Beneficios de la granja escuela como recurso educativo
Actualizado: 4 de julio de 2022
Visitar una granja escuela es una ocasión estupenda para que los niños experimenten lo que se conoce como aprendizaje por descubrimiento, que consiste en que conozcan el medio rural y la naturaleza a través del contacto directo con los animales y las plantas. Los pueden tocar, investigar y observar, entendiendo mejor cuál es su comportamiento y su utilidad para el ser humano. Aprenden de la propia experiencia, es decir, de forma activa, y no de forma pasiva. Así, ante ellos se revelan conceptos que podrán relacionar y reordenar por sí mismos para colocarlos en su propio esquema cognitivo. Con este tipo de actividades también se refuerzan aprendizajes previos de tipo didáctico, pedagógico y social.
Beneficios en habilidades sociales
En una granja escuela los niños pueden aprender una serie de valores muy importantes para que desarrollen sus habilidades sociales. La experiencia les permite relacionarse con otras personas y salir de su entorno más cercano, lo que les impulsará a mejorar su comunicación para hacerse entender, y descifrarán por qué es importante el trabajo en equipo, o la convivencia interpersonal basada en el respeto, la escucha y el entendimiento.
Otro beneficio, relacionado en parte con esas habilidades sociales, es que los niños reciben en estos centros educación ambiental. No sólo asimilan valores de tipo medioambiental, basados en la sensibilización ante los problemas medioambientales o el respeto a los animales y a la naturaleza, sino que comprenden la importancia que tienen los comportamientos sostenibles no sólo a través de ellos mismos (fomentando con ello la independencia y sus propias habilidades), sino también a través de la interacción con las personas que les rodean, en base a sus capacidades personales; es decir, incorporan valores de colaboración, cuidado, respeto y valoración.
A partir de qué edad pueden ir los niños a una granja escuela
Para aprovechar todo el potencial que una granja escuela ofrece lo mejor es realizar estas actividades durante la etapa de Educación Infantil. En concreto, con niños de dos o tres años, hasta los seis. En esta etapa es cuando se observa un mayor interés de los más pequeños por experimentar, así como una mayor curiosidad por todo aquello que es nuevo para ellos. Aprovechar ese anhelo por saber y descubrir es primordial para su aprendizaje.
Además, el contacto con la naturaleza es fundamental durante la primera infancia, especialmente en las sociedades actuales en las que los niños crecen en un entorno urbano, lejos del campo, y con apenas contacto con plantas y animales, más allá de perros y gatos. Su conocimiento sobre animales de granja o cultivos está centrado en lo que les han contado, pero no suelen tener oportunidades para descubrir por sí mismos el medio natural.
Creado: 13 de octubre de 2016