Tularemia
La tularemia o fiebre de los conejos es una enfermedad que puede causar numerosos síntomas, y que sin tratamiento antibiótico tiene una alta mortalidad. Conoce sus vías de transmisión para evitar el contagio.

Diagnóstico de la tularemia

Por: Dra. Sari Arponen

Doctora en Medicina, especialista en Medicina Interna y experta en microbiota

Actualizado: 29 de julio de 2022

Para el diagnóstico de la tularemia es fundamental la sospecha clínica basada en el contexto epidemiológico. Tanto es así, que no se deberían pedir pruebas específicas para diagnóstico de fiebre de los conejos en un paciente con fiebre si no ha estado en una zona de riesgo de tularemia con una posible exposición a la bacteria. Es por ello básica la realización de una historia clínica pormenorizada además de una exploración física exhaustiva.

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Los análisis de sangre pueden presentar diversas alteraciones no específicas. Los glóbulos blancos pueden estar bajos, normales o altos. Las plaquetas pueden estar disminuidas. Otros posibles hallazgos analíticos son el sodio bajo en sangre, las alteraciones de los parámetros hepáticos, datos de rabdomiólisis con aumento de CPK o mioglobinuria, y presencia de leucocitos en orina (piuria) sin infección urinaria.

En la forma neumónica de la tularemia en la radiografía de tórax se aprecian infiltrados peribronquiales y consolidaciones lobares. También es frecuente la presencia de derrame pleural y adenopatías (ganglios aumentados de tamaño) en los hilios pulmonares. De todos modos no son hallazgos específicos, y se debe realizar diagnóstico diferencial con otras neumonías, incluyendo fiebre Q, psitacosis, tuberculosis, infecciones fúngicas, o peste.

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Cuando el cuadro clínico y la historia epidemiológica hacen sospechar de tularemia, se deben pedir pruebas específicas para su diagnóstico. Se debe alertar al laboratorio sobre la sospecha diagnóstica, porque las muestras pueden ser contagiosas. Se pueden obtener muestras para cultivo de las lesiones cutáneas, aspirados ganglionares, frotis de la garganta, esputos, o aspirados gástricos. Los cultivos de sangre suelen ser negativos. Esta bacteria requiere medios de cultivos especiales para su crecimiento.

El diagnóstico se puede realizar también por detección de anticuerpos, por tinciones inmunohistoquímicas o por reacción en cadena de la polimerasa. Los anticuerpos se hacen positivos a partir de las dos semanas desde la infección, por lo que no son útiles en los cuadros agudos. Además, permanecen elevados durante muchos años tras la infección; se utilizan más para confirmar el diagnóstico que por su utilidad clínica en el momento agudo.

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