Homeshare: compañeros de piso intergeneracionales
Actualizado: 15 de septiembre de 2023
Consecuencia de la crisis o no, el caso es que cada vez más jóvenes optan por una manera diferente de independizarse y compartir piso: vivir con personas de mayor edad. Sin duda, el hecho de que las condiciones económicas sean buenas en este tipo de intercambio con compañeros de piso intergeneracionales influye en esta decisión, ya que los alquileres que se ofertan son bajos y, en ocasiones, hasta gratuitos. A cambio los jóvenes aportan algo que, para los adultos mayores con los que conviven, no tiene precio: compañía.
Qué es el homeshare: compartir casa con personas mayores
No se sabe con certeza el origen de esta tendencia –denominada en inglés homeshare, compartir casa– aunque todo apunta a que surgió para solucionar dos necesidades sociales más que evidentes; por un lado, facilitar el acceso a una vivienda a estudiantes y jóvenes que no pueden afrontar los gastos de un alquiler en solitario y, por otro, que las personas mayores puedan seguir viviendo en sus domicilios –algo que, a partir de cierta edad, puede resultar complicado para ellos debido a la reducción de sus capacidades físicas o a un estado de salud precario– y que, además de compartir los gastos, tengan alguien a su lado que los ayude.
En muy poco tiempo este movimiento de compañeros de piso intergeneracionales se ha convertido en algo habitual en numerosos países como Australia, Francia, Canadá, Alemania o España, hasta el punto de que se celebran incluso eventos internacionales sobre esta cuestión como el World Homeshare Congress.
Se trata pues de una opción para compartir vivienda de la que pueden beneficiarse diversos colectivos:
- Personas solas, con discapacidad o necesidades de apoyo, de todas las edades
- Estudiantes que necesitan alojamiento de bajo costo
- Padres solteros que necesitan ayuda con el cuidado infantil
- Jóvenes y trabajadores clave (como enfermeras, agentes de policía, profesores…) que se ven excluidos del mercado inmobiliario
Cómo funciona el homesharing
La fórmula del intercambio es muy sencilla: una persona, por lo general un adulto mayor, ofrece a un joven convivir en su casa a cambio de cierto tipo de ayuda que se acuerda entre ambas partes previamente. Lo habitual es que esta ayuda esté asociada a compartir las labores domésticas y los gastos mensuales propios de cualquier vivienda como los suministros (luz, agua, calefacción, etcétera) y la alimentación.
Respecto al tema económico, las personas que ofrecen su casa lo hacen a cambio de una cantidad que suele ser bastante baja, y hay que destacar que en algunos de los intercambios la persona que ofrece el alojamiento lo hace de forma gratuita.
Como ya hemos comentado, hay un intangible vinculado con esta convivencia que no puede valorarse económicamente y es el hecho de que los jóvenes evitan con su compañía la soledad que en muchas ocasiones está asociada a la vejez y que tantos problemas emocionales y psicológicos puede desencadenar en nuestros mayores.
En definitiva, el funcionamiento del homeshare puede variar según las necesidades y los acuerdos específicos de las personas involucradas, pero estos serían los pasos más habituales sobre cómo funciona:
- Identificación de participantes: el proceso comienza con la identificación de las personas interesadas en participar en el homeshare. Esto puede incluir a personas mayores que buscan compañía o asistencia en el hogar, estudiantes que desean vivir de manera más asequible o personas que simplemente desean compartir gastos de vivienda.
- Coincidencia: una organización o plataforma de homeshare puede facilitar la coincidencia de personas que tengan intereses y necesidades similares. Esto puede incluir entrevistas y evaluaciones para garantizar que los participantes sean compatibles en términos de estilo de vida, valores y expectativas.
- Acuerdos sobre la vivienda: una vez que se encuentra una coincidencia adecuada, los participantes acuerdan los términos del homeshare. Esto puede incluir la duración del acuerdo, las responsabilidades compartidas, las contribuciones financieras y cualquier otro acuerdo específico.
- Compartir espacios y responsabilidades: los participantes del homeshare comparten la vivienda y, a menudo, también comparten ciertos espacios comunes, como la cocina, el baño y la sala de estar. Pueden acordar responsabilidades compartidas, como la limpieza, la compra de comestibles o el cuidado de mascotas si las hay.
- Supervisión y apoyo: algunas organizaciones de homeshare brindan supervisión y apoyo continuo para garantizar que el acuerdo funcione sin problemas. Esto puede incluir visitas regulares o mediación en caso de conflictos.
- Terminación del acuerdo:eEl acuerdo de homeshare puede tener una duración específica acordada por adelantado, o bien, puede ser flexible y continuar mientras ambas partes estén satisfechas con la situación. Cuando se decide terminar el acuerdo, se acuerdan los términos de la finalización y se establece un período de preaviso.
En resumen, el homeshare puede ser una solución beneficiosa para diversas personas, ya que brinda la oportunidad de compartir vivienda y recursos de manera colaborativa. Sin embargo, es importante que todas las partes involucradas comprendan y acuerden los términos del acuerdo para evitar malentendidos y conflictos en el futuro.
Beneficios de compartir casa para mayores y jóvenes
Los beneficios de compartir casa para mayores y jóvenes y los aspectos positivos que tiene establecer este tipo de relaciones son tan evidentes que numerosas instituciones internacionales como la Unión Europea o Naciones Unidas hace tiempo que pusieron en marcha iniciativas en este sentido para promover la solidaridad intergeneracional.
Y es que más allá de las ventajas económicas que supone para los jóvenes, o del hecho de que solucionen la soledad de los más mayores, este tipo de vínculos fomenta el respeto y un mayor conocimiento mutuo entre ambas generaciones.
Todo ello, inevitablemente, produce efectos positivos en la sociedad, ya que genera una mayor cohesión social, máxime si tenemos en cuenta que vivimos un momento en el que el envejecimiento de la población es un hecho indiscutible.
Pero más allá de esta cohesión social, mayores y jóvenes aprenderán mutuamente algo que, en el caso de los más mayores, tiene además repercusiones directas en su salud. Y es que este tipo de convivencia sirve para potenciar sus habilidades sociales, lo que reduce el riesgo de padecer depresiones, además de que el hecho de aprender cosas nuevas mantiene su mente activa y previene o retrasa el desarrollo de enfermedades degenerativas como las demencias.
Soy mayor y me gustaría compartir casa, ¿cómo lo hago?
En el caso de las personas mayores, el hecho de alquilar una habitación dentro de su vivienda a jóvenes que no conocen no es algo con lo que estén familiarizados –e incluso podría entrañar riesgos en el caso de que no se cuente con las garantías adecuadas–, por lo que es habitual que sientan miedos o tengan ciertos recelos y desconfianza.
Precisamente para transmitir mayor seguridad a la hora de aventurarse con esta iniciativa ya existen redes como la de Homeshare o los servicios de vivienda compartida para el acompañamiento de mayores que se han puesto en marcha desde hace tiempo a través de diferentes instituciones, como ayuntamientos o universidades.
Todos estos servicios ofrecen unos niveles de garantía mínimos en este tipo de intercambios, ya que protegen tanto al anfitrión como al inquilino en cuestiones tales como el impago, incumplimiento de los acuerdos, o cualquier otro tipo de incidente.
Requisitos para una buena convivencia entre mayores y jóvenes
La convivencia nunca suele ser fácil. No lo es con tu pareja, tampoco entre familiares, y mucho menos lo es entre dos personas que no se conocen de nada y entre las que hay, además, una gran diferencia generacional, como sucede en el caso concreto del homeshare.
Por ello, el primer paso antes de decidirse a compartir vivienda es que tanto los jóvenes como los adultos mayores entiendan y acepten estas diferencias generacionales para que haya las menos fricciones posibles en el día a día. Algunas cuestiones en las que suele ser habitual que existan diferencias son, por ejemplo, los horarios y rutinas, los hábitos alimenticios, o el tiempo de estudio (en el caso de los estudiantes), ocio y descanso.
En este sentido, lo mejor es fijar desde el primer momento una serie de normas sobre las que se pongan las bases de la convivencia; esto es, horarios de comida y turnos de cocina, días de limpieza, actividades conjuntas, etcétera.
Uno de los aspectos que puede resultar hasta cierto punto complicado de tratar entre compañeros de piso intergeneracionales son los horarios de salida y entrada del domicilio. Es completamente lógico que los jóvenes quieran salir por la noche, sobre todo los fines de semana, pero también lo es que las personas mayores vean cierta peligrosidad en las salidas nocturnas. Por ello, un acuerdo bastante frecuente es establecer un toque de queda para los días intersemanales y otro para los fines de semana.
Además de estas cuestiones, resulta fundamental que las personas mayores tengan un buen estado físico y mental y que sean capaces de valerse por sí mismas. Es decir, los jóvenes no ejercen en ningún momento como cuidadores de las personas de mayor edad, sino que les ofrecen compañía y la seguridad de tener a alguien que puede ayudarlos en un momento determinado.
Como decimos, establecer este tipo de acuerdos y determinar unas normas básicas de convivencia será la mejor manera de que la relación entre ambos fluya con la mayor normalidad posible. Como es lógico, el acuerdo no puede ser igual en todos los casos, pero os ofrecemos algunos consejos que pueden ser de ayuda para alojadores y alojados:
Alojadores | Alojados |
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Entregar las llaves de acceso a la vivienda y ofrecer una habitación individual con espacio suficiente. | Abonar puntualmente los gastos de suministros de la vivienda que se acuerden (agua, luz, gas, etcétera). |
Respetar la intimidad, horarios de descanso y estudio y la privacidad. | Respetar la intimidad, horarios y costumbres del alojador. |
Permitir que el alojado haga uso de las zonas comunes de la vivienda y del equipamiento que hay en ella. | Respeto y buen uso de las estancias de la vivienda y del equipamiento que hay en ella. |
Reparto de las tareas domésticas y de otros quehaceres diarios como la compra u otras gestiones (banco, pago de facturas, etcétera). | Participar de las tareas domésticas, ayudar a la persona mayor con la que convive en momentos puntuales, o ponerse en contacto con sus familiares en determinadas situaciones que así lo requieran. |
Para ambos es importante que comuniquen las posibles incidencias que se produzcan a la entidad a través de la cual se ha concertado el alojamiento, en el caso de que alojador y alojado no sean capaces de solucionarlas por sí mismos.
Creado: 8 de septiembre de 2015