Hallan pistas en el cerebro asociadas a la predisposición a la dislexia
23/12/2024
La dislexia es un trastorno del aprendizaje que dificulta a los afectados comprender textos escritos. La herencia genética suele desempeñar un papel clave en su aparición, pero se desconoce la forma en la que los genes asociados con la dislexia se relacionan con la estructura cerebral en la población general.
Ahora, un nuevo estudio liderado por científicos del Instituto Max Planck de Psicolingüística en Nijmegen (Países Bajos) ha revelado que las variantes genéticas que aumentan la probabilidad de desarrollar dislexia están vinculadas a diferencias en zonas del cerebro relacionadas con la coordinación motora, la visión y el lenguaje.
Se estima que alrededor del 5% de los niños en edad escolar presentan importantes dificultades para aprender a leer o escribir correctamente, un problema que se conoce como dislexia. “La dislexia tiene una base genética y un fuerte componente hereditario, aunque es un rasgo complejo que no puede explicarse por cambios en una sola región cerebral o un solo gen”, ha explicado Sourena Soheili-Nezhad, autor principal del estudio, en una nota publicada por el citado Instituto.
Por esta razón, estudiar cuáles son los genes que afectan a determinadas redes cerebrales puede proporcionar una mayor comprensión de cómo las funciones cognitivas se desarrollan de manera diferente en las personas que tienen esta dificultad de aprendizaje. Los hallazgos del nuevo estudio se han publicado en Science Advances.
Alteraciones en el desarrollo del cerebro influyen en la dislexia
Los investigadores llevaron a cabo un amplio estudio genético para analizar cómo la contribución genética a la dislexia está relacionada con la estructura cerebral. Utilizando datos de más de un millón de personas recopilados por la empresa 23andMe identificaron numerosas variantes genéticas que aumentan la probabilidad de dislexia.
Posteriormente, analizaron datos de 35.231 adultos procedentes de la base de datos del UK Biobank, calculando “puntajes poligénicos” para la dislexia y vinculándolos con escaneos cerebrales. Aunque no se disponía de información sobre quiénes de estas personas tenían dislexia, se observaron diferencias en la predisposición genética a la dislexia que podían relacionarse con áreas específicas del cerebro.
Los resultados mostraron que una mayor predisposición genética a la dislexia estaba asociada con un menor volumen en áreas cerebrales relacionadas con la coordinación motora y el procesamiento de sonidos del habla. Por otro lado, las variantes genéticas asociadas con la dislexia mostraron un mayor volumen en la corteza visual.
“Estos hallazgos refuerzan la idea de que la dislexia es un rasgo complejo que puede implicar una combinación de procesos cognitivos alterados”
Además, los investigadores encontraron diferencias en un grupo de fibras de materia blanca en un área el cerebro denominada cápsula interna. En esta zona, la densidad de la materia blanca estaba influenciada por factores genéticos vinculados no solo con la dislexia, sino también con el rendimiento escolar, la inteligencia fluida (capacidad para resolver problemas nuevos sobre los que no se tienen conocimientos previos) y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), rasgos que con frecuencia se relacionan con la dislexia.
“Estos hallazgos refuerzan la idea de que la dislexia es un rasgo complejo que puede implicar una combinación de procesos cognitivos alterados”, ha explicado Clyde Francks, coautor principal del estudio. Aunque los datos evaluados proceden de adultos, algunos de los cambios observados en el cerebro probablemente están relacionados con alteraciones en su desarrollo durante las primeras etapas de vida, como el periodo fetal o la infancia, y que se mantienen a lo largo del tiempo.
Otros cambios, sin embargo, se podrían haber producido como resultado de décadas de comportamientos modificados en personas con una mayor predisposición genética a la dislexia. Por ejemplo, evitar la lectura durante años podría tener un impacto en el sistema visual del cerebro.
El equipo planea utilizar datos de niños y adolescentes en lugar de adultos en sus próximas investigaciones para analizar con mayor detalle qué cambios cerebrales contribuyen a la aparición de la dislexia y cuáles son consecuencia de esta condición. “Comprender la base cerebral de la dislexia podría facilitar diagnósticos más tempranos e intervenciones educativas específicas en el futuro, adaptadas a las necesidades individuales de cada niño”, concluye Soheili-Nezhad.
Actualizado: 23 de diciembre de 2024