Tener COVID o COVID persistente puede afectar a la vida sexual femenina

Tener COVID-19 o COVID prolongado puede afectar negativamente a la vida sexual de las mujeres cisgénero, ya que un estudio ha encontrado que la enfermedad se asocia con niveles más bajos de deseo, excitación, lubricación y satisfacción.
Una pareja joven en la cama con mascarillas protectoras

13/02/2024

Aunque la pandemia por COVID-19 haya finalizado, la ciencia continúa encontrando secuelas asociadas a la infección por coronavirus SARS-CoV-2. Ahora, un nuevo estudio revela que tener COVID-19 o seguir experimentando síntomas tras superar la enfermedad inicial –lo que se conoce como COVID persistente– puede tener un impacto negativo en la vida sexual de las mujeres.

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La investigación que ha llegado a esta conclusión ha sido realizada por la Universidad de Boston (BU) y en ella se han analizado los datos de 2.329 mujeres cisgénero, revelando que la infección por coronavirus puede afectar a la función sexual, y que el COVID persistente –que incluye síntomas cognitivos y físicos que se mantienen durante semanas, o incluso meses, tras la infección– tiene un efecto especialmente perjudicial.

“Si estás enfermo de COVID, probablemente estés menos interesado en el sexo y tal vez tu cuerpo esté menos preparado para tener relaciones sexuales”, dice Amelia M. Stanton, profesora asistente de ciencias psicológicas y cerebrales de la Facultad de Artes y Ciencias de la BU. “Pero lo que podría sorprender a algunas personas es que los síntomas prolongados de COVID realmente pueden tener un impacto fisiológico y psicológico en el bienestar sexual de las mujeres”. Los resultados se han publicado en Journal of Sexual Medicine.

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Cómo ha influido el COVID en la sexualidad de las mujeres

Para determinar el impacto del COVID en la sexualidad, Stanton y sus colegas realizaron una encuesta en línea. Alrededor de la mitad de las mujeres que participaron refirieron que nunca habían tenido COVID, mientras que el resto dijo haber dado positivo. Se evaluó a las participantes mediante el Índice de Función Sexual Femenina (FSFI), una herramienta establecida que mide factores como la excitación y la satisfacción con preguntas como: “Durante las últimas 4 semanas, ¿con qué frecuencia sentiste deseo sexual?”. En los resultados solo se incluyó a mujeres que habían tenido relaciones sexuales durante el mes anterior (1.313, en total).

Los niveles de deseo, excitación, lubricación y satisfacción fueron más bajos entre las que habían tenido COVID, en comparación con las que no contrajeron la infección. Las puntuaciones de orgasmo y dolor no fueron significativamente diferentes entre ambos grupos. Pero si bien las mujeres en el grupo de COVID todavía estaban clasificadas dentro del rango funcional del índice, las participantes con COVID prolongado tenían “una puntuación promedio de escala completa del FSFI en el rango disfuncional”, según los investigadores, que descubrieron que las mujeres con COVID persistente tenían puntuaciones de excitación, lubricación, orgasmo y dolor significativamente peores.

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“El sexo, la sexualidad y la función sexual siguen siendo temas relativamente tabúes. Pero esto ofrece algo que los pacientes pueden llevar a sus proveedores y decir: 'Esto me está pasando a mí' y tal vez crear un diálogo abierto sobre el sexo”, ha señalado Stanton. Esta experta y sus colegas han escrito en su artículo que los resultados sugieren “que la infección por COVID-19 puede estar asociada con un deterioro de los aspectos cognitivos y fisiológicos de la función sexual”.

“La infección por COVID-19 puede estar asociada con un deterioro de los aspectos cognitivos y fisiológicos de la función sexual”

Según los investigadores, al igual que el cuerpo y la mente pueden tardar algún tiempo en volver a funcionar a pleno rendimiento a la hora de trabajar, estudiar y hacer ejercicio, lo mismo puede aplicarse al sexo. Además, sugieren que los cambios sociales relacionados con ​​la pandemia también pueden haber influido, ya que acudir a menos eventos sociales y tener a los niños en casa reducen las oportunidades de actividades sexuales compartidas o en solitario.

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Stanton es la investigadora principal del Programa de Disparidades Sexuales, Reproductivas y de Salud Mental de BU, cuyo objetivo es explorar la salud sexual y mental en poblaciones minoritarias y marginadas, y dice que las posibles vías futuras para el proyecto serían ampliar la minoría sexual y de diversidad de género del estudio, hablar con mujeres sobre sus experiencias, y diseñar herramientas que ayuden a los profesionales sanitarios a proporcionar un mejor apoyo a sus pacientes.

“Siempre animo a los profesionales a iniciar conversaciones sobre sexo”, dice Stanton. “Si tienen a alguien que viene por COVID prolongado, tal vez pregunten: '¿Cómo te va sexualmente?'. Hacer esa pregunta podría abrir la puerta para que la gente diga: ‘Sabes, me da vergüenza decir lo que me está sucediendo, y realmente necesito ayuda’. De cualquier manera, podemos repetirle a la gente que hay esperanza y estrategias, que sus síntomas son significativos y relevantes, y que es importante hablar de ellos”, concluye la investigadora.

Actualizado: 13 de febrero de 2024

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