Toxoplasmosis
De origen parasitario, la toxoplasmosis se transmite al hombre por diferentes animales, sobre todo el gato. Infectarse durante el embarazo puede ser muy peligroso para el bebé, por lo que debes conocer qué precauciones tomar para evitarla.

Toxoplasmosis en el embarazo

Por: Dr. José Antonio Nuevo González

Especialista en Medicina Interna. Servicio de Urgencias del Hospital Gregorio Marañón de Madrid

Actualizado: 29 de julio de 2022

La toxoplasmosis es una infección parasitaria con una alta incidencia en todo el mundo, originada por el parásito Toxoplasma gondii, y que normalmente pasa inadvertida al confundirse sus síntomas con los de una gripe leve. Sin embargo, cuando una mujer embarazada contrae la infección, o esta se reactiva en su organismo a consecuencia de un funcionamiento deficiente de su sistema inmunitario, puede transmitir la afección al feto a través de la placenta, poniendo en peligro la salud, e incluso la vida, del futuro bebé.

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Si la madre se infecta de toxoplasmosis durante el embarazo, hay muchas posibilidades de que transmita la infección al feto, y el porcentaje de riesgo de transmisión es mayor cuanto más avanzada se encuentra la gestación en el momento de contraer la infección, siendo del 15% si esta ocurre durante el primer trimestre, del 30% durante el segundo trimestre, y llegando al 60% en el tercer trimestre.

El parásito invade las células, donde se multiplica, y produce lesiones en los tejidos de los órganos del feto que se están formando; por esto, si la transmisión de la infección se produce durante el primer trimestre del embarazo las consecuencias son más graves.

A todas las mujeres embarazadas se les realiza una prueba para comprobar si presentan anticuerpos que demuestren que tuvieron la infección antes de iniciarse la gestación. Si es así, el bebé no podrá ser infectado, salvo en el caso, muy poco frecuente, de que una situación de inmunosupresión (disfunción del sistema inmunitario) durante el embarazo diera como resultado la reactivación de una toxoplasmosis latente. La incidencia global de infección por Toxoplasma gondii es, aproximadamente, de 1-10 de cada 10.000 nacidos vivos.

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Si la madre contrae la infección durante el embarazo, y esta se detecta precozmente, se pueden reducir mucho las posibilidades de transmisión al feto con un tratamiento farmacológico adecuado (espiramicina). Si se descubre que el feto está afectado, se pueden administrar a la madre pirimetamina y sulfadiazina, para disminuir los daños al bebé.

Consecuencias de la infección intrauterina

Ecografía

Las consecuencias para el feto dependerán, como hemos comentado, del momento de la gestación en que se produzca la transmisión: cuanto menos tiempo haya transcurrido desde el inicio del embarazo más graves serán los daños que sufrirá el futuro bebé.

Es normal que se produzca un retraso del crecimiento intrauterino, que deriva en bajo peso al nacer y, si la infección ocurre durante el primer trimestre, puede presentarse un aborto espontáneo o incluso la muerte del feto.

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La toxoplasmosis puede afectar el cerebro, los pulmones, el hígado, los ojos, los músculos, el tubo digestivo o el corazón. El bebé puede nacer asintomático, con una forma latente que se manifestará meses o años después, pero también puede presentar daños oculares, hipoacusia, hidrocefalia, erupciones cutáneas, hepatoesplenomegalia, ictericia, anemia, convulsiones, etcétera. Más adelante, el niño puede sufrir retraso mental, ceguera o deficiencia visual severa, lesiones en el sistema nervioso central…

Para la detección de la infección intraútero será necesaria la amniocentesis. En una muestra de este líquido se demostrará presencia de toxoplasma mediante PCR. Los controles ecográficos podrán poner de manifiesto las alteraciones que provoque la infección.

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