La hiporexia o falta de apetito es un trastorno alimentario muy común entre las personas mayores, que hay que tratar para evitar la desnutrición o el agravamiento de una enfermedad. Aprende a recuperar las ganas de comer.
Qué es la hiporexia o falta de apetito en el anciano
Cuando una persona comienza poco a poco a perder el apetito y va dejando de comer se considera que padece hiporexia. Esta alteración puede surgir a cualquier edad porque puede estar provocada por diferentes causas, pero es más común y especialmente grave entre los ancianos. Aunque no siempre es fácil detectarlo, es importante tratar lo antes posible este problema para prevenir casos de desnutrición, empeoramiento de una enfermedad, e incluso la muerte del mayor.
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Por qué las personas mayores pierden el apetito
Aunque cualquier persona puede pasar por un periodo en el que siente que tiene menos hambre de lo común, la hiporexia es un trastorno alimentario que afecta en mayor medida a los ancianos por diferentes causas, como:
El paso de los años: el propio envejecimiento, la falta de movimiento y, por tanto, una menor necesidad de aporte calórico, conlleva que las personas mayores pierdan el hambre poco a poco.
Cambios fisiológicos: debido al proceso de envejecimiento el estómago se va reduciendo, por lo que la sensación de saciedad aparece antes en el mayor.
Problemas de masticación y deglución: si el anciano no puede masticar o tragar adecuadamente, tomará cada vez menos cantidad de comida, y esto hará que disminuyan sus ganas de comer y sienta mayor rechazo hacia alimentos y bebidas.
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Falta de percepción de olores y sabores: este trastorno también aparece asociado al envejecimiento y provoca que las comidas que antes resultaban apetecibles, con el paso del tiempo lo sean menos.
La toma de medicamentos: ciertos tratamientos farmacológicos, en los que se incluyen la morfina, la codeína, o la quimioterapia, entre otros medicamentos, pueden originar el problema.
Padecimiento de una enfermedad: desde una insuficiencia cardiaca o renal, pasando por un problema en el hígado, hasta el padecimiento de un cáncer, pueden tener como consecuencia la pérdida de apetito.
Estado anímico y trastorno psicológico: las personas mayores pueden estar tristes, sentir ansiedad, o incluso sufrir una depresión por la pérdida de algún ser querido, por vivir en soledad o estar lejos de su familia. Estos estados de ánimo reducen el apetito.
Vivir en soledad o fuera de su entorno: además de sentirse tristes, las personas mayores que viven solas y aisladas de la sociedad tienden a descuidarse; dejan de asearse, no salen de casa a comprar, no cocinan, apenas comen, y no tienen a nadie que les ayude a evitar esta situación.