Las temperaturas extremas incrementan el riesgo de bajo peso al nacer
17/03/2017
La comunidad científica muestra cada vez mayor interés en las consecuencias que el cambio climático puede tener en la población y, en concreto, en determinados grupos de población más vulnerables, como es el caso de las mujeres embarazadas. Así, una tesis doctoral de Ana María Vicedo, de la Universidad de Valencia, demostraba en 2013 cómo la exposición a altas temperaturas en la ciudad de Valencia (superiores al percentil 90) se asociaba con un aumento del riesgo de parto prematuro durante las tres semanas siguientes.
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Ahora, un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, y publicado por la revista científica Environmental Research, ha demostrado, tras analizar casi 224.000 nacimientos, que las mujeres embarazadas que, en función del lugar en el que viven, están expuestas a temperaturas extremas, tanto muy frías como muy cálidas, tienen más probabilidades de dar a luz a bebés de bajo peso (menos de 2,5 kilos). Y ello pese a que el parto tenga lugar a término (semanas 37 a 40) y, por tanto, los bebés no sean prematuros ni tengan ningún problema de salud que justifique ese bajo peso.
El riesgo de dar a luz a un bebé con bajo peso se incrementa en un 250% en el caso de las mujeres que durante todo el embarazo están expuestas a temperaturas extremas
En concreto, el riesgo se incrementa entre un 18% y un 21% en el caso de las embarazadas que son expuestas a temperaturas muy frías durante el segundo y el tercer trimestre de gestación; y en un 31% en las gestantes expuestas a mucho calor durante el tercer trimestre. Las probabilidades se disparan por encima del 250% cuando esas exposiciones al calor o al frío extremos se prolongan durante todo el embarazo.
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Por qué las temperaturas extremas afectan al desarrollo del feto
Pese a los resultados obtenidos, que muestran una relación muy clara entre temperaturas extremas y bajo peso al nacer, los investigadores reconocen que no saben aún el porqué de este vínculo. Estudios anteriores, sin embargo, sugieren dos razones: por un lado, que la exposición continuada a temperaturas muy cálidas podría incrementar el estrés oxidativo (un desequilibrio que se produce en las células debido a un incremento de los radicales libres, o una reducción en los antioxidantes, que genera subproductos tóxicos en el organismo); por otro, que vivir en lugares con temperaturas extremas podría reducir el flujo sanguíneo al útero, privando de esta forma al bebé de oxígeno y nutrientes, y haciendo más difícil la labor de la placenta en la eliminación de los desechos del feto.
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Mientras se investiga más sobre el particular, los científicos recomiendan que las mujeres embarazadas reduzcan el tiempo que pasan en lugares con temperaturas muy altas o muy bajas, algo que se antoja complicado cuando éstas residen de forma habitual en pueblos o ciudades afectados por esta climatología extrema.
Actualizado: 4 de mayo de 2023