Sufrir COVID-19 leve puede aumentar el riesgo de padecer insomnio
05/02/2024
En la actualidad la mayoría de las personas que contraen la infección por coronavirus SARS-CoV-2 se recuperan en poco tiempo, pero incluso aunque se trate de una enfermedad leve algunas personas siguen experimentando síntomas mucho tiempo después de superar la infección inicial, y uno de ellos es el insomnio. Ya se había observado que entre los pacientes que precisaban ingreso hospitalario a causa del COVID-19 el insomnio era frecuente, pero un nuevo estudio ha llegado a la conclusión de que las infecciones leves también pueden afectar a la calidad del sueño.
Los resultados del nuevo estudio se han publicado en Frontiers in Public Health y han revelado que tras el COVID-19 la prevalencia de insomnio fue del 76,1% entre los participantes y, entre ellos, el 22,8% lo definieron como insomnio grave. Un tercio de los participantes afirmó tener más dificultades para conciliar el sueño y que este era de peor calidad y menor duración, y la mitad afirmó experimentar más despertares nocturnos después de la infección por SARS-CoV-2.
Además, aquellos participantes con depresión o ansiedad tuvieron significativamente más probabilidades de desarrollar insomnio. Otros factores de riesgo del insomnio incluyeron enfermedades crónicas preexistentes y un nivel educativo más alto, mientras que los síntomas y la duración del COVID-19 no se asociaron significativamente con las alteraciones del sueño.
Peor calidad de sueño en personas depresivas o ansiosas
La investigación ha sido liderada por el Dr. Huong TX Hoang de la Universidad de Phenikaa, en Vietnam. Los investigadores emplearon la red oficial de supervivientes de COVID-19 de Vietnam, para reclutar a 1.056 individuos mayores de 18 años que habían sido diagnosticadas con COVID-19, pero que no habían sido hospitalizadas en los últimos seis meses y no reportaban antecedentes de insomnio o trastornos psiquiátricos.
Enviaron una encuesta a estas personas para que la completaran entre junio y septiembre de 2022, donde les preguntaban sobre características sociodemográficas como su edad, sexo y patologías crónicas, y la duración y gravedad de la infección por coronavirus. También midieron los síntomas de ansiedad, estrés y depresión experimentados por los pacientes, y para evaluar sus niveles de insomnio se les pidió que compararan la calidad y duración de su sueño y la facilidad con la que se habían dormido en las dos últimas semanas con los mismos parámetros antes de contraer el COID-19.
El 76,1% de los participantes afirmó haber experimentado insomnio, y el 22,8% de ellos lo calificó como grave. La mitad de los participantes dijeron que se despertaban con mayor frecuencia durante la noche, y a un tercio le resultaba más difícil conciliar el sueño y dormían peor y menos tiempo. La gravedad de su infección inicial no pareció correlacionarse con la gravedad del insomnio que experimentaron, y aunque los pacientes con COVID-19 asintomático obtuvieron puntuaciones más bajas en el índice de insomnio, la diferencia no fue estadísticamente significativa.
“Nuestro estudio destaca la carga sustancial de insomnio entre los supervivientes de COVID-19 no hospitalizados y la asociación significativa de la depresión y la ansiedad en el desarrollo de este efecto a largo plazo del COVID-19”
Dos grupos de personas tuvieron tasas más altas de insomnio estadísticamente significativas; se trataba de aquellas con una enfermedad crónica preexistente y personas con puntuaciones altas en síntomas depresivos o ansiosos. Ambos grupos desarrollaron insomnio a un ritmo mayor que sus pares. De hecho, las puntuaciones de depresión y ansiedad eran más altas en los pacientes que reportaban insomnio, que las puntuaciones promedio de toda la muestra. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el insomnio puede empeorar la salud física y mental, y que una peor salud física y mental también contribuye a sufrir insomnio.
Los científicos señalaron que la tasa de insomnio reportada por los pacientes no sólo es mucho más alta que la tasa entre la población general, sino también más alta que la reportada por los pacientes hospitalizados con COVID-19, algo que en parte atribuyen a que se centraron en pacientes recientemente recuperados que pueden tener COVID persistente, y a que también pueden estar más estresados y sensibles a los cambios en su salud física, lo que les lleva a percibir que su sueño es peor.
“Nuestro estudio destaca la carga sustancial de insomnio entre los supervivientes de COVID-19 no hospitalizados y la asociación significativa de la depresión y la ansiedad en el desarrollo de este efecto a largo plazo del COVID-19. Estos hallazgos subrayan la necesidad de intervenciones integrales que aborden la salud psicológica y del sueño en esta población”, concluyen los autores en su artículo.
Actualizado: 5 de febrero de 2024