Qué es el mal de montaña
Actualizado: 21 de septiembre de 2022
Se le llama mal agudo de montaña, o coloquialmente mal de altura o soroche –en algunas zonas de Latinoamérica–, al conjunto de síntomas clínicos, como náuseas, mareos, agotamiento y cefaleas, que aparecen cuando, debido a la altitud, nos encontramos ante unas determinadas condiciones: disminución de la presión atmosférica y consecuentemente menor disponibilidad de oxígeno, ante las que nuestro cuerpo no es capaz de adaptarse en ese momento y comienza a reaccionar para tratar de compensar los cambios.
No es una enfermedad como tal, sino una reacción a las condiciones adversas (la hipoxia o falta de oxígeno), y afecta a gente de todas las edades y sexo. Eso sí, cuánto más alto y más rápido se ascienda, más grave será el trastorno. Para poder comprender mejor este fenómeno daremos un repaso breve al sistema circulatorio.
La sangre está formada por un conjunto de células entre las que se encuentran unas llamadas eritrocitos. Estos eritrocitos están mayormente formados por una proteína, la hemoglobina, que es la que se encarga del transporte de oxígeno por todo el cuerpo. Cuando todas estas proteínas están cargadas al máximo se dice que tenemos una saturación de oxígeno en la sangre del 100%, y cuanto menos carga lleven, menor porcentaje habrá.
En condiciones normales, es decir, a nivel del mar y con una presión de una atmósfera, la concentración de oxígeno en el aire es de aproximadamente 21%, suficiente para una correcta saturación en humanos. Pero ¿qué ocurre cuando comenzamos a ascender en altura? Veamos…
¿Cómo afecta la altitud al organismo?
Cuando nos encontramos en un medio diferente del que estamos acostumbrados el cuerpo pasa por unos procesos llamados de aclimatación para poder acostumbrarse a las nuevas condiciones. Sin embargo, si estos cambios se producen más rápido de lo que reaccionamos el proceso de aclimatación puede empezar a fallar y causarnos problemas. En el caso de la altitud, el problema al que nos enfrentamos es la falta de oxígeno o hipoxia.
La gravedad de este mal va en relación directa con la altitud a la que nos encontramos, y por norma general el cuerpo empieza a verse afectado a partir de los 2.400 metros por encima del nivel del mar, considerándose ‘zona de muerte’ a alturas a partir de los 8.000 metros.
Pero eso no quiere decir que sea imposible vivir en las alturas. La aclimatación hace que seamos capaces de adaptarnos. La gente que vive en zonas de alta montaña, como por ejemplo en Chile, están ya acostumbradas. ¿Y cómo es esto posible? Muy fácil, si hay poco oxígeno disponible lo que hace el cuerpo es crear más células sanguíneas para transportar más oxígeno. Cualquier persona puede aclimatarse con un poco de tiempo, y es por eso que las personas más experimentadas en montañismo tienen menor riesgo de sufrir mal de altura.
Creado: 14 de mayo de 2015