Resistencia a la insulina
La resistencia a la insulina es un problema de salud frecuente, asociado a la obesidad y el sedentarismo, y que puede ser la antesala de la diabetes y otros problemas cardiovasculares. Descubre cómo prevenir su aparición.

Tratamiento de la resistencia a la insulina

Por: Dr. José Antonio Nuevo González

Especialista en Medicina Interna. Servicio de Urgencias del Hospital Gregorio Marañón de Madrid

Actualizado: 29 de noviembre de 2024

Como eje fundamental del tratamiento de la resistencia a la insulina se deben tratar las posibles causas que estén desencadenando el proceso. Así, es imprescindible que se lleve a cabo una modificación del estilo de vida, enfatizando en la realización de ejercicio físico y pérdida de peso. Esto conlleva una modificación en la dieta, recomendándose una dieta equilibrada, como la dieta mediterránea, y un menor consumo de grasas saturadas.

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Por otro lado, se debe ejercer un control estricto sobre la hipertensión arterial y la hipercolesterolemia, recurriendo a los fármacos específicos si las medidas físicas y dietéticas no han sido eficaces.

En cuanto al tratamiento farmacológico dirigido específicamente al síndrome de resistencia a la insulina, podemos describir detalladamente los siguientes:

  • Metformina. Es un fármaco que ha demostrado disminuir un 30% el riesgo de desarrollar diabetes en aquellas personas que tienen una intolerancia a la glucosa ya demostrada. Su acción radica fundamentalmente en que aumenta la sensibilidad a la insulina de los órganos afectados, y provoca una mejor utilización de la glucosa. También es capaz de disminuir la producción de glucosa por el hígado, mejorando así el perfil lipídico en general (colesterol y triglicéridos). Algunos estudios han demostrado incluso un efecto beneficioso en las arterias, disminuyendo el riesgo cardiovascular. La metformina también es utilizada en el síndrome de ovario poliquístico para mejorar la distribución grasa y combatir la resistencia insulínica y las alteraciones hormonales.
  • Glitazonas. Son fármacos utilizados en el tratamiento de la diabetes, pero con un efecto demostrado sobre la resistencia a la insulina. Destacan la rosiglitazona y la pioglitazona. Mejoran la utilización de glucosa sin aumentar las concentraciones de insulina, y tampoco provocan hipoglucemias. También tienen un efecto beneficioso sobre las arterias y las concentraciones de colesterol y triglicéridos, mejorando así el riesgo cardiovascular.
  • Exenatida y liraglutide. Son fármacos más recientes, con un perfil llamado incretínico, que mejoran la sensibilidad a la insulina aunque aumentan sus niveles por un estímulo directo sobre las células beta pancreáticas. Su utilidad en este síndrome radica en el efecto beneficioso sobre el índice de masa corporal (IMC), disminuyendo el peso y mejorando las cifras de glucosa en sangre.

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Existen nuevos proyectos sobre terapias que incidirán directamente en la señalización de la insulina, es decir, en la mejora de las conexiones entre la insulina y sus receptores a nivel de los distintos órganos donde se produce la resistencia.

Prevención de la resistencia a la insulina

Realizar actividad física con regularidad es una medida muy efectiva para prevenir la resistencia a la insulina.

Prevención de la resistencia a la insulina

En base a los mecanismos que se consideran factores de riesgo, las medidas para prevenir la aparición de la resistencia a la insulina pasan por modificar los estilos de vida de cara a fomentar el ejercicio físico, con actividad diaria de al menos 30 minutos. La actividad física siempre se debe ajustar a las posibilidades de cada individuo, y se ha comprobado también el beneficio que tiene el ejercicio si su práctica regular es progresiva, incrementando el tiempo y la intensidad según las características personales.

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Igualmente, es fundamental conseguir una pérdida de peso que disminuya individualmente el riesgo de padecer este trastorno y, consecuentemente, de enfermedades cardiovasculares y diabetes. Esto se debe conseguir basándose en un consumo calórico adecuado, y siguiendo una dieta mediterránea como ejemplo de alimentación cardiosaludable.

La dieta deberá basarse en el consumo de frutas, verduras, nueces y aceite de oliva virgen extra, entre otros, con un consumo restringido de grasas saturadas. La elaboración de carnes y pescados será con la menor cantidad de aceite posible.

Asimismo, las recomendaciones sobre la sal ponen el límite saludable en un consumo en torno a dos gramos al día, recordando que hay productos que llevan sal oculta, como los embutidos y las conservas.

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Se debe incorporar también el huevo a la dieta por su alto valor proteico, siendo más recomendable su consumo cocido.

En cuanto a fármacos, algunos programas de prevención de diabetes incorporan la metformina en aquellos individuos obesos con valores alterados en las pruebas de tolerancia a la glucosa o en glucemia en ayunas, de cara a impedir una progresión de la resistencia a la insulina a una situación de diabetes.

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