Fact checking infantil: los niños no creen todo lo que les dicen
13/09/2022
La llegada de los Reyes Magos o Papá Noel cargados de regalos son algunas de las historias que les contamos a los niños para fomentar su ilusión, aunque cada vez es más difícil ocultar la verdad a medida que crecen y acceden a la información disponible en Internet. Y es que los niños son muy observadores, y cuando pensamos que están absortos en un programa de televisión o en sus juegos es posible que también tengan las antenas desplegadas para escuchar y analizar lo que sucede en su entorno.
Desde que son bebés aprenden por sí mismos observando lo que ocurre a su alrededor y experimentando, y aunque también aprenden a través de lo que les explican los adultos, especialmente sus padres y familiares y sus profesores, no se creen todo lo que les dicen, sino que tratan de verificarlo buscando más información y haciendo preguntas al respecto, sobre todo si se trata de algo sorprendente, algo que es más probable en los niños mayores de seis años que en los de cuatro y cinco años, según han comprobado algunas investigaciones recientes.
Ahora, investigadores de la Universidad de Toronto y la Universidad de Harvard han realizado un nuevo estudio para descubrir por qué los niños reaccionan buscando información cuando los adultos les dicen algo sorprendente, y para ello revisaron dos estudios realizados previamente. Sus conclusiones se han publicado en Child Development.
“La investigación muestra que a medida que los niños crecen, se vuelven más escépticos de lo que los adultos les dicen”, ha afirmado Samantha Cottrell, miembro principal del Laboratorio de Aprendizaje y Desarrollo Infantil (ChiLD) de la Universidad de Toronto. “Esto explica por qué es más probable que los niños mayores traten de verificar afirmaciones con mayor determinación en la exploración de sus objetivos”.
Los niños son escépticos ante afirmaciones sorprendentes
El primer estudio se llevó a cabo entre septiembre de 2019 y marzo de 2020 y contó con la participación de 109 niños de cuatro a seis años del área metropolitana de Toronto (Canadá). Los padres de 108 de los 109 niños informaron sobre el origen étnico de su hijo (el 49% eran blancos, el 21% de etnia o raza mixta y el 19% del sudeste asiático), y casi todos los progenitores informaron sobre su nivel educativo; el 18% de los niños tenían padres que no asistieron a la universidad, el 34% tenía un padre que había ido a la universidad y el 48% tenía dos padres que fueron a la universidad.
"Los niños no creen todo lo que les dicen. Piensan en lo que les han dicho y, si son escépticos, buscan información adicional que pueda confirmarlo o desmentirlo”
Presentaron a los niños tres objetos familiares: una piedra, un pedazo de un material similar a una esponja y un saco de hacky (bolas rellenas con granos de plástico u otro material que se usan para jugar al hacky attack). Uno de los investigadores les preguntó entonces: “¿Crees que esta roca es dura o blanda?”. Todos los niños afirmaron que la roca era dura. Después, se les dividió en grupos al azar para que les dijeran algo que contradijera sus creencias sobre el mundo (“En realidad, esta piedra es blanda, no dura”), o algo que confirmara su opinión (“Así es, esta piedra es dura”).
Tras esto se les preguntó de nuevo: “Entonces, ¿crees que esta roca es dura o blanda?”. Casi todos los niños que escucharon afirmaciones que se ajustaban a sus creencias continuaron afirmando que la roca era dura. Sin embargo, pocos de los niños a los que se les dijo que la roca era blanda mantuvieron el mismo juicio que antes. El investigador les dijo entonces que tenía que salir de la habitación para atender una llamada telefónica y les dejó explorar el objeto por su cuenta.
Los grabaron en vídeo y se comprobó así que la mayoría de los niños, independientemente de su edad, se dedicaban a probar afirmaciones sorprendentes. La hipótesis de los investigadores fue que las diferencias de edad informadas anteriormente en la exploración de afirmaciones sorprendentes por parte de los niños podrían evidenciar el desarrollo de sus habilidades para utilizar la exploración para comprobar afirmaciones más complejas.
Otra posibilidad era que a medida que cumplen años la motivación detrás del deseo de explorar de los niños cambie, y que mientras que los niños más pequeños quieran investigar porque han creído lo que les han dicho y quieren ver ese hecho sorprendente, los niños mayores decidan explorar porque son escépticos sobre lo que les han dicho.
En el segundo estudio, que se realizó entre septiembre y diciembre de 2020 participaron 154 niños de 4 a 7 años residentes en la misma zona que los del primer estudio. Los padres de 132 de los 154 niños informaron que su etnia era 50% blanca, 20% de etnia o raza mixta y 17% del sudeste asiático. Casi todos ellos definieron también su nivel educativo: el 20% de los niños tenían padres que no fueron a la universidad, el 35% tenía un padre que asistió a la universidad y el 45% tenía dos padres que asistieron a la universidad.
La investigación en este caso se hizo a través de Zoom a causa de las restricciones impuestas por la pandemia de COVID-19. Un investigador compartió su pantalla y presentó a cada uno de los participantes ocho viñetas. Para cada viñeta, se les dijo a los niños que el adulto hizo una afirmación sorprendente (por ejemplo, “La roca es suave” o “La esponja es más dura que la roca”) y se les preguntó qué debería hacer otro niño en respuesta a esa afirmación y por qué deberían hacer eso.
Los resultados mostraron que los niños mayores (de seis y siete años) eran más propensos que los más pequeños a indicar una estrategia de exploración que se adaptaba a la afirmación que habían escuchado (es decir, tocar la roca en el primer ejemplo, pero tocar la roca y la esponja del segundo ejemplo). También se observó que según van cumpliendo años los niños cada vez justifican más la exploración como un medio para verificar la afirmación sorprendente de un adulto. Estos hallazgos sugieren que a medida que los niños crecen, incluso cuando es igualmente probable que participen en la exploración de afirmaciones sorprendentes, se vuelven más conscientes de sus dudas sobre lo que los adultos les dicen y, como resultado, su exploración se vuelve más premeditada, específica y eficaz.
“Todavía hay mucho que no sabemos”, ha declarado Samuel Ronfard, profesor asistente de la Universidad de Toronto y director de laboratorio en el Laboratorio de Aprendizaje y Desarrollo Infantil (ChiLD), “pero lo que está claro es que los niños no creen todo lo que les dicen. Piensan en lo que les han dicho y, si son escépticos, buscan información adicional que pueda confirmarlo o desmentirlo”.
Actualizado: 5 de mayo de 2023