Ana Yáñez Otero

Psicóloga experta en duelo perinatal, sexóloga y terapeuta de pareja
Pasar por el trance de un aborto es una experiencia traumática no siempre bien atendida. Ana Yáñez acaba de publicar un manual donde se aborda cómo manejar estos delicados casos de muerte intrauterina o neonatal.
Ana Yáñez Otero, psicóloga experta en duelo perinatal

Ana Yáñez Otero, psicóloga experta en duelo perinatal.

“Lo que más nos preocupaba era qué podían decir y de qué manera los profesionales a las personas que acaban de perder un bebé, porque está demostrado que esto influye muchísimo en cómo se va a elaborar después el duelo”.

22 de octubre de 2015

Pasar por el trance de un aborto, que el bebé fallezca avanzado el embarazo o en los primeros días tras el parto es una experiencia traumática no siempre bien atendida por los profesionales sanitarios, que ahora cuentan con un manual muy demandado y mejor acogido: la guía Atención profesional a la pérdida y el duelo durante la maternidad, publicada por el Servicio Extremeño de Salud y del que la psicóloga Ana Yáñez Otero es coautora junto a la ginecóloga Miriam Al-Adib Mendiri y el matrón Pedro Santos. En ella, abordan cómo manejar bien estos delicados casos para que los principales afectados, la pareja que pierde a su hijo, pueda vivir su duelo sin más dolor añadido. En esta entrevista, Ana Yáñez, que además de directora del Instituto Clínico Extremeño de Sexología colabora como Coordinadora del Equipo Terapéutico y Psicóloga Especialista en Duelo en la Asociación Extremeña Por Ellos, asociación de padres que han perdido un hijo de Extremadura, nos da algunos consejos sobre cómo afrontar la muerte intrauterina o neonatal.

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En España, la tasa de mortalidad neonatal es de 3 por cada mil nacidos vivos y de 3,2 por mil la de muertes fetales tardías. En la guía explican que el duelo perinatal es muy peculiar. ¿Por qué?

Porque socialmente está desautorizado. Como no se ve, parece que, lo que no se ve, no existe. Ese bebé no ha tenido una presentación social –no ha habido visitas, ni paseos, ni bautizo– y parece como si no hubiera existido, no se les permite a estos padres estar en duelo y enseguida se les pide que reconduzcan su rol de padre y madre intentando paliar el dolor por la pérdida de uno con otro. Toda muerte que se desautoriza impide generar un duelo sano y todos los duelos que no son sanos generan patologías, trastornos, insomnio, hasta brotes psicóticos.  

No se les permite a estos padres estar en duelo y enseguida se les pide que reconduzcan su rol de padre y madre intentando paliar el dolor por la pérdida de uno con otro

También es peculiar porque, cuando la pareja recibe la noticia de que están “embarazados”, ya empiezan a cambiar sus esquemas mentales, se produce un cambio de actitud para asumir su nuevo rol de ser padre o ser madre, y en el momento en que se pierde el bebé, todas las expectativas que se han ido construyendo se pierden, y se pierden de manera brusca, y sobre ellas también hay que elaborar un duelo.

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El manual de buenas prácticas abarca los abortos (voluntarios y espontáneos), la muerte gestacional temprana (antes de la semana 22) y tardía y la de los bebés que mueren en los primeros días (neonatal). ¿Qué le faltaba a las guías anteriores y qué aporta la suya?

Las anteriores no hablaban de que había qué hacer después del fallecimiento del bebé o de cómo tratar la sexualidad en la pareja tras la pérdida, o incluso no explicaban que el entorno puede suponer un problema para la persona que acaba de perder a su bebé y está en duelo, y de qué manera pueden ayudar mejor la familia, amigos, compañeros, etcétera. No ahondaban en las consecuencias de la pérdida más allá de lo emocional o físico, cuando también hay consecuencias sociales, de pareja, laborales y familiares.

La incidencia de morbilidad psiquiátrica de las madres tras una muerte perinatal puede alcanzar el 13-34%, según el Libro blanco de la AEPED de la muerte súbita infantil

¿Y en el plano médico? ¿Cómo deberían tratar los profesionales sanitarios estos casos?

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Hasta la nuestra, no había una guía de qué tenía que hacer el médico, la matrona o el ginecólogo paso a paso, cómo eran las revisiones en el puerperio, después del embarazo y el parto. En definitiva, cómo intervenir, qué hacer, qué decir, qué no hacer, qué no decir... En muchas guías, estos temas ni siquiera aparecían. Nosotros hemos querido unificar todas estas áreas de intervención no sólo para que el profesional está menos perdido y todos hagan lo mismo siguiendo un protocolo, sino para que las personas que sufren esa pérdida no se vean tan desamparadas y tan perdidas.

¿En qué parte han incidido más?

Lo que más nos preocupaba era qué podían decir y de qué manera los profesionales a las personas que acaban de perder un bebé, porque eso está demostrado que influye muchísimo en cómo se va a elaborar después el duelo. Si la comunicación ha sido buena, el trato adecuado, se ha acompañado, se ha tenido empatía, todo eso favorece que el duelo se resuelva se manera sana. Lo que no favorece es que se trate como si no fuera importante, que se desautorice, que se hagan comentarios con clichés del tipo “eres joven, puedes tener otro”, “cuanto antes te pongas, mejor”. Hay ginecólogos que a día de hoy siguen diciendo que cuanto antes empiecen a buscar un embarazo, pues mejor, y que el amor que le ibas a dar a ese hijo se lo vas a dar más al otro, en el caso de que haya fallecido un gemelo, o que te tienes que ocupar de tus otros hijos… Todo esto es horrible para estos padres, hacer como que no es importante, o querer dar solución a algo que no la tiene, genera mucho más daño.

Si la comunicación ha sido buena, el trato adecuado, se ha acompañado, se ha tenido empatía, todo eso favorece que el duelo se resuelva se manera sana

¿Y la atención hospitalaria en estos casos de aborto y duelo perinatal, cómo debería ser?

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Con la guía lo que hemos pretendido sobre todo es favorecer lo máximo posible el duelo sano, quitando todos los factores de riesgo que pueden derivar hacia un duelo patológico, que va a generar más sufrimiento. Por supuesto, que hay cosas que antes no se tenían en cuenta y que ahora se cuidan más, aunque todavía en algunos hospitales se siguen produciendo: separar a la madre, por ejemplo, que tiene que dar a luz a un bebé muerto de donde están dando a luz otras mujeres. Intentar incluso llevarla a otra planta donde no haya bebés para que no escuche el llanto de ninguno, y si es posible, habilitar una habitación de despedida. Si no es posible, al menos procurar acondicionar la suya para que esa habitación sea un lugar íntimo, de acogida, para esa familia y que pueda empezar su duelo, porque los duelos se inician con las despedidas, que es cuando asumimos y tomamos conciencia de lo que significan la muerte y la pérdida. Esa habitación facilita que la familia haga los trámites sin ningún tipo de presión, allí pueden ser asesorados, acompañados, celebrar una ceremonia si lo desean. Darles un espacio donde ellos son protagonistas y reducir los factores de riesgo siempre va a ayudar en un momento tan duro para ellos.

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Cómo pueden afrontar los padres y familia un aborto

Y los padres, ¿cómo deben afrontar algo así?

Si no tengo nada que me recuerde la existencia del bebé, me va a impedir elaborar correctamente ese duelo, lo que emocionalmente va a acarrear problemas. Por eso hacemos mucho hincapié en que se lleven una caja de recuerdos al salir del hospital y que si no se la han podido llevar que la hagan en casa, para así poder materializar la existencia del bebé, hacer realidad ese rol de padre y madre que han tenido y que forma parte de su nueva identidad, para así poder aceptar la realidad y reconducir sus expectativas y la vida hacia otras nuevas motivaciones.

En la guía se insiste mucho también en que no sólo se debe atender en la pérdida a la madre, sino también a la pareja, a los otros hijos y al entorno. ¿Por qué es tan importante?

Hacemos mucho hincapié en que se lleven una caja de recuerdos al salir del hospital y que si no se la han podido llevar que la hagan en casa, para así poder materializar la existencia del bebé

Porque ellos también sufren la pérdida, puede ser un factor protector a la hora de desarrollar un duelo sano o no. La pareja es muy importante, siempre se ha considerado el principal apoyo emocional, pero hay que tener en cuenta que focalizar todo el apoyo en esa persona es un error porque también está en duelo, y tener en cuenta su duelo también hace que se normalice.  Dar permiso a esa persona para estar en duelo permite a la otra persona estar en duelo también. Lo mismo con el entorno: si el entorno está atendido, se va a canalizar emociones que luego van a repercutir en que el padre y la madre puedan vivir un duelo sano. Y los otros hijos también son muy importantes, si no se les atiende, puede generar problemas emocionales en el futuro, cronificarse, generar tensión y, cuando una familia está en duelo, lo último que necesita es que haya más conflicto, más tensiones, más discusiones, que haya poca empatía.

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El hecho de que los embarazos actuales sean, en general, muy planificados y deseados, ¿hace que esos duelos sean ahora más intensos?

Es verdad que, a día de hoy, la pérdida de un bebé que ha sido muy buscado y que ha necesitado, por ejemplo, fecundación in vitro – o se ha retrasado la maternidad o la paternidad unos años dando prioridad a otras cuestiones- va a repercutir, es un factor más para agravar el dolor, para que la frustración sea más grande, y esa frustración siempre va a generar más dolor emocional. Aunque lo que más va a marcar la diferencia de cómo trascurrirá ese duelo es cómo lo afronta la persona. No hay dos duelos iguales. Hay tantos duelos como personas en el mundo.

Si tenemos un caso cercano, ¿cómo podemos ayudar mejor?

Como profesional siempre doy dos claves, acompañar, que significa, escuchar, hablar del tema, no evitarlo, no intentar ayudar a paliar el dolor, porque eso es imposible. Y menos con frases hechas, clichés o experiencias de otras personas. Ese acompañamiento significa estar presente, ayudar a cubrir necesidades, permitir que la otra persona decida si quiere estar contigo, dejarla llorar. La segunda premisa que recomendamos es normalizar lo que piensa, lo que siente la otra persona, aunque sea absurdo, dejar que se exprese libremente, sus pensamientos, su rabia. No siempre la otra persona sabe lo que quiere o lo que necesita, debemos ofrecernos directamente, ir, para que el otra persona se sienta arropada y acompañada.

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