Por qué debes bajar la tapa del inodoro antes de tirar de la cadena
30/12/2022
Cuando comenzó la pandemia por COVID-19 el miedo al contagio de un virus que podía ser letal o dejar graves secuelas nos hizo extremar las medidas higiénicas y, además de usar mascarillas y geles hidroalcohólicos y lavarnos las manos con más frecuencia, empezamos a fijarnos en los lugares con más probabilidades de contener gérmenes como el coronavirus. Tomar precauciones nos ayuda a evitar la infección por SARS-CoV-2…, y otras muchas.
Y uno de los hábitos que deberíamos incorporar para protegernos de los patógenos es bajar la tapa del inodoro antes de apretar la palanca o el botón de descarga porque cuando lo hacemos se libera una nube similar a una erupción del Vesubio en forma de pequeñas gotas y partículas de aerosol que alcanza más de 1,5 metros por encima del asiento, según han comprobado ingenieros de la Universidad de Colorado Boulder. Un hallazgo que confirma los peores temores de los fóbicos a los gérmenes y que han publicado en Scientific reports.
Esta columna se compone de pequeñas gotas de agua y cualquier otra cosa que pueda haber en la taza del váter, y es invisible al ojo humano, pero cuando se ilumina con láseres verdes se asemeja a una explosión de confeti microscópico que alguien hubiera lanzado a una repugnante fiesta.
Casi ocho segundos después de la descarga, las partículas aún flotaban a más de metro y medio por encima del borde de la taza y muchas permanecieron en el aire durante más de un minuto
Los investigadores descargaron inodoros que contenían únicamente agua limpia y no analizaron la posible infecciosidad de las partículas presentes en la columna, pero sus herramientas confirmaron que cada descarga llega mucho más allá de la taza de lo que se pensaba. De hecho, un estudio de 2021 ya mostró que el uso de inodoros y baños públicos aumentaba el riesgo de contraer COVID.
Las partículas procedentes del inodoro llegan a la altura de la nariz
John Criminaldi, el autor principal del estudio es un profesor de hidrología que se especializa en mecánica de fluidos, en concreto cómo el aire y el agua transportan otros materiales que fluyen junto con ellos y se centró en los inodoros a instancias de su colega de Boulder y coautor Karl Linden, un ingeniero ambiental que estudia las propiedades desinfectantes de la luz ultravioleta (UV) y que trabajaba en el desarrollo de un desinfectante de superficies a base de UV.
Linden se preguntaba dónde nos exponemos a los virus y a los patógenos, y pensó en los baños, específicamente en los inodoros comerciales sin tapa y sin tanque que se encuentran en los baños públicos. En Estados Unidos, la mayoría de los baños públicos están equipados con lo que se conoce como una válvula estilo fluxómetro, que depende de la presión para empujar el agua a través de la taza, y que tiene como resultado una descarga de alta potencia que deja una fina nube de vapor de agua a su paso.
Linden recurrió a Criminaldi, cuyo laboratorio usa láseres para visualizar movimientos fluidos que de otra forma resultan imperceptibles para el ojo humano. Los investigadores instalaron un inodoro que funcionaba en el laboratorio sobre un marco de metal que podía alinearse con sus láseres y calibraron la presión del agua de las tuberías para que coincidiera con la de un baño comercial tradicional.
Sabían que su láser haría visibles algunos aerosoles, pero lo que vieron los asombró: “Es como un volcán en erupción”, afirmó Criminaldi. Después, el equipo entrenó un láser pulsado y un par de cámaras científicas en el rocío para medir la velocidad de sus partículas de agua individuales. Los investigadores afirman que los aerosoles en la columna “sorprendentemente enérgica y caótica” alcanzaron una velocidad máxima de dos metros por segundo, o poco menos de siete kilómetros por hora y que, una vez en el aire, tardaron un tiempo en asentarse.
Casi ocho segundos después de la descarga, las partículas aún flotaban a más de metro y medio por encima del borde de la taza, mucho más allá del nivel de la nariz para la mayoría de las personas, y muchas permanecieron en el aire durante más de un minuto. “Después de ver estos videos, ciertamente estoy mucho más inclinado a usar una máscara en un baño público de lo que podría haber estado antes”, ha asegurado Criminaldi.
Las pruebas se realizaron con inodoros que solo contenían agua limpia, pero Crimaldi opina que añadir papel higiénico, heces y otros desechos humanos a la mezcla empeoraría la situación. “Tengo una sensación intuitiva de que la presencia de sólidos podría exacerbar el problema porque simplemente hay cosas adicionales en las que el agua puede incidir y crear más oportunidades para esta mezcla energética de fluidos”, concluye.
Actualizado: 5 de mayo de 2023