Dr. Juan Antonio Micó

Presidente de la Sociedad Española del Dolor y catedrático de Farmacología de la Universidad de Cádiz
En el Día Mundial del Dolor hablamos con el Dr. Juan Antonio Micó, presidente de la SED, que anima a aquellos que lo padecen a participar de forma activa en su tratamiento, y elogia la labor de las asociaciones de pacientes.
Doctor Juan Antonio Micó
“Tenemos que educar a la sociedad en saber que el dolor es, además de un síntoma, una enfermedad, y que, salvo el dolor agudo, es malo. Ni es necesario, ni tiene sentido”

16 de octubre de 2018

Detrás del dolor habita el sufrimiento de la persona que lo padece y de los familiares, amigos, compañeros… que conviven con ella. El dolor es quizás la enfermedad y el síntoma más frecuente, ya que doce millones de ciudadanos lo sufren en España, y alrededor del 20% de la población de entre 18 y 29 años lo padece de forma crónica, alcanzando al 42% en los enfermos mayores de 65 años. El 61% de la población ha experimentado algún tipo de dolor en los últimos meses, y entre el 40% y el 80% de las consultas médicas de Atención Primaria están relacionadas con el dolor, que es la causa más frecuente por la que los pacientes acuden al médico de cabecera. Lo que más nos duele es la espalda (con una prevalencia del 60%), las articulaciones (40%), la cabeza (35%), y el hombro, (23%).

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La International Association for the Study of Pain (IASP) ha designado 2018 el ‘Año de la Excelencia en Educación en Dolor’ y a este motivo se ha dedicado la jornada de hoy, 17 de octubre, Día internacional del Dolor. Para hablar de lo que significa la educación en el dolor hemos entrevistado al Dr. Juan Antonio Micó, presidente de la Sociedad Española del Dolor, que forma parte de la IASP.

Este año está dedicado a la excelencia en la educación de dolor. ¿Qué hay detrás de estos términos; en qué consiste la educación para el dolor?

Si la palabra educación la interpretamos como formación de profesionales, es enseñar lo máximo y lo mejor. Eso es la excelencia. Y desde lo mejor, es decir, con los especialistas que mejor preparados están para impartir esa enseñanza. Pero yo creo que la educación en el dolor es algo más. No es solo enseñar a las personas que están en contacto con el paciente, como los médicos, enfermeros, fisioterapeutas, o psicólogos, sino que la educación también está orientada al paciente y a la sociedad. Educarnos en saber que el dolor es, además de un síntoma, una enfermedad, y que tenemos que estar sensibilizados a que es malo, salvo el dolor agudo que cuando aparece es un signo de alarma que indica que algo va mal.

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Dentro de esa educación al paciente, ¿cuál sería la primera lección que deben aprender los enfermos?

Lo primero que debe saber el paciente es que los profesionales vamos a hacer todo lo posible para que no tenga ese dolor, tanto el físico como el emocional. Hay que decirle que la ciencia tiene medios y técnicas para que sufra el menor dolor posible. Pero que al mismo tiempo, él tiene que ayudar al profesional con la adherencia, es decir, cumpliendo con la prescripción, siguiendo unas pautas, y si por ejemplo se trata de un dolor musculoesquelético, adoptando unos consejos posturales.

Necesitamos pacientes empoderados, que sean partícipes de las decisiones de sus tratamientos

Necesitamos pacientes empoderados, que sean partícipes de las decisiones de sus tratamientos. Cuando hoy hablamos del sida, vemos las grandes campañas que se hicieron y el efecto positivo que han tenido. Eso mismo pedimos nosotros, que con la ayuda de los pacientes se sensibilice a la sociedad acerca del dolor.

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¿En esa educación se incluye explicar al paciente por qué se produce su dolor y qué le ocurre a su organismo para que experimente ese padecimiento?

No podemos exigir que los pacientes conozcan la fisiología del dolor, aunque hay diferentes situaciones. Imaginemos un dolor neuropático producido por un tratamiento de quimioterapia contra un tipo de cáncer. Evidentemente, hay que explicar al paciente que la medicación para que su mal no progrese es muy probable que le produzca una neuropatía. Hay que contarle que puede perder la sensibilidad de la mano, o sentir un sensación de frío horrible, pero que este dolor no significa que el cáncer se haya extendido a sus extremidades, sino que es consecuencia de la terapéutica. Eso, obviamente, ayudará al paciente a sobrellevarlo. Si sabe que ese padecimiento es consecuencia del tratamiento que va a frenar su enfermedad, lo soportará mejor, igual que le ocurrirá con otros efectos secundarios de la quimioterapia, como la pérdida del cabello.

No es necesario que el paciente conozca las funciones de los neurotransmisores, pero sí que le ayuda que le expliquemos qué medidas debe tomar

Explicar esto al paciente siempre viene bien, pero por poner un símil: para conducir un automóvil no hace falta saber cómo funciona el embrague o el carburador, y no es necesario que el paciente sepa que cuando un neurotransmisor aumenta o disminuye se produce la sensación dolorosa. Sí que le ayuda que le expliquemos qué medidas debe tomar. Pensemos, por ejemplo, en el dolor lumbar. Además de proporcionarle unas pastillas para eliminarlo, también hay que enseñarle algunas medidas higiénico dietéticas y posturales. Mostrarle que adoptar algunas posiciones puede aliviar, o cómo debe actuar si tiene una profesión que le exige coger peso.

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Antonio MIcó
Antonio Micó, presidente de la Sociedad Española del Dolor.

Evitar que el dolor se haga crónico

¿Cómo puede ayudar formar al paciente para reconocer los síntomas previos al dolor?

Con esa formación se puede evitar que el dolor se haga crónico. Cuanto antes atajemos esa posibilidad, mejor. El dolor sigue un proceso de cronificación previsible. Si el paciente está entrenado en reconocerlo, mucho mejor. No solo hablamos del dolor sensorial, también del emocional. Cuando el paciente sabe a lo que se enfrenta puede emplear más recursos mentales para encontrarse mejor. Existen técnicas de relajación que puede poner en marcha cuando prevea que comienza su padecimiento.

Cuando el paciente sabe a lo que se enfrenta puede emplear más recursos mentales para encontrarse mejor

Sabemos que hay intervenciones que necesariamente van producir un dolor, pero lo que tenemos que intentar es que no se cronifique. Los pacientes deben saber que ante cualquier señal de alarma deben acudir lo antes posible a su médico.

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¿El dolor es necesario?

El único motivo para verlo como algo necesario es cuando se trata de un dolor agudo, porque nos avisa de que algo está ocurriendo. Fuera de eso, ni es necesario, ni tiene sentido.

Dentro de esta educación del dolor del enfermo, ¿también se contempla la formación en estrategias no farmacológicas para afrontar el dolor?

Al enfermo se le dan a conocer las diferentes técnicas para superar el dolor. Se le pueden enseñar técnicas psicológicas para suprimir o reducir el catastrofismo, que a la mínima que siente dolor se pongan en alerta. Pero, cuidado, no se trata de enseñar a la gente a sufrir. En las asociaciones de pacientes que hay en nuestro país se les informa sobre estas estrategias.

El papel de las asociaciones de pacientes en la lucha contra el dolor

¿Qué papel desempeñan las asociaciones de pacientes en la educación del dolor?

Las asociaciones de pacientes son indispensables. Algunas de ellas tienen incluso una escuela de dolor, donde el enfermo puede acudir. El papel en la educación que ofrecen estas asociaciones de pacientes es crucial. Muy necesaria y muy eficaz. Nada mejor que oír a alguien que padece lo mismo que tú, y que sepa y te cuente lo que tú sufres; es algo que ayuda mucho. Hay cursos de salud en los que se contempla la figura del “Paciente Experto”, personas que han pasado por la enfermedad de dolor y asisten a otros. En la Sociedad Española del Dolor recientemente organizamos la jornada “No hay dolor”, en la que en un ambiente relajado los pacientes contaban sus experiencias. ¡Tuvimos seis millones de impactos de Twitter en tres horas!

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Ante un dolor, sea del tipo que sea, ¿siempre hay que consultarlo? ¿Y a quién hay que dirigirse: a un especialista en el dolor, o al médico de cabecera?

Si uno tiene un dolor persistente y los tratamientos simples no van bien, para evitar que se cronifique debe acudir al especialista. Aunque hay que decir que en España tenemos una red de Atención Primaria muy buena, con profesionales médicos muy bien preparados para luchar contra el dolor, que conocen perfectamente en qué situaciones deben derivar al paciente a la Unidad del Dolor.

La educación en el dolor, al que se dedica este Día Internacional, no solo está centrada en los pacientes, también en los profesionales sanitarios. ¿En qué situación nos encontramos en España a este respecto?

El dolor es multiprofesional. Existe la creencia de que es competencia de los anestesistas, pero también lo es de los neurocirujanos, de la enfermería, de los fisioterapeutas, de los psicólogos… Es un asunto que incumbe a todo el personal sanitario. Por eso, la formación complementaria en el dolor está en función de la que el terapeuta ha recibido previamente.

Al paciente se le muestran estrategias para sobrellevar el dolor, pero no se trata de enseñar a la gente a sufrir

En la Sociedad Española del Dolor, porque es nuestra obligación, tenemos un plan de formación que abarca todo lo que se puede conocer y se debe conocer si en la consulta te vas a enfrentar al dolor, y está muy diversificada, según la especialidad de cada uno. Se cubren muchas ramas, de forma que la formación es global. No se puede saber todo de todo, pero sí algo de todo, y mucho de algo.

La alarma por los opiáceos

Para terminar, hablemos de un tema actual. En EE.UU. surgió recientemente la llamada epidemia de opioides –muertes por sobredosis de estos fármacos–, que se ha cobrado la vida de decenas de miles de personas, lo que ha generado una gran alarma social. Debido a esto muchos enfermos presentan reparos para tomar esta medicación. ¿Está justificado este temor en nuestro país?

La epidemia de opioides que surge en EE.UU., y que se amplifica a nivel internacional debido a una serie de medidas que introduce el gobierno norteamericano, ha repercutido en Europa y en España. El opioide es un fármaco que en nuestro país necesita una prescripción especial, y los profesionales lo saben porque existen unas guías clínicas consensuadas. En ellas se establece cómo y cuándo hay que recetar estos fármacos.

El papel en la educación que ofrecen las asociaciones de pacientes es crucial. Nada mejor que oír a alguien que padece lo mismo que tú y te habla sobre lo que tú sufres

La percepción del paciente es diferente: a veces piensa que el médico solo prescribe opiáceos cuando se encuentra muy enfermo, y no es así. En este sentido, el Observatorio del Dolor, que está en la Universidad de Cádiz, ha hecho un estudio a nivel nacional basado en encuestas telefónicas a la población general sobre su actitud hacia el uso de los opioides para el tratamiento del dolor. Se les preguntaba qué pensarían si su médico les prescribiera un opiáceo. Algunos encuestados opinaban que si el especialista se los recetaba era porque estaban muy enfermos, pero otros no le daban tanta importancia.

En España tenemos una red de Atención Primaria con médicos muy bien preparados para luchar contra el dolor, que saben cuándo derivar al paciente a la Unidad del Dolor

En EE.UU. la prescripción es diferente que en España. Aquí no ha pasado nada, pero tenemos que velar para que no pase. En la Sociedad Española del Dolor estamos vigilantes para que, por un lado, los pacientes sean conscientes de que si están tomando un opioide es porque resulta necesario para tratar su dolor y, por otro, para que los profesionales sigan los guías clínicas, que de hecho nos consta que las secundan. Los pacientes tienen que saber que están en buenas manos.

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