Diana Guelar

Psicóloga y autora de ‘Mamás perfectamente imperfectas’
En ‘Mamás perfectamente imperfectas’, esta psicóloga argentina desmonta algunos mitos sobre la maternidad que hacen que la duda y la culpabilidad se apoderen de muchas mujeres a la hora de educar a sus hijos.
Entrevista a Diana Guelar, ‘Mamás perfectamente imperfectas’

La psicóloga Diana Guelar es experta en dos etapas difíciles: infancia y adolescencia.

“La negociación y la flexibilidad son las claves en la educación de los hijos adolecentes”

4 de julio de 2013

La incorporación de la mujer al mundo laboral, la educación de unos hijos que cada vez pasan más tiempo solos o los diferentes modelos de familia que existen en la actualidad. Son situaciones que demuestran que ser madre no es fácil hoy en día y que, en muchas ocasiones, aparece el sentimiento de culpa en muchas mujeres. Tras publicar varios libros sobre trastornos alimentarios en adolescentes, la psicóloga Diana Guelar, codirectora del centro de atención y prevención para jóvenes y adolescentes La Casita, en Buenos Aires, nos presenta ahora ‘Mamás perfectamente imperfectas’ (Ed. Planeta). Un libro en el que encontraremos las claves para asumir que no existe la ‘mujer perfecta’ definida por la sociedad, así como algunas respuestas prácticas para ser madre y no morir en el intento.

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Mamás perfectamente imperfectas

Admitámoslo: no somos perfectas

‘Mamás perfectamente imperfectas’ desmitifica el concepto tradicional de ‘buena madre’ que vive por y para los hijos, tan presente en nuestra cultura. ¿Puede provocar sentimiento de culpabilidad en la mujer del siglo XXI verse incompatible con este cliché?

Creo que tanto en el siglo XXI, como en cualquier otro momento de la historia, ninguna madre ha sido perfecta, sencillamente porque ningún ser humano lo es. Lo que sí que es cierto es que, antiguamente, no había tanto volumen de información en todos los sentidos y las madres seguían más su intuición y no se cuestionaban tanto lo que hacían y cómo lo hacían. Precisamente, el objetivo principal de ‘Madres perfectamente imperfectas’ es olvidar esa idea de la madre perfecta y aceptar que hay tantos estilos diferentes de madres como de mujer. Efectivamente, hay muchas mujeres que sufren un intenso sentimiento de culpabilidad con algunas de sus actuaciones, provocado por la idealización de la figura materna que construyen la propia sociedad y los medios de comunicación. Este sentimiento hace que se queden estancadas siempre en los mismos parámetros de conducta y no siempre resultan ser los adecuados. Somos seres humanos imperfectos, por lo tanto, ¡seamos madres imperfectas!

¿Existe el denominado ‘instinto maternal’? ¿Cómo afecta a la psicología femenina este concepto predefinido?

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Evidentemente existen hormonas que se ponen en juego durante la maternidad. La realidad es que una mujer lleva nueve meses con un bebé formándose en su vientre. Sin embargo, la existencia del instinto maternal es una premisa que se está poniendo en cuestión en la actualidad, porque hay muchas mujeres que no quieren ser mamás hoy, que pueden empezar a elegir sobre sus vidas. Las cuestiones biológica y la hereditaria del deseo de ser madre se ponen en jaque hoy en día. De hecho, antes estaba más extendida la figura de la nodriza que amamantaba a los hijos y entonces no se le cuestionaba a la madre que no apareciese este instinto de dar de mamar. Cada vez hay más mujeres que deciden no tener hijos y emplear todo su tiempo en sobresalir en su trabajo. Estoy segura que pronto veremos muchos cambios en la forma en que la sociedad interpreta estas situaciones.

Muchas mujeres sufren un intenso sentimiento de culpabilidad provocado por la idealización de la figura materna construida por la sociedad y los medios de comunicación”

En la actualidad, las mujeres parecen constantemente sometidas a un bombardeo de consejos que provienen de diferentes ámbitos a la hora de actuar como madres. Expertos, pediatras e incluso otras madres marcan unos estrictos cánones sobre cómo actuar en temas como la lactancia, cómo comportarse cuando el bebé llora, etcétera. Algunas de esas informaciones son incluso contradictorias y muchas madres no saben qué hacer en cada momento. ¿Hasta qué punto hay que tomárselos en serio? ¿Es necesario seguir todos ellos de forma incondicional?

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Es muy importante filtrar todo ese aluvión de información que recibimos de acuerdo a nuestras propias circunstancias y no pensar que todas esas recomendaciones suponen la Biblia del saber hacer como madre. Por ejemplo, las recomendaciones acerca de cómo dormir un bebé son muy útiles. Lo que no suele ayudar es la rigidez en esos consejos. Un ejemplo es la creencia en el caso de la lactancia, por ejemplo, de que ‘todas las madres deben amamantar a sus hijos con su propia leche’. Estas directrices tan tajantes provocan que muchas madres se desesperen cuando se quedan sin leche por cualquier motivo. También hay directrices que indican que el bebé debe tomar leche durante los primeros ocho meses, mientras que luego cada madre sabe que cada niño requiere su propio calendario. Aconsejo a las madres que asuman que son imperfectas y que se encontrarán con multitud de dudas y dificultades en el camino. Ante esta situación, no hay nada mejor para un hijo, aunque sea bebé, que ver a su madre bien, contenta, relajada y alejada de la esclavitud de los mitos relacionados con ‘lo que se debe hacer’.

Independientemente del modelo familiar, si algo funciona en la educación de nuestros hijos, dejémoslo como está

En ‘Mamás perfectamente imperfectas’, nos hablas con humor acerca de las diferentes tipologías de madre actual: ‘la madre controladora o GPS’, ‘las perfeccionistas’, ‘las cómplices’, ‘las madres competidoras con sus propias hijas’… ¿Puedes hablarnos un poco de ellas?

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Las madres –como el resto de personas– somos, según el momento, un poco controladoras, un poco GPS, un poco cómplices… Lo bueno, precisamente, sería escapar de esos clichés: si somos excesivamente controladoras o cómplices con nuestros hijos, que pensemos cómo podemos serlo menos. O en el caso, por ejemplo, de ser excesivamente competitivas, aceptarlo y pensar cómo podríamos atajar el problema. En el libro se describen esos estereotipos para que cada madre pueda verse reflejada en alguno de ellos y plantearse: ‘cumplo con estos rasgos, me veo identificada…, ¿cómo puedo ser un poco menos así?’ Paradójicamente, no dejaremos nunca de serlo plenamente, porque va en nuestra personalidad, pero sí se pueden moderar estas conductas.

No hay nada mejor para un hijo que ver a su madre contenta, relajada y alejada de la esclavitud de los mitos relacionados con ‘lo que se debe hacer’.

¿Cómo se consigue revertir ese papel en el caso de verte reflejada en alguno de esos estereotipos que, en el fondo, no quieres ser?

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El primer paso es aceptar cómo somos. Muchas veces nos vemos reflejados en algún tipo de comportamiento, pero lo negamos o pensamos ‘soy así y no tengo por qué cambiar’. El hecho de aceptar que tenemos una parte de ese patrón, nos ayudará a relajarnos. El siguiente paso sería plantearse ‘¿es beneficioso para mis hijos esta actitud hacia ellos?’. Tampoco es bueno irse al otro extremo: ‘ya estoy harta, ya no quiero ser así’. Pero esta actitud no sirve de nada, porque a los diez minutos, volveremos a ser tal y como somos. En resumen, debemos encontrar el término medio que nos permita encontrar la medida justa e ir despegándonos poco a poco, en el caso de las madres controladoras. O aceptar que es el momento exclusivo de nuestra hija, en el caso de que una madre competitiva salga de compras con ella. Después quizá me compraré la misma ropa que ella, pero lo haré en otro momento diferente, para no interferir en el suyo. En líneas generales, el mensaje que daría a todas las madres es que no hay que cambiar cien por cien nuestra manera de ser, porque no somos así sólo como madres, sino también en el resto de facetas de nuestra vida. Lo ideal es encontrar un lugar cómodo para ambas partes en la conducta que empleamos con nuestros hijos.

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Pautas de educación de los hijos adolescentes

¿Cuáles son los errores más habituales en los que caemos los padres a la hora de educar a nuestros hijos? ¿Qué actitudes son desaconsejables?

El primer error en la educación de hijos adolescentes es la rigidez. En estas edades, el principal objetivo del niño es escalar a muchos niveles, por lo que una actitud de rigidez lo único que genera es un problema que puede derivar en síntomas. Si yo tuviera que dar un consejo, sería que aprendamos a negociar con el adolescente y asumir que tenemos a nuestro cargo a una persona que está creciendo, que empieza a tener sus propios valores, que empieza a razonar y a pensar por sí mismo, fuera de los valores paternos. En este sentido, la negociación se convierte en un pilar fundamental para su educación, si bien nadie nos enseña a hacerlo. Un aspecto en el que no debemos caer nunca es la descalificación. Cuando no nos damos cuenta de que nuestros hijos crecieron, vemos asombrados como el niño empieza a opinar en la mesa, sobre lo que está bien y lo que está mal… y en muchas ocasiones, la respuesta es la descalificación, generalmente porque el chico no cuenta con la experiencia del adulto en sus opiniones. No escuchar al adolescente ni tenerlo en cuenta deriva en el principal problema entre padres e hijos: el niño querrá desafiar a sus padres y ser lo más distinto posible ellos.

La mayor complejidad en los actuales modelos de familia deriva en una flexibilización de la figura materna en la forma de tipos diferentes de ‘mamás’: madres solteras, parejas homosexuales, hijos que se crían con los abuelos… ¿Deben variar las pautas en la educación dependiendo del modelo de familia en el que se desarrolle cada niño?

Creo que no varía demasiado. La sociedad nos sigue dando un mismo mensaje: el de la ‘madre ideal, la madre perfecta’, independientemente de quién asuma ese rol. Ese es el modelo que tomamos. Hay madres para las que el hecho de que sus hijos se críen con los abuelos resulta lo más natural del mundo y no se cuestionan que eso sea o no correcto, sino que lo siguen porque se sienten más aliviadas, generación tras generación. Por el contrario, la gente que tiene más acceso a la información, siguen más las pautas marcadas. En realidad, todavía se sabe muy poco acerca de qué sucede en la educación del niño cuando son dos mamás o dos papás los encargados de su cuidado, hay poca estadística al respecto. En líneas generales, lo más recomendable es que se establezca un patrón de flexibilidad, independientemente del modelo de familia: cuando algo no funciona, hay que cambiarlo; si funciona, dejémoslo como está.

Es bueno flexibilizar los horarios de llegada a casa del adolescente, si éste responde de forma responsable

Una de las luchas más comunes en la educación del adolescente es conseguir que nuestros hijos estudien. ¿Qué aconsejarías a aquellas madres que no encuentran la fórmula para que el niño normalice sus hábitos de estudio?

Que el hijo quiera estudiar y que tenga ganas figura como uno de los principales deseos en los ideales de muchas madres a las que les gustaría que sus hijos fuesen espontáneos, se divirtiesen y supieran cuál es el momento de ponerse estudiar por sí mismos. Esto es un error: el estudio es una obligación y, como tal, debe transmitirse, aunque lo ideal sería hacerle llegar este hábito al chaval como una actividad agradable. Es importante que el adolescente no se sienta excesivamente presionado por el entorno familiar en este tema, sino más bien que vaya adquiriendo los hábitos correctos y que reciba un doble mensaje: ‘tienes que estudiar porque es tu deber, pero, además, tienes que querer estudiar’. También es importante marcar los tiempos de estudio. En el caso de los estereotipos de ‘madres controladoras’ o ‘madres GPS’ descritos en ‘Mamás perfectamente imperfectas’, que se han sentado a estudiar junto al hijo desde una edad muy temprana, el niño difícilmente adquirirá esos hábitos por sí solo. Las madres controladoras, junto a las excesivamente exigentes, inculcan el miedo de que su hijo fracase en el estudio o cualquier otra área de la vida del menor y no le permite cometer errores o le hace la tarea para que destaque en clase… Cuando un día el chico decide que no quiere que se le haga la tarea, no tendrá el hábito para sentarse y hacerlo  por sí mismo.

Otro tema controvertido en la educación de chavales adolescentes es la fijación de un horario nocturno de llegada a casa. Ante esta situación, ¿qué resulta más efectivo: restricción o permisividad?

De nuevo, la negociación. El hijo siempre va a querer cada vez un poco más y los padres, un poco menos. Hay que sentarse con ellos y negociar un horario. Es normal que los padres no puedan evitar sentir miedo por el hecho de que los hijos salgan a la calle, porque vivimos un momento que puede ser complicado en ese sentido. Pero no debemos priorizar nuestros miedos sobre la educación. Debemos ser conscientes de que tener miedo es una actitud normal, así como la inquietud por saber que nuestro hijo está bien y por dónde se mueve. Pero si anteponemos estos temores –a menudo irracionales– a la negociación, el chaval nos va a desafiar mucho más. Es bueno flexibilizar de vez en cuando esos horarios cuando el niño responde de forma responsable, así como dejar de lado nuestro propio narcicismo y nuestro ego.

La negociación y la flexibilidad son las claves en la educación de los hijos adolecentes

En muchas ocasiones, las drogas o el sexo se convierten en temas tabú en las conversaciones entre padres e hijos. ¿Qué pautas de actuación son las más adecuadas a la hora de abordar con ellos estos temas?

Creo que la pauta general se basa en ir respondiendo a sus preguntas, según se produzcan, y no adelantarnos a las inquietudes del niño. Sin embargo, esto debe suponer estar lo suficientemente abiertos y preparados para darles respuestas cuando llegue el momento. Una pregunta habitual de hijos a padres es: ‘¿fumaste marihuana en tu juventud?’. En este caso y según la edad del chico, no es bueno decirlo –a pesar de que quizá haya sucedido en algún momento–, pero tampoco negarlo. La actitud más aconsejable sería decirle: ‘estamos hablando de ti, no de mi. Ya llegará el momento en el que hablemos de mí, pero ahora es tu momento’. En líneas generales, lo aconsejable es siempre darles toda la información sobre estos temas y que no se conviertan en un tabú. El discurso ‘las drogas están acechando, nos pueden alcanzar y nos van a devorar’ no es el adecuado; siempre será mejor proporcionarles los recursos y herramientas necesarias para que sepan lo que quieren. Que se vean con el poder de decisión y los recursos necesarios para poder decir ‘no’ ante cualquiera de estas circunstancias. Si el niño cuenta con una buena autoestima, le resultará siempre mucho más sencillo enfrentarse a todos estos temas.

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