ve muy claro en un hecho: cuando muere alguien al que queremos o que admiramos antes de tiempo, nos decimos aquello de “hay que vivir la vida y no perder el tiempo en estupideces”, pero dos días después, pasado el efecto de ese shock, volvemos a las estupideces, a los pequeños miedos cotidianos. ¿Es imposible escapar de este círculo?

Creo que el instinto nos lleva al mensaje del carpe diem, pero si nos atenemos a la sabiduría que nos han ido dejando grandes personajes a lo largo de la historia, creo que eso no nos da felicidad a largo plazo, sino que nos mete en la rueda del hámster. El mensaje de mi libro es que no nos preocupemos de lo que normalmente nos dice todo el mundo que es lo más importante en la vida: la salud, el dinero y el amor. ¡Ojalá tengamos salud, dinero y amor, obviamente! Pero son cosas que no podemos controlar, que dependen de nuestro ADN, de que tengamos o no un accidente, de que la persona amada nos quiera o no, de que el jefe nos promocione o no, etcétera. Sin embargo, vivimos atrapados en eso. Y, sobre todo hoy en día, en conseguir fama y reputación en las redes sociales. Pero concentrarnos en este tipo de cosas nos angustia, quedamos atrapados en la rueda del hámster queriendo siempre más (más seguidores, más dinero, más propiedades…).

“Para llenar el vacío espiritual que deja la muerte de los conceptos de Dios y de Patria, para compensar esa angustia y esa soledad, estamos buscando un Dios en la política, religionizando la política”

Hay que luchar un poco contra ese instinto de centrarnos en nosotros mismos, del disfrute personal, de cumplir nuestros deseos, e intentar pensar en metas que nos trasciendan, en ayudar a los demás, a la comunidad. Al final eso es lo que da auténtico sentido a la vida. Y reconozco que es un ejercicio complicado. No fue fácil para los estoicos llegar a sus conclusiones, sino que fue el resultado de la destilación de la sabiduría acumulada durante miles de años. Pero es importante empezar a reflexionar sobre nuestra vida y sobre el sentido que tiene, aunque entiendo que es algo incómodo.

“Hay que luchar contra ese instinto de centrarnos en nosotros mismos, del disfrute personal, de cumplir nuestros deseos, e intentar pensar en metas que nos trasciendan, en ayudar a los demás, a la comunidad. Al final eso es lo que da auténtico sentido a la vida”

Cuenta que al recibir el diagnóstico se preguntó que quería realmente. El resultado es este libro con el que, además de lo que comenta, explica que desea poner su grano de arena contra la división social que nos empuja a alinearnos continuamente en bandos irreconciliables. Los chamanes de la política se han impuesto al ideal de explorador al que dio forma en El retorno de los chamanes.

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Sí, creo que desgraciadamente los chamanes se están imponiendo. Lo hemos visto en EE.UU. con Trump, en el Reino Unido con Johnson, Marin Le Pen va por delante de Macron en las encuestas, Polonia, Hungría, Brasil, Rusia… Se están imponiendo los chamanes, las personas que tienen un mensaje facilón. Y si se están imponiendo en tantos lugares del mundo al mismo tiempo, es porque todos estamos sufriendo un mismo problema que no sabemos diagnosticar, pero que creo que tiene mucho que ver con la soledad extrema en la que vivimos a consecuencia del individualismo y del narcisismo, de esa obsesión por el carpe diem que nos vuelve extraordinariamente solitarios porque no somos capaces de llenar el vacío espiritual que tenemos.

“Los humanos inventan a Dios para evitar que nadie se considere Dios y utilice eso poder para oprimir y esclavizar. Es un gran igualador social que nos dota a todos de una responsabilidad”

La gente de derecha ha perdido la conexión cristiana y la de izquierda la conexión con la idea de patria, y en ese contexto en el que nos sentimos solitarios, vacíos, huérfanos de identidad, es cuando llegan estos vende biblias, estos chamanes que ofrecen soluciones fáciles y te dan una identidad muy fácil, basada en el odio, en el desprecio al otro, que al final es lo que favorecen estos ideales. El problema que afecta a nuestras sociedades es psicológico o espiritual, casi teológico, y con estos populistas va a ser difícil que desaparezca.

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Decálogo del buen ciudadano, entrevista a Víctor Lapuente

Hace poco, por cierto, leía una interesante entrevista de Pablo Guimón a Marty Baron, director del ‘The Washington Post’. Decía Baron que el mayor desafío al que nos enfrentamos es que, como sociedad, no podemos ponernos de acuerdo en una serie común de verdades. "Debemos tener un debate vigoroso sobre los retos a los que nos enfrentamos, sobre cuáles deben ser las respuestas, en eso consiste una democracia. Pero necesitamos operar desde una serie común de hechos. Y hoy en día ni siquiera podemos ponernos de acuerdo en lo que pasó ayer", reflexionaba.

Es una muy buena reflexión y creo que está relacionado con un tema que abordo en el libro: la religionización de la política. ¿Qué es lo que distingue a los seres humanos de otras especies animales? Que los seres humanos buscamos un sentido a la existencia. No somos homo economicus, como nos han intentado hacer creer muchas veces, sino que somos homo religiosus, buscamos algo trascendental que nos llene. Y si eso no lo encontramos en cosas que nos superen a nosotros, como Dios o la patria, entonces lo vamos a buscar en otro sitio. Y para llenar ese vacío espiritual, para compensar esa angustia y esa soledad, buscamos un Dios en la política, religionizamos la política.

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Y a partir de ahí, como decías en tu pregunta, la política deja de ser una discusión racional, en la que nos apoyamos en una serie de hechos comunes, sino que pasa a ser una lucha casi cósmica entre bandos, entre el bien y el mal (cada bando se considera el bien y al otro lo señala como el mal), en una lucha de tintes religiosos. Y ya sabemos dónde llevan las guerras religiosas: a la cerrazón, a la completa intolerancia y en muchos casos, desgraciadamente, a la violencia.

“Si la derecha ha matado a Dios, la izquierda ha matado a la patria”

Una sociedad individualista

Escribe que “debemos asumir que el conflicto fundamental de la humanidad no transcurre entre países, ideologías o clases sociales, sino dentro de nosotros”, en la lucha entre los instintos primarios y los morales. Parece que van ganando los primeros. ¿Es el individualismo uno de los grandes males de nuestro mundo?

Sí, yo creo que es uno de los grandes males. Aunque yo distinguiría dos tipos de individualismo. Hay una concepción buena que proviene de uno de los grandes inventos de la humanidad, que es Dios. Desde mi punto de vista los humanos inventan a Dios para evitar que nadie se considere Dios y utilice eso poder para oprimir y esclavizar. Dios es un gran igualador social que nos dota a todos de una responsabilidad. Ese es un individualismo bueno, basado en que todos somos iguales, por lo que la vida de todos es sagrada y nos tenemos que respetar.

¿Y la mala?

Es la concepción del individualismo narcisista, que hace todo lo contrario: no está basado en la existencia de un Dios, sino que mata todas las entidades colectivas de la sociedad. Ese individualismo está fomentado políticamente por la derecha neoliberal, que ha dejado el mensaje de que uno vale lo que vale en el mercado, que la avaricia es buena, que hay que enriquecerse, que cada uno haga lo que pueda, que no importa la ética, un “esto es el mercado, amigos”.

“Hasta los años ’60, la izquierda trasladaba un mensaje: no pienses qué puede hacer tú país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país. Ahora hace justo lo contrario: no pide sacrificios ni deberes, solo derechos. Y eso es algo negativo que fomenta el individualismo”

Pero este individualismo también ha sido fomentado por la izquierda, que ha divulgado un individualismo más cultural, pero también pernicioso. Si la derecha ha matado a Dios, la izquierda ha matado a la patria. Hasta los años ’60, la izquierda trasladaba un mensaje: no pienses qué puede hacer tú país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país. Ahora hace justo lo contrario: no pide sacrificios ni deberes, solo derechos. Y eso es algo negativo que fomenta el individualismo.

Ese individualismo, comentaba recientemente con José Carlos Ruiz, doctor en Filosofía y autor de ‘Filosofía ante el desánimo’, puede que sea uno de los mayores éxitos del neoliberalismo. Me refiero a esa idea del hombre hecho a sí mismo, de que no nos hace falta nadie, de que nos valemos solos. Nos venden ese ideal de felicidad y, sin embargo, como dices, somos la generación “más angustiada” (y yo añadiría insatisfecha) de la historia.

Coincido plenamente. De hecho, el capítulo 3 lo empiezo con una anécdota de Robinson Crusoe que desmiente esa idea del hombre hecho a sí mismo. Si Robinson Crusoe viniera ahora a una ciudad occidental después de 300 años en una isla, lo que diría es “gracias”. Gracias por las carreteras, por la seguridad, por vivir 40 años más, por la ropa, hasta por la televisión. Todos somos en el fondo un poco Robinson Crusoe, porque llegamos al mundo con todas estas cosas hechas. Yo, al contrario de ese mantra que comentas, hago una reivindicación de los logros ordinarios. Si alguna vez nos va más o menos bien, se lo debemos por completo a la sociedad. Pero todo el mensaje que nos traslada el narcisismo extremo en el que vivimos incide justo en lo contrario: que somos únicos, que somos los mejores, que conseguimos las cosas por nuestros méritos. Y, como decía antes, yo no sólo acusaría al neoliberalismo de esto: creo que es una cuestión cultural y transversal. Por eso es tan difícil luchar contra ella. Pero por otra parte debemos hacerlo, porque si indagamos en la historia veremos que los colapsos de civilizaciones como el Imperio Romano empezaron un poco así, porque la gente y sobre todo las élites empezaron a comportarse de manera individualista, dejándose llevar por los deseos individuales sin pensar en las consecuencias de esos deseos para la humanidad.

“Cuando se habla en España del Estado de Bienestar nórdico se comentan siempre sus beneficios para la ciudadanía, pero se omiten los deberes que se reclaman a cambio a los ciudadanos”

Contra ese individualismo que nos separa de la comunidad, de las responsabilidades y deberes hacia los demás, tú sueles poner el ejemplo del sistema de bienestar de países como Suecia, que conoce bien. ¿Es tan ideal cómo lo pintamos muchos en España?

Es una muy buena pregunta. Creo que no es tan ideal. Creo que muchas veces en España, por esa idea individualista y narcisista de que el Estado nos tiene que dar derechos, pero no reclamar deberes, sólo vemos los derechos que tienen los nórdicos. De hecho, cuando se habla del Estado de Bienestar nórdico, se hace referencia normalmente a sus bajas maternales y paternales, a las pensiones, a las facilidades para la conciliación familiar y laboral, a la igualdad entre hombres y mujeres, etcétera. Sin embargo, ese discurso omite los deberes que se reclaman a cambio a los ciudadanos. Un Estado del Bienestar como el sueco exige sacrificios en muchos aspectos. Como los impuestos, por ejemplo. Si queremos más derechos, necesitamos más deberes. Esa es la parte que no se conoce del modelo sueco y entiendo que habría mucha gente que no la aceptaría.

“Intenta ser bueno, busca un sentido que te supere como individuo y, como consecuencia de ello, seguro que encuentras la auténtica felicidad, la paz espiritual, la sensación de deber cumplido”

Decálogo del buen ciudadano

En el libro enumera diez reglas para ser un buen ciudadano. ¿Podemos considerarlos los 10 mandamientos del siglo XXI?

No tanto, no tanto (risas). Sí que tiene algunos ecos, pero más bien es todo lo contrario. Sería más bien un decálogo de la sabiduría de toda la historia que tenemos que revisar en este siglo XXI. Intento resumir y sintetizar una serie de ideas que han estado muy presentes a lo largo de la historia. Y todo ello siendo lo más abierto posible, ya que para redactar el libro me he basado en reflexiones de gente tremendamente religiosa y de gente tremendamente atea, de gente muy de izquierdas, muy de derechas o muy de centro. De todos ellos saco ese decálogo que es una especie de denominador común para llevar una vida virtuosa y feliz.

La idea de Dios (entendido como concepto sano, no como fundamentalismo religioso), por cierto, está muy presente en ese decálogo: Ama a un dios por encima de todas las cosas, no adores a falsos dioses, Da a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.

Está muy presente, sí. Y reconozco que puede ser tremendamente impopular. La gente de izquierdas ha tirado al bebé de Dios a una bañera llena de agua; y la de derechas, por defender el concepto de Dios, muchas veces ha defendido fundamentalismos cristianos claramente intolerantes. Yo lo que hago es intentar distinguir el concepto bueno de Dios del malo. El fundamentalismo no es una exageración de la buena religión. Todo lo contrario. Es su opuesto.

“Pensar que nosotros somos los guionistas de nuestra película y que lo podemos tener todo controlado nos va a llevar a continuas frustraciones”

La idea de Dios es la idea de que nadie se crea Dios, la idea de que nosotros como individuos nos dedicamos a algo que nos supere o que nos trascienda (desde la idea de Dios, a la Patria, al ecologismo). En cambio, la idea del mal Dios es justo lo contrario: es utilizar a Dios para nuestro beneficio personal, utilizar unos dogmas religiosos para creernos mejores que los que no comulgan con ellos, etcétera. Esa idea de Dios al servicio de nuestro narcisismo y para dividir a la sociedad es tremendamente perjudicial. Es importante establecer esa dualidad de Dios, que puede ser una cura para el ego, pero también una droga para nuestra vanidad.

Si tuviese que señalar uno de esos diez puntos como el más importante: ¿cuál sería?

Seguramente el último, el de abrazar la incertidumbre. En estos momentos vivimos particularmente obsesionados con tenerlo todo planeado, pero luego la vida nos da mil vueltas y rompe permanentemente nuestros planes. Pensar que nosotros somos los guionistas de nuestra película y que lo podemos tener todo controlado nos va a llevar a continuas frustraciones. En cambio, pensar que hay una incertidumbre inherente, que no sabemos lo que va a pasar cuando salgamos a la calle hoy, que hay unos “Dioses”, que nosotros no somos los que decidimos nuestra propia vida, nos libera de ese peso de tenerlo todo planeado y nos permite centrarnos en lo verdaderamente importante, en lo que podemos controlar. Por eso considero que abrazar la incertidumbre es posiblemente el punto más importante del decálogo.

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