A consecuencia de la mayor esperanza de vida de la población mundial el número de personas con
demencia ha aumentado significativamente en todos los países, lo que supone un importante problema de salud pública. Sin embargo, es posible prevenir y manejar mejor la demencia si se toman medidas para abordar
14 factores de riesgo, incluso en personas con alto riesgo genético de padecer demencia, según indica el
tercer Informe de la Comisión Lancet sobre prevención, intervención y cuidados de la demencia, encabezado por la profesora Gill Livingston de
University College London (UCL).
El nuevo informe se acaba de presentar en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer (AAIC 2024) y se ha basado en la evidencia más reciente para añadir
dos nuevos factores de riesgo asociados con el 9% de todos los casos de demencia: con un estimado de 7% de los casos atribuibles al
colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) o ‘colesterol malo’ en la mediana edad (alrededor de los 40 años), y un 2% de los casos atribuibles a la
pérdida de visión no tratada en la vejez.
Estos nuevos factores de riesgo se suman a los 12 previamente identificados por la
Comisión Lancet en 2020 (niveles bajos de educación, discapacidad auditiva, hipertensión, tabaquismo, obesidad, depresión, inactividad física, diabetes, consumo excesivo de alcohol, lesiones cerebrales traumáticas, contaminación del aire y aislamiento social), que están
vinculados al 40% de todos los casos de demencia.
El nuevo informe estima que los factores de riesgo asociados con la mayor proporción de personas que desarrollan demencia en la población global son la discapacidad auditiva y el colesterol LDL alto (7% cada uno), junto con menor educación en la infancia y el aislamiento social en la vejez (5% cada uno).
La Comisión, compuesta por 27 expertos mundiales en demencia, insta a los gobiernos y a los individuos a ser ambiciosos en la lucha contra los riesgos a lo largo de la vida para la demencia, argumentando que cuanto antes se aborden y reduzcan los niveles de los factores de riesgo, mejor. El informe se ha publicado en
The Lancet y detalla un nuevo conjunto de políticas y cambios en el estilo de vida para ayudar a prevenir y gestionar mejor la demencia.
Estrategias a nivel mundial para reducir el riesgo de demencia
Debido al rápido envejecimiento de la población en todo el mundo, se espera que el número de personas que viven con demencia casi se triplique para 2050, pasando de 57 millones en 2019 a 153 millones. El aumento de la esperanza de vida también está impulsando un aumento de personas con demencia en países de bajos ingresos. Los costes globales de salud y sociales relacionados con la demencia se estiman en más de 1 billón de dólares cada año.
Sin embargo, en algunos países de altos ingresos, como Estados Unidos y el Reino Unido, la proporción de personas mayores con demencia ha disminuido, especialmente entre aquellos en áreas socioeconómicamente privilegiadas. Los autores del informe afirman que esta disminución probablemente se deba en parte a que han acumulado una
mayor reserva cognitiva y resistencia física a lo largo de la vida y a menos daños vasculares como resultado de mejoras en la atención médica y cambios en el estilo de vida, demostrando la importancia de implementar enfoques de prevención lo antes posible.
“Estilos de vida saludables que incluyen ejercicio regular, no fumar, actividad cognitiva en la mediana edad y evitar el exceso de alcohol no solo pueden reducir el riesgo de demencia, sino también retrasar su inicio”
No obstante, la mayoría de los planes nacionales de demencia no hacen recomendaciones específicas sobre la diversidad, la equidad o la inclusión de personas de culturas y etnias subrepresentadas que están desproporcionadamente afectadas por los riesgos de demencia. La profesora Gill Livingston (UCL Psiquiatría) comentó: “Nuestro nuevo informe revela que hay mucho más que se puede y debe hacer para reducir el riesgo de demencia. Nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde para actuar, con oportunidades de hacer un impacto en cualquier etapa de la vida”.
“Ahora tenemos evidencia más sólida de que una exposición prolongada al riesgo tiene un mayor efecto y que los riesgos actúan con más fuerza en las personas que son vulnerables. Por eso es vital que redoblemos los esfuerzos preventivos hacia aquellos que más lo necesitan, incluidos aquellos en países de ingresos bajos y medios y en grupos socioeconómicamente desfavorecidos. Los gobiernos deben reducir las desigualdades de riesgo haciendo que los estilos de vida saludables sean lo más alcanzables posible para todos”.
Para reducir el riesgo de demencia a lo largo de la vida, la Comisión presenta 13 recomendaciones para ser adoptadas por gobiernos e individuos, entre las que destacan:
- Proporcionar a todos los niños una educación de buena calidad y mantenerse cognitivamente activos en la mediana edad.
- Hacer que los audífonos estén disponibles para todos aquellos con pérdida auditiva y reducir la exposición a ruidos dañinos.
- Detectar y tratar el colesterol LDL alto en la mediana edad, desde los 40 años.
- Hacer accesible la detección y el tratamiento de la discapacidad visual para todos.
- Tratar la depresión de manera efectiva.
- Usar cascos y protección para la cabeza en deportes de contacto y en bicicletas.
- Priorizar entornos comunitarios de apoyo y viviendas que aumenten el contacto social.
- Reducir la exposición a la contaminación del aire mediante políticas estrictas de aire limpio.
- Ampliar las medidas para reducir el tabaquismo, como el control de precios, el aumento de la edad mínima de compra y las prohibiciones de fumar.
- Reducir el contenido de azúcar y sal en los alimentos vendidos en tiendas y restaurantes.
Estas acciones son especialmente importantes dado que la nueva evidencia muestra que reducir los riesgos de demencia no solo aumenta los años de vida saludable, sino que también reduce el tiempo que las personas que desarrollan demencia pasan en mala salud.
“Los estilos de vida saludables que incluyen ejercicio regular, no fumar, actividad cognitiva en la mediana edad (incluyendo fuera de la educación formal) y evitar el exceso de alcohol no solo pueden reducir el riesgo de demencia, sino también retrasar su inicio. Así, si las personas desarrollan demencia, es probable que vivan menos años con ella. Esto tiene enormes implicaciones para la calidad de vida de los individuos, así como beneficios de ahorro de costes para las sociedades”, añade la profesora Livingston.
Priorizar la investigación y el apoyo para personas con demencia
El informe también discute los avances esperanzadores en biomarcadores sanguíneos y los anticuerpos anti-β amiloide para la
enfermedad de Alzheimer. Los autores explican que los biomarcadores sanguíneos son un avance significativo para las personas con demencia, aumentando potencialmente la escalabilidad y disminuyendo la necesidad de pruebas intrusivas y caras para un diagnóstico preciso. Aunque hay ensayos clínicos prometedores, los autores del informe advierten que los
tratamientos con anticuerpos anti-β amiloide son nuevos, sin datos disponibles a largo plazo, y piden más investigación y transparencia ampliada sobre los efectos secundarios a corto y largo plazo.
Finalmente, el informe pide más apoyo para las personas que viven con demencia y sus familias. Los autores subrayan que, en muchos países, las intervenciones efectivas que se sabe que benefician a las personas con demencia aún no están disponibles o no son una prioridad, incluyendo intervenciones de actividad que proporcionan disfrute y reducen los síntomas neuropsiquiátricos y los inhibidores de la colinesterasa para ralentizar el deterioro cognitivo en el alzhéimer. De manera similar, muchas necesidades de los cuidadores no están evaluadas ni satisfechas, por lo que recomiendan proporcionar ayudas efectivas a los cuidadores familiares que están en riesgo de depresión y ansiedad, incluyendo el apoyo emocional, la planificación para el futuro y la información sobre recursos médicos y comunitarios.
Los autores señalan que, aunque casi toda la evidencia sobre demencia todavía proviene de países de altos ingresos, ahora hay más evidencia e intervenciones de países de ingresos bajos y medianos (PIBM), pero las intervenciones generalmente necesitan ser modificadas para apoyar mejor las diferentes culturas, creencias y entornos.
También señalan que las estimaciones de prevención asumen que existe una relación causal entre los factores de riesgo y la demencia, y aunque fueron cuidadosos para incluir solo factores de riesgo con evidencia convincente, señalan que algunas asociaciones pueden ser solo parcialmente causales. Por ejemplo, aunque la depresión no remitente en la mediana edad puede ser causal, la depresión en la vejez puede ser causada por la demencia. Finalmente, señalan que esta modificación del riesgo afecta a la población y no garantiza que ningún individuo evitará la demencia.
“El nuevo estudio revisa los factores de riesgo modificables de la enfermedad de Alzheimer en su forma esporádica, aportando un amplio estudio epidemiológico que respalda estos factores y su intervención y recomienda realizar cambios en los hábitos de vida lo antes posible para prevenir o incluso mejorar los síntomas clínicos del alzhéimer, ya que estas acciones también benefician la salud general. Es necesario tener en cuenta que la prevención y las intervenciones no solo deben realizarse por el propio individuo, sino que también [deben] ser apoyadas por políticas gubernamentales a nivel local e internacional, focalizadas en los grupos de alto riesgo”, concluye Inés Moreno, profesora titular de la Universidad de Málaga, en declaraciones a
SMC España.