El duelo cuando no podernos despedirnos de nuestros seres queridos
Actualizado: 5 de mayo de 2023
La necesidad de despedirse de los seres queridos, es un motivo esencial en el ser humano que incluso compartimos con otros mamíferos. Sin embargo, el COVID-19 es cruel incluso para imposibilitarnos colmar este deseo presente desde que el hombre es hombre, en todas las culturas, en sus diversas formas. El enorme riesgo de contagio de este virus, dada su facilidad para transmitirse, ha obligado a las autoridades a impedir visitar a los pacientes, los cuáles permanecen aislados en los hospitales sin poder recibir visitas. Los casos más desafortunados, los que fallecen, ni si quiera pueden ser despedidos con la normalidad que marca nuestra cultura; con velatorio y rito funerario posterior.
¿Cómo viven los familiares no poderse despedir de los seres queridos? Dolor. Dolor con mayúsculas. Un dolor infinito. Es la palabra que define su estado emocional. El dolor está presente en cualquier situación de duelo, porque el duelo, duele. Pero cuando no podemos despedirnos de nuestros seres queridos, este dolor se torna especial. Más hiriente si puede. No es dolor, es sufrimiento. Se trata de un dolor, combinado con diferentes emociones todas ellas de valor hedónico negativo; dolor y rabia/ira/enfado, por la sensación de injusticia y sentimiento de no poder permitirse un derecho universal, despedirse de esa persona que amaba; dolor y angustia, una angustia por la separación forzosa, rápida y sin posibilidad de despedida de su ser querido (y en algunos casos, varios de ellos); dolor y frustración, por no haber podido cumplir su “fantasía” de convencer a alguien para que le dejaran ver por última vez, por no haber acertado en sus palabras, en sus peticiones o incluso, amenazas hacia ese personal sanitario o de la funeraria que no le dejaba acceder a él; dolor y culpa, una sangrante culpabilidad mórbida, que no le pertenece, por no haberle acompañado en sus últimos momentos, por no haberle llevado antes al hospital, por si él es el responsable de su contagio, y como siempre, por no haberle querido más… cuando lo tuvo.
Por qué nos afecta tanto no poder dar el último adiós a los familiares fallecidos
¿Qué es lo que hace que lo pasemos tan mal por no despedirnos de nuestros seres queridos? El formato en el que nos estamos despidiendo de nuestros seres queridos desde la llegada del COVID-19 nos imposibilita dos factores determinantes que ayudan a elaborar el proceso de duelo descrito en apartados anteriores con normalidad. Con el COVID-19 no hay ni velatorio ni ritual funerario (entierro e incineración comunes). Respecto a lo primero, el velatorio, es sostenidos por diferentes estudios científicos que un apoyo social percibido que no elimina, pero sí amortigua, las emociones negativas como el dolor. Cuando acudimos al tanatorio, el cariño, distracción y apoyo que aportamos al doliente, no le quita su pena, pero se la alivia por sentirse acompañado en la misma. Ahora, sin posibilidad de ir a los tanatorio, la hemos perdido.
Respecto al segundo, el impacto en la ceremonia de entierro, en la realización de funerales, misas, etcétera, impide llevar a cabo los ritos funerarios propio de nuestra sociedad que no tienen otra función que ayudarnos a “comenzar” el duelo. Estos ritos, no están para el muerto, están para el vivo, ya que ayudan al doliente a comenzar a darse cuenta a nivel emocional de que su ser querido ya se ha ido. No verle, dificulta enormemente el inicio del duelo. No poder visualizar al ser querido, al igual que el duelo sin cuerpo en el caso de los desaparecidos, no solo entorpece el inicio del duelo sino que aumenta las probabilidades de que se desarrolle un duelo complicado o bien, éste se asocie a otros problemas psiquiátricos como los trastornos de ansiedad, la depresión o el consumo de sustancias.
Claves para afrontar el dolor de no despedir a nuestros seres queridos
A este respecto, el autor de ‘La pérdida de un ser querido’, Vicente Prieto, psicólogo y director de Clínica del Centro de Psicología Álava Reyes, especializado en acompañamiento y apoyo tanto en procesos de duelo como de cuidado de enfermos dependientes y terminales, asegura que, la angustia, la irritabilidad por la impotencia y el sentimiento de injusticia son tres reacciones comunes en este tipo de escenarios. Por ello, además de desaconsejar de manera rotunda negar emocional y psicológicamente lo que está ocurriendo, reprimiendo las emociones y sentimientos experimentados, Prieto Cabras también resalta la importancia de “validar lo que sentimos”. “Es normal que nos sintamos mal, con reacciones emocionales intensas y cambiantes, irritabilidad, rabia, tristeza, bloqueo, con pensamientos negativos y repetitivos sobre la situación o sobre la persona fallecida”.
Para afrontarlo de la mejor manera posible dentro de esta extraordinaria situación que nos ha tocado vivir, Prieto aconseja mantener el contacto con familiares y amigos a través de la tecnología para sentirse más acompañado. Continuar expresando lo que se piensa y se siente es otro de los pasos a seguir dentro de este peculiar proceso de duelo, así como intentar mantener hábitos saludables y permitirse momentos de tranquilidad para descansar, distraerse e ir pasando el día poco a poco, sintiendo ese dolor por la pérdida.
Para Vanessa Fernández, psicóloga en el Centro Terapeutas Alcalá, e investigadora del Hospital Universitario "12 de Octubre" de Madrid, el duelo es un proceso individual por lo que la forma de afrontarlo nunca debe ser cuestionable, por lo que lo haremos a nuestro ritmo (recoger cosas del fallecido, cuándo volver a su casa…). Igualmente, es importante continuar cuidando la alimentación y el sueño, pues ambos son aspectos indispensables para el bienestar físico y emocional.
Por último, no hay que centrarse en la culpa. Hay que decirse a uno mismo que no dependía de él, que no pudo ser de otra forma.
Creado: 27 de marzo de 2020