El glaucoma es un trastorno ocular grave que puede llegar a provocar ceguera. Los afectados no suelen tener síntomas durante años, por lo que consultar al oftalmólogo es la única forma de detectarlo precozmente.
Médico Especialista en Medicina Intensiva en el Hospital 12 de Octubre
Actualizado: 12 de marzo de 2024
Tipos de glaucoma y causas
En función de la causa que lo provoque podemos hablar de glaucoma primario o secundario. Se entiende por glaucoma primario aquel que no está causado por ninguna otra alteración a nivel ocular; y por glaucoma secundario el que se produce como consecuencia de otra alteración ocular, o por culpa de efectos adversos de la medicación, como los corticosteroides. Las causas del glaucoma secundario incluyen uveítis (inflamación del ojo), trauma ocular, y enfermedades como la diabetes que afectan al ojo. También puede ser causado por el crecimiento anormal de tejido que bloquea el drenaje del humor acuoso.
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Hay distintos tipos de glaucoma, en función de a qué nivel se encuentre la alteración en el ojo:
Glaucoma de ángulo abierto: es el tipo de glaucoma más frecuente de todos, y puede ser primario o secundario. La alteración se encuentra en los canales que hacen que pase el humor acuoso desde la cámara anterior a la circulación venosa, por lo que está alterado el proceso de eliminación del humor acuoso. El ángulo formado por la córnea y el iris por el que pasa el líquido desde la cámara posterior a la cámara anterior permanece siempre abierto (por eso se llama glaucoma de ángulo abierto), pero el sistema de drenaje del ojo (trabécula) se vuelve menos eficiente con el tiempo. Esto lleva a un aumento gradual de la presión intraocular. Su causa exacta es desconocida, pero se cree que es una combinación de factores genéticos y ambientales. La edad es un factor de riesgo significativo.
Glaucoma de ángulo estrecho: también puede ser primario o secundario y, en este caso, la alteración se encuentra en el ángulo que hay entre la cámara posterior y la anterior (a nivel del iris), que es anormalmente estrecho, pero aún no se ha cerrado completamente, y dificulta el paso del humor acuoso de una cámara a otra, causando un rápido aumento en la presión intraocular. Esta circunstancia pone al individuo en alto riesgo de un cierre angular agudo, ya que cualquier factor que cause una dilatación adicional de la pupila puede desencadenar el bloqueo completo del drenaje del humor acuoso. Este bloque puede ocurrir de manera repentina (glaucoma de ángulo cerrado agudo) o progresivamente (glaucoma de ángulo cerrado crónico), y es considerado una emergencia oftalmológica que requiere atención inmediata.
Glaucoma congénito: hay anomalías en el desarrollo angular que originan alteraciones en la morfología del globo ocular y alteraciones a nivel del nervio óptico. Se da en bebés y niños y suele ocasionar ceguera irreversible. Este desarrollo anormal del sistema de drenaje del ojo durante el período gestacional se debe generalmente a una anomalía genética o una infección durante el embarazo.
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Factores y grupos de riesgo del glaucoma
Existen diversos factores que pueden incrementar las probabilidades de que una persona sufra algún tipo de glaucoma, y muchos de ellos son controlables y reversibles, por lo que conviene conocerlos para poder evitar en la medida de lo posible este problema. Igualmente, hay diversos grupos de población que deben tener aún más en cuenta la necesidad de acudir a una revisión oftalmológica para detectar a tiempo su aparición:
El riesgo de desarrollar glaucoma aumenta con la edad, especialmente en personas mayores de 60 años.
Pacientes con una presión intraocular elevada. La PIO elevada es el principal factor de riesgo para el glaucoma, aunque no todas las personas con PIO elevada desarrollarán la enfermedad.
Fumar o consumir alcohol.
El sedentarismo o la falta de actividad física.
Obesidad.
Tener antecedentes familiares de glaucoma, sobre todo si se trata de familiares directos como padres o hermanos.
Ciertos grupos étnicos tienen mayor riesgo de desarrollar glaucoma. Por ejemplo, los afroamericanos e hispanos tienen mayor riesgo de desarrollar glaucoma de ángulo abierto, mientras que los asiáticos tienen un mayor riesgo de desarrollar glaucoma de ángulo cerrado.
Personas con altas miopías (mayor de 5 dioptrías) o como consecuencia de la evolución de otras patologías, que pueden ser tanto oculares como sistémicas. Entre las primeras, destaca la uveítis, alteraciones de la retina, alteraciones del cristalino, tumores intraoculares, desprendimiento de tejido de las diferentes estructuras del interior del ojo… El nervio óptico de los ojos miopes es más susceptible a la lesión que el de los no miopes.
Personas con más de 45 años que no se hayan sometido a un examen ocular en los últimos años.
Pacientes medicados con corticoides. El uso prolongado de medicamentos corticosteroides, especialmente en forma de gotas para los ojos, puede aumentar el riesgo de glaucoma.
Personas que hayan sufrido lesiones oculares previas, como un golpe o traumatismo en el ojo, pueden ver aumentado su riesgo de desarrollar glaucoma.
Las personas con una córnea central más delgada pueden tener un mayor riesgo de desarrollar glaucoma.
Diabéticos, ya que el incremento de los niveles de glucosa en sangre puede causar serios daños en la retina (retinopatía diabética).
Un flujo sanguíneo deficiente o irregular al nervio óptico puede aumentar el riesgo de glaucoma.
Mujeres que hayan experimentado un cambio hormonal a consecuencia por ejemplo de un embarazo o la menopausia.
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Tener uno o más factores de riesgo no significa que una persona definitivamente desarrollará glaucoma, pero sí aumenta su probabilidad. En caso de que te veas afectado por alguno de estos factores, los expertos aconsejan que acudas a un óptico-optometrista para someterte a una tonometría sin contacto, un examen sencillo, rápido e indoloro con el que se mide la presión intraocular, junto con una campimetría y una exploración del fondo de ojo. La detección temprana mediante exámenes oculares regulares es clave para prevenir la pérdida de visión debido al glaucoma, ya que los tratamientos actuales pueden controlar la enfermedad efectivamente si se diagnostica a tiempo.