La sepsis es una respuesta inflamatoria del organismo ante una infección grave, como el COVID-19, que puede llegar a ser mortal si no se trata a tiempo y de forma adecuada. Conoce los síntomas para combatirla con rapidez.
Especialista en Medicina Interna del Hospital Universitario Príncipe de Asturias
Actualizado: 13 de septiembre de 2022
La sepsis es una enfermedad grave, potencialmente mortal, por lo que es importante tratarla cuanto antes y mantener al paciente muy vigilado. No obstante, hay que remarcar que, al igual que ocurre con el diagnóstico, no existe ningún fármaco concreto para tratarla, siendo necesario un manejo global del paciente.
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Es muy importante iniciar el tratamiento de la sepsis lo antes posible, pues así se aumentan las posibilidades de supervivencia. Podemos dividir éste en cuatro acciones:
Monitorización: es decir, registro continuado en el tiempo de las constantes vitales del paciente (tensión arterial, frecuencia cardíaca, cantidad de oxígeno en sangre, frecuencia respiratoria) para mantener a éste lo más vigilado posible.
Tratamiento de soporte: es fundamental conseguir que el paciente mantenga unos valores adecuados de tensión arterial. Para ello se utilizan sueros intravenosos que, al aumentar el volumen sanguíneo, permiten aumentar la presión arterial. Si con los sueros no es suficiente y el paciente sigue teniendo bajas tensiones se pueden utilizar fármacos vasoconstrictores, que contraen los vasos sanguíneos con el objetivo de intentar aumentar la tensión arterial. Si a pesar de utilizar fármacos no se consigue aumentar ésta el pronóstico del paciente es peor y aumenta el riesgo de muerte.
Por otro lado hay que aportar oxígeno con oxigenoterapia si los niveles en sangre son bajos (llegando a ser necesario en los casos más graves utilizar sistemas de ventilación mecánica, es decir, sistemas de respiración artificial).
Igualmente, es importante mantener los niveles de glucosa en sangre lo más controlados posible, disminuyendo así el riesgo de mortalidad.
Tratamiento de la causa de la sepsis: dado que la sepsis está producida por una infección es fundamental tratarla. Dependiendo del origen del foco infeccioso se pueden realizar diferentes maniobras como drenar los acúmulos de pus, eliminar tejidos necróticos, desobstruir la vía urinaria, etcétera.
Otras muchas veces no se conoce el origen de la sepsis, por lo que se inicia el tratamiento con antibióticos ‘a ciegas’ intentando tratar todos los gérmenes que se suponen responsables de la infección.
Es necesario iniciar tratamiento antibiótico por vía intravenosa lo más rápidamente posible y a dosis altas, después de haber sacado las muestras para los cultivos apropiados (como se detalla en el apartado de diagnóstico). La elección de los antibióticos que se utilizan va a depender de dónde se sospeche que provenga el foco que está originando la sepsis, es decir, si se sospecha que la sepsis es de origen pulmonar se tratarán unos microorganismos determinados, mientras que si se sospecha que es de origen abdominal o urinario, se tratarán otros. En muchas ocasiones no se sabe cuál es el foco que está originando la sepsis, por lo que se utilizan antibióticos de amplio espectro, es decir, antibióticos eficaces contra una amplia variedad de microorganismos, cubriéndose de esa forma diferentes focos infecciosos posibles. Es importante evitar el uso de un exceso de antibióticos ya que, aunque suene contradictorio, una sobredosis de éstos favorece la aparición de nuevas infecciones.
Finalmente hay que dejar claro que no es lo mismo tratar una sepsis en un paciente recientemente ingresado en el hospital que en una persona que lleva mucho tiempo sin estar ingresada. Y es que si el paciente ha estado ingresado hace poco tiempo, el microorganismo causante suele ser más resistente, por lo que se utilizan antibióticos más potentes.
Corticoides: dado que la sepsis es una respuesta inflamatoria descontrolada del cuerpo humano ante una invasión por microorganismos extraños, en algunos estudios se propone utilizar fármacos antiinflamatorios como los esteroides, que aunque no son universalmente aceptados en el tratamiento de la sepsis, sí parecen aumentar la supervivencia en algunos pacientes.
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Prevención de la sepsis
Es difícil predecir cuándo va a ocurrir una sepsis, por lo que resulta complicado prevenirla. A pesar de ello, sí se pueden tomar medidas que ayudan a reducir el riesgo de que ocurra, como son el correcto lavado de manos, cumplimentar un adecuado esquema de vacunación, y que los profesionales médicos tengan un especial cuidado a la hora de manipular vías intravenosas, sondas o drenajes, especialmente en pacientes con alto riesgo de desarrollarla. Igualmente importante es prevenir la resistencia bacteriana a los antibióticos.
Los niños pequeños y los ancianos son más susceptibles a la infección por la bacteria neumococo, por lo que mantenerlos vacunados y protegidos frente a sus enfermedades asociadas, tiene además un efecto de inmunidad colectiva que puede salvaguardar a padres o abuelos. Por otro lado, los paciente sin bazos también corren más riesgo de este tipo de infecciones y es preciso que se vacunen frente al neumococo, meningococo y hemofilia.