Una alteración en el gen de la interleucina 28B permite determinar la capacidad de un individuo para combatir al virus de la hepatitis C, tanto de forma espontánea como tras recibir tratamiento antiviral.
La hepatitis C es una enfermedad que afecta a casi 200 millones de personas en todo el mundo. En España, su incidencia oscila entre 800.000 y 900.000 personas. Aunque el porcentaje de pacientes que se han curado de la infección se ha incrementado significativamente en los últimos diez años, la enfermedad tiende a cronificarse con mucha frecuencia, incluso en aquellos pacientes que han sido tratados correctamente. En estos casos, el daño hepático puede progresar y originar cuadros más graves como cirrosis o cáncer en un 5-25% de los casos. Sin embargo, los avances en la investigación de nuevos fármacos facilitarán la erradicación del virus ya que, como afirma el doctor Ricard Solà, jefe de la Sección de Hepatología del Hospital del Mar de Barcelona, “a diferencia de otros virus, la hepatitis C se puede curar”.
Los nuevos y mejores tratamientos de los que ya se dispone en la actualidad, como la combinación de interferón pegilado + ribavirina, han permitido aumentar “las tasas de curación de un 6-12%, en la década de los 90, a un 66-70% en la actualidad”, como indica el especialista. Sin embargo, el pronóstico de los afectados ha mejorado aún más gracias a un nuevo descubrimiento que permitirá predecir las posibilidades de curación de los pacientes, antes incluso de iniciar el tratamiento.
Hasta ahora se conocían múltiples factores que influían en las posibilidades de curación de los enfermos con hepatitis C: algunos que dependen del virus (como la carga viral y el genotipo) y otros del propio paciente (el grado de daño hepático: fibrosis y trastornos metabólicos). “Analizando la distribución de estos factores, las posibilidades de curación varían desde un 0-10% hasta un 90-100%”, explica el doctor Manuel Romero, jefe del Servicio de Digestivo del Hospital de Valme de Sevilla.
Con estos datos, el tratamiento de la enfermedad ya tendía hacia la individualización teniendo en cuenta las características diferenciales en función de las posibilidades de curación. “Pero un nuevo factor ha cambiado la historia de la hepatitis C. La aparición de una única alteración genética en el cromosoma 19, en el gen de la interleucina 28B, permite clasificar las posibilidades de curación de una persona”, afirma el Dr. Romero. “Cada uno de nosotros nacemos con un genotipo en la interleucina 28B que permite catalogar, genéticamente, la susceptibilidad y capacidad del organismo para defenderse del virus C de la hepatitis, tanto de forma espontánea como después de recibir tratamiento antiviral. Por ello, su análisis determina si se tiene predisposición o no para curarse”, añade.
Este examen muestra el importante papel del conjunto de los factores pronósticos y la necesidad de su análisis para determinar cuáles son los pacientes que deben iniciar el tratamiento con la terapia (interferón pegilado alfa-2a + Ribavirina) y quienes deberán esperar a la triple terapia. “Esta técnica –añade el Dr. Solá- nos va a permitir seleccionar a los pacientes que se pueden curar con interferón más ribavirina sin necesidad de esperar al tratamiento triple, ya que las nuevas moléculas son eficaces pero al parecer elevarán el coste total de la terapia y tienen efectos secundarios difíciles de manejar. La nuevas opciones terapéuticas ofrecerán una alternativa muy valida; sin embargo, sería un error crear falsas expectativas ya que deben tenerse en cuenta los beneficios-costes y el incremento de los efectos secundarios”.
Alternativas disponibles
Utilizar el método más adecuado en función de la respuesta de cada paciente es la mejor opción disponible, ya que disminuye los costes sanitarios y los efectos secundarios que sufren los enfermos. “Existen personas que necesitan “tratamiento corto”, que puede durar hasta 6 meses, y que supone un coste menor para el Sistema Nacional de Salud al estar indicada una terapia estándar sin que esto menoscabe las probabilidades de curación de la enfermedad”, argumenta el doctor Juan Turnes, médico hepatólogo del Complejo Hospitalario de Pontevedra. “Por otro lado, para aquellos pacientes con mayor resistencia al tratamiento, en donde el virus desciende lentamente, se ha comprobado que su prolongación hasta año, año y medio, puede suponer la curación”, añade el experto.
Teniendo en cuenta esta situación y analizando las opciones actuales de tratamiento es necesario buscar la estrategia más coste-efectiva para combatir la hepatitis C. Un reciente estudio fármaco-económico llevado a cabo en España demuestra que la combinación de interferón pegilado alfa-2a y ribavirina no sólo es más efectivo, sino también menos costoso en comparación con peginterferón alfa-2b más ribavirina.
“La evidencia científica mostraba que los pacientes tratados con interferón pegilado alfa-2a tienen un 11% más de probabilidad de alcanzar respuesta viral sostenida (curación) frente a los tratados con interferón pegilado alfa-2b”, indica el doctor Turnes. Este tratamiento ofrece mayores beneficios, “tanto en términos de eficacia, hablando de años de vida ajustados por calidad de vida, como en ahorro de costes”, añade el especialista. “Tanto es así –continúa el Dr. Turnes- que podemos afirmar que se puede conseguir un ahorro de entre 700 y 1.900 euros por paciente, dependiendo del genotipo de virus C”.
Existen grandes expectativas de futuro en cuanto a la hepatitis C ya que “hay alrededor de 12 moléculas en desarrollo avanzado que pueden ayudarnos a alcanzar cifras de curación de 80/85% de los pacientes”, concluye el doctor Solà.
Actualizado: 18 de enero de 2017