Teresa Perales
10 de abril de 2014
Teresa Perales, nadadora paralímpica que acaba de recibir la Gran Cruz al Mérito Deportivo, convirtiéndose en la primera mujer que consigue este galardón, transmite optimismo y espíritu positivo, pero también una energía desbordante y contagiosa, que le ha permitido ganar 22 medallas paralímpicas –una de las más laureadas de la Historia de los Juegos–, compaginando los entrenamientos con otras actividades profesionales como la política –fue diputada en las cortes de Aragón–, la escritura, o las conferencias, en las que habla de su propia experiencia para demostrar que la clave está en el carácter y la determinación, que hay que atreverse a salir de la ‘zona de confort’ cuando deja de ser confortable, y que “querer es poder”. Teresa acaba de publicar su segundo libro La fuerza de un sueño (Editorial conecta), en la que propone su teoría del espiralismo para que cada uno alcance su propio concepto de felicidad personal, y explica cómo “entrenar las emociones para superar los límites”. Y es que, como dice en su libro, “no hay peor sensación que la de echar la vista atrás y arrepentirte de lo que no hiciste”.
Dicen que en la vida hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, pero tú ¿por qué has decidido escribir dos libros?
En ninguna de las dos ocasiones se me ha ocurrido a mí escribir un libro, sino que me lo han propuesto, y me ha parecido bien. Al principio estaba un poco reticente porque era algo que nunca me hubiera planteado, pero la verdad es que estoy muy contenta de haberlo hecho porque la experiencia ha sido muy buena. Después de escribirlo te prometo que ya nunca más seré capaz de leer un libro con lectura rápida. Es que cuesta, redactar no es fácil. La verdad es que es parecido a las conferencias que yo suelo dar, aunque más extenso, porque en las conferencias no puedo contar todo lo que cuento aquí. Tampoco he pretendido que estuviera bien escrito, solo he querido hablar con la gente.
¿Cómo es que siendo deportista profesional has decidido dedicarte a dar conferencias?
Eso también comenzó porque me llamaron para hacerlo, vi que me gustaba mucho, y cada vez me siento más cómoda. El feedback con el público, además, es muy positivo, y creo que merece la pena. Para mí lo mejor, donde más disfruto, es la parte de las preguntas. La conferencia suele durar alrededor de una hora, y después hay otra hora de preguntas. Yo suelo preparar una parte común, y depende de lo que me hayan pedido voy haciendo más énfasis en un mensaje o en otro. El feedback es positivo y rápido, y mantenido en el tiempo. Por ejemplo, hay veces que hace ya un año que di una conferencia y sigo recibiendo noticias de gente a la que le gustó, y que siguen contándome cómo les va.
La actitud del público también es muy diferente cuando cuentas una historia que te ha ocurrido de verdad, que la has vivido, porque entonces la gente no puede pensar que tus consejos son muy fáciles de decir, pero difíciles de llevar a la práctica, y en mi caso se trata de cosas que he hecho, que he practicado, y que me han dado resultado. Para dedicarme a esto la formación no es lo más importante –aunque me haya dado la oportunidad de escribir este libro desde un punto de vista más profesional–, sino la experiencia que he tenido. Eso es lo fundamental y lo que quiero transmitir.
¿Y es a esto a lo que te quieres seguir dedicando? Porque supongo que la natación profesional tiene un límite de edad…
Sí, ya llevo tiempo pensando en ello. Hasta los juegos de Río llego, y creo que ahí ya cuelgo el bañador. Nunca se sabe, pero esta es la vez que más claro estoy viendo la salida y que pienso: ‘hasta aquí hemos llegado’.
Cuando en una conferencia cuentas una historia que te ha ocurrido de verdad la gente no puede pensar que tus consejos son muy fáciles de decir, pero difíciles de llevar a la práctica, y en mi caso se trata de cosas que he hecho, que he practicado, y que me han dado resultado
La mayoría de los niños tienen una idea de lo que van a ser de mayores. ¿Tú que querías ser de pequeña?
Yo tenía muy claro que quería irme a África y que quería estudiar medicina. Siempre me ha gustado mucho la medicina, y cuando echaban en la tele cualquier programa de médicos yo no me lo perdía; de hecho me encantaba un programa en el que se veían las operaciones, con toda la sangre… Me parecía apasionante cómo funcionaba la maquinaria del cuerpo humano, lo perfecta que es. Por eso quería estudiar medicina y ayudar a la gente por el mundo, sobre todo el continente africano me llamaba mucho la atención.
Fuiste diputada en las cortes de Aragón por el Partido Aragonés (PAR), ¿qué te impulsó a entrar en política y por qué lo dejaste?
Me impulsó la vocación de servicio, y también una propuesta, me preguntaron si me apetecía ir en listas y pensé que podría ser interesante, no por mí, sino por lo que implicaba de cambio, porque iba a ser la primera persona con discapacidad en el parlamento aragonés, y había que cambiar todo el salón de plenos, ya que era necesario hacer accesibles los escaños. De hecho, no se llegó a hacer del todo, y yo nunca pude hablar desde la tribuna de oradores, sino desde mi propio escaño, lo que suponía una dificultad por la posición desde la que tenía que hablar, que en algunos momentos te cohíbe.
Y lo dejé porque son etapas. Hice lo que pude, y estuve bastante tiempo, unos siete u ocho años. Me gustó la experiencia, me gustaron muchas cosas de las que viví y mucha gente a la que conocí. Aunque hay cosas que hubiera preferido no saber o no conocer; vamos, que me sobraron. Pero la experiencia en conjunto es positiva, y además la recomiendo, porque el sistema solo se puede cambiar desde dentro. No puedes protestar si no estás dispuesto a participar en el cambio, ya sea con el voto o activamente. Y participar activamente no significa tener un cargo público, los partidos son grandes y tienen mucha infraestructura, y cualquiera puede crear un partido, desde una asociación a un partido, e intentar cambiar desde dentro las cosas con las que no estés de acuerdo.
Sin querer entrar en polémicas, me sorprende mucho que los deportistas olímpicos ganen 96.000 euros por una medalla de oro y los paralímpicos 10.000, ¿no se puede hacer nada para cambiar esto?
Esto es un poco de historia también, los paralímpicos tenemos el plan ADOP solo desde los juegos de Pekín, antes no teníamos nada y todo lo que había era un ‘gracias chatita lo has hecho muy bien’, ahora al menos las medallas tienen una repercusión económica. Hay más exigencias que retribuciones, pero por lo menos hay un respaldo económico que, en mi caso, me ayuda a pagarme una hora de piscina cada día. Yo tengo el problema de que no puedo acudir a centros de alto rendimiento, porque vivo en Zaragoza y no me puedo desplazar a diario a Madrid, tengo a mi familia… Todo eso hace que el oro quede un poco más lejos, pero así es la vida.
Competir y ganar, una cuestión de carácter
Eres una persona positiva y optimista, y hasta tienes una especie de método para ser feliz, ¿puedes explicar brevemente qué es la teoría del espiralismo de la que hablas en tu libro?
Me lo han preguntado muchas veces, y cada vez lo cuento de una manera diferente. La felicidad no la podemos medir. Si te pregunto qué es para ti ser feliz, y después preguntamos a otras personas que están aquí, seguramente cada uno nos dará una respuesta diferente. Algunos dirán ‘yo quiero tener dinero’, para otros será estar rodeados de su familia, a otros les hará felices un gesto o una sonrisa…, porque para cada uno es distinto. Pero yo creo que lo importante es que tú seas el centro de tu espiral y que pongas a tu alrededor, en tu entorno, lo que necesitas para ser feliz y te aferres a ello. Que cojas lo que necesitas y, lo que no te sirve, lo destierres, porque a veces nos empeñamos en mantener cosas que no nos hacen felices. Se puede comparar la teoría del espiralismo con la de la zona de confort, que no es real, porque se trata de una zona de un incómodo confort, o de una comodidad incómoda, es como aquello de ‘más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer’, que es totalmente falso.
La zona de confort, no es real, porque se trata de una zona de un incómodo confort, o de una comodidad incómoda; es como aquello de ‘más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer’, que es totalmente falso
Pero quizás la gente que se aferra a esas zonas de confort es porque se siente seguro, ¿no?
No. Es por miedo a lo que hay fuera, por miedo a lo desconocido. Se dicen a sí mismos: ‘esto no me gusta, pero al menos sé lo que hay, y como estoy viviendo con ello, eso significa que lo puedo aguantar, al menos hasta que no llegue la gota que colma el vaso’. Pero no es así, y mi planteamiento es que te atrevas a descubrir cosas, y a generar tu propia espiral de felicidad, porque lo tienes que hacer tú. No puedes esperar a que nadie te diga lo que tienes que hacer, porque si partimos de la base de que para cada uno la felicidad es algo distinto, lo que le hace feliz a otra persona a ti puede dejarte indiferente. Si tú eres feliz, serás capaz de hacer felices a los demás; si no, es imposible.
En un momento del libro tú dices que hay que conservar lo que tienes porque puedes echarlo de menos si lo pierdes, ¿cómo se pueden compaginar las dos cosas, por una parte conservar y, por otra, cambiar?
Porque no es tanto conservar como valorar. Es poner en valor lo que tienes, porque una cosa es que tú te lo quites de en medio porque ya no te apetece tenerlo, y otra que lo eches de menos porque se te ha escapado sin querer, o porque no lo valoraste. Por ejemplo, hay algo que recordaré toda mi vida, y es que la misma noche que murió mi padre, esa tarde yo podía haber ido a verle, y no lo hice porque era la fiesta del colegio y preferí estar con mis amigas (tenía 15 años) a ir a ver a mi padre, y siempre me quedará la cosa de que la última vez que lo vi, que fue el día anterior, me regañó porque le molestaba que hablara tan alto, y es que yo estaba toda emocionada porque al día siguiente tenía la fiesta en el colegio. Me da pena haberme marchado enfadada el último día que le vi. Por eso, no se trata tanto de agarrar las cosas como de valorarlas.
Antes de dedicarte como deportista profesional a la natación, este no era precisamente tu deporte favorito, ¿cómo comenzó a interesarte?
En realidad el proceso fue muy simple: me meto en la piscina con un chaleco salvavidas, me gusta, vuelvo a Zaragoza, y me apunto a un club, donde en realidad voy para hacer atletismo, pero me explican que para eso necesito una silla y, para natación, un bañador. Así que me lancé a la piscina a aprender a nadar, y al día siguiente estoy en el equipo de competición, y progresivamente voy mejorando marcas, y sin darme cuenta ya estoy en un campeonato de España, y sin darme cuenta estoy en un mundial.
Yo no creo en el destino como tal, en el hecho de que estemos destinados a algo concreto, pero sí creo que algunas cosas pasan por algo, y que si las agarramos, si ‘picamos el anzuelo’, al final seguimos ese camino. También dicen que cuando haces un deporte bien, puede que también seas bueno en otro deporte. Alguien dijo, por ejemplo, que si a Rafa Nadal le echásemos a una piscina o le pusiésemos a correr, seguramente también sería muy bueno en eso.
El control emocional, tan importante en todos los aspectos de la vida, ¿es imprescindible en la competición deportiva para ganar y batir récords?
Sí, en el carácter de la persona, en la personalidad, está el secreto, más que en el cuerpo físico. En mi caso tiene más importancia la mentalidad que el cuerpo, porque yo no tengo la mejor técnica. Por más que intento hacerlo perfecto, cuando veo nadar a mis rivales –y las he estudiado–, me doy cuenta de que tienen mucha mejor técnica que yo.
Por eso insisto en que la clave está en las emociones, y vuelvo a mi ejemplo personal porque para mí es lo que ha supuesto un cambio, y es que mi físico sigue siendo igual que antes. Pero eso hay que entrenarlo; yo por ejemplo era una persona muy tímida, me aterraba hablar en público… De hecho, cuando era más jovencita no me atrevía a expresar mis ideas ni siquiera a un grupo pequeño de personas, y ahora es todo lo contrario. Pruebas una vez y ves que no te tiran piedras. En el fondo es todo lo mismo: salir de tu ‘zona de confort’, atreverte; tu desarrollo personal es crecer en todos los sentidos.
Yo no creo en el destino como tal, en el hecho de que estemos destinados a algo concreto, pero sí creo que algunas cosas pasan por algo, y que si las agarramos, si ‘picamos el anzuelo’, al final seguimos ese camino
En el libro explicas que durante los entrenamientos te ha servido mucho el hecho de visualizar el momento en que ganabas una medalla…
Esto lo he utilizado para el presente o un futuro inmediato, por ejemplo, para la presentación de Madrid 2016, en la que tuve que hacer un speech en inglés, yo lo visualicé disfrutando en el escenario, sin quedarme en blanco. No puedes pensar en lo negativo, sino solo en lo positivo y en que te va a salir perfecto. Yo me visualicé así, y así fue, salí, y la gente incluso pensó que era algo natural y espontáneo, cuando en realidad estaba aprendido y preparado, pero que yo había visualizado previamente para poder hacerlo bien.
Y las técnicas de entrenamiento emocional sirven para estos casos. En Estados Unidos, que están más avanzados que nosotros en el tema de la inteligencia emocional, cuando alguien tiene un descontrol del genio en un entorno de trabajo, por ejemplo, en seguida le mandan a hacer un programa de control del temperamento. Igual que el control del estrés. Todo está en las emociones. Las cosas pasan y tienes que aprender a lidiar con ellas, a gestionarlas, porque lo que te está pasando te va a pasar igualmente, hagas lo que hagas. Poner el grito en el cielo o montar en cólera no soluciona el problema.
En el carácter de la persona, en la personalidad, está el secreto, más que en el cuerpo físico. En mi caso tiene más importancia la mentalidad que el cuerpo, porque yo no tengo la mejor técnica
Tú tienes un hijo pequeño, ¿cómo concilias tu papel de madre con tanto entrenamiento?
Como cualquier madre normal, intentando acomodar horarios para pasar el máximo tiempo posible con él, y lo mejor de todo es que lo consigo. Mi marido tiene jornada partida y yo, salvo excepciones como esta semana, que ha sido muy movida, sí suelo pasar las tardes con él.
El niño ve muy normal que me paren por la calle, que le digan mama es campeona…, igual que tiene asumido que mamá es campeona y va en silla de ruedas. Aunque algunas veces, cuando nos encontramos por ejemplo frente a unas escaleras, él dice, ‘claro, es que tú no puedes, ¿verdad mamá?’ El mejor ejemplo de la naturalidad, y de que así es como tendría que ser todo, fue un día en que todavía era muy pequeñito, pero ya hablaba, y nos estábamos duchando los dos y al salir se había movido un poquito la silla y le pedí que me la acercara, y se me quedó mirando y me dijo ‘claro mamá, tú necesitas la silla para andar. Vale, te la acerco’. Por eso digo que para él no es un drama porque, primero, es divertido, él la coge y se pasea con ella, cuando está cansado me lo siento encima, e incluso ha ido más alto de lo que hubiera ido sentado en un carrito.
El rey te acaba de entregar la Gran Cruz al Mérito Deportivo, ¿cómo ha sido la experiencia?
Fantástica, y la familia real encantadora. Ya había coincidido con ellos en otras ocasiones, y me encantó lo cariñosos que fueron con el niño; son gente muy cercana, y una familia muy deportiva, que también nos han seguido mucho a los deportistas paralímpicos. El niño esperaba un castillo, como en los dibujos animados, aunque ya le habíamos explicado que era un palacio, y se portó genial. Cuando hace unos años me entregaron la Real Orden, la reina me dijo ‘bueno, la próxima, la Gran Cruz’. Pensé que se lo diría a todos los deportistas, y me ha hecho muchísima ilusión recibir esta condecoración, porque no hay nada más por encima.