La madurez cerebral determina cuándo los niños dejan atrás las siestas
26/10/2022
Los niños suelen dormir siesta hasta una determinada edad, pero nunca se había analizado qué es lo que determinaba el fin de este tipo de descanso diurno, o mejor dicho, qué hace que algunos niños la dejen atrás temprano mientras otros pueden seguir necesitándolas a pesar de ser más mayores. Sin embargo, un estudio de la University of Massachusetts Amherst (EE.UU) ha querido dar respuesta a esta incógnita de los padres.
Al parecer, el fin de las siestas en los niños no está marcado por una edad en concreto, lo que explicaría que algunos peques las dejen de lado a los tres años y otros a los cinco, por ejemplo. Según explican en los resultados, publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, la clave podría estar en el cerebro.
Las siestas sirven para procesar los recuerdos
Y es que, el cerebro y el sueño están relacionados de diversos modos. Uno de ellos, según explican los investigadores que han realizado varios estudios sobre el tema, es que dormir la siesta en edad preescolar ayuda a conectar los mecanismos biorreguladores que subyacen a las transiciones de la siesta, centrándose en la zona del cerebro llamada hipocampo, relacionada con la memoria.
“Cuando los niños pequeños duermen la siesta, consolidan recuerdos emocionales y declarativos, por lo que uno se pregunta, si este es un momento de aprendizaje tan importante, ¿por qué harían la transición de la siesta si esta les ayuda a consolidar el aprendizaje? ¿Por qué no seguir durmiendo la siesta?”, se cuestiona Rebecca Spencer, investigadora principal del estudio.
Los niños duermen la siesta para procesar sus recuerdos, pues como su hipocampo no está totalmente maduro no son capaces de acumularlos hasta la noche
En trabajos anteriores, los autores encontraron que los niños que dormían siesta tenían diferencias en el hipocampo con respecto a los que no tenían este hábito de sueño diurno. Según creen, como las siestas sirven para procesar los recuerdos, cuando el hipocampo inmaduro de los pequeños llega al límite de almacenamiento de recuerdos nítidos, sin interferencias ni olvidos, se produce una mayor presión del sueño, por lo que se reduce su práctica.
Para entenderlo mejor, Spencer hace un símil del hipocampo con un cubo o cubeta con agua, que serían los recuerdos. Cuando el hipocampo es ineficiente, sería como tener un cubo pequeño, que se llena más rápido y se desborda enseguida, por lo que se perderían las vivencias. “Eso es lo que creemos que sucede con los niños que todavía duermen la siesta. Su hipocampo está menos maduro y necesitan vaciar ese cubo con más frecuencia”, explica Spencer.
No obstante, cuando el hipocampo está lo suficientemente desarrollado, los niños pueden dejar a un lado las siestas, pues su ‘cubo’ no se desbordará y tendrá la capacidad de acumular los recuerdos durante el día, procesándolos durante el sueño nocturno, donde viajarán a la corteza para acumularse.
Según comenta la autora, es importante brindar la oportunidad de dormir la siesta a los niños, pues así tendrán beneficios en su aprendizaje, lo que subyace a una educación temprana. Ahora queda comprobar estos resultados en más estudios, de esta manera el nuevo marco creado “podría usarse para evaluar múltiples predicciones no probadas del campo de la ciencia del sueño y, en última instancia, generar pautas y políticas basadas en la ciencia con respecto a las siestas en entornos de cuidado infantil y educación temprana”, concluyen los autores.
Actualizado: 5 de mayo de 2023