Marta Martínez Novoa
7 de marzo de 2024
Establecer límites claros, tener la capacidad de decir “no”, hacer frente a los conflictos o defender las necesidades propias se convierten a menudo en una montaña imposible de escalar. Esto es lo que se conoce como el síndrome de la chica buena, que no es un diagnóstico médico o psicológico, sino la descripción de un patrón de comportamiento de algunas personas, principalmente mujeres, que prioriza las necesidades de los demás por encima de las propias. Marta Martínez Novoa, psicóloga y psicoterapeuta experta en relaciones de pareja, ha investigado en profundidad este patrón y lo ha contado en El síndrome de la chica buena (Zenith), un libro en el que la experta explica sus causas y ofrece claves para liberarnos de estas falsas exigencias de bondad y aprender a priorizarnos y confiar en nosotras mismas. “Aprendemos a sentirnos válidas a través de ser lo que creemos que los demás esperan que seamos, pero lo hacemos a un precio muy alto: renunciar a nuestra identidad y necesidades”, nos dice en esta entrevista. Eso sí, nos advierte que nada tiene que ver con cultivar el egocentrismo o el individualismo, ese mal de nuestro tiempo. Porque, recuerda, “pensar en una misma es perfectamente complementario a pensar también en los demás”.
¿Cómo defines el “síndrome de la chica buena”, un término acuñado por la psicóloga estadounidense Lois P. Frankel?
Aunque de primeras suene a enfermedad, nada más lejos de la realidad. El síndrome de la chica buena es un patrón de comportamiento, emoción y pensamiento que se basa en la “sobreadaptación” –adaptarse a todo y todos de manera irreflexiva e indiscriminada– y la complacencia. Aprendemos a sentirnos válidas a través de ser lo que creemos que los demás esperan que seamos, pero lo hacemos a un precio muy alto: renunciar a nuestra identidad y necesidades.
¿Cómo pueden manifestarse los patrones de comportamiento de "la chica buena" en la vida cotidiana?
A través de la autoexigencia en todo lo que hacen (que a veces incluso les lleva a procrastinar, por sentir que no van a llegar al nivel de excelencia que les gustaría), a través de estancarse mucho en la toma de decisiones (incluso en temas completamente banales y cotidianos como elegir entre dos pantalones que comprar), tener mucho miedo al “qué dirán” y toda la inhibición que esto genera, el cuidado excesivo hacia a los demás que implica olvidarse de una misma, la represión de la ira y la evitación del conflicto con los demás por miedo al abandono o rechazo, entre otros.
¿Dónde está el límite entre “pensar en mí” y un dañino egocentrismo?
Tendemos a ver la vida en términos extremistas de “todo o nada”, “blanco o negro”, por tanto, solemos entender que, si nos priorizamos, nos cuidamos, nos damos atención y espacio en nuestra propia vida y decimos que no a otras personas cuando así lo necesitamos, estaremos siendo egoístas y egocéntricos. Sin embargo, la realidad es que pensar en una misma es perfectamente complementario a pensar también en los demás; simplemente tenemos que equilibrar la energía y esfuerzo que ponemos en cada lado.
Aprendemos a sentirnos válidas a través de ser lo que creemos que los demás esperan que seamos, pero lo hacemos a un precio muy alto: renunciar a nuestra identidad y necesidades
A veces decidirás priorizar el bienestar de tu hija al tuyo, por ejemplo, y está bien, pero también es importante que no sea la tendencia general, y también te des, por ejemplo, tiempo para descansar, para decir a ese plan “no me apetece”, para poner límites… Esto no es una agresión hacia a los demás, es cuidado hacia a ti, y puede convivir en equilibrio perfectamente con el cuidado hacia a los demás.
Educación en la infancia para prevenir el síndrome de la chica buena
Hablas de la importancia de la infancia, ya que este síndrome comienza a gestarse entonces. ¿Qué factores influyen?
Habitualmente la sobrexigencia de los referentes principales de las criaturas en su infancia. Una sobrexigencia de los logros que consiguen y el valor que se les da, a dar buena imagen, a conseguir lo que sus progenitores no consiguieron como una manera inconsciente de sus padres de cubrir sus carencias...
En este punto es importante destacar que nuestros padres y nosotros como padres y madres lo hacemos lo mejor que sabemos con lo que podemos. Entender esto ni es culpar, ni es justificar nada, es poder entender nuestro pasado.
¿Identificar lo que nos faltó en la infancia puede ser un primer paso para entender el presente?
Sí, ahí descubrimos muchas claves de lo que nos faltó, lo que hemos aprendido del mundo y nosotros mismos que puede estar muy distorsionado, y cómo hemos ido arrastrando esto hasta el presente y los problemas que tenemos hoy, generalmente de manera inconsciente.
¿Qué papel tiene el tipo de crianza? ¿Cómo evitar repetir esto con nuestros hijos e hijas si lo han hecho con nosotras?
Un papel fundamental. Es a través de la crianza como las criaturas aprenden quien “deberían ser” a través de lo que perciben que se percibe de ellos. Si como padres/madres solo reforzamos todo lo relacionado con la contención y corrección (“¡Qué madura eres para tu edad porque nunca te equivocas!”, “Qué buena eres porque siempre obedeces y nunca das problemas”, por ejemplo) crearemos, sin querer, criaturas inseguras y autoexigentes, ya que aprenderán que nuestro amor y atención están condicionados a “lo bien que lo hagan todo”.
Es a través de la crianza como las criaturas aprenden quien “deberían ser” a través de lo que perciben que se percibe de ellas
Y, en realidad, podemos transmitir perfectamente valores de bondad real, empatía hacia los demás y generosidad, pero también comunicar al mismo tiempo que es humano equivocarse. Estamos siempre ahí para apoyar, incluso cuando cometan errores. Está bien mostrarse vulnerable y pedir ayuda; no siempre sabremos hacer todo perfectamente, y es igualmente válido y compatible disfrutar siendo responsable.
Cómo influyen los mandatos de género y las expectativas sociales
¿Dirías que este es un mal de género?
Efectivamente, tiene mucho que ver con los mandatos de género. Los seres humanos tendemos a clasificar la realidad mediante la taxonomización, creando grupos imaginarios de estereotipos que intentan definir la realidad a través de atajos mentales. Esto, obviamente, no logra comprender la complejidad de cualquier grupo de personas. Por ejemplo, al decir que los catalanes son tacaños o los madrileños son pijos, estamos utilizando estereotipos que pueden no reflejar la realidad, pero existen en el imaginario colectivo.
Está bien mostrarse vulnerable y pedir ayuda; no siempre sabremos hacer todo perfectamente, y es igualmente válido y compatible disfrutar siendo responsable
La taxonomización también se aplica a la masculinidad y feminidad, asociando ciertos rasgos a hombres y mujeres. Los estereotipos asociados a lo femenino, como el cuidado, la fragilidad, la dulzura, la complacencia y la corrección, coinciden con muchas características del síndrome de la chica buena, lo que explica por qué es más común en mujeres. Sin embargo, también se observa en algunos hombres, especialmente aquellos que han desempeñado un papel ‘feminizado’ en su entorno, como ser cuidadores principales de familiares, o fomentar la contención en lugar de la expresión en casa.
Explicas que “la chica buena” cree que no es buena y que ni siquiera merece que le pasen cosas buenas… ¿Cuánto influye esto en la forma en la que se relaciona con los demás? Este síndrome suele desencadenar relaciones insatisfactorias a lo largo de la vida. ¿Cuál es el impacto psicológico a largo plazo del síndrome en la vida emocional de una persona?
Mucho, porque tiene la bondad mal entendida. Ha entendido que la bondad es solamente darse a los demás, anteponer las necesidades de los otros a las suyas constantemente, no poner límites, etcétera. Con este caldo de cultivo es muy difícil construir relaciones sanas, porque no serán equilibradas, ya que la chica buena será invisible en el vínculo: no hablará de sus necesidades o no sabrá cómo pedirlas, no sabrá como protegerse a través de límites sanos, etcétera.
¿Cómo son percibidas las mujeres que encajan en este perfil?
Hay distintos perfiles, pero generalmente son chicas muy simpáticas, tranquilas, sonrientes y serviciales. Pueden ser personas de las que no conoces mucho, ya que no hablan mucho de sí mismas, pero te hacen sentir cómodo porque te atienden de manera excepcional.
Los estereotipos asociados a lo femenino, como el cuidado, la fragilidad, la dulzura, la complacencia y la corrección, coinciden con muchas características del síndrome de la chica buena
También existe otro perfil más difícil de identificar, como la típica “madre” entre los 40 y los 50 años que se queja de no haberse sentado en todo el día y amenaza con irse, pero continúa desviviéndose por el bienestar de los demás, dejándose a sí misma en último plano, incluso conectando más con su ira sin establecer límites claros.
¿De qué manera la cultura y las expectativas sociales pueden contribuir a la perpetuación del síndrome de la chica buena?
De manera significativa; este patrón no solo está normalizado socialmente, sino también reforzado. Sacrificarse continuamente por los demás es socialmente bien visto, a diferencia de destacar por encima de otros, expresar quejas o ser ‘incorrecta’. Existen frases típicas que refuerzan este comportamiento, como “calladita estás más guapa” y “las chicas buenas van al cielo”.
El autoconocimiento es clave para aprender a priorizarte
¿Existen estrategias específicas que puedan ayudar a las personas a romper con los patrones de ‘la chica buena’ y fomentar una mentalidad más saludable?
Sí, abordo estas cuestiones en la última parte del libro, donde presento habilidades y técnicas relacionadas con el autocuidado, la autoescucha, la autoestima, la regulación emocional, la fijación de límites saludables y la comunicación efectiva, entre otras.
Sacrificarse continuamente por los demás es socialmente bien visto, a diferencia de destacar por encima de otros, expresar quejas o ser incorrecta
No obstante, aclaro que no hay una fórmula mágica universal e infalible; es necesario trabajar intensamente en diversas áreas para liberarnos de este patrón societal. Por ello, siempre recomiendo la terapia como una herramienta para llevar a cabo un proceso personalizado.
¿En qué medida la autoaceptación y la práctica del autocuidado pueden ser herramientas clave en la superación del síndrome de la chica buena?
Son habilidades muy importantes que poner en práctica, porque solo a través de la autoaceptación y el autocuidado te das por primera ver mensajes muy importantes para ti misma que ir integrando como creencias de base: “está bien ser como soy” y “yo soy importante, y merezco darme espacio y cuidados”.
¿Qué consejos prácticos puedes dar a las personas que reconocen estos patrones en sí mismas y buscan cambiarlos?
Lo primero de todo es dedicarse un tiempo para “no hacer nada”, aunque sean solo 15 minutos al día. Esto fomenta la autoescucha y ayuda a conectar verdaderamente con quiénes somos y qué necesitamos. En este proceso, hacerse preguntas simples como “¿me gusta mi día a día?”, “¿qué me preocupa ahora mismo?”, “¿hay algo que falte en mi vida?” y “¿hay algo que sobre?” puede ser de gran utilidad. Aunque parezca obvio, este acto tan sencillo es el primer paso para comenzar a brindarnos espacio en nuestra propia vida.