Un apetito ávido en la infancia puede advertir de trastornos alimentarios

Una respuesta entusiasta a la comida en la primera infancia puede aumentar las probabilidades de desarrollar síntomas de trastornos alimentarios en la adolescencia, como atracones o comer sin control, de forma emocional o restringida.
Adolescente tumbado en el sofá dándose un atracón de comida

23/02/2024

La inapetencia en los niños es un quebradero de cabeza para los padres, que temen que sus hijos no ingieran la cantidad de nutrientes que necesitan para disfrutar de una buena salud y desarrollarse correctamente. Y lo mismo ocurre si el pequeño tiene ganas de comer, pero solo determinados alimentos cuyo sabor le agrada, y se niega a probar otros más saludables y nutritivos.

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Sin embargo, tener mucho apetito durante la niñez tampoco sería lo ideal, según un nuevo estudio realizado por investigadores de UCL Institute of Epidemiology & Health Care que ha revelado que una alta respuesta al estímulo alimentario, definida como el impulso de comer al ver, oler o saborear comida apetitosa, a la edad de cuatro y cinco años, se asociaba con una mayor probabilidad de presentar una variedad de síntomas de trastornos alimentarios entre los 12 y los 14 años.

El equipo también observó que un ritmo más lento al comer y sentirse lleno más rápidamente (alta sensibilidad a la saciedad) en la primera infancia podría ser un factor protector contra el desarrollo de algunos síntomas de trastornos alimentarios más adelante. Los hallazgos se han publicado en The Lancet Child & Adolescent Health.

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“Aunque nuestro estudio no puede probar causalidad, nuestros hallazgos sugieren que la respuesta a las señales de comida podría ser un factor de riesgo predisponente para el inicio de síntomas de trastornos alimentarios en la adolescencia”, ha declarado la coautora principal, la Dra. Ivonne Derks. “Sin embargo, una alta respuesta a la comida también es un comportamiento normal y muy común, y debería considerarse como uno de muchos posibles factores de riesgo, en lugar de algo que deba preocupar a los padres”, ha añadido.

Identificar factores de riesgo para prevenir trastornos alimentarios

Los autores analizaron datos de encuestas realizadas a 3.670 jóvenes del Reino Unido y los Países Bajos para evaluar cómo ciertos rasgos del apetito en la primera infancia podrían estar relacionados con la probabilidad de desarrollar síntomas de trastornos alimentarios hasta 10 años después. Los rasgos del apetito describen nuestra reacción ante la comida y la oportunidad de comer, así como nuestro deseo de comer más o menos cuando experimentamos emociones negativas.

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Se clasifican en rasgos de aproximación al alimento (como la respuesta al alimento, el disfrute de la comida, el comer emocional excesivo) y rasgos de evitación del alimento (como la respuesta a la saciedad, el ser quisquilloso con la comida, la lentitud al comer, el comer emocional insuficiente). En el estudio los rasgos del apetito se evaluaron en base a las respuestas de los padres en un cuestionario cuando los niños tenían cuatro o cinco años.

Los síntomas de trastornos alimentarios fueron autoinformados por los adolescentes a los 12 y 14 años, cuando suelen comenzar a manifestarse los síntomas de los trastornos alimentarios. Alrededor del 10% de los adolescentes reportaron síntomas de atracones, que se caracterizan por comer una cantidad inusual de alimentos o experimentar la sensación de pérdida de control sobre la alimentación. Además, el 50% reportó al menos un comportamiento para compensar su ingesta de alimentos o para evitar ganar peso, como saltarse una comida.

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Se encontró que una mayor respuesta a la comida estaba vinculada con un aumento del 16% al 47% en la probabilidad de reportar síntomas de trastornos alimentarios, incluyendo síntomas de atracones, comer sin control, comer emocionalmente, comer de manera restringida y comportamientos compensatorios. El aumento del 47% se encontró en los síntomas de atracones, lo que significa que los adolescentes cuyos padres los calificaron con la mayor respuesta a la comida tenían casi tres veces más probabilidades de reportar síntomas de atracones en comparación con aquellos cuyos padres los calificaron más bajo.

Una mayor respuesta a la comida se vinculó a un aumento del 16% al 47% en la probabilidad de reportar síntomas de trastornos alimentarios, como atracones, o comer emocionalmente o de manera restringida

Comer emocionalmente en la primera infancia también se relacionó con mayores probabilidades de participar en comportamientos compensatorios, que tienen como objetivo evitar el aumento de peso, como saltarse comidas, ayunar y hacer ejercicio excesivo. Algunos rasgos del apetito parecían ser protectores contra el desarrollo de síntomas de trastornos alimentarios más adelante. Una mayor respuesta a la saciedad, es decir, sentirse lleno más rápidamente después de comer y sentirse lleno durante más tiempo, se relacionó con menores probabilidades de comer sin control y comportamientos compensatorios.

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Un ritmo más lento al comer, mientras tanto, se relacionó con menores probabilidades de comportamientos compensatorios y alimentación restringida. Los investigadores también encontraron que rasgos del apetito como el rechazo a ciertos alimentos, comer menos debido a un estado de ánimo bajo y el disfrute de la comida en la primera infancia no estaban vinculados a síntomas de trastornos alimentarios posteriores en la adolescencia.

“Los trastornos alimentarios pueden ser más difíciles de tratar eficazmente una vez que se desarrollan, por lo que sería mejor prevenirlos desde el principio. Nuestro trabajo en la identificación de factores de riesgo en la vida temprana tiene como objetivo apoyar el desarrollo de posibles estrategias de prevención. Estas podrían, por ejemplo, proporcionar apoyo adicional a los niños con mayor riesgo”, ha señalado la Dra. Clare Llewellyn, otra de las coautoras.

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Los investigadores destacan que un entorno alimentario saludable y estrategias de alimentación parental responsivas pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollar trastornos alimentarios. “Un entorno alimentario saludable es aquel donde los alimentos saludables están disponibles y son más destacados, notorios y asequibles que las opciones menos saludables. Esto también incluye un acceso más amplio a los alimentos, como los tipos de establecimientos de comida disponibles en nuestro vecindario y la comida que vemos en la televisión”, ha explicado la Dra. Zeynep Nas del Instituto de Epidemiología y Atención Sanitaria de la UCL y otra de las coautoras del trabajo.

“La alimentación responsiva consiste en proporcionar alimentos nutritivos en horarios establecidos para comidas y meriendas, y luego permitir que el niño decida qué y cuánto comer (si es que come algo) sin presionarlo”, añade la especialista.

“En general, nuestros resultados sugieren que desarrollar y probar estrategias de prevención podría ser un esfuerzo valioso. Aunque el apetito tiene un componente genético significativo, también sabemos que hay influencias ambientales que brindan oportunidades para el cambio de comportamiento”, concluye la profesora Pauline Jansen de la Universidad Erasmus de Róterdam, y otra de las principales coautoras.

Actualizado: 23 de febrero de 2024

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