Por qué somos envidiosos y qué consecuencias tiene
Actualizado: 11 de noviembre de 2022
“Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría” es un dicho popular que es probable que hayas oído decir alguna vez a tu abuela. Sin saberlo, nuestras abuelas estaban “haciendo ciencia”, ya que este refrán está en lo cierto por ser este un sentimiento más frecuente de lo que podamos pensar. Aunque bien gestionada la envidia puede resultarnos realmente útil, ayudándonos a desarrollarnos y a conseguir nuestros objetivos, mal gestionada es una de las emociones más tóxicas que pueden acompañarnos en la vida.
Y es que, la envidia mal gestionada no solo acarrea importantes emociones negativas a quien la siente, sino también a las personas envidiadas, por lo que deteriora nuestro bienestar emocional y nuestras relaciones sociales.
Envidia y celos no son lo mismo: diferencias
La envidia es una emoción universal que todos experimentamos en diferentes momentos de nuestra vida. Al igual que el resto de las emociones nos ayuda a adoptar las estrategias más eficaces para afrontar el mundo que nos rodea, proporcionándonos información sobre el mismo y guiando nuestra actuación. Es una emoción secundaria y no nacemos con ella, a diferencia de otras como el miedo o la tristeza, que están presentes incluso desde antes de nacer. La envida, por el contrario, aparece más tarde, cuando somos conscientes de que existe un “otro”. Es en ese momento, alrededor de los dos años, cuando aparecen lo que denominamos las “emociones sociales” entre las que se encuentra la envidia, además de otras como la vergüenza, los celos o la culpa.
Algunas personas confunden los celos con la envidia. Sin embargo, ambas emociones nos informan de cosas diferentes. La envidia surge cuando deseamos algo que tiene otra persona, mientras que los celos aparecen cuando sentimos que algo nos pertenece y no lo queremos compartir.
Como todas las emociones, la envidia se manifiesta en tres sistemas de respuestas:
Si bien la envida es considerada como una emoción “sana”, puede convertirse en negativa en algunas ocasiones. La “envidia mala” se caracteriza por su toxicidad porque hace que en lugar de centrarnos en qué hacer y cómo actuar para conseguir lo que el otro tiene (por ejemplo, averiguar cómo lo ha conseguido, pensar cuál es el mejor procedimiento para conseguirlo nosotros…), nos dejemos llevar por los sentimientos negativos que experimentamos como consecuencia de la envidia como ira, frustración, baja autoestima, soledad e intranquilidad. Este tipo de envidia nos impide centrar nuestros esfuerzos en conseguir nuestros objetivos, ya que nos genera un abanico de emociones desagradables que solo fomentan el odio hacia el otro.
Causas de la envidia mala o tóxica
La “envida mala” es una alteración de una respuesta sana, normal y deseable como es la “envidia buena” que dice algo como: “si te gusta lo que él/ella tiene, entérate de cómo lo ha conseguido y revisa cómo puedes conseguirlo tú ahora”. Si reflexionas sobre ello, te darás cuenta de cómo las personas que se sienten inseguras o tiene poca confianza en sí mismas, probablemente tengan una reacción inadecuada, porque una de las causas más comunes de la envidia son los sentimientos de inseguridad.
También la autocrítica constante y tóxica se asocia a un mal manejo de la envidia debido a que genera un diálogo interno negativo cargado de reproches y minusvaloraciones.
Ambos aspectos se relacionan con una tercera causa (y consecuencia) de la envida, los bajos niveles de autoestima, ya que es frecuente que las personas con bajos niveles de autoestima tiendan a minusvalorar sus capacidades y recursos lo que les hace pensar que no pueden conseguir lo que tienen los otros. En un polo opuesto, las personas narcisistas (o que se quieren demasiado) también pueden ser profundamente envidiosas ya que “solo ellas” se sienten merecedores de poseer lo mejor.
Consecuencias de ser envidiosos
Habitualmente, las consecuencias de la envidia tóxica no se hacen esperar porque en lugar de ayudarnos a conseguir nuestras metas, hace que nos centremos en el malestar que nos provoca no ser capaces de alcanzarlas, y por ello los individuos envidiosos desarrollan sentimientos de ira, e incluso odio, hacia aquella persona a la que consideran responsable de bloquear el acceso a sus deseos.
Se asocia además con importantes niveles de tristeza, frustración, soledad y ansiedad, por lo que el envidioso vive “constantemente amargado” convirtiendo en un hastío su vida y la de los que le rodean, que suelen alejarse de él, e incluso ocultarle información agradable sobre lo bueno que les ocurre por temor a que el “envidioso” la emprenda contra ellos.
El bienestar emocional y las relaciones interpersonales se ven resentidas por la envidia, y en algunos casos la persona envidiosa puede llegar a sentirse tan sola e incomprendida que acabe desarrollando trastornos del estado de ánimo, como la depresión.
La salud física se ve comprometida cuando esta emoción no es bien manejada. La reactividad psicofisiológica asociada con la envidia tóxica y sus emociones negativas derivadas (odio, ira, ansiedad) se asocian con una hiperactivación que puede suponer un factor de riesgo para sufrir problemas de salud como hipertensión arterial esencial, cefaleas, alteraciones digestivas o insomnio, entre otros.
Creado: 19 de noviembre de 2021