Hernia inguinal
La hernia inguinal es una afección frecuente que consiste en la salida de parte de las vísceras abdominales fuera de la cavidad abdominal. Te explicamos por qué se produce y cómo se corrige.

Qué es una hernia inguinal: tipos y pronóstico

Por: David Saceda Corralo

Médico Interno Residente, especialista en Dermatología Medicoquirúrgica y Veneorología

Actualizado: 7 de marzo de 2025

La hernia inguinal consiste en la salida de parte de las vísceras abdominales hacia el exterior a través de agujeros de la pared abdominal, cercanos a la ingle. Nuestro abdomen tiene en su interior vísceras cubiertas de una capa fina y lubricada de peritoneo, que permite los movimientos intestinales de la digestión. Normalmente el interior del abdomen tiene una presión positiva, es decir, su contenido presiona las paredes hacia fuera, por lo que cualquier pequeña abertura puede ser aprovechada por las vísceras o el peritoneo para salir a través de ella. Esto puede ocasionar molestias y, si se deja progresar, puede producirse falta de riesgo sanguíneo e infarto de la zona.

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Es una patología muy frecuente y su único tratamiento es la cirugía. De hecho, se trata de la enfermedad quirúrgica más frecuente en todo el mundo, y cada año se operan aproximadamente 20.000.000 de hernias inguinales. La padecen principalmente los hombres; en las mujeres es menos frecuente porque su anatomía de la ingle es diferente, y en su caso es más habitual otro tipo de hernia que está en relación con el muslo, la hernia crural.

También puede aparecer en los niños, de hecho 5 de cada 100 niños desarrollan hernias inguinales y tienen que ser operados. La incidencia de hernia inguinal aumenta en los niños que padecen fibrosis quística o alteraciones del desarrollo de los testículos como la criptorquidia (testículo en ascensor), el hidrocele o el varicocele.

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Los síntomas de una hernia inguinal pueden incluir un bulto en el área de la ingle que se hace más notable al estar de pie, toser o levantar objetos pesados. Puede haber dolor o molestias en la zona del bulto, especialmente al inclinarse, toser o levantar. Aunque algunas hernias inguinales son asintomáticas y solo se detectan durante un examen físico por otras razones.

Tipos de hernia inguinal

Hay dos tipos de hernia inguinal, directas o indirectas, dependiendo de su origen y localización exacta, cuyas causas son ligeramente diferentes, aunque el motivo principal es el mismo que en cualquier hernia abdominal: la aparición de una zona más débil en la pared abdominal por donde las vísceras aprovechan para protruir:

  • Hernia inguinal indirecta: es la forma más común, especialmente en recién nacidos y niños pequeños, ya que puede estar presente en el nacimiento, pero pueden ocurrir a cualquier edad. Ocurre cuando una abertura en el abdomen, que normalmente se cierra antes del nacimiento, no se cierra completamente. Esto permite que una parte del intestino protruya a través de esta abertura. Todos los hombres tienen un pequeño orificio inguinal interno que permite el paso de los vasos sanguíneos del testículo y del conducto seminal, por donde pasan los espermatozoides hacia la uretra. En algunos casos el orificio es demasiado grande y puede formase una hernia. Las vísceras pueden pasar en mayor o menor medida hacia el escroto, por lo que el bulto de la hernia puede aparecer en la ingle o directamente en el escroto.
  • Hernia inguinal directa: en este caso el orificio de la hernia se forma de manera artificial en la pared abdominal. Normalmente sucede en la ingle, ya que los músculos abdominales dan paso a los músculos de la pierna, y queda una zona más debilitada que se puede rasgar fácilmente. Este tipo de hernia es más común en adultos y especialmente en hombres.

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Hay otros tipos de hernias: crural, umbilical, posquirúrgica, etcétera, pero surgen en otras regiones de la pared abdominal por debilidades a distintos niveles. Su tratamiento es similar y su diagnóstico también. Sin embargo, son menos frecuentes en la población general.

Cómo se detecta o diagnostica una heria inguinal

El diagnóstico de la hernia inguinal es muy sencillo, ya que es suficiente con una buena exploración física, y muy raramente se requieren pruebas complementarias. Así pues, por norma general, el médico examinará al paciente en posición de pie y tumbado para observar si la hernia es reductible (si vuelve al abdomen con presión manual). También se le pide al paciente que tosa o haga maniobra de Valsalva (pujar) para evaluar si la hernia se hace más evidente. Se palpa la zona inguinal para identificar el orificio inguinal profundo y el borde del defecto herniario. Si es importante diferenciar la hernia inguinal de otras patologías como ganglios linfáticos inflamados, lipomas, hidrocele, varicocele o problemas musculares.

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Solo si la exploración no es concluyente, pueden utilizarse estudios de imagen como una ecografía inguinal, que el método de elección en casos pequeños o difíciles de detectar, o bien una resonancia magnética o TAC, que se reserva para casos complejos o pacientes con síntomas persistentes sin hallazgos evidentes.

Si la hernia es irreductible (no vuelve al abdomen con presión) o hay signos de estrangulación (dolor intenso, enrojecimiento, fiebre, náuseas o vómitos), se requiere atención urgente, ya que puede comprometer la irrigación sanguínea del intestino y derivar en necrosis.

El diagnóstico temprano permite planificar el tratamiento, generalmente quirúrgico, para evitar complicaciones como la incarceración o la estrangulación.

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Opciones para tratar la hernia inguinal y pronóstico

El tratamiento de una hernia inguinal puede variar desde el seguimiento sin intervención activa hasta la cirugía, dependiendo de la severidad de los síntomas y el riesgo de complicaciones, como el estrangulamiento de la hernia, donde el flujo sanguíneo al tejido herniado se corta, lo que puede ser una emergencia médica. La cirugía también es sencilla si la hernia inguinal no tiene alteraciones graves, tanto es así, que muchas veces se puede realizar de forma ambulatoria sin requerir ingreso en el hospital.

La decisión de operar o no depende en gran medida de los síntomas del paciente y de su situación general de salud. En general, la intervención quirúrgica ofrece un buen resultado y alivia los síntomas, permitiendo al paciente llevar una vida normal y activa después de la recuperación.

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Existen dos técnicas quirúrgicas principales para estas hernias:

  • Reparación abierta (Hernioplastia convencional): es una técnica clásica, adecuada para hernias grandes, estranguladas o pacientes que no son candidatos a laparoscopia. Para llevarla a cabo se realiza una incisión en la ingle, se reduce el contenido herniario y se refuerza la pared con una malla sintética (técnica de Lichtenstein) o con sutura en casos seleccionados. Tiene una recuperación de 2 a 4 semanas, con restricción de esfuerzos físicos.
  • Reparación laparoscópica (mínimamente invasiva): con este métoco se realizan pequeñas incisiones en el abdomen y se introduce una cámara para visualizar y reparar la hernia con una malla. Para ello se emplean dos técnicas principales:
    • TAPP (TransAbdominal PrePeritoneal): Se accede a la hernia a través de la cavidad abdominal.
    • TEP (Totally Extraperitoneal): Se accede sin entrar en la cavidad abdominal, reduciendo el riesgo de complicaciones intraabdominales.

Pronóstico de una hernia inguinal y consejos posoperatorios

El pronóstico de los afectados por una hernia inguinal es muy bueno, ya que la mayoría de las personas se recuperan completamente después de la cirugía de hernia inguinal con un riesgo mínimo de complicaciones a largo plazo. Sin embargo, el pronóstico puede variar dependiendo de varios factores, incluyendo la edad del paciente, la presencia de otras condiciones médicas, el tipo de hernia (directa o indirecta), y si la hernia es estrangulada o encarcelada en el momento del tratamiento.

Tras la operación, eso sí, conviene seguir algunas recomendaciones:

  • Movilización temprana para reducir el riesgo de trombosis venosa.
  • Evitar esfuerzos físicos intensos durante 4-6 semanas.
  • Manejo del dolor con analgésicos convencionales.
  • En cirugía laparoscópica, reincorporación a la actividad normal más rápida.

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