Francisco Gavilán
19 de junio de 2013
‘Nadie es perfecto’ (Editorial Zenith), el nuevo libro de Francisco Gavilán, psicólogo y escritor, Secretario General de la Asociación de Periodistas de Turismo (Ampet) y colaborador habitual del diario 'El País', es, como él mismo afirma y se puede adivinar por el título, una lectura “adecuada para todo el mundo”. En su opinión “todas las cosas, todos los problemas, todas las características personales, todas las situaciones… se pueden ver desde una doble perspectiva como mínimo”. En el libro, Gavilán nos demuestra, por ejemplo, que ser pesimista nos puede librar de muchas decepciones y que el cotilleo responde a una necesidad humana y cumple una función social. Así, el autor nos propone un ejercicio interesante: aprender a conocernos mejor y tratar de sacarle el mejor partido, no solo a nuestras buenas cualidades sino, también, a nuestros defectos. Y es que algunos defectos tienen su ‘lado positivo’, y en vez de perder el tiempo y la energía en negar su existencia y tratar de mostrar una imagen de nosotros que no se corresponde con la realidad, no hay nada como aceptar nuestra imperfección y transformarla en una ventaja.
En ‘Nadie es perfecto’ explicas que los defectos pueden tener un aspecto positivo del que se puede sacar partido, ¿tienen también las virtudes un ‘lado oscuro’ que hay que tratar de evitar?
Nunca había pensado en esto, pero yo mismo defiendo en el libro que todas las cosas, todos los problemas, todas las características personales, todas las situaciones… se pueden ver desde una doble perspectiva como mínimo; entonces, efectivamente, las virtudes también pueden tener un lado negativo u oscuro y, en este sentido, se me ocurre que el altruismo o la solidaridad, que son características personales muy encomiables, pueden ser un ejemplo de ello. Y es que no hay que olvidar que si tú haces el bien –no solo por hacerlo, que es bueno y es positivo–, sino también porque te gratifica y obtienes un cierto reconocimiento social; es decir, obtienes un placer haciendo el bien, estaríamos hablando de un cierto egoísmo. Aunque se trata de términos antagónicos, el altruismo y el egoísmo, si lo vemos desde esa otra perspectiva, observamos que la virtud tiene un lado negativo; así, el altruismo practicado, consciente o inconscientemente, para conseguir un reconocimiento social o sentirte bien contigo mismo, o para reconfortarte emocionalmente, tiene un lado egoísta porque, aunque es un bien, tú también lo haces para obtener un placer en ello. Por lo tanto, las virtudes también pueden tener ese ‘lado oscuro’, como en el caso del ejemplo que he puesto.
El altruismo practicado para conseguir un reconocimiento social o para sentirte bien contigo mismo tiene un lado egoísta, porque aunque es un bien, tú lo haces para obtener un placer
Algunos defectos, como la envidia o el egoísmo, generan emociones muy negativas que afectan al comportamiento del individuo y a sus relaciones con sus semejantes. ¿Para aprovechar estos defectos no habría que aprender primero a gestionar las emociones?
Sí, evidentemente. En el caso de la envidia, por ejemplo, es una emoción que en principio es negativa, ya que crea ansiedad por tener algo que tiene el otro y, cuando eso no es posible, se siente gozo al destruírselo, y también si le sucede alguna adversidad porque así podríamos sentirnos, digamos, ‘compensados’. Pero, respondiendo más concretamente a tu pregunta, a cómo debemos gestionar esa emoción que transmite o que genera la envida, tenemos dos posibilidades de reaccionar; una, es la que comentaba hace un momento pero, la segunda opción –que es la que describo en mi libro– es pensar: ‘si tú puedes tener eso, yo también puedo’. Es decir, convertimos la envidia que sentimos en un estímulo personal, basado en la idea de que ‘si tú pudiste, yo también puedo’, y se convierte en una ambición. La ambición, por sí misma, no es insana. Se pueden ambicionar cosas muy legítimas, y focalizar los intereses hacia un objetivo y, de esta forma, transformamos una emoción que era negativa en una ambición saludable personal, pensando que nosotros también vamos a ser capaces de tener lo que tiene el otro, y haciendo abstracción por ello de cualquier otra característica negativa que podamos desear al otro.
En este ejemplo se puede ver cómo para gestionar la envidia lo que tenemos que hacer cuando la sentimos es reflexionar unos minutos, y pensar en por qué perder el tiempo en desear lo que él tiene, en vez de intentar conseguirlo por mí mismo sin necesidad de coger manía al otro, ni querer robárselo, ni querer que le pase algo malo porque así me siento compensado; es decir, debes transformar esta emoción en un estímulo positivo para ti.
¿Cuál crees que es el peor defecto que puede tener una persona, aquel del que es imposible obtener un beneficio?
Yo citaría varios, pero al final todos se congregan en uno mismo, me explico: el no saber escuchar, el no saber respetar las opiniones de los demás…, conduce al que yo creo que es uno de los peores defectos, que es el fanatismo. Es decir, ¿se puede obtener algo positivo de alguien con esa cerrazón mental, de alguien que no quiere escuchar, que no quiere respetar? El fanatismo es uno de los defectos de los que no es posible sacar nada positivo porque, ¿cómo vas a sacar algo positivo si tú no estás dispuesto a escuchar, a contemplar o a considerar las ideas de los demás, a escucharlas, a respetarlas? Es decir, estás encerrado en un mundo en el que no puede introducirse ninguna idea para enriquecerte, para cambiarte y, aunque probablemente haya otros, a mí el fanatismo me parece que es uno de los peores defectos.
El fanatismo es uno de los defectos de los que no es posible sacar nada positivo porque estás encerrado en un mundo en el que no puede introducirse ninguna idea para enriquecerte
¿Se puede enseñar también a los niños a aprovechar la parte positiva de sus defectos o mal comportamiento?
Sí, por supuesto, sobre todo del mal comportamiento. Por ejemplo, cuando los niños se pelean, uno por el juguete que tiene el otro y, claro, el egoísmo es natural en el niño, no ha sido socializado todavía para evitar esa conducta, esa forma de ser, y él lo quiere todo y no entiende que hay propiedades que son del otro. Entonces, el padre o la madre, bien pueden educar a ese niño diciéndole cosas como: ‘mira, si tú quieres disfrutar de ese juguete, primero tienes que hacerte su amigo, y le pides por favor si te lo puede dejar o, mejor todavía, jugáis los dos con el mismo juguete’. Y esto es un aspecto educacional que los padres sensatos y prudentes lo hacen así, y no le dicen: ‘déjalo, que es suyo, y ya te compraré uno yo’. Cuando estudié psicología, y después cuando he visto tan malas conductas en la calle y entre amigos y conocidos respecto a los hijos, me preguntaba cómo es posible que la psicología no sea una asignatura obligatoria, sobre todo para los padres, porque educar a un niño es lo más difícil –y lo más bonito–, y la responsabilidad más alta que pueda tener una persona.
En el libro dices que “los pesimistas defensivos esperan lo mejor, pero están bien preparados para lo peor”. En este caso, el pesimismo no parece una actitud negativa ante la vida, sino más bien un ‘optimismo con sentido común’. ¿Qué debe hacer un pesimista para convertirse en un ‘pesimista defensivo’?
Quizás lo mejor sería hablar de cuando nos fijamos metas en la vida. Todo el mundo se fija alguna meta, por pequeña que sea, y creo que fijarse metas es absolutamente necesario, porque hay que tener algo en el horizonte que nos ayude a impulsar y dinamizar nuestra vida. Sin embargo, creo que las personas tienen que ser conscientes de sus posibilidades, de sus potenciales, de hasta qué punto pueden alcanzar los objetivos que se fijan. Y para eso es necesario también que conozcan sus limitaciones. ¿Por qué digo esto? Porque si te creas unas metas irrealistas la decepción y la frustración están aseguradas. Y en esto estoy muy cerca de lo que dijo Charlize Theron ‘mi teoría es no esperar nada de la vida’, y yo comparto bastante esa idea, porque si no esperas nada no te va a defraudar nada, no vas a sufrir una decepción, y todo lo que venga en tu vida por encima de la adversidad será un regalo. Es un pelín excesivamente pesimista, pero estoy más cerca de esa teoría que de la persona que se fija unas metas que están por encima de sus posibilidades, aunque tampoco descarto que alguien sea tan voluntarioso que se ponga unas expectativas muy altas y las consiga pero, lo más probable, es que si esas metas no responden a sus posibilidades, a sus capacidades, sufra decepciones, y luego esto repercuta en su autoestima, y todo puede ir a peor.
Un defecto 'universal': el miedo al otro
Has visitado muchos países, lo que te ha dado la oportunidad de conocer a gente con culturas y costumbres muy diversas. ¿Existe algún defecto que se pueda considerar ‘universal’, o que que te hayas encontrado con bastante frecuencia?
Visitar otros países y otras culturas a mí me ha enriquecido de tal manera que te podría estar hablando toda una mañana de cómo ha repercutido esto en mi identidad. Para resumirlo te diré que yo prefiero tener piernas que raíces. Digo esto porque las piernas te permiten viajar, ver otras culturas y otras gentes, conocer otros modos de vida…, y las raíces te enrocan en un sitio, te obsesionan, y las defiendes a ultranza: ‘ser católico, ser catalán, ser vasco, ser español, ser de no sé qué secta…’ todo eso te ensimisma.
Prefiero tener piernas que raíces; las piernas te permiten viajar, ver otras culturas y otras gentes, conocer otros modos de vida…, y las raíces te enrocan en un sitio, te obsesionan, y las defiendes a ultranza
Cuando me encanta un país o una ciudad que he visitado pienso ‘me gustaría ser de aquí’. Esto no significa que no tenga raíces, porque algún cariño tengo al sitio donde he nacido, pero eso no me condiciona, y quiero compartir la identidad de muchos lugares, de muchas personas, de muchas razas…; aunque yo no creo que haya muchas razas en el mundo, solo hay una raza, que es la humana, y cuando se discute tanto sobre las identidades y los nacionalismos, yo pienso: ‘¿cómo se puede ser tan obcecado con esto de las identidades, las raíces, cuando somos solamente una raza?’
Pero la pregunta me parece difícil porque yo al menos no encuentro motivos para hablar de un defecto universal, no sabría qué decirte, pero me atrevo a aventurar uno, que es el miedo al desconocido, el miedo al otro. Ese es uno de los defectos que más he visto: vas a cualquier país y puedes encontrar gente hospitalaria, pero siempre hay alguien que se sorprende de ti porque tienes un aspecto distinto, no sabe qué intenciones llevas…, entonces el miedo al desconocido, el miedo al otro, yo creo que es algo negativo, –también comprensible–, pero común a muchas nacionalidades, culturas, o como quieras llamarlo. Cuando antes hablaba del fanatismo pues, en el fondo, subyace esa idea, el miedo al otro y a sus creencias.
Yo tengo un ejercicio diario que es hablar con un desconocido y, cada día, cuando viajo en autobús o en metro, busco un motivo para hablar con alguien; se trata de un ejercicio muy bonito, que a mí me ha dado incluso la oportunidad de hacer buenas amistades, y que me permite indagar o investigar sobre la conducta humana. El origen de esto es que yo, cuando era muy joven, era terriblemente tímido, y ahora me he convertido en todo lo contrario. Me encanta habla con la gente y, sobre todo, tratar a la gente de igual a igual, porque para mí el respeto lo merece todo el mundo por igual. Este contacto con la gente me ha enriquecido mucho.
¿Y cuál es la cualidad que más admiras?
Voy a ser muy conciso y muy breve con eso, yo creo que la bondad es una muestra de inteligencia por antonomasia. Dicho de otra manera, yo creo que la bondad, dentro de los valores de los seres humanos, está por encima de la inteligencia, porque una persona inteligente puede emplear mal esa inteligencia para hacer daño, o para hacer el bien, y creo que la bondad está por encima de eso. Es una característica que, lamentablemente, no abunda demasiado porque esta sociedad se vuelve bastante egoísta, nos miramos mucho al ombligo y cuidamos mucho nuestros intereses, olvidándonos de que nosotros también podemos ayudar a los demás y hacerlo de una manera desinteresada.
La bondad es una muestra de inteligencia por antonomasia
Aunque eres psicólogo de profesión, también eres un prolífico escritor. ¿Qué opinas de los buenos libros de autoayuda? ¿crees que pueden contribuir a mejorar el comportamiento o la percepción de la realidad?
En principio yo no tengo nada en contra de los buenos libros de autoayuda, y hay muy buenos autores, y libros que ayudan a conseguir el equilibrio emocional de las personas, o contribuyen a enriquecer su propia conducta. Yo los aplaudo y, en algunos casos, incluso siento cierta envidia –aunque la sé gestionar (risas)–, porque me pregunto por qué no habré escrito yo ese libro.
No me gustan los libros que crean una especie de ansiedad emocional en la gente para convencerla de que tiene el deber, la obligación, el mandato social de lograr la felicidad
Sin embargo, no me gustan aquellos que crean una especie de ansiedad emocional en la gente para convencerla de que tiene el deber, la obligación, el mandato social, de lograr la felicidad, de alcanzar esa meta a la que todos aspiran que es la felicidad. Y algunos incluso prometen conseguirlo en unos días, y a mí me parece que esos libros, además de poder provocar cierta ansiedad, también decepcionan y defraudan porque, en el caso de la felicidad que he puesto como ejemplo, es algo subjetivo, y no es lo mismo el concepto para ti que para tu madre, tu amigo, tu pareja…, es decir, cada persona tiene distintas necesidades, y universalizar lo que es la felicidad me parece dificilísimo y, entre otras cosas, creo que la felicidad no es una meta que debamos alcanzar, sino que consiste en perseguirla; en el camino está la felicidad. Por eso, todos estos libros que crean ese mandato psicológico, emocional, para que la gente sea feliz, no me gustan.
En cuanto a la percepción de la realidad, es ambigua y relativa para todo el mundo, y se podrían poner tantos ejemplos de la forma tan distinta como la perciben unos y otros, que es muy complicado que un libro pueda influir.