Hipoacusia, deficiencia auditiva en la infancia

Bióloga
Por: Dr. José Antonio Nuevo González
Especialista en Medicina Interna. Servicio de Urgencias del Hospital Gregorio Marañón de Madrid
Actualizado: 3 de marzo de 2025
La hipoacusia, sordera o deficiencia auditiva, es un trastorno sensorial que consiste en la incapacidad para escuchar sonidos, y que dificulta el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación. Uno de cada 300 niños nace con una deficiencia auditiva, y uno de cada 1.000 con una sordera profunda bilateral; el 74% de los niños que presentan retraso en el lenguaje padecen hipoacusia, y muchos niños con retraso psicomotor y alteraciones de la conducta tienen una hipoacusia leve que no ha sido diagnosticada.
Tipos de hipoacusia
La gravedad de la hipoacusia depende de tres factores principales: la intensidad de la pérdida auditiva, la localización de la lesión, y el momento de aparición de la misma.
Una hipoacusia puede aparecer tanto en el periodo de vida prenatal como postnatal, y hasta la adolescencia tardía. Según el momento en el que se produzca la pérdida de la audición, la hipoacusia puede ser:
De acuerdo a la localización de la lesión, las hipoacusias pueden ser de transmisión (o conductivas), o de percepción (o neurosensoriales), siendo estas últimas las más graves:

De acuerdo a la intensidad de la pérdida auditiva, las hipoacusias pueden clasificarse en:

Causas de hipoacusia
La hipoacusia infantil puede presentarse en el periodo inmediato al nacimiento, originada por agentes prenatales o perinatales, o en el periodo comprendido entre los dos y los cuatro años de edad, debido a varios agentes infecciosos locales que causan otitis media.
En los adultos, la hipoacusia o sordera se relaciona con el envejecimiento y con las pérdidas auditivas de carácter ocupacional debido a exposiciones continuadas a ruidos fuertes.
Causas prenatales de la hipoacusia
Las hipoacusias de carácter prenatal, tanto de transmisión como de percepción, pueden ser de origen genético o adquirido. Aproximadamente un 40% de las hipoacusias prenatales son de origen genético, siendo el momento de aparición clínica de la hipoacusia el periodo comprendido entre el nacimiento y la adolescencia.
Los factores que pueden causar las hipoacusias prenatales de origen adquirido son las sustancias ototóxicas, los agentes infecciosos, las radiaciones y la patología materna gestacional. Este grupo de factores constituye el 50-60% de las hipoacusias prenatales.
Causas perinatales de la hipoacusia
Existe un cierto número de factores de riesgo que pueden causar deficiencia auditiva, como la historia familiar de hipoacusia congénita o progresiva en la infancia, una infección durante el periodo gestacional, el nacimiento prematuro, las malformaciones craneofaciales, un peso inferior a 1.500g, hiperbilirrubinemia, medicaciones ototóxicas, meningitis bacteriana, ventilación mecánica durante al menos cinco días, hábitos tóxicos maternos, y sufrimiento fetal durante el nacimiento.
Causas postnatales de la hipoacusia
En este grupo se incluyen las hipoacusias de origen adquirido y de aparición posterior al periodo neonatal (primeros 28 días de vida). Los factores que pueden causar hipoacusia son los traumatismos craneales, tumores, meningitis, encefalitis, infecciones de oído, rubéola y parotiditis, entre otros.
Síntomas de la hipoacusia
La pérdida de audición o una disminución de ésta es en sí misma un síntoma. La persona que la presenta no tiene una conexión auditiva adecuada con el medio. En el caso de las hipoacusias infantiles, la forma de reconocer sus síntomas ha de ser mediante la observación de los padres o cuidadores quienes van a detectar actitudes anómalas en el niño. Pueden apreciar que en determinados momentos evolutivos del bebé no atiende a los sonidos que provienen de los padres, el niño necesita mirar a ambos lados para cerciorarse de donde viene el estímulo auditivo, o sufre un retraso evidente para empezar a hablar con respecto al resto de niños de su misma edad.
En otras etapas más avanzadas, el niño puede presentar un deterioro del rendimiento escolar, pueden recurrir constantemente a que se les repita lo hablado, puede incluso perturbarles desde un punto de vista psicológico y manifestarse irritados o enfadados, tristes o aislados por este motivo.
En el caso de personas adultas, la pérdida de audición es manifestada por ellos mismos, necesitando mayor cercanía a veces para escuchar, algunos orientando el pabellón de la oreja para amplificar el sonido, y con empeoramiento en situaciones ruidosas o de bullicio. Otros síntomas indicativos de hipoacusia es que también suelen ser individuos que hablan muy alto debido a que no se autoescuchan, o en su vida cotidiana utilizan volúmenes mayores en los aparatos audiovisuales (radio, TV).
Es importante que las personas con este problema identifiquen si la sordera es uni o bilateral puesto que puede ayudar al diagnóstico, así como si el inicio fue agudo o ha sido progresivo a lo largo de los años.
Otros síntomas de hipoacusia que pueden acompañar a este trastorno ayudarán a identificar la causa del problema. Así, el paciente puede referir ruidos o pitidos (acúfenos) o presentar mareos e inestabilidad al caminar como problemas que orientan a la irrigación del oído interno.

La audiometría es una opción utilizada para detectar la hipoacusia.
Diagnóstico de la hipoacusia
El diagnóstico universal neonatal de la sordera es el método de elección que se emplea para evaluar a todos los recién nacidos.
La otoscopia o exploración mediante luz del oído externo y hasta el tímpano no debe faltar en toda evaluación de una persona con hipoacusia. Mediante esta prueba se pueden detectar obstrucciones del oído externo, infecciones, tumores, etcétera. Si con la otoscopia se vislumbran alteraciones en la transmisión de la luz a través del tímpano, se debe recurrir al TAC o la resonancia para descartar problemas en la cadena de huesecillos u otras estructuras.
El otorrino también puede recurrir a la exploración mediante el diapasón, que permite poner de manifiesto alteraciones en la transmisión del sonido a través de estructuras óseas como la apófisis mastoides.
En niños recién nacidos se realizan pruebas de otoemisiones acústicas provocadas y potenciales evocados auditivos. En niños más mayores (a partir de cuatro años) se pueden realizar pruebas complementarias que requieren la colaboración del niño para su realización, como es la audiometría del juego y la timpanometría. Las audiometrías permiten observar los movimientos reflejos ante la presencia o ausencia de sonidos; se emplea el juego creando una respuesta condicionada para que el niño realice una acción o juego que muestra cuándo oye el sonido.
Cuando la hipoacusia comienza a muy temprana edad pueden verse afectados el desarrollo del habla y del lenguaje, el desarrollo social y emocional, el comportamiento, y la atención y el rendimiento académico. Por este motivo, se debe considerar la presencia de hipoacusia en cualquier niño con dificultades de habla y del lenguaje, con un rendimiento escolar por debajo de la media, mal comportamiento y falta de atención en clase.

Tratamiento de la hipoacusia
Existen diferentes tratamientos destinados a curar o mejorar los efectos de la hipoacusia, y su aplicación depende del origen, las causas y las características de la lesión que causa la sordera o pérdida de audición.
Las hipoacusias de transmisión tienen un pronóstico bastante bueno, y los tratamientos aplicados actualmente resultan satisfactorios. Las otitis medias habitualmente se curan sin dejar secuelas significativas en más del 95% de los casos; en el tratamiento se emplean antibióticos y mucolíticos, y se colocan tubos transtimpánicos.
Las lesiones tímpano-osiculares, como las perforaciones de la membrana timpánica y las alteraciones en los huesecillos, se tratan con una microcirugía, que tiene éxito en más del 80% de los casos.
En los pacientes con malformaciones congénitas se utilizan reconstrucciones quirúrgicas en función de la gravedad de la malformación. Actualmente existen dispositivos implantables electromagnéticos, que actúan como vibradores óseos, con excelentes resultados.
Las hipoacusias de percepción, por el contrario, no cuentan con un tratamiento que cure definitivamente las lesiones, ya que el daño producido a nivel neuronal es irreparable. Por lo tanto, el tratamiento de este tipo de hipoacusias se centra en mejorar la comunicación mediante el empleo de audífonos y de implantes cocleares. Los audífonos son dispositivos electrónicos cuya función es amplificar el sonido que llega al oído. Los implantes cocleares son prótesis auditivas especiales que se colocan realizando una intervención quirúrgica en el oído interno dañado, y sustituyen así su función.

Prevención de la hipoacusia o sordera
Como en otras enfermedades, la prevención de la hipoacusia, sordera o pérdida de audición radica en evitar en la medida de lo posible la presencia de los factores de riesgo que la originan. En los casos en los que la hipoacusia sea genética, la prevención no es posible, pero sí la temprana detección y puesta en marcha de mecanismos para su adaptación y tratamiento según el caso.
En las hipoacusias debidas a infecciones o perforaciones timpánicas hay que hacer hincapié en que cuando estos procesos se presenten en el niño, deben tratarse adecuadamente con las medidas prescritas por su médico, y evitando sumergirse en el agua o haciéndolo con tapones indicados para ese fin.
En otros casos como las hipoacusias relacionadas con el ámbito laboral, el establecimiento de medidas de prevención de riesgos acústicos mediante normativas en las empresas ha hecho disminuir su incidencia, pero debe vigilarse su cumplimiento por parte de empleado y empresa. Es aconsejable la exposición al ruido controlada en el tiempo de trabajadores de fábricas, aeropuertos, personal de la construcción, músicos…, además de utilización de elementos de protección auditiva.
En ámbitos más domésticos, deben evitarse volúmenes elevados en dispositivos de música mediante auriculares, ambientes excesivamente ruidosos, etcétera, con el fin de promover una higiene auditiva saludable.
También deben tenerse en cuenta que muchos medicamentos (antiinflamatorios, antibióticos…) pueden ser tóxicos para el oído y esto debe ser valorado minuciosamente a la hora de prescribirlos a personas con alteraciones de la audición, especialmente ancianos.
Creado: 5 de agosto de 2010