Dr. Mario Alonso Puig

Experto en liderazgo, coaching motivacional y autoayuda
El Dr. Mario Alonso Puig, experto en liderazgo y autoayuda, habla de la psicología positiva, y de la importancia de motivar a las personas para que descubran su potencial y aprendan a confiar en sus posibilidades.
Entrevista: Dr. Mario Alonso Puig

El Dr. Mario Alonso Puig basa sus ideas y planteamientos vitales en la psicología positiva.

"El secreto para lidiar con personas tóxicas radica en destacar las virtudes del oponente para crearle un conflicto interno y llevarle a tu terreno"

21 de noviembre de 2013

Aunque es especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo y ha ejercido como cirujano durante 26 años, el Dr. Mario Alonso Puig se ha especializado en el campo del coach, el liderazgo y la autoayuda, basándose en la psicología positiva, una rama de la psicología que pretende buscar y potenciar lo que hay de bueno en los seres humanos, y motivarles para que aprovechen al máximo sus posibilidades, en vez de centrarse en eliminar los defectos. El Dr. Puig, que recientemente presentó la ponencia Las bondades naturales del ser humano durante la IV edición del congreso El ser creativo, lo explica con una metáfora: “la oscuridad no hay manera de sacarla de una habitación. Lo que hay que poner es un poquito de luz, y entonces la oscuridad se desvanece”. Este profesional, formado en el campo de la Inteligencia Humana en la Facultad Superior de Educación de la Universidad de Harvard, y en Medicina Mente Cuerpo y en Psicología Positiva por el Instituto Mente Cuerpo de la Universidad de Harvard, entre otras disciplinas, y que ahora colabora en diversos medios (El Confidencial, El Hormiguero...), nos habla del poder de la palabra para sanar cuerpo y mente, de la importancia de la relación médico-paciente, y de la necesidad de humanizar la medicina.

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Psicología positiva y humanización de la medicina

Usted es cirujano especialista en cirugía general y digestiva, ¿qué le motivó a dedicarse a la psicología y el estudio de la mente humana?

A mí me motivó la lectura de un libro, escrito por una persona a la que jamás olvidaré, que es el profesor Pedro Laín Entralgo, uno de los más grandes médicos y humanistas que ha habido en España. El libro se titulaba El médico y el enfermo. Recorría la historia entera de la medicina, y describía cómo médicos en la Grecia clásica habían descubierto que se podía curar con las palabras, que las palabras tenían tal fuerza que podían movilizar recursos, que ellos no sabían qué tipo de recursos eran, pero que ayudaban a las personas a mejorar. Me tocó tan hondo aquello, encontré tal vacío en la Facultad de Medicina a la hora de enseñar la importancia de la relación médico-enfermo, que empecé a buscarlo por mi cuenta. Leí temas de psicología, de filosofía…, a lo largo de más de 30 años, y llegó un momento en que todo esto empecé a aplicarlo con mis enfermos. Algunos enfermos obviamente se beneficiaban de la cirugía, y también se beneficiaban de la conversación, de descubrir serenidad a la hora de hacer frente a un desafío importante como era una enfermedad o una intervención quirúrgica, hasta que llegó un punto en que yo estaba recibiendo muchas invitaciones para dar conferencias sobre estos temas, y veía que ya no podía estar haciendo cirugía y atendiendo lo otro a la vez, y decidí dar el salto.

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Supongo que habrá merecido la pena…

Sí, estoy muy contento, porque yo soy un enamorado de la medicina, y me parece que lo que hago es una dimensión diferente de la medicina. Me encantaría recordar que la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es la referencia en el mundo sanitario a nivel mundial, dice que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino también el bienestar psicológico, social y emocional de un ser humano. Por tanto, mi misión como médico no es solo la de aplicar remedios terapéuticos, sino también ayudar a las personas a que descubran su potencial y su capacidad natural de sanar que, unido a lo que la ciencia médica puede ofrecer, hace que alcance una potencia mucho mayor.

Mi misión como médico no es solo la de aplicar remedios terapéuticos, sino también ayudar a las personas a que descubran su potencial y su capacidad natural de sanar

¿Es cierta entonces la afirmación que dice que no hay enfermedades, sino enfermos, porque cada persona es distinta?

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Para mí no hay otra realidad. Lo mismo que todo ser humano tiene órganos y tiene sistemas, pero un ser humano no es solo un conjunto de órganos fascinantes o de sistemas ultracomplejos. Un ser humano es mucho más y, por tanto, a todo enfermo hay que tratarle como un ser humano que tiene una dolencia, que tiene un órgano enfermo, pero jamás como un caso interesante.

Se trataría, pues, de una humanización de la medicina…

Hace no mucho me entrevistó uno de los periódicos médicos más importantes que hay en España, que se llama ‘Diario Médico’, y me preguntaron cuál va a ser la revolución de la medicina, y yo les dije algo que creo que les gustó, y también les sorprendió, que es ‘volver al humanismo’. La medicina está siendo revolucionada desde hace tiempo por el maravilloso desarrollo tecnológico, que permite acceder a un tipo de intervenciones que previamente no existían, pero lo auténticamente revolucionario ahora con toda esa tecnología es volver a ver a la persona con toda su dignidad como persona, volver al humanismo. No son incompatibles, son tremendamente complementarios.

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Usted es especialista en psicología positiva…

Bueno, vamos a ver, yo soy una persona que ha estudiado mucho distintos temas de psicología con grandes maestros, y he coincidido varias veces con Martin Seligman, su creador. Yo no soy psicólogo en cuanto a mi licenciatura, mi formación no es en psicología, sino en medicina, lo que ocurre es que como llevo tantos años estudiando temas de psicología, de filosofía, de metafísica, de psiconeuroendocrinoinmunología, obviamente voy, de alguna manera, conectando con estos campos para utilizarlos y compartirlos, a fin de ayudar al mayor número de personas posible. El término de especialista en psicología positiva habría que aplicárselo a una persona que es psicólogo, y que además ha hecho un training muy largo en psicología positiva, que se hace en Pensilvania.

La medicina está siendo revolucionada por el desarrollo tecnológico, pero lo auténticamente revolucionario ahora con toda esa tecnología es volver a ver a la persona con toda su dignidad como persona, volver al humanismo

¿Y en qué consiste la psicología positiva?

La psicología positiva es algo en lo que yo he creído desde hace muchos años. Cuando empecé a dar mis primeras conferencias, creo que hace 20 años más o menos, yo decía ‘a mí no me interesa encontrar el problema y hablar del problema, a mí, lo que me interesa, es potenciar lo que está dentro de la persona y todavía no ha aflorado’. El DSM-IV, que es el manual más importante que hay de psiquiatría, prácticamente no dedica casi nada de espacio a hablar de la salud mental. A mí siempre me interesó potenciar lo que ya había de bueno en la persona. Años después, me encontré con Martín Seligman, que llevaba pensando lo mismo y utilizando todos sus recursos y toda su experiencia para sensibilizar a los psicólogos, sobre todo en Estados Unidos, en este sentido; es decir, que se enfocaran más en potenciar lo que había de grande, que no en estar constantemente hablando del defecto. Un poco en la idea, que es la que yo he vivido en mi propia experiencia, que la oscuridad no hay manera de sacarla de una habitación. Lo que hay que poner es un poquito de luz, y entonces la oscuridad se desvanece, es decir, si tú construyes en lo positivo, si tú ayudas a las personas a creer más en sí mismas, a ilusionarse más con su futuro, a sentirse más protagonistas de su destino…, muchas de las cosas que están viviendo como defectos insalvables, empiezan a desvanecerse de forma natural. Pero si no utilizas más que palabras negativas, diciendo ‘a ver cómo quitamos este defecto…’, eso se enquista en la persona. Por eso, para mí, el encuentro con la psicología positiva en congresos donde Martín y yo fuimos invitados ha sido algo tan natural en mi vida, ha sido un encuentro con algo que para mí tenía todo el sentido del mundo.

Si ayudas a las personas a creer más en sí mismas, a ilusionarse más con su futuro, a sentirse más protagonistas de su destino…, muchas de las cosas que están viviendo como defectos insalvables, empiezan a desvanecerse de forma natural

¿Es posible cambiar nuestra forma de ser o de actuar?

Hablando de cualidades y defectos, en su opinión, el carácter y las cualidades –positivas y negativas– ¿son innatas, o se forman de acuerdo al ambiente en el que nos criamos y educamos?

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Una pregunta compleja de responder. Voy a usar una metáfora: vamos a suponer que el oxígeno –un gas– fuera eso que nos viene genéticamente, y el hidrógeno es el carácter que nosotros desarrollamos. El agua sería algo nuevo que emerge, es decir, no son dos cosas que se juntan, sino que forman una unidad. No podemos aislar lo que en realidad no se puede aislar, pero en lo que es el desarrollo de la personalidad, podríamos atribuir al elemento genético el 40%, y a lo que es el contexto y el entrenamiento personal, el 60%. Si tenemos en cuenta, por ejemplo, que los genes –unidades funcionales dentro del ADN–, son los que expresan muchos de los rasgos de nuestra personalidad, es importante referirnos a una ciencia que se llama epigenética, una ciencia muy sólida que ha demostrado que el estado emocional de una persona, a través de mediadores bioquímicos, es capaz de hacer que unos genes se expresen y otros se queden dormidos. Esto quiere decir que desde la ilusión, desde la motivación, desde el compromiso, desde la fe en nosotros mismos –sobre todo si nos rodeamos de un entorno nutritivo, y no de un entorno pesimista, humillante, desvalorizador–, las posibilidades que tenemos de hacer emerger elementos genéticos muy positivos es mucho mayor que si nos dejamos hundir en la desesperanza y en el desánimo, o nos rodeamos de personas que solamente nos están recordando lo que nos falta, y no lo que tenemos.

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Usted ha escrito el libro ‘Reinventarse. Tu segunda oportunidad’, y muchos ideólogos y pensadores hablan de reinventarse en tiempos de crisis. ¿Cree que las crisis como la actual son necesarios para estimular los cambios y la creatividad, y salir de la ‘zona de confort’ en la que a veces nos atrincheramos?

Sí, yo saqué el concepto reinventarse porque lo que quería transmitir con ello es que nosotros no podemos cambiar quiénes somos, sí podemos cambiar nuestra forma de ser y de estar en el mundo. Y para eso hay que hacer un viaje interior para conocer mucho más nuestra esencia y ayudar a emerger nuestro talento y nuestras capacidades. ¿Qué ocurre?, que al ser humano, a la persona, le da mucho miedo aquello que no conoce: la incertidumbre, la ambigüedad, el silencio, la oscuridad… y tiende a quedarse en su zona de confort, en su status quo, en su zona familiar. Las crisis son momentos donde somos sacados bruscamente de nuestra zona de confort y no tenemos más remedio que aprender cómo adaptarnos, desde la tibieza, desde la comodidad, desde el bienestar…, es muy difícil que una persona tenga los arrestos, tenga la valentía, tenga el cociente agallas necesario para hacer frente a ese miedo, a esa incertidumbre que, en el fondo, es una invitación a crecer y a progresar. Mi experiencia estando con personas que han sido enormemente sacudidas por situaciones críticas de distinto nivel, sobre todo en el mundo de la salud –puesto que he dedicado tantos años de mi vida al campo clínico–, me ha revelado que montones de personas que han sido zarandeadas por la vida han aprendido a crecer en esos momentos. Ellos no habrían elegido esa situación, pero cuando les ha tocado lo han vivido de una manera, que han sacado un aprendizaje que les ha construido como personas y como profesionales.

No podemos cambiar quiénes somos, sí podemos cambiar nuestra forma de ser y de estar en el mundo

Cualquier cambio en la edad adulta cuesta mucho más, ¿no sería conveniente incluir en el sistema educativo alguna asignatura que formara a los niños precisamente en la motivación y en saber afrontar las dificultades que seguramente se van a encontrar en la vida?

Para mí el cardiólogo más grande que hay hoy en el mundo, y del que personalmente me siento muy orgulloso, es Valentín Fuster. Fuster es el director del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinaí de Nueva York, y tiene influencia sobre 1.000 profesionales. Valentín Fuster es una de las personas que más ha hecho para mejorar la salud cardiológica de la humanidad, y se ha dado cuenta de que incluso en adultos en los que se mostraba con técnicas de imagen muy sofisticadas que sus vasos sanguíneos ya tenían enfermedad, la mayor parte de ellos no han hecho nada al respecto. Fuster se dio cuenta de esto y empezó programas, por ejemplo en Barrio Sésamo, para comenzar a educar a los niños en el cuidado de su nutrición y en el ejercicio físico para generar salud, y está notando cambios espectaculares. No cabe duda de que el target, la diana, tiene que ser el mundo de la educación desde niños; ahora bien, esto no tiene que transmitir un mensaje de desesperanza para los que ya tenemos mucha juventud acumulada, todo lo contrario, nos tiene que hacer reflexionar sobre lo siguiente: hasta que no encuentres tú un verdadero motivo, una verdadera razón para hacer un cambio en tu vida, si previamente no has sido entrenado en ello, no lo vas a hacer. Luego todos podemos cambiar aspectos fundamentales de nuestra vida, no importa la edad, pero para ello tenemos que dedicar tiempo a descubrir lo que de verdad nos motiva, y a ser conscientes del precio que hemos pagado, del precio que estamos pagando, y del precio que muy probablemente vamos a pagar si no cuidamos ciertos aspectos de nuestra vida.

Recordar la Historia, ver qué nos tiene que decir la Historia, nos puede dar muchísima luz a la hora de planificar un futuro mucho más ilusionante y más inspirador

Los seres humanos tropezamos una y otra vez en la misma piedra. En la trilogía de ‘La fundación’, de Isaac Asimov, hay unos personajes, los psicohistoriadores, capaces de predecir ciclos históricos futuros analizando el pasado y el presente de una sociedad. ¿Cree usted que también en el mundo real podríamos aprovechar la experiencia histórica para mejorar el futuro de la humanidad?

Quien no conoce la Historia –y no es una frase mía–, está condenado a repetirla, sobre todo hablando de la Historia triste de la humanidad. Yo creo que todos tenemos la responsabilidad de estudiar elementos de la Historia, y descubrir cómo esa historia está viva en nosotros, y solo con ese aprendizaje podemos cambiar. El teatro griego, cuyo máximo exponente era Sófocles, presentaba historias que tenían mucho impacto y generaron cambios sociales, porque los espectadores, viendo las historias que se representaban en ese teatro, se daban cuenta de que ellos, si seguían haciendo lo que estaban haciendo, iban a acabar como alguno de esos personajes. Entonces, recordar la Historia, ver qué nos tiene que decir la Historia, nos puede dar muchísima luz a la hora de planificar un futuro mucho más ilusionante y más inspirador.

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