Andrea Sorinas

Dietista-Nutricionista especializada en obesidad, y autora de ‘El libro que la industria alimentaria no quiere que leas'
La experta en nutrición y obesidad Andrea Sorinas, autora de 'El libro que la industria alimentaria no quiere que leas', da las claves para identificar qué alimentos no son saludables, aunque lo parezcan, y no sucumbir a los reclamos del marketing en el supermercado.
Andrea Sorinas
“Muchas personas creen que comen bien, pero comen bien en base a los reclamos de la industria alimentaria”

04/07/2024

“Integral”, “digestive”, “bajo en grasas”, “sin grasa de palma”, “natural”, “sin azúcares añadidos”, “casero”… La industria alimentaria juega con conceptos asociados a la salud en los reclamos de marketing de sus productos. Y lo hace tan bien que mucha gente cree comer de forma saludable porque su alimentación está legitimada por esos señuelos. “Es algo que veo mucho en consulta”, afirma Andrea Sorinas, diplomada en Nutrición Humana y Dietética y especialista en obesidad, nutrición clínica y patologías digestivas, y a los mandos del programa para comer mejor Con Coconut. En El libro que la industria alimentaria no quiere que leas (Libros Cúpula), Sorinas desmonta muchos de los mitos asociados a la alimentación fomentados por la industria y ofrece consejos para llenar el carro de la compra de alimentos y no de productos ultraprocesados. El primero y básico: ir a comprar con el estómago lleno. “El hambre nubla el juicio totalmente”, señala. Y es que los pasillos de los supermercados están llenos de productos insanos minuciosamente colocados para atraer a compradores con hambre y con el juicio nublado.

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“A ver si no estás comiendo tan sano como creías…”. Con esa frase arrancas la introducción de ‘El libro que la industria alimentaria no quiere que leas’. ¿Crees que ese es un mal bastante generalizado? Quiero decir que si somos muchos los que creemos que comemos más sano de lo que realmente comemos…

Portada libro

Sí, es un mal totalmente generalizado y lo veo mucho en consulta. Mucha gente que cuando llega te dice: “yo no sé lo que me pasa, yo te juro que ya como bien, pero…”. Y luego, cuando les realizas el seguimiento, te das cuenta de que muchas veces comen bien, pero bien en base a los reclamos de la industria alimentaria, por lo que, por ejemplo, ingieren muchas menos frutas y verduras de las que deberían.

Justamente te quería preguntar eso, que cuanto daño han hecho en esa creencia errónea los conceptos comerciales utilizados como reclamo por la industria alimentaria. Pienso, por ejemplo, en “integral”, “digestive”, “bajo en grasas”, “sin grasa de palma”, “natural”, “sin azúcares añadidos”, “casero” o similares.

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Muchísimo. Y a esos reclamos puedes añadir la nueva moda: alto en proteínas (risas). Ahora todo es alto en proteínas y parece ser que solo por eso va a ser más saludable, pero no es así. En muchos casos son los mismos ultraprocesados de siempre, pero disfrazados de algo más saludable con ese tipo de reclamos publicitarios. Hay que diferenciar entre lo que es un reclamo publicitario y lo que son realmente las características de un alimento.

Hay que diferenciar entre lo que es un reclamo publicitario y lo que son realmente las características de un alimento

Además de caer en las trampas de la industria alimentaria, por tu experiencia, ¿cuáles son los principales errores que cometemos y que nos llevan a comer regular tirando a mal mientras, sin embargo, pensamos que lo hacemos bien?

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El primer error garrafal es comprar más alimentos ultraprocesados que frescos. Estamos declinando el consumo de materia prima sin procesar que es realmente lo que tendríamos que priorizar: alimentos frescos que no lleven etiquetas. El segundo sería no saber realmente lo que compramos.

Si no sabemos leer las etiquetas, nunca vamos a saber si ese reclamo que nos prometen es cierto o no; quizás ese producto con tanta proteína está cargado de edulcorantes, o quizás ese producto integral está cargado de azúcares y aceites refinados.

Y entre esos errores, ¿se sigue colando la idea de que comer sano es hacer dieta?

Sí, sí, por supuesto. Desde muy pequeños tenemos interiorizado que únicamente hay que cuidarse y comer bien si es para perder peso. Seguro que muchos han escuchado la típica frase de “pero tú para qué vas a comer sano, si ya estás bien”.

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Seguimos viendo comer bien como si fuese una restricción, algo que debe tener un principio y un final, como las dietas. Lo malo de esto es que este sistema no funciona en absoluto, porque bajo esa premisa es imposible cambiar los hábitos.

Hay que tener algo claro: la industria gana más dinero si nos vende ultraprocesados con ingredientes de baja calidad que si nos vende materia prima

Cómo comprar mejor para comer mejor

Me ha gustado mucho una máxima de tu libro: “Si compras sano, comes sano. Si compras guarrindongadas, comes guarrindongadas”. Una máxima tan básica y que, sin embargo, nos cuesta tanto poner en práctica…

(Risas) Cierto. Pero es que al final acabamos comiendo lo que compramos, lo que tenemos en casa. Y muchas veces compramos esto “por si acaso”, de esto otro “un poquito”… Al final lo que yo veo en los carros de la compra del súper, que es para echarse las manos a la cabeza, es lo que compra y tiene la gente en sus casas. Y al final es algo tan básico como eso, todo empieza ahí.

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Y no es por echar balones fuera, pero pienso que los supermercados tampoco lo ponen fácil. Las “guarrindongadas” te asaltan en cada pasillo, perfectamente colocadas para atraer tu deseo…

Es como un escape room, ¿Verdad? (risas). Sí, es muy complicado porque, claro, la industria sabe dónde tiene que poner cada cosa. Está súper estudiado. Hacen virguerías para que tú al final caigas. Hay que tener algo claro: la industria gana más dinero si nos vende ultraprocesados con ingredientes de baja calidad que si nos vende materia prima. ¿Por qué? Porque en los ultraprocesados puede abaratar los costes poniendo ingredientes de baja calidad.

Es fundamental buscar etiquetas con pocos ingredientes, porque eso nos indicará que es un producto sin mucha modificación

Para comprar sano, una cosa básica, como comentabas, es aprender a leer las etiquetas. Igual todavía estamos en pañales en este aspecto, pero tengo la sensación de que socialmente hemos mejorado bastante en la toma de conciencia sobre esto. ¿Cómo lo ves tú?

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Observo la primera intención de mirar las etiquetas, cosa que me alegra, pero creo que hay un poco de error de concepto y de lío, y muchas veces se empieza a leer la etiqueta al revés. Muchas veces veo a personas que lo primero que buscan en la etiqueta son las calorías. Y yo pienso, ¿si eso no te aporta nada significativo? Así que la intención está, pero ahora falta dar el siguiente paso.

¿Qué es básico tener en cuenta a la hora de leer una etiqueta para discernir si un producto es sano o simplemente se disfraza de saludable?

Lo fundamental es no dejarse engañar por la portada del producto, donde van a estar todos los reclamos de marketing, ni ir directamente a la tabla. Lo primero que hay que mirar son los ingredientes. Si conocemos por encima la calidad de estos, nos vamos a hacer una idea muy clara de la calidad del producto.

Así que es fundamental buscar etiquetas con pocos ingredientes, porque eso nos indicará que es un producto sin mucha modificación; y que esos ingredientes sean palabras que entendamos como sanas. Y también es importante mirar el orden de los ingredientes, ya que van por orden según su presencia en el producto.

Hay que ir a comprar al supermercado sin hambre, porque el hambre nubla el juicio totalmente

Entiendo que no nos podemos conformar con ver su etiqueta Nutri-Score, ¿verdad? Hay mucha polémica con este sistema de etiquetado. ¿Qué opinión te merece a ti?

Me voy a mojar: ¡Me parece una vergüenza! (risas). Ahora que lo han modificado aún, pero es que antes tenía una permisividad absoluta con el azúcar y demonizaba las grasas, incluso las buenas, de una manera escandalosa. Lo han modificado porque aquello era inconcebible, pero, aún así, a día de hoy están mejor calificados unos cereales de chocolate que un atún en lata con aceite de oliva.

El propio aceite de oliva está mal clasificado actualmente, no tanto como antes, pero aún sigue en mala posición. Y, sin embargo, unos cereales ultraprocesados tienen una letra que da a entender que son saludables. ¿Quién está detrás de esto? ¿Quién está financiando esto?

Ya hemos comentado que los supermercados no lo ponen fácil. ¿Qué consejos darías de cara a ir al súper para salir de allí con una compra sana?

El primero, aunque parezca un poco absurdo, es el más efectivo: ir a comprar sin hambre. El hambre nubla el juicio totalmente (risas). También es importante ir a comprar con una lista para ceñirnos a ella, intentar evitar el abuso de alimentos que ya sabemos que no deberían reinar en nuestros carros de la compra, y aprender a leer las etiquetas para que no nos tomen el pelo.

No comemos solo para nutrirnos, sino que comemos también por contexto, por cultura, por placer… Hay que honrar y atender también todos esos tipos de hambre

Yo veo muchas veces en los supermercados carros rebosantes que son para echarse a llorar muy fuerte (ves refrescos a punta pala, snacks, cereales, galletas, embutidos, ultraprocesados, etcétera). ¿Cómo sería la composición ideal de un carro de la compra para asegurar que luego vamos a comer sano?

Tendría que haber más productos sin etiqueta, frescos y sin procesar que procesados, con mayor predominio de la parte vegetal (ensaladas, verduras y frutas) que de otros productos frescos. Y luego ya añadir tubérculos, cereales integrales de calidad y una buena proteína sin procesar (carnes, pescados, huevos, legumbres…). Y si compramos cosas envasadas, que se puede, que sean saludables.

Dicho esto, una “guarrindongada” al año o de vez en cuando, no hace daño, ¿verdad? Quiero decir, que podemos ser flexibles.

Yo digo todo el rato en el libro que hay que entender que no comemos solo para nutrirnos. Que comemos también por contexto, por cultura, por placer… Hay que honrar y atender también todos esos tipos de hambre. Algo tan restrictivo como comer únicamente alimentos saludables no va a ser sostenible en el tiempo.

La prohibición al final llama al deseo, genera el efecto contrario, lo que convierte comer saludable en un calvario. Una vez al año no hace daño nada. ¿Una vez al mes? Probablemente tampoco. ¿Una vez a la semana? Bueno, pues a ver qué es… Igual ya hay que prestar más atención. En resumen, hay que tener en cuenta que lo que va a afectar a nuestra salud es lo que hacemos de forma habitual, los hábitos. De forma puntual, ni siquiera el consumo de ultraprocesados afecta a la salud.

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