Leishmaniasis
La OMS estima que cerca de tres millones de personas padecen leishmaniasis. Conoce las consecuencias y el tratamiento de esta enfermedad infecciosa que puede afectar a la piel y las mucosas, o a la médula, el hígado y el bazo.

Tratamiento de la leishmaniasis y prevención

Por: Dr. Nelson Caballero

Colaborador de la Asociación Fontilles y coordinador médico de la Asociación para el Desarrollo de los pueblos (ADP)

Actualizado: 31 de mayo de 2024

El tratamiento de la leishmaniasis puede variar dependiendo del tipo y la gravedad de la infección, de la extensión de la infección concomitante, así como la región geográfica y la especie específica del parásito involucrado. También hay que tener en cuenta que, en numerosos casos, puede ser esencial proporcionar un tratamiento de apoyo, como rehidratación o suplementos nutricionales, antes de comenzar el tratamiento específico, el cual debe ser administrado bajo la supervisión de un médico.

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El tratamiento de primera elección de cualquier forma de leishmaniasis es con antimoniales pentavalentes. Existen dos presentaciones: el antimoniato de meglumina, que contiene 85 mg de la molécula Sbv por ml, y el estibogluconato de sodio, con 100 mg de la molécula Sbv por ml. El mecanismo de acción de estos dos fármacos se basa en la interferencia en la bioenergética del parásito. Se administran por vía intramuscular o intravenosa. En la leishmaniasis cutánea, estos antimoniales pentavalentes pueden directamente administrarse en las lesiones.

Antes de iniciar el tratamiento, el paciente debe ser evaluado clínicamente, a fin de descartar alteraciones cardiacas, hepáticas o renales, debido a las complicaciones adversas que causa en dichos órganos.

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Entre los tratamientos de segunda elección en caso de resistencia del parásito a los antimoniales pentavalentes se encuentran:

  • La anfotericina B: es un antimicótico poliénico muy activo contra la leishmania, utilizado principalmente para la leishmaniasis visceral, pero también puede ser efectivo en casos cutáneos graves, que se administra por vía intravenosa. Su mecanismo de acción descansa en las alteraciones que provoca en la membrana celular del parásito, alterando su permeabilidad con la pérdida de potasio, aminoácidos y purinas; no obstante, su uso es muy limitado por las serias complicaciones adversas que provoca, como nefropatías, miocarditis e hipocalemia, que pueden desencadenar hasta la muerte.
  • Isotionato de pentamidina (pentamidina): fármaco derivado aromático de la diamidina. Es más tóxica que los antimoniales pentavalentes y la anfotericina B.
  • Sulfato de paramomicina (aminosidina): es un antibiótico aminoglucósido que inhibe la síntesis de proteína y altera la permeabilidad de la membrana celular del parásito. Los principales efectos adversos son nefrotoxicidad y ototoxicidad. Se administra por vía intramuscular.
  • Miltefosina: es un fármaco utilizado inicialmente como antineoplásico, y después se encontró que poseía actividad antileishmania. Tiene como mecanismo de acción la inhibición del metabolismo de la membrana lipídica del parásito. Sin embargo, es teratogénico (produce defectos de nacimiento no hereditarios), razón por la cual su uso está restringido en mujeres en edad fértil; además, provoca reacciones gastrointestinales como náuseas, vómitos, diarreas y dolor abdominal. Se administra por vía oral. 

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Es crucial monitorear a los pacientes durante y después del tratamiento para detectar recaídas o efectos secundarios. En algunos casos, los tratamientos combinados pueden mejorar la eficacia y reducir la duración del tratamiento. Igualmente, es esencial proporcionar un buen soporte nutricional y tratar cualquier infección secundaria.

También hay que tener en cuenta que la resistencia a los antimoniales es un problema creciente en ciertas regiones, especialmente en el subcontinente indio, lo que ha llevado a una mayor utilización de miltefosina y anfotericina B. En casos de leishmaniasis mucocutánea, puede ser necesario realizar intervenciones quirúrgicas reconstructivas.

Novedades en el tratamiento de la leishmaniasis

Recientemente, ha habido avances significativos en el tratamiento de la leishmaniasis, que prometen mejorar la eficacia y reducir los efectos secundarios de las terapias actuales.

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Un desarrollo prometedor es la nueva molécula LXE408, que está en fase II de ensayos clínicos en Etiopía y la India. Este medicamento oral podría revolucionar el tratamiento de la leishmaniasis visceral, ya que se espera que sea más seguro y más fácil de administrar que las actuales terapias basadas en inyecciones, que pueden ser dolorosas y tóxicas. LXE408 está diseñado para ser administrado en el nivel de atención primaria, lo que facilitaría el acceso al tratamiento y podría reducir significativamente la morbilidad y la transmisión de la enfermedad.

Otra estrategia emergente es el uso de terapias combinadas. La combinación de varios medicamentos puede mejorar la eficacia del tratamiento, reducir la duración del mismo y minimizar los efectos secundarios. Por ejemplo, combinaciones como itraconazol con ezetimibe y miltefosina han mostrado resultados positivos al reducir la carga parasitaria. Además, el reposicionamiento de medicamentos, que consiste en usar fármacos aprobados para otras enfermedades, también ha mostrado potencial. Fármacos como la sertralina (un antidepresivo) y la metformina (un antidiabético) están siendo evaluados por su acción leishmanicida​.

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La nanotecnología está emergiendo como una herramienta poderosa en el tratamiento de la leishmaniasis. Utilizando nanopartículas para el transporte de medicamentos, es posible dirigir las terapias directamente a las células infectadas, mejorando la eficacia y reduciendo los efectos secundarios. Las nanopartículas pueden transportar medicamentos a los macrófagos, las células clave en la leishmaniasis, y desencadenar mecanismos leishmanicidas como la generación de radicales libres y la interrupción de las membranas mitocondriales​ (MDPI)​.

Estos avances representan un paso importante hacia tratamientos más efectivos y accesibles para la leishmaniasis, lo que podría transformar significativamente la manera en que se maneja esta enfermedad en las regiones endémicas.

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Prevenir la leishmaniasis

Prevención de leishmaniasis

Desafortunadamente, no existen vacunas contra la leishmaniasis. No obstante, contamos con algunas formas eficaces de prevenir la enfermedad. Estas son:

  • Educar a la población en riesgo: proporcionar conocimientos básicos acerca de las manifestaciones clínicas y cómo se transmite la enfermedad.
  • Evitar la picadura del flebótomo: evitar penetrar en zonas boscosas infestadas de flebótomos, mantener la vivienda limpia, y colocar en las ventanas mallas metálicas o plásticas finas que eviten la entrada del flebótomo, usar ropa que cubra las zonas expuestas de la piel, especialmente en las horas de mayor actividad del flebótomo (durante el anochecer y el amanecer) o utilizar mosquiteros de malla fina por las noches.
  • Uso de repelentes: otra de las medidas claras para evitar ser picados por estos mosquitos es la de aplicar repelentes de insectos en las partes expuestas de la piel y en la ropa. Para ello, podemos utilizar repelentes que contengan DEET (N,N-dietil-meta-toluamida), picaridina o IR3535.

  • Controlar los reservorios: eliminar a las ratas y destruir sus madrigueras, así como vigilar el estado de salud de los perros domésticos a través de un control veterinario, o acudiendo a los servicios de atención a zoonosis en la unidad de salud más cercana.
  • Proteger a las mascotas: dentro del control de los perros, que son reservorios comunes del parásito, puede usarse collares repelentes e insecticidas tópicos en ellos. Así como mantener a las mascotas en el interior durante las horas de mayor actividad de mosquitos. Además, en áreas endémicas, se debe considerar la vacunación de perros contra la leishmaniasis, así como tratar a aquellos animales infectados para reducir el riesgo de transmisión.

  • Fumigar áreas con alta densidad de mosquitos: utilizar insecticidas recomendados para eliminar o reducir criaderos de mosquitos, como charcos de agua estancada y residuos orgánicos. Igualmente, es recomendable mejorar las condiciones de las casas para reducir la entrada de mosquitos, como sellar grietas y agujeros. Así como aplicar insecticidas residuales en paredes y techos de viviendas en áreas endémicas.

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