Síndrome de La Habana: no encuentran evidencia de lesiones cerebrales

Investigadores norteamericanos encuentran síntomas graves entre un grupo de empleados federales estadounidenses que experimentaron el conocido como síndrome de La Habana, pero no hallan evidencia significativa de lesión cerebral ni anomalías biológicas.
Ilustración de síndrome de la Habana con fuertes dolores

El Síndrome de La Habana es un misterioso fenómeno que ha capturado la atención del mundo desde que salió a la luz por primera vez en 2016. Hace referencia a una serie de inexplicables síntomas de salud reportados inicialmente por personal diplomático estadounidense estacionado en La Habana, Cuba. Este conjunto de síntomas incluye, pero no se limita a, dolores agudos de cabeza, mareos, pérdida de audición, ansiedad, fatiga y problemas cognitivos, algunos de los cuales han tenido efectos duraderos en las vidas de quienes los experimentan. Lo que comenzó como un puñado de casos aislados pronto se transformó en un enigma no sólo político, sino también médico, expandiéndose a otros países y afectando a diplomáticos, agentes de inteligencia y otros funcionarios gubernamentales de Estados Unidos y Canadá, entre otros.

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A medida que la comunidad científica internacional busca desentrañar este enigma, la investigación sobre el Síndrome de La Habana ha abierto un campo fascinante de estudio sobre los posibles mecanismos detrás de estos síntomas. Las teorías van desde ataques sónicos y exposición a agentes químicos, hasta enfermedades psicogénicas y el uso de dispositivos de energía dirigida. 

Ahora, un equipo de investigación de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) norteamericanos ha llevado a cabo una profunda investigación sobre su origen e implicación en la salud de los afectados a lo largo de casi cinco años. Para ello emplearon lo último en tecnología de imágenes y evaluaciones clínicas detalladas en un grupo selecto de empleados federales, quienes reportaron haber experimentado incidentes de salud anómalos (IAH), caracterizados por síntomas tan inusuales como ruidos agudos y una presión inexplicable en la cabeza, seguidos por dolores de cabeza, vértigo, dificultades cognitivas, entre otros. Contra todo pronóstico, los resultados publicados recientemente en dos artículos de la prestigiosa revista JAMA, revelan que no se hallaron diferencias significativas en la estructura cerebral detectables por imágenes de resonancia magnética, ni anomalías biológicas en la mayoría de las pruebas clínicas al compararlos con un grupo control de individuos sanos.

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"Nuestro objetivo era realizar evaluaciones exhaustivas, objetivas y reproducibles para ver si podíamos identificar diferencias cerebrales estructurales o biológicas en personas que informaron AHI", dijo Leighton Chan, jefe de Medicina de rehabilitación y director científico en funciones del Centro Clínico de los NIH, y autor principal de uno de los artículos. "Si bien no identificamos diferencias significativas en los participantes con IAH, es importante reconocer que estos síntomas son muy reales, y causan una alteración significativa en las vidas de los afectados que puede ser bastante prolongada, incapacitante y difícil de tratar".

La investigacióin sí halla síntomas graves como estrés postraumático y depresión

Para llevar a cabo su investigación, el equipo de científicos empleó una variedad de técnicas innovadoras en la evaluación de más de 80 empleados gubernamentales estadounidenses y sus familiares adultos, la mayoría de los cuales cumplían sus funciones en destinos internacionales y habían reportado experimentar incidentes anómalos de salud (IAH). Este grupo fue comparado con un conjunto de controles sanos, consistente en voluntarios sin reportes de IAH pero con asignaciones laborales de naturaleza similar.

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Durante la realización del estudio, a los participantes se les aplicó una serie completa de evaluaciones que abarcaron aspectos clínicos, auditivos, de equilibrio, visuales, neuropsicológicos, así como análisis de biomarcadores en la sangre. Complementariamente, se les sometió a varias modalidades de resonancia magnética cerebral, con el objetivo de examinar en detalle el volumen, estructura y funcionamiento de sus cerebros.

El equipo investigador recolectó una diversidad de mediciones y aplicó múltiples metodologías y modelos estadísticos para el análisis de los datos recabados. Este enfoque meticuloso aseguró la alta reproducibilidad de los resultados, demostrando que las conclusiones a las que llegaron eran consistentes y fiables, independientemente de la cantidad de veces que se repitieron las evaluaciones a los sujetos de estudio o el análisis estadístico de la información obtenida.

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El equipo investigador aplicó técnicas de fenotipado profundo, es decir, el análisis detallado de las características observables y bioquímicas de los individuos, para explorar posibles conexiones entre los síntomas clínicamente reportados y los resultados obtenidos a través de estudios de neuroimagen.

En la fase del estudio de imágenes, las resonancias magnéticas se realizaron en promedio 80 días después de la aparición de los síntomas, aunque en algunos casos se realizaron tan solo 14 días después de que los participantes reportaran un incidente de salud anómalo (IAH). A través de un enfoque meticuloso y riguroso, que aseguró la fiabilidad de las métricas de resonancia magnética, los científicos no lograron encontrar un patrón consistente de anomalías en las imágenes que permitiera distinguir claramente entre los sujetos con IAH y los individuos del grupo de control.

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Carlo Pierpaoli, investigador principal y jefe del Laboratorio de Imágenes Médicas Cuantitativas en el Instituto Nacional de Imágenes Biomédicas y Bioingeniería matiza que "La diferencia detectable entre individuos con IAH y los controles no excluye que haya ocurrido un evento adverso que afecte al cerebro en el momento del IAH".

"Es posible que las personas con un IAH estén experimentando los resultados de un evento que condujo a su síntomas, pero la lesión no produjo los cambios de neuroimagen a largo plazo que normalmente se observan después de un traumatismo grave o un accidente cerebrovascular. Esperamos que estos resultados alivien las preocupaciones sobre la asociación del IAH con cambios neurodegenerativos graves en el cerebro", argumenta el autor principal del artículo sobre neuroimagen.

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De igual forma, no se observaron diferencias significativas entre los individuos que reportaron experimentar IAH y los sujetos control en cuanto a la mayoría de las evaluaciones clínicas, investigativas y de biomarcadores, con la excepción de algunas respuestas autoinformadas.

El 41% de los participantes del grupo IAH se ajustaron a los criterios para trastornos neurológicos funcionales (FND)  o presentaron síntomas somáticos significativos

Los individuos afectados por IAH reportaron, en comparación con el grupo control, un incremento notable en síntomas relacionados con la fatiga, el estrés postraumático y la depresión. El 41% de los participantes del grupo IAH, procedentes de prácticamente todas las regiones geográficas estudiadas, se ajustaron a los criterios para trastornos neurológicos funcionales (FND) —un conjunto de trastornos del movimiento neurológico frecuentes originados por disfunciones en la operatividad cerebral— o presentaron síntomas somáticos significativos.

Los FND a menudo se encuentran vinculados con condiciones como la depresión, la ansiedad y niveles elevados de estrés. La mayoría de los individuos dentro del grupo IAH afectados por FND cumplieron con los criterios necesarios para el diagnóstico de mareos posturales perceptivos persistentes (PPPD), un trastorno caracterizado por mareos, sensación de vértigo no rotatorio e inestabilidad variable desencadenada por estímulos ambientales o sociales, los cuales no pueden ser atribuidos a otra condición neurológica conocida.

"El estrés postraumático y los síntomas del estado de ánimo informados no son sorprendentes dado las preocupaciones actuales de muchos de los participantes", afirmó Louis French, neuropsicólogo y subdirector del Centro Nacional de Excelencia Intrepid en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed y coinvestigador del estudio. "A menudo, estas personas han sufrido importantes trastornos en sus vidas y continúan teniendo preocupaciones sobre su salud y su futuro. Este nivel de estrés puede tener importantes impactos negativos en el proceso de recuperación".

El estudio descarta la implicación de armas sónicas o de microondas

Los científicos concluyen que, si un agente externo fue el responsable de los síntomas observados, no ha dejado alteraciones fisiopatológicas duraderas o identificables mediante las pruebas actuales. Asimismo, sugieren que los indicadores fisiológicos de tal agente externo podrían haber desaparecido o ser indetectables con las técnicas y el alcance de la muestra utilizados en este estudio.

Tal y como apunta Robert W. Baloh, Profesor emérito de Neurología de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA, EE.UU.), que no ha participado en el estudio, en declaraciones a Science Media Centre España, "A diferencia de informes publicados anteriormente en grupos más pequeños de sujetos con síndrome de La Habana, no encontraron pruebas de daños en el oído interno o el cerebro. Además del tamaño y la profundidad del estudio, otras diferencias clave respecto a estudios anteriores fueron la inclusión de un grupo de control adecuado y un análisis estadístico detallado. Esto, junto con el reciente informe combinado de las agencias de inteligencia de EE.UU. que concluye que no hay pruebas de un arma sónica o de microondas, debería tranquilizar a los empleados sintomáticos, en el sentido de que no sufrieron daños cerebrales permanentes, lo que debería ayudar en el proceso de recuperación".

Por su parte, el Dr. David Relman, catedrático de Microbiología e Inmunología en la Universidad de Stanford y quien ha participado en investigaciones previas sobre el "Síndrome de La Habana", expresó en un editorial publicado el lunes junto al estudio, que interpretar los resultados de los escáneres cerebrales como indicativos de que "no ocurrió nada, o nada grave" con estos casos no sería acertado.

Fuente: NIH y JAMA

Actualizado: 19 de marzo de 2024

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