Fiebre tifoidea
La fiebre tifoidea es una enfermedad grave y potencialmente mortal, endémica en países en vías de desarrollo, que se transmite a través de alimentos o bebidas contaminados. Conoce cómo hacer frente a sus síntomas y complicaciones.

Qué es la fiebre tifoidea y cómo se transmite

Por: Dra. Sari Arponen

Doctora en Medicina, especialista en Medicina Interna y experta en microbiota

Actualizado: 5 de septiembre de 2022

La fiebre tifoidea es una enfermedad febril con dolor abdominal producida por una bacteria tipo Salmonella. Se llama así porque cursa con fiebre –‘tifoidea’ procede de ‘tifus’ que viene del griego y significa ‘fiebre, estupor’–, y no hay que confundirla con el tifus que es otro grupo de enfermedades infecciosas producidas por bacterias del tipo Rickettsia, y que se transmiten por picaduras de artrópodos.

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Cómo se transmite la fiebre tifoidea

La bacteria de la fiebre tifoidea está presente solamente en los humanos, y se transmite a través de alimentos o aguas contaminadas con las heces o la orina de los infectados.

Produce un cuadro con fiebres muy altas, de hasta 40ºC, y puede tener complicaciones muy graves, e incluso resultar mortal si no se trata de forma adecuada. Además de la fiebre, los pacientes sufren un dolor abdominal intenso. En los niños pequeños puede ser particularmente grave, máxime en los entornos con escaso acceso a recursos sanitarios en los que suele proliferar.

Agua contaminada como transmisora de la fiebre tifoidea

Afortunadamente se puede combatir esta infección con antibióticos tanto intravenosos (en los casos más graves), como orales. Habitualmente no se puede esperar a tener el diagnóstico de certeza de fiebre tifoidea, y se trata al paciente de forma empírica con los antibióticos adecuados cuando se sospecha este proceso, porque el retraso en el tratamiento puede suponer complicaciones graves.

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Ha habido casos de fiebre tifoidea desde hace siglos. Se piensa que ya en la Grecia precristiana hubo alguna epidemia de fiebre tifoidea, y también se considera que en el siglo XVI en América se produjeron epidemias de fiebre tifoidea que asolaron la población indígena. Posteriormente han aparecido múltiples brotes en todo el mundo. La bacteria se descubrió en 1880 por el alemán Karl Ebert. Ya en 1897 se desarrolló la primera vacuna.

Esta enfermedad constituye un verdadero problema de salud pública en los países en vías de desarrollo, y para combatirla sería fundamental establecer medidas de salud pública para prevenir la aparición de epidemias graves como la que hubo en el Congo en la primera década del 2000, o el brote de Uganda de 2015. Mejorando las condiciones higiénicas de los países en los que se presenta se podría minimizar su impacto. 

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