La importancia de saber pedir ayuda
Actualizado: 27 de abril de 2023
Decía San Agustín “si necesitas una mano, recuerda que yo tengo dos”. Esta bonita frase, que es el principio del altruismo, es olvidada por muchos a la hora de pedir ayuda a otras personas. Incluso en situaciones en las que al otro le “sobran manos”, existen individuos incapaces de solicitar su ayuda. Esta forma de ser priva a la persona de un importante factor de protección para la salud física y emocional. El miedo a lo que el otro piense, o no saber cómo pedir ayuda, explican por qué no lo hace.
El hecho de contar con la colaboración de los que nos rodean es uno de los mayores beneficios de los que el ser humano disfruta al pertenecer a un grupo, y así lo confirman los estudios sobre el valor del apoyo social sobre nuestra salud mental y física. Según diferentes estudios, el correcto apoyo social percibido, bien sea a nivel económico, emocional, afectivo, etcétera, es uno de los principales amortiguadores de las emociones con carga afectiva negativa, como la ansiedad, el enfado o la tristeza, además de contribuir a mejorar nuestro estado de salud en general favoreciendo, por ejemplo, una mayor adherencia a las pautas médicas, o animando a seguir un estilo de vida saludable.
Lo malo es que el apoyo social no siempre viene solo y, a veces, hay que demandarlo. No saber pedir ayuda, expresando nuestras necesidades físicas y emocionales puede ser por lo tanto un obstáculo importante para disfrutar de una buena calidad de vida. Por el contrario, saber pedir ayuda se asocia con la experiencia de emociones positivas como la satisfacción, la sensación de pertenencia a un grupo, o de sentirse querido y cuidado por otro, y la tranquilidad.
¿Por qué nos cuesta pedir ayuda?
Existen diferentes razones que explican la dificultad de pedir ayuda, aunque la mayoría de ellas pueden clasificarse en dos grandes grupos o perfiles de personas que no piden ayuda a los demás: aquellos que tienen miedo a la respuesta de los otros y aquellos que, si bien no tienen miedo a las reacciones ajenas ante sus solicitudes, lo cierto es que no saben cómo hacerlo. Lógicamente, también hay casos más graves, en los que concurren ambos factores.
Respecto a los primeros, los que temen la reacción del otro, suelen ser personas con una elevada ansiedad de evaluación, que se define como el temor a las consecuencias derivadas de su actuación. Y es que aunque a todos debería preocuparnos en cierta medida lo que los otros piensan de nosotros, a las personas con elevados niveles de ansiedad de evaluación les afecta en exceso. Temen, por ejemplo, que al pedir ayuda los otros piensen que son unos aprovechados, que les consideren más vulnerables de lo que son, o a las consecuencias emocionales que podrían tener para ellos un simple “no”.
Generalmente, estas personas se sacrifican haciendo muchos esfuerzos antes de pedir ayuda a los demás, perdiendo recursos y competencias en el camino. Suelen justificar su actuación con un “todo por no molestar”, o “que va a pensar si le pido…”. En otros casos, adoptan su actitud desde un polo extremo en el que se muestran arrogantes, soberbios, creyéndose capaces de poder con todo, no mostrando sus debilidades. Sin embargo, en ambos casos, es frecuente que sus niveles de autoestima sean bajos y les cueste poner límites a los demás.
En este caso, enlazamos con el segundo grupo de causas que conducen a la persona a no pedir ayuda, el hecho de no saber cómo hacerlo. Pedir ayuda o delegar tareas, son dos de las conductas más significativas que definen a la persona asertiva (aquella que muestra su punto de vista o necesidades respetando las del otro). La asertividad, es una habilidad social que se aprende (no nacemos con ella) y es frecuente que las personas que no saben pedir ayuda también sean personas poco asertivas en otros ámbitos.
Y es que pedir ayuda implica saber manejar la comunicación no verbal (por ejemplo gestos, tono de voz, cercanía hacia el otro), además de usar un lenguaje verbal claro, específico. La falta de conocimientos acerca de cómo hacerlo o, simplemente, de a quién pedir ayudar, de qué manera y en qué momento, es uno de los grandes obstáculos a la hora de pedir ayuda a los demás.
Indudablemente, además de todo lo anterior, no debemos perder de vista las experiencias que ha vivido anteriormente la persona que necesita que le hagan un favor, ya que si sus peticiones previas de ayuda no han recibido la respuesta deseada, la han recibido de mala gana, o ha sido criticada por ello, disminuirán las probabilidades de que vuelva a solicitar la colaboración de los demás en circunstancias similares.
Creado: 8 de agosto de 2018