Eduardo López-Collazo

Inmunólogo e investigador experto en infecciones y cáncer, coautor de 'Coronavirus ¿La última pandemia?'
Los bulos sobre la infección por coronavirus también perjudican la salud pública, afirma Eduardo López-Collazo, inmunólogo experto en infecciones y virus como el VIH y el SARS-CoV-2, que aclara dudas sobre esta pandemia.
Eduardo López-Collazo, inmunólogo
“Cuanto más se propague el virus más posibilidades hay de que mute, y en una de esas mutaciones puede volverse más peligroso también para la gente más joven”

6 de agosto de 2020

La pandemia por coronavirus declarada oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado mes de marzo, no se ha detenido con el confinamiento, ni con el cierre de fronteras, ni con el calor, y mientras científicos de todo el planeta estudian el SARS-CoV-2 y la enfermedad que provoca, el COVID-19, y buscan una vacuna o un tratamiento para combatirlo con éxito, los bulos que circulan por las redes sociales propagan otro tipo de infección: la desinformación, que también puede causar importantes daños a la salud pública, como afirma Eduardo López-Collazo, inmunólogo y físico nuclear, director del Instituto de Investigaciones Sanitarias del Hospital Universitario La Paz de Madrid, que acaba de publicar Coronavirus ¿La última pandemia? (Oberon, 2020) junto a José Alcamí Pertejo, especialista en Medicina Interna y doctor en Microbiología, un libro escrito de forma amena y destinado a todos los públicos. Hablamos con este científico especializado en la investigación del cáncer y de infecciones con virus como el VIH, para despejar dudas sobre el nuevo coronavirus y la lucha desencadenada para vencerlo, y sobre la amenaza que suponen las epidemias y los virus respiratorios y cómo prevenir su propagación.

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Entrevista a Eduardo López-Collazo, autor de 'Coronavirus ¿La última pandemia?'

El subtítulo del libro es '¿La última pandemia?', con interrogación. Y lo cierto es que si ha ocurrido más de una vez, y en esta ocasión con más medios terapéuticos y preventivos que nunca, ¿es fácil que vuelva a suceder o que nunca desaparezca el virus, como pasa con los de la gripe?

Sí, es muy fácil que vuelva a suceder. Hay una enorme cantidad de virus que por un proceso de zoonosis pueden saltar al ser humano, y esto no ha ocurrido una vez, sino muchas veces a lo largo de la historia. Quizá la anterior más conocida sea el VIH, que generó una pandemia importante a finales del siglo XX y sigue siendo un problema de salud a nivel mundial. Por tanto, puede ocurrir perfectamente, y aunque ahora tenemos muchos más medios para afrontarlo, hemos visto colapsar la sanidad de los países más preparados de Europa y del mundo.

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Y no tiene por qué ser la última pandemia, fundamentalmente porque los procesos de zoonosis pueden acelerarse por ejemplo con la deforestación de algunos sistemas ecológicos, o al ingerir carne de animales salvajes, donde el ser humano se expone de pronto a patógenos desconocidos; y eso está pasando constantemente en el mundo. El desequilibrio ecológico que se está produciendo en muchas zonas del planeta puede provocar que virus que están confinados en determinadas especies que no están en contacto con los seres humanos, entren en contacto con este y se genere una zoonosis que en algunos casos se convierta en una epidemia como esta.

Mencionas como causas posibles la deforestación y el ingerir carne de animales salvajes que pueden ser huéspedes de virus dañinos para el ser humano, y cada vez tenemos más experiencia sobre ello. ¿Qué habría que hacer para que no volviera a aparecer una amenaza tan grave para la salud y la economía a nivel mundial? ¿Son inevitables las pandemias en un mundo globalizado?

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Hay factores que son difíciles de controlar; por ejemplo, los movimientos. En un mundo totalmente globalizado donde la movilidad de personas y productos es constante y se produce en pocas horas de un punto a otro del planeta, se favorece la expansión de cualquier patógeno. Lo que sí podemos evitar al máximo es que se produzca el salto de especie de los virus, porque cuando ocurre –aunque a veces no nos enteramos– se puede convertir en un grave problema de salud pública.

Los procesos de zoonosis pueden acelerarse con la deforestación de sistemas ecológicos o al ingerir carne de animales salvajes, donde el ser humano se expone a patógenos desconocidos

Todo está interconectado y después de un año donde el protagonismo lo tuvo Greta Thunberg y su movimiento ecologista, ahora parece que nos tenemos que olvidar de eso y centrar todos nuestros esfuerzos en el problema que supone el coronavirus, pero todo está en armonía en la naturaleza y quizás evitando ciertas cosas que tienen que ver con el ecologismo y con proteger el balance natural del ecosistema se reduciría significativamente la posibilidad de estos saltos, que después son más graves por nuestro estilo de vida, que también habría que cambiar un poquito en aras de proteger a la especie humana porque, como ya hemos visto, el planeta puede seguir viviendo perfectamente sin nosotros.

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"Decís que en un escenario epidémico, economía y salud juegan en equipos contrarios la mayor parte de las veces", pero además hemos visto que el virus no desaparece en unas cuantas semanas de confinamiento. ¿Cuál crees que sería entonces la solución más acertada en base a la experiencia?

Yo creo que el confinamiento fue algo necesario para frenar la propagación masiva del virus y el colapso de muchos sistemas de salud, y no solamente el nuestro, pero a partir de ahora sería bueno ir adelantándonos, es decir, localizar bien los rebrotes, que se consigue realizando muchas pruebas y estableciendo confinamientos limitados por poblaciones o comunidades, para así evitar el colapso de la economía, aunque hay que hacerlo teniendo en cuenta que ya ha empezado a afectar parte de la economía.

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Y probablemente lo que tengamos que pensar como país es que cada vez que hay una crisis del tipo que sea –la anterior fue financiera y esta es sanitaria– es que en España nos resentimos muchísimo por el modelo económico que tenemos. Y no digo que haya que cambiarlo completamente, pero sí empezar a ver otras posibilidades de modelo de negocio a los que no les afecten tantísimo estos avatares; un modelo donde se premie la iniciativa tecnológica, la investigación científica, la generación de conocimiento…, algo que incluso en los momentos de crisis sea necesario más que prescindible, como lo son los establecimientos de hostelería, el turismo, etcétera.

Habría que cambiar nuestro estilo de vida para proteger a la especie humana porque, como hemos visto, el planeta puede seguir viviendo perfectamente sin nosotros

No podemos seguir pensando que tenemos que vivir solamente del turismo, la hostelería y la construcción, porque son los primeros sectores que se ven afectados por una crisis económica, y si tuviéramos un tejido industrial y tecnológico mucho más fuerte estaríamos ahora vendiendo kit diagnósticos, produciendo vacunas…, y una serie de cosas que son ahora muy necesarias. Tenemos que aprender que si dos crisis cercanas nos han llevado al borde del abismo económico, deberíamos empezar a fomentar otro tipo de negocios para que no nos vuelva a pasar en el futuro.

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Personas con mascarillas

Hasta ahora se ha prestado poca atención al papel esencial de la respuesta inmunitaria celular específica frente al virus, tanto de las células T CD4+ como de las CD8+, y la Sociedad Española de Inmunología (SEI) defiende que es importante analizar ambos brazos de la respuesta inmunitaria frente al virus. ¿Significa esto que puede haber personas inmunes sin anticuerpos, y que por lo tanto podría haber una mayor inmunidad de grupo de lo que se piensa?

Una de las cosas que estamos estudiando es precisamente la importancia que pueda tener la inmunidad celular más allá de la inmunidad humoral, que es la que está basada en los anticuerpos, y probablemente tenga muchísimo que decir en el control de la pandemia, pero todavía no hay datos consistentes que nos permitan afirmar que es así. Yo soy uno de los que apuestan a que eso puede estar pasando, y que de alguna manera permite que nos protejamos no solamente con anticuerpos, sino con células CD8 y CD4, pero no es algo que podamos confirmar ahora mismo porque aún no se ha demostrado.

Todo está en armonía en la naturaleza y quizás protegiendo el balance natural del ecosistema se reduciría significativamente el riesgo de que los virus salten de animal a humano

Habláis del virus de la gripe –responsable de la grave pandemia de 1918–, que se creía sería el protagonista de la siguiente gran pandemia y que, de hecho, puede serlo de nuevo si, como explicáis, experimenta "cambios genéticos mayores" de un año a otro. ¿Es posible la coinfección con un virus de la gripe y el SARS-CoV-2?

Perfectamente, y de hecho es probable que ya esté ocurriendo en el Cono Sur americano, donde ahora ya están en temporada de gripe estacional por el invierno, y la COVID-19 está conviviendo con la gripe, lo cual es bastante peligroso porque los primeros síntomas son muy parecidos, y discernir a quién es necesario mandar a casa y a quién no es mucho más difícil para el clínico y, por otra parte, para el sistema inmunológico combatir a dos enemigos es bastante más difícil. Yo siempre hago un símil como si fuera Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, que fue atacada por los dos flancos: por los nazis y por los comunistas. Evidentemente hay que evitar a toda costa la coinfección por el SARS-CoV-2 y el virus de la gripe estacional, y yo creo que la campaña de vacunación contra la gripe este año tiene que ser muy potente, quizás tenga sentido adelantarla un poco.

¿Vacunarse entonces contra la gripe es una medida de prevención recomendada en la situación actual?

Más que recomendada; si yo fuera el ministro de Sanidad la convertiría en una medida obligatoria para toda la población, porque no sabemos cómo se va a comportar un organismo que se infecte con los dos virus a la vez, y porque así también se evitaría al máximo la confusión que provocaría el que aparecieran en urgencias un montón de personas con síntomas como fiebre alta, tos, dolor de cabeza, dolores musculares…, y que hubiera que determinar si tienen gripe, o la infección por coronavirus, que obligaría a aislarlas de inmediato o a ingresarlas. Por ello creo que toda la población debería vacunarse, y espero que los antivacunas no empiecen a insistir en lo contrario, porque siguiendo sus consejos si fuéramos dinosaurios habríamos cogido el meteorito (risas).

Hay que evitar a toda costa la coinfección por el SARS-CoV-2 y el virus de la gripe estacional, y la campaña de vacunación contra la gripe este año tiene que ser muy potente

Precisamente uno de los capítulos se titula 'La información científica en la era COVID. ¿Dónde está la verdad?'. Y es que han circulado y continúan circulando muchos bulos que pueden causar mucho daño. ¿Qué recomendarías a la población para obtener información veraz y contrastada sobre el tema? ¿Cómo debemos actuar desde los medios de comunicación?

Ahora todos podemos actuar casi como un medio de comunicación porque tenemos Whatsapp, Twitter, Facebook, y todo tipo de redes sociales, y creo que lo primero es no convertirse en un altavoz de los datos no confirmados y no reenviar bulos a nadie, ni siquiera como curiosidad. Y, por otra parte, recurrir a las webs y a los medios que están contrastados, es decir, de científicos conocidos, de instituciones de prestigio, para conocer la verdad.

Si yo fuera el ministro de Sanidad convertiría la vacunación contra la gripe en una medida obligatoria para toda la población

Evidentemente, nos podemos equivocar, porque estamos ofreciendo datos científicos como noticias, y eso nunca lo hacemos, pero en esta pandemia ha habido que decir las cosas prácticamente saliendo del laboratorio. Sin embargo, las personas que hayan estudiado durante mucho tiempo –como es mi caso y el del otro autor del libro, José Alcamí Pertejo– virus como el VIH, entre otros, tenemos bastante más conocimiento que la mayoría de la población para discernir entre lo que puede ser potencialmente cierto, o lo que realmente no lo es.

La mascarilla es el nuevo preservativo

Yo soy inmunólogo y físico nuclear, y uno de los bulos que ha circulado sobre el 5G y la mecánica cuántica que ha relacionado el virus con esto no tiene sentido, pero si alguien empieza a hablar de una interacción electromagnética, etcétera, utilizando términos muy profesionales, puede confundir fácilmente a una persona sin conocimientos en este campo. Y por eso hay que ir a fuentes fiables, a estudiosos del tema y contrastar la información, y no dar crédito a un individuo que simplemente dispone de una conexión a la red, porque ahora parece que cualquiera que tiene una conexión a la red ya puede ser crítico de arte o un referente científico. Y, por supuesto, no ayudar a difundir estos bulos.

¿Por qué crees que la segunda oleada del COVID-19 se esperaba para el otoño si el virus no había desaparecido, y los médicos siempre dicen que los virus del resfriado común y la gripe no tienen nada que ver con el frío?

Se esperaba para el otoño porque ese es otro de los grandes mitos. En otoño es cuando empiezan a aparecer los virus de la gripe estacional y se esperaba además que con las altas temperaturas el SARS-CoV-2 se atenuara, cosa que no ha sucedido. A pesar de que había algunos estudios que decían que se podía desestabilizar un poco con el calor, esto no es cierto, y por eso la segunda oleada puede estar a la vuelta de la esquina, aunque con la llegada del invierno sí puede aumentar el número de casos y que, como comentaba antes, se pueda confundir con la gripe estacional.

Las medidas contra el coronavirus –como el uso de mascarillas y la higiene adecuada de las manos– ayudarán a prevenir el contagio de otros virus respiratorios

Recientemente has publicado un libro sobre el sida, ¿comparten características el VIH y el SARS-CoV-2? ¿Crees que, como ha ocurrido con el VIH, el SARS-CoV-2 ha llegado para quedarse?

Ambos son retrovirus, pero no son comparables, como no lo serían un poema de Lorca y uno de Garcilaso de la Vega. No tienen mucho en común, ya que atacan células diferentes; en el caso del VIH a las células del sistema inmunológico, y el SARS-CoV-2 ataca fundamentalmente a las células que tienen un receptor que se llama ACE2 y que se encuentran en las vías aéreas. El coronavirus se manifesta con la enfermedad COVID-19 en muy pocos días, mientras que el VIH se convierte en sida al cabo de ocho o 10 años, por lo que son totalmente diferentes.

Afortunadamente no se parecen, y digo afortunadamente porque para el VIH no tenemos vacuna a pesar de que han pasado 40 años desde su aparición y al principio se confiaba en que sí se podría desarrollar una en poco tiempo, y esperamos que para el coronavirus sí tengamos pronto una vacuna.

Y respecto a si ha llegado para quedarse, es posible, porque además puede mutar y hacer que sea necesario actualizar la posible vacuna que se desarrolle. No sabemos si eso va a pasar, y en cualquier caso el coronavirus, como ya ocurrió con el VIH, ha hecho que se instauren ciertos hábitos que probablemente continúen tras la pandemia. Ahora nos parece inaudito, pero en los años 80 tener relaciones sexuales sin condón era algo bastante normal, excepto en el caso de las parejas heterosexuales que querían evitar un embarazo, pero ese comportamiento tan habitual cambió por completo. Y esta pandemia también va a cambiar bastante nuestra forma de relacionarnos, y aunque tengamos vacunas y medicamentos posiblemente cuando empiecen las gripes estacionales todo el mundo empiece a utilizar mascarilla, probablemente viajemos menos, tengamos mucho más cuidado a la hora de abrazar a personas no conocidas…

No es cierto que la mascarilla provoque hipoxia, y el balance entre las molestias que genera y sus beneficios es claramente positivo

Y eso es lo que creo que tienen en común, el cambio de hábitos; y tiene su parte positiva, ya que en el caso del VIH el uso del preservativo no solo actuaba como una prevención frente a este virus, sino que también evitaba la propagación de otras enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, la clamidia, la gonorrea…, y las medidas contra el coronavirus –como el uso de mascarillas y la higiene adecuada de las manos– ayudarán a prevenir el contagio de otros virus respiratorios que, como el de la gripe, también provocan la muerte de muchas personas todos los años.

¿Se conocen ya datos sobre las reinfecciones, es decir, gente que se haya confirmado que ha tenido COVID-19, ha superado la enfermedad, y se ha vuelto a infectar?

Todavía es demasiado pronto. Ha habido algunos casos, que después se han descartado por errores en la PCR o de otro tipo. Es posible que personas que hayan generado anticuerpos los pierdan con el tiempo y queden desprotegidos frente al virus, pero hasta ahora no hay estudios con una cohorte importante –salvo que sean tan recientes que yo lo desconozca, porque la información sobre esto se renueva constantemente y siempre se escapa algo–, y hay que tener en cuenta que ha pasado poco tiempo desde que se detectó a los primeros infectados.

Una vez pasada la primera ola y el confinamiento, ¿qué medidas convendría adoptar para controlar lo mejor posible la segunda oleada mientras la ciencia consigue una vacuna o tratamiento efectivos?

Llevar mascarilla; la mascarilla es el nuevo preservativo. Al igual que en los años 90 el que no usara condón al mantener relaciones sexuales sabía que se exponía a infectarse con un virus mortal, ahora no existe un medicamento ni una vacuna eficaces contra el coronavirus, y por lo tanto es imprescindible la mascarilla. Y que la lleve todo el mundo, tanto jóvenes como mayores, porque aunque en principio las personas mayores han sido las más afectadas, es importante tener en cuenta que cuanto más se propague el virus más posibilidades hay de que pueda mutar, y en una de esas mutaciones puede volverse más peligroso también para la gente más joven.

El uso de mascarilla debería ser constante porque hay muchos factores que intervienen en la propagación del virus, como la velocidad a la que vamos andando o la exhalación, que en el caso de una persona que está haciendo ejercicio es mucho más fuerte, y por ello creo que deberíamos evitar hacer ejercicio en lugares concurridos. Yo hago ejercicio con la mascarilla puesta y me he tomado la saturación de oxígeno antes y después, y no me varía. Evidentemente me molesta llevarla, porque me da calor, pero también es más cómodo no llevar puesto un condón durante el sexo. No es cierto que la mascarilla provoque hipoxia, y el balance entre las molestias que genera y sus beneficios es claramente positivo.

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