La pérdida rápida de olfato predice alteraciones asociadas al alzhéimer
29/07/2022
La capacidad para oler proporciona al cerebro una información clave porque nos permite detectar potenciales peligros, como el humo de un incendio, y también disfrutar de agradables sensaciones como el olor de un bizcocho recién horneado o del café recién hecho, pero la pérdida del olfato de forma rápida podría indicar el deterioro de las funciones cognitivas y el desarrollo de cambios cerebrales asociados al alzhéimer y otras demencias.
La enfermedad de Alzheimer afecta a alrededor de 800.000 personas en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), y se estima que su prevalencia siga aumentando durante los próximos 20 años, en parte debido al envejecimiento de la población. Los síntomas de alzhéimer que suelen advertir de su presencia son la pérdida de memoria, los cambios de humor y las dificultades para realizar las actividades cotidianas, pero cuando empiezan a manifestarse ya hace tiempo que el cerebro ha sufrido daños.
Investigadores de la Universidad de Medicina de Chicago han descubierto ahora una nueva pista que puede predecir el desarrollo de alzhéimer y otros tipos de demencia: una rápida disminución del sentido del olfato. Los resultados de su estudio, que se ha publicado en Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association, revelan que una reducción del sentido del olfato de una persona con el tiempo puede predecir la pérdida de función cognitiva, pero también cambios estructurales en áreas del cerebro relevantes en la enfermedad de Alzheimer y la demencia, lo que sugiere que se podrían desarrollar pruebas de evaluación del olfato para detectar precozmente el deterioro cognitivo.
“Este estudio proporciona otra pista sobre cómo una disminución rápida en el sentido del olfato es un indicador realmente bueno de lo que terminará ocurriendo estructuralmente en regiones específicas del cerebro”, dijo el Dr. Jayant M. Pinto, profesor de cirujano en la Universidad de Chicago, otorrinolaringólogo que estudia la enfermedad del olfato y los senos paranasales y autor principal.
Memoria, sentido del olfato y demencia
La memoria desempeña un papel clave en nuestra capacidad para reconocer los olores, y hace mucho tiempo que se sabe que existe un vínculo entre el sentido del olfato y la demencia. Las placas de beta amiloide y los ovillos neurofibrilares característicos de la enfermedad de Alzheimer aparecen con frecuencia en zonas del cerebro asociadas con el olfato y la memoria antes de desarrollarse en otras partes de este órgano.
Todavía no se sabe si este daño provoca realmente la disminución del sentido del olfato de una persona, y los autores del nuevo estudio querían comprobar si era posible identificar alteraciones en el cerebro que se correlacionaran con la pérdida del olfato y la función cognitiva de una persona con el tiempo. “Nuestra idea era que las personas con un sentido del olfato que declinaba rápidamente con el tiempo estarían en peor forma, y más propensas a tener problemas cerebrales e incluso al propio alzhéimer, que las personas que estaban perdiendo lentamente o manteniendo un sentido del olfato normal”, explicó Rachel Pacyna, estudiante de medicina de cuarto año en la Escuela de Medicina Pritzker de la Universidad de Chicago y autora principal del estudio.
Una rápida disminución en el sentido del olfato predijo numerosas características del alzhéimer, incluido un menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria
Los investigadores emplearon datos anónimos de 515 adultos mayores incluidos en el Proyecto de Memoria y Envejecimiento (MAP) de la Universidad de Rush, que en 1997 comenzó a investigar las condiciones crónicas del envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas. Los participantes de MAP son adultos mayores que viven en comunidades de jubilados o viviendas para personas mayores en el norte de Illinois y todos los años se evalúa su capacidad para identificar ciertos olores, sus funciones cognitivas y posibles signos de demencia, entre otros parámetros de salud. Algunos participantes también se sometieron a una resonancia magnética.
Estos científicos comprobaron que una rápida disminución en el sentido del olfato de una persona durante un período de cognición normal predijo numerosas características de la enfermedad de Alzheimer, incluido un menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria, peor cognición y mayor riesgo de demencia en estos adultos mayores. En concreto, el riesgo de pérdida del sentido del olfato era similar al de ser portador del gen APOE-e4, un factor de riesgo genético que aumenta las probabilidades de padecer alzhéimer.
Los cambios fueron más notables en las regiones olfativas primarias, incluida la amígdala y la corteza entorrinal, que es una entrada importante para el hipocampo, un sitio crítico en la enfermedad de Alzheimer. “Pudimos demostrar que el volumen y la forma de la materia gris en las áreas olfativas y asociadas a la memoria del cerebro de las personas con un rápido declive en el sentido del olfato eran más pequeños en comparación con las personas que tenían un declive olfativo menos severo”, ha declarado Pinto.
Pruebas de olfato para detectar signos de demencia
Pinto y su equipo tienen la intención de realizar autopsias para examinar el tejido cerebral y buscar marcadores de la enfermedad de Alzheimer. Y también desean comprobar si usar pruebas de olfato en las clínicas, tal y como se emplean las pruebas de visión y audición, permitiría detectar y rastrear a los adultos mayores para encontrar signos de demencia temprana que ayudaran a desarrollar nuevos tratamientos.
Las pruebas de olor constan de una serie de palitos parecidos a los rotuladores, cada uno de los cuales está impregnado con un aroma distintivo que las personas deben identificar entre un conjunto de cuatro opciones. Se trata de una herramienta barata y fácil de usar en la práctica clínica. “Si pudiéramos identificar a las personas de 40, 50 y 60 años que están en mayor riesgo desde el principio, podríamos tener suficiente información para inscribirlos en ensayos clínicos y desarrollar mejores medicamentos”, ha señalado Pacyna.
Como durante el estudio a los participantes solo se les realizó una resonancia magnética, los investigadores no disponían de datos que les permitieran determinar cuándo comenzaron los cambios estructurales en el cerebro o a qué velocidad se encogieron las regiones del cerebro. “Tenemos que tomar nuestro estudio en el contexto de todos los factores de riesgo que conocemos sobre la enfermedad de Alzheimer, incluidos los efectos de la dieta y el ejercicio”, ha explicado Pinto. “El sentido del olfato y el cambio en el sentido del olfato deberían ser un componente importante en el contexto de una serie de factores que creemos que afectan al cerebro en la salud y el envejecimiento”.
Actualizado: 5 de mayo de 2023